LA PALABRA DEL DÍA

Evangelio del día

Lunes, 10 de febrero de 2025
Lectura del santo evangelio según san Marcos 6, 53-56

En aquel tiempo, terminada la travesía, Jesús y sus discípulos llegaron a Genesaret y atracaron.

En aquel tiempo, terminada la travesía, Jesús y sus discípulos llegaron a Genesaret y atracaron.

Apenas desembarcados, lo reconocieron y se pusieron a recorrer toda la comarca; cuando se enteraba la gente dónde estaba Jesús, le llevaba los enfermos en camillas.

En los pueblos, ciudades o aldeas donde llegaba colocaban a los enfermos en la plaza y le rogaban que les dejase tocar al menos la orla de su manto; y los que lo tocaban se curaban.

Martes, 11 de febrero de 2025
Lectura del santo evangelio según san Marcos 7, 1-13

En aquel tiempo, se reunieron junto a Jesús los fariseos y algunos escribas venidos de Jerusalén;

En aquel tiempo, se reunieron junto a Jesús los fariseos y algunos escribas venidos de Jerusalén; y vieron que algunos discípulos comían con manos impuras, es decir, sin lavarse las manos. (Pues los fariseos, como los demás judíos, no comen sin lavarse antes las manos, restregando bien, aferrándose a la tradición de sus mayores, y al volver de la plaza no comen sin lavarse antes, y se aferran a otras muchas tradiciones, de lavar vasos, jarras y ollas).

Y los fariseos y los escribas le preguntaron:
«Por qué no caminan tus discípulos según las tradiciones de los mayores y comen el pan con manos impuras?».

Él les contestó:
«Bien profetizó Isaías de vosotros, hipócritas, como está escrito: “Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. El culto que me dan está vacío, porque la doctrina que enseñan son preceptos humanos”. Dejáis a un lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres».

Y añadió:
«Anuláis el mandamiento de Dios por mantener vuestra tradición. Moisés dijo: “Honra a tu padre y a tu madre” y “el que maldiga a su padre o a su madre es reo de muerte”. Pero vosotros decís: “Si uno le dice al padre o a la madre: los bienes con que podría ayudarte son ‘corbán’, es decir, ofrenda sagrada”, ya no le permitís hacer nada por su padre o por su madre; invalidando la palabra de Dios con esa tradición que os transmitís; y hacéis otras muchas cosas semejantes».

Miércoles, 12 de febrero de 2025
Lectura del santo evangelio según san Marcos 7, 14-23

En aquel tiempo, llamó Jesús de nuevo a la gente y les dijo:
«Escuchad y entended todos: nada que entre de fuera puede hacer al hombre impuro; lo que sale de dentro es lo que hace impuro al hombre».

En aquel tiempo, llamó Jesús de nuevo a la gente y les dijo:
«Escuchad y entended todos: nada que entre de fuera puede hacer al hombre impuro; lo que sale de dentro es lo que hace impuro al hombre».

Cuando dejó a la gente y entró en casa, le pidieron sus discípulos que les explicara la parábola.

Él les dijo:
«¿También vosotros seguís sin entender? ¿No comprendéis? Nada que entre de fuera puede hacer impuro al hombre, porque no entra en el corazón sino en el vientre y se echa en la letrina».

(Con esto declaraba puros todos los alimentos). Y siguió:
«Lo que sale de dentro del hombre, eso sí hace impuro al hombre. Porque de dentro, del corazón del hombre, salen los pensamientos perversos, las fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, codicias, malicias, fraudes, desenfreno, envidia, difamación, orgullo, frivolidad. Todas esas maldades salen de dentro y hacen al hombre impuro».

Jueves, 13 de febrero de 2025
Lectura del santo evangelio según san Marcos 7, 24-30

Una mujer que tenía una hija poseída por un espíritu impuro se enteró enseguida, fue a buscarlo y se le echó a los pies.

En aquel tiempo, Jesús fue a la región de Tiro.

Entró en una casa procurando pasar desapercibido, pero no logró ocultarse.

Una mujer que tenía una hija poseída por un espíritu impuro se enteró enseguida, fue a buscarlo y se le echó a los pies.

La mujer era pagana, una fenicia de Siria, y le rogaba que echase el demonio de su hija.

Él le dijo:
«Deja que se sacien primero los hijos. No está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perritos».

Pero ella replicó:
«Señor, pero también los perros, debajo de la mesa, comen las migajas que tiran los niños».

Él le contestó:
«Anda, vete, que por eso que has dicho, el demonio ha salido de tu hija».

Al llegar a su casa, se encontró a la niña echada en la cama; el demonio se había marchado.

Viernes, 14 de febrero de 2025
Lectura del santo evangelio según san Lucas 10, 1-9

En aquel tiempo, designó el Señor otros setenta y dos y los mandó por delante, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él. Y les decía:

En aquel tiempo, designó el Señor otros setenta y dos y los mandó por delante, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él. Y les decía:
«La mies es abundante y los obreros pocos; rogad, pues, al dueño de la mies que mande obreros a su mies.

¡Poneos en camino! Mirad que os mando como corderos en medio de lobos. No llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias; y no saludéis a nadie por el camino.

Cuando entréis en una casa, decid primero: “Paz a esta casa.” Y, si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a vosotros.

Quedaos en la misma casa, comiendo y bebiendo de lo que tengan, porque el obrero merece su salario.

No andéis cambiando de casa.

Si entráis en una ciudad y os reciben, comed lo que os pongan, curad a los enfermos que haya, en ella y decidles: “El reino de Dios ha llegado a vosotros”».

Sábado, 15 de febrero de 2025
Lectura del santo Evangelio San Marcos 8, 1-10

Por aquellos días, como de nuevo se había reunido mucha gente y no tenían qué comer, Jesús llamó a sus discípulos y les dijo:

Por aquellos días, como de nuevo se había reunido mucha gente y no tenían qué comer, Jesús llamó a sus discípulos y les dijo:
«Siento compasión de la gente, porque llevan ya tres días conmigo y no tienen qué comer, y si los despido a sus casas en ayunas, van a desfallecer por el camino. Además, algunos han venido desde lejos».

Le replicaron sus discípulos:
«¿Y de dónde se puede sacar pan, aquí, en despoblado, para saciar a tantos?».

Él les preguntó:
«¿Cuántos panes tenéis?».

Ellos contestaron:
«Siete».

Mandó que la gente se sentara en el suelo y tomando los siete panes, dijo la acción de gracias, los partió y los fue dando a sus discípulos para que los sirvieran. Ellos los sirvieron a la gente.

Tenían también unos cuantos peces; y Jesús pronunció sobre ellos la bendición, y mandó que los sirvieran también.

La gente comió hasta quedar saciada y de los trozos que sobraron llenaron siete canastas; eran unos cuatro mil y los despidió; y enseguida montó en la barca con sus discípulos y se fue a la región de Dalmanuta.

Comentario al evangelio de hoy

Viernes, 14 de febrero de 2025

Santos Cirilo y Metodio, Patronos de Europa

Lecturas:

Hch 13, 46-49. Sabed que nos dedicamos a los gentiles.

Sal 116. Id al mundo entero y proclamad el evangelio.

Lc 10, 1-9. La mies es abundante y los obreros pocos.

Celebramos hoy la fiesta de los Santos Cirilo, monje, y Metodio, obispo. Eran dos hermanos, nacidos en Tesalónica, misioneros oriundos de la Iglesia bizantina. En el siglo IX, en los tiempos difíciles del cisma del Oriente cristiano, evangelizaron los pueblos eslavos: Bulgaria, Rumanía, los Balcanes, Polonia y Rusia. Para predicar la fe cristiana, crearon signos propios para traducir los libros sagrados del griego a la lengua eslava.

Fueron proclamados copatronos de Europa por San Juan Pablo II en 1980.

En la Iglesia no celebramos las fiestas de los santos por un mero recuerdo de acontecimientos pasados, sino que estas celebraciones nos invitan a contemplar la acción del Espíritu Santo en la Historia de la Salvación.

Nos invitan a contemplar que no estamos solos. Que esta obra es del Señor. Que es Él quien lleva la Iglesia, siempre zarandeada en medio de la tormenta, como la barca de Pedro.

Nos invitan a vivir en la confianza. Y a pedir cada día el Espíritu Santo. Ese Espíritu Creador, que renueva la faz de la tierra, que convierte el caos en cosmos, que traspasa los corazones…

Y a ser, como dice el Papa Francisco (cf. EG 259s), evangelizadores con Espíritu, es decir: evangelizadores que se abren sin temor a la acción del Espíritu Santo… que infunde la fuerza para anunciar la novedad del Evangelio con audacia (parresía), en voz alta y en todo tiempo y lugar, incluso a contracorriente.

Invoquémoslo hoy, bien apoyados en la oración, sin la cual toda acción corre el riesgo de quedarse vacía y el anuncio finalmente carece de alma. Jesús quiere evangelizadores que anuncien la Buena Noticia no sólo con palabras sino sobre todo con una vida que se ha transfigurado en la presencia de Dios.

Hay una forma de oración que nos estimula particularmente a la entrega evangelizadora y nos motiva a buscar el bien de los demás: es la intercesión… Los grandes hombres y mujeres de Dios fueron grandes intercesores. La intercesión es como «levadura» en el seno de la Trinidad. Es un adentrarnos en el Padre y descubrir nuevas dimensiones que iluminan las situaciones concretas y las cambian. Podemos decir que el corazón de Dios se conmueve por la intercesión…

Recibid el poder del Espíritu y sed mis testigos (Cf. Hch 1, 8).

¡Ven Espíritu Santo! (cf. Lc 11, 13)

Otro comentario al Evangelio

Lc 10, 1-9. “¡Poneos en camino!”. En la fiesta de los Santos Cirilo y Metodio, la palabra nos habla de la misión. Ellos fueron capaces de anunciar el evangelio a los pueblos eslavos, creando un lenguaje, que lleva el nombre de Cirilo. Encarnaron en sus vidas las indicaciones que Jesús da a sus discípulos. La misión es comunitaria, somos enviados por la Iglesia, no es una iniciativa personal. Por eso el Señor los envía de dos en dos. No es tarea fácil, habrá obstáculos, amenazas y peligros. No hay que multiplicar medios, ya que la fuerza está en el mensaje. La primera palabra para llevar el evangelio siempre ha de ser “paz”. Quedarse en la misma casa significa no buscar comodidad o las mejores condiciones, conformarse con lo que se recibe. Finalmente puede haber rechazo pero ello no ha de parar la misión. Hay mucha más gente que espera el evangelio.

9 de febrero. V Domingo de Tiempo Ordinario
Año Litúrgico 2025 (Ciclo C)

Primera lectura

Lectura del Profeta Isaías 6, 1-2a. 3-8

El año de la muerte del rey Ozías, vi al Señor sentado sobre un trono alto y excelso: la orla de su manto llenaba el templo.

Junto a él estaban los serafines, y se gritaban uno a otro diciendo:
«¡Santo, santo, santo es el Señor del universo, llena está la tierra de su gloria!».

Temblaban las jambas y los umbrales al clamor de su voz, y el templo estaba lleno de humo.

Yo dije:
«¡Ay de mí, estoy perdido! Yo, hombre de labios impuros, que habito en medio de gente de labios impuros, he visto con mis ojos al Rey, Señor del universo».

Uno de los seres de fuego voló hacia mí con un ascua en la mano, que había tomado del altar con unas tenazas; la aplicó a mi boca y me dijo:
«Al tocar esto tus labios, ha desaparecido tu culpa, está perdonado tu pecado».

Entonces escuché la voz del Señor, que decía:
«¿A quién enviaré? ¿Y quién irá por nosotros?».

Contesté:
«Aquí estoy, mándame».

Salmo

Salmo 137, 1-2a, 2bc-3. 4-5 7c-8
R/. Delante de los ángeles tañeré para ti, Señor.

Te doy gracias, Señor, de todo corazón,
porque escuchaste las palabras de mi boca;
delante de los ángeles tañeré para ti;
me postraré hacia tu santuario. R/.

Daré gracias a tu nombre:
por tu misericordia y tu lealtad,
porque tu promesa supera tu fama.
Cuando te invoqué, me escuchaste,
acreciste el valor en mi alma. R/.

Que te den gracias, Señor, los reyes de la tierra,
al escuchar el oráculo de tu boca;
canten los caminos del Señor,
porque la gloria del Señor es grande. R/.

Tu derecha me salva.
El Señor completará sus favores conmigo.
Señor, tu misericordia es eterna,
no abandones la obra de tus manos. R/.

Segunda lectura

Lectura de la primera carta del Apóstol San Pablo a los Corintios 15, 1-11

Os recuerdo, hermanos, el Evangelio que os anuncié y que vosotros aceptasteis, en el que además estáis fundados, y que os está salvando, si os mantenéis en la palabra que os anunciamos; de lo contrario, creísteis en vano.

Porque yo os transmití en primer lugar, lo que también yo recibí: que Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras; y que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras; y que se apareció a Cefas y más tarde a los Doce; después se apareció a más de quinientos hermanos juntos, la mayoría de los cuales vive todavía, otros han muerto; después se apareció a Santiago, más tarde a todos los apóstoles; por último, como a un aborto, se me apareció también a mí.

Porque yo soy el menor de los apóstoles y no soy digno de ser llamado apóstol, porque he perseguido a la Iglesia de Dios.

Pero por la gracia de Dios soy lo que soy, y su gracia para conmigo no se ha frustrado en mí. Antes bien, he trabajado más que todos ellos. Aunque no he sido yo, sino la gracia de Dios conmigo. Pues bien; tanto yo como ellos predicamos así, y así lo creísteis vosotros.

Evangelio del domingo

Lectura del santo Evangelio según San Lucas 5, 1-11

En aquel tiempo, la gente se agolpaba en torno a Jesús para oír la palabra de Dios. Estando él de pie junto al lago de Genesaret, vio dos barcas que estaban en la orilla; los pescadores, que habían desembarcado, estaban lavando las redes.

Subiendo a una de las barcas, que era la de Simón, le pidió que la apartara un poco de tierra. Desde la barca, sentado, enseñaba a la gente.

Cuando acabó de hablar, dijo a Simón:
«Rema mar adentro, y echad vuestras redes para la pesca».

Respondió Simón y dijo:
«Maestro, hemos estado bregando toda la noche y no hemos recogido nada; pero, por tu palabra, echaré las redes».

Y, puestos a la obra, hicieron una redada tan grande de peces que las redes comenzaban a reventarse. Entonces hicieron señas a los compañeros, que estaban en la otra barca, para que vinieran a echarles una mano. Vinieron y llenaron las dos barcas, hasta el punto de que casi se hundían. Al ver esto, Simón Pedro se echó a los pies de Jesús diciendo:
«Señor, apártate de mí, que soy un hombre pecador».

Y es que el estupor se había apoderado de él y de los que estaban con él, por la redada de peces que habían recogido; y lo mismo les pasaba a Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón.

Y Jesús dijo a Simón:
«No temas; desde ahora serás pescador de hombres».

Entonces sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron.

comentario

POR TU PALABRA, ECHARÉ  LAS REDES

por Jaime Sancho Andreu

(5º Domingo ordinario -C-, 9-Febrero-2025)

El tiempo de los signos.

Estamos acompañando a Jesús en los primeros pasos de su vida pública y ya se va esbozando su mensaje. De hecho, tras la homilía de Nazaret, Jesús enseñaba constantemente en la región del lago de Galilea, y mucha gente le escuchaba con agrado. Pero el evangelista apenas nos refiere las enseñanzas del Maestro. Más que en un momento de palabras, estamos en un tiempo de «señales».

Fiados en el poder de la Palabra

Este domingo se lee que Jesús llegó a la orilla del lago y observó las barcas de pesca y  los pescadores desanimados por las pocas capturas, mientras se preparaban para un nuevo intento. El Señor se presenta como un extraño para los pescadores, sube sobre una barca, y escoge, no al azar, la de Simón, y  le hace ponerla cerca de la orilla. Entonces Jesús, sentado como en un trono o cátedra, se pone a enseñar, como Profeta y Maestro, en cuanto que él es la Sabiduría divina que ha descendido entre los hombres.                                                                                                

Sin embargo, Jesús no se detiene aquí, manda a Simón que lleve la barca lejos de la orilla y que tire las redes a una hora en que nadie pescaba. La respuesta del experimentado pescador, movido ya por la gracia a creer en Jesús,  no se hace esperar: «Maestro, nos hemos pasado la noche bregando y no hemos recogido nada; pero, por tu  palabra, echaré las redes» (Lucas 5,5).

Simón se fio de la palabra de Jesús como Palabra de Dios, es una palabra poderosa, que obra lo que dice. En cierto modo, es la primera confesión de fe de Simón Pedro, diciendo algo que no venía de él, que no procedía “de la carne y la sangre”, como le dijo Jesús en la confesión de Cesarea (cf. Mt 16, 17. Lc 9, 20).

La pesca milagrosa que siguió mostró el poder de aquella palabra, y esto hizo que Simón le cambiara el título a Jesús, de “Maestro” a “Señor”: «Apártate de mí, Señor, que soy un hombre pecador» (Lc 5,8). , Jesús es Señor, la Palabra omnipotente divina en persona.

La misión apostólica.

El «terror sagrado» de Simón Pedro y sus compañeros es una consecuencia de la constatación de la presencia divina, que suscita a la vez atracción y alejamiento. Es lo mismo que intenta comunicar el relato de la vocación de Isaías por parte del tres veces Santo, que se lee en la Primera Lectura: «¡Ay de mí, estoy perdido! Yo, hombre de labios impuros… he visto con mis ojos al Señor y Rey de los ejércitos» (Is 6,5). Por eso Jesús restablece la tranquilidad con las palabras típicas de todos los mensajeros celestiales: «No temas», seguidas de las misión: «Desde ahora serás pescador de hombres» (Lc 5,10).

San Pablo tuvo también la experiencia de la vocación divina, y sintió vivamente su propia indignidad, tal como lo confesó a los Corintios: «Porque yo soy el menor de los Apóstoles, y no soy digno de llamarme apóstol, porque he perseguido a la Iglesia de Dios. Pero por la gracia de Dios soy lo que soy y su gracia no se ha frustrado en mí. Antes bien, he trabajado más que todos ellos. Aunque no he sido yo, sino la gracia de Dios conmigo» (1 Cor 15,10; Segunda Lectura).

Los apóstoles recibieron una misión que parecía imposible para la experiencia humana, enfrentarse a la tradición judía multisecular y al imperio romano con sus religiones adoptadas y protegidas por el poder absoluto de Roma. También nosotros nos enfrentamos al mundo para defender causas que parecen condenadas al fracaso, tanto como lo era pretender pescar en aquellas horas del día. Pero con el poder de Dios, en su nombre, hemos de echar las redes una y otra vez, con toda confianza, porque no actuamos solos si nos sentimos colaboradores de la voluntad salvadora que se manifestó en Cristo Jesús.

La colaboración humana con la acción de Dios.

Las lecturas de este domingo presentan tal riqueza de temas, que es forzoso detenerse en uno de ellos, como puede ser el equilibrio entre la gracia y el poder salvador de Dios y la colaboración del hombre en la obra de la salvación. Porque unas veces se acentúa tanto el papel de la gracia divina – desde una óptica religiosa y mística – que la parte humana parece desaparecer completamente: «Todo es gracia» «No he sido yo, sino la gracia de Dios conmigo». Y es verdad, porque Dios nos capacita para que colaboremos con él, gratuitamente, pero sin que desaparezcamos.

Otras veces nos olvidamos de Dios, y lo programamos todo menos nuestra relación con él, para la que parece no haber siquiera ni el tiempo para la oración. Parece que la salvación llegará a los hombres como un mensaje publicitario convincente por sí mismo y por su envoltura testimonial. También esto es una exageración que no llega a darse en forma absoluta.

Superando esta oposición, la Palabra de Dios nos muestra al Señor del cielo y de la tierra como menesteroso de colaboradores: «¿A quién mandaré? ¿Quién irá por mí?, y al  mismo tiempo nos ofrece el ejemplo de los que se comprometen para trabajar en la causa de Dios: «Pescadores de hombres» que tiran las redes en su nombre. Voluntarios que se ponen en pie: «Aquí estoy, mándame», «He trabajado más que todos los Apóstoles».

En forma negativa, también podemos hacer que la gracia de Dios no sirva para nada, que se fruste o quede estéril: «Su gracia no se ha frustrado en mí». Así es: hemos de trabajar por la salvación propia y la de los demás como si todo dependiera de nosotros, pero hemos de confiar en Dios como si todo dependiera de él: «Por tu palabra, echaré las redes». En medio está el misterio de la libertad de cada persona humana.

LA PALABRA DE DIOS EN ESTE DOMINGO

Primera lectura y Evangelio. Isaías 6,1-2a.3-8 y Lucas 5,1-11: La vocación de los primeros discípulos tiene en san Lucas el prólogo de la pesca milagrosa; con este signo llamó Jesús la atención de aquellos hombres y les profetiza lo prodigiosos de su labor cuando sean «Pescadores de hombres». Ellos respondieron con prontitud, dejándolo todo, como Isaías y los demás profetas del Antiguo Testamento. La vocación que Jesús hace no tiene el marco del «Misterio tremendo», como en la Primera Lectura,  pero manifiesta también un poder insondable y capaz de alcanzar el corazón del hombre sin necesidad de grandes manifestaciones.

Segunda lectura. 1 Corintios 15,1-11: Comienza la parte de la carta dedicada a responder a las preguntas de los Corintios sobre la resurrección de los muertos, y Pablo escribe un texto fundamental del Nuevo Testamento que contiene  su propio testimonio y la relación de los demás testigos de la resurrección de Jesucristo; algunos estaban vivos todavía cuando se escribió esta carta.

Otro comentario al evangelio

Miércoles, 22 de enero de 2025

San Vicente mártir

Lecturas:

Eclo 51, 1-12. Me auxiliaste con tu gran misericordia.

Sal 33. El Señor me libró de todas mis ansias.

Rom 8, 35. 37-39. Ninguna criatura podrá apartarnos del amor de Dios, manifestado en Cristo.

Mt 10, 17-22. El que persevere hasta el final se salvará.

Celebramos hoy la fiesta de San Vicente mártir, patrono de la ciudad y de la diócesis de Valencia.

No celebramos las fiestas simplemente por un mero recuerdo de acontecimientos históricos. A través de ellas, la Iglesia nos va ayudando a crecer en la fe, recordándonos verdades de fe especialmente importantes o mostrándonos el testimonio de los santos: hombres y mujeres como nosotros, pobres y pecadores, pero que se han fiado del Señor y se han abierto a la acción del Espíritu Santo, perseverando hasta el final.

San Vicente mártir es un hombre lejano a nosotros en la historia, pero muy cercano en la fe: ahora, desde el cielo, intercede por nosotros.

La Palabra que nos ha regalado hoy el Señor nos invita a vivir el combate de la fe: todos os odiarán por mi nombre. Esta es una realidad que el discípulo de Cristo ha de vivir. En la medida en que permanezcamos fieles a Jesucristo, experimentaremos el odio del mundo, como lo experimentó San Vicente.

Pero el Señor te invita a no tener miedo, porque ni uno solo de tus cabellos caerá sin que el Señor lo permita y sea para tu bien. Porque el Señor está contigo y cuida de ti. Porque no hay nada ni nadie que te pueda separar del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús.

La Palabra te invita a vivir en la esperanza, en la confianza, como hemos cantado en el Salmo: el ángel del Señor acampa en torno a sus fieles y los protege… Gustad y ved que bueno es el Señor. Y con la mirada puesta siempre en la meta: el cielo. Y por tanto sin temer al que puede matarnos en el cuerpo pero no puede destruir lo más profundo que tenemos: ser hijos de Dios.

Por eso es importante el testimonio de los mártires. San Vicente era un hombre joven cuando murió por confesar a Jesucristo. En la vida y en la muerte somos del Señor.

Que podamos perseverar hasta el final. Que como hemos cantado en el Aleluya podamos soportar la prueba para poder recibir un día la corona de la vida.

Pidamos por la diócesis de Valencia para que, por intercesión de San Vicente pueda permanecer fiel a Jesucristo hasta el fin de los tiempos.

¿No ardía nuestro corazón al escuchar su Palabra? (Cf. Lc 24, 32).

¡Ven Espíritu Santo! 🔥 (cf. Lc 11, 13).

Otro comentario al evangelio

Lc 5, 1-11. “Por tu palabra”. La palabra nos presenta hoy un momento fundante en la vida de Pedro, como los debe haber en las nuestras. El Señor quiere subir a su barca, para desde ella enseñar a la gente que se agolpa a la orilla del lago. Al acabar su discurso, pide a Simón que vuelva a entrar en el lago a pescar. Es un atrevimiento, como alguien que no es del oficio, pide a un experto en la materia que actúe según su criterio. Pedro parece que se resiste, pero acepta la invitación, fiándose de la palabra de Jesús. Es signo de que ya ha descubierto en el Señor una palabra poderosa y eficaz. Entonces se produce el milagro sorprendente. Las redes se desbordan de peces. La reacción de Pedro es pedir ayuda a los compañeros de la otra barca y reconocer su pequeñez, su incredulidad interior, su condición pecadora. Es el momento idóneo para que Jesús lo llame a colaborar en su misión siendo pescador de hombres. Entonces comienza el seguimiento.

16 de febrero. VI Domingo del tiempo ordinario
Año Litúrgico 2025 (Ciclo C)

Primera lectura

Lectura del Profeta Jeremías 17, 5-8

Esto dice el Señor:

«Maldito quien confía en el hombre,
y busca el apoyo de las criaturas,
apartando su corazón del Señor.

Será como cardo en la estepa,
que nunca recibe la lluvia;
habitará en un árido desierto,
tierra salobre e inhóspita.

Bendito quien confía en el Señor
y pone en el Señor su confianza.

Será un árbol plantado junto al agua,
que alarga a la corriente sus raíces;
no teme la llegada del estío,
su follaje siempre está verde;
en año de sequía no se inquieta,
ni dejará por eso de dar fruto».

Salmo

Salmo 1, 1-2. 3. 4 y 6
R/. Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor.

Dichoso el hombre que no sigue el consejo de los impíos,
ni entra por la senda de los pecadores,
ni se sienta en la reunión de los cínicos;
sino que su gozo es la ley del Señor,
y medita su ley día y noche. R/.

Será como un árbol
plantado al borde de la acequia:
da fruto en su sazón
y no se marchitan sus hojas;
y cuanto emprende tiene buen fin. R/.

No así los impíos, no así;
serán paja que arrebata el viento.
Porque el Señor protege el camino de los justos,
pero el camino de los impíos acaba mal. R/.

Segunda lectura

Lectura de la primera carta del Apóstol San Pablo a los Corintios 15, 12. 16-20

Hermanos:

Si se anuncia que Cristo ha resucitado de entre los muertos, ¿cómo dicen algunos de entre vosotros que no hay resurrección de muertos?

Pues si los muertos no resucitan, tampoco Cristo ha resucitado; y, si Cristo no ha resucitado, vuestra fe no tiene sentido, seguís estando en vuestros pecados; de modo que incluso los que murieron en Cristo han perecido.

Si hemos puesto nuestra esperanza en Cristo solo en esta vida, somos los más desgraciados de toda la humanidad.

Pero Cristo ha resucitado de entre los muertos y es primicia de los que han muerto.

Evangelio del domingo

Lectura del santo Evangelio según San Lucas 6, 17. 20-26

En aquel tiempo, Jesús bajó del monte con los Doce, se paró en una llanura con un grupo grande de discípulos y una gran muchedumbre del pueblo, procedente de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y de Sidón.

Él, levantando los ojos hacia sus discípulos, les decía:
«Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el reino de Dios.

Bienaventurados los que ahora tenéis hambre, porque quedaréis saciados.

Bienaventurados los que ahora lloráis, porque reiréis.

Bienaventurados vosotros cuando os odien los hombres, y os excluyan, y os insulten y proscriban vuestro nombre como infame, por causa del Hijo del hombre.

Alegraos ese día y saltad de gozo, porque vuestra recompensa será grande en el cielo. Eso es lo que hacían vuestros padres con los profetas.

Pero, ¡ay de vosotros, los ricos, porque ya habéis recibido vuestro consuelo!

¡Ay de vosotros, los que estáis saciados, porque tendréis hambre!

¡Ay de los que ahora reís, porque haréis duelo y lloraréis!

¡Ay si todo el mundo habla bien de vosotros! Eso es lo que vuestros padres hacían con los falsos profetas».

comentario del domingo

DICHOSOS LOS POBRES

por Jaime Sancho Andreu

(6º Domingo ordinario -C-, 16 – Febrero – 2025)

El “Sermón de la llanura”

Este año, antes de que comience la Cuaresma, la primera parte del Tiempo ordinario, concluye con los domingos 6º, 7º y 8º, que contienen una larga exposición de Jesús según el Evangelio de Lucas, sobre diversos temas, formando un sermón semejante al de «la montaña» en san Mateo. Ha concluido la elección de los Doce, llamados por Jesús a lo alto de una montaña, como hizo Moisés. Ahora, bajando de la montaña, Jesús comienza su enseñanza siendo coherente con el texto de Isaías que había proclamado en la sinagoga de Nazaret como lema de su mensaje: «El Señor me ha ungido para llevar la Buena Noticia a los pobres».

Las bienaventuranzas según san Lucas.

El discurso comienza con una serie de bienaventuranzas y malaventuras conforme al esquema del Antiguo Testamento (Primera lectura) y que será recogido por la catequesis primitiva con la doctrina de «Los dos caminos». Todas las felicitaciones se pueden resumir y vienen a ser una explicación de la primera: «Dichosos los pobres, porque vuestro es el  Reino de Dios» (Lucas 6,20).

¿Quiénes son estos «pobres»?  En primer lugar, hay que decir que Dios no bendice la pobreza material ni mucho menos la miseria, puesto que quiere que la remediemos con la justicia y la caridad. Jesús define como «pobres» a los que lo han dejado todo para seguirle, son los que ahora tienen hambre, lloran o son perseguidos por la causa del Hijo del Hombre.

La experiencia nos dice lo mismo que la Escritura pone en evidencia, que los ricos de este mundo ponen más resistencia en el seguimiento de Cristo, precisamente por el apego a las riquezas. Estos son los que se burlan de los siervos de Cristo y buscan «falsos profetas» que los alaguen y tranquilicen. Jesús, finalmente, desconfía de los ricos porque pueden ser motivo de desviación, de escándalo, para sus «pobres»: «¡Ay si todo el mundo habla bien de vosotros! Eso es lo que hacían vuestros padres con los falsos profetas!» (Lc 6,26).       

El fracaso final de los ricos.

Por eso el señor bendice también a los pobres de medios económicos, a la gente sencilla, porque tienen más fácil la entrada en el Reino de Dios, y se lamenta por los ricos egoístas, avarientos o derrochadores que son una afrenta para los necesitados y un mal ejemplo para la sociedad. No debemos señalar nombres concretos, pero determinadas formas aprovechadas de actuar ante la gente, hacen parecer  que dan  ahora su consuelo, pero el Señor nos dice que, si no se convierten, fracasarán eternamente.

La opción preferencial por los pobres

En este domingo, conviene recordar que nadie puede ser excluido de nuestro amor, desde el momento que  con la encarnación el Hijo de Dios se ha unido en cierto modo a cada hombre. Ateniéndonos a las indiscutibles palabras del Evangelio, en la persona de los pobres hay una presencia especial suya, que impone a la Iglesia una opción preferencial por ellos.

Mediante esta opción, se testimonia el estilo del amor de Dios, su providencia, su misericordia y, de alguna manera, se siembran todavía en la historia aquellas semillas del Reino de Dios que Jesús mismo dejó en su vida terrena, atendiendo a cuantos recurrían a Él para toda clase de necesidades espirituales y materiales. Por eso tenemos que actuar de tal manera que los pobres, en cada comunidad cristiana, se sientan como “en su casa”. ¿No sería este estilo la más grande y eficaz presentación de la buena nueva del Reino?

Sin esta forma de evangelización, llevada a cabo mediante la caridad y el testimonio de la pobreza cristiana, el anuncio del Evangelio, aun siendo la primera caridad, corre el riesgo de ser incomprendido o de ahogarse en el mar de palabras al que la actual sociedad de la comunicación nos somete cada día. La caridad de las obras corrobora la caridad de las palabras.”

La razón de la pobreza evangélica: la esperanza.

Pero esta moral de la honradez y del desprendimiento tan propia del cristianismo no tiene sentido sin la esperanza en la vida eterna. La razón humana nos puede convencer acerca de lo que es justo y bueno; esto es lo que busca la ética o razón filosófica, pero la fe en Dios, juez justo y misericordioso, que da sentido a la vida aunque ésta se pierda por luchar por la justicia, va más allá de la razón, que no puede dar sentido a la muerte del inocente. Por eso san Pablo nos dice hoy en la segunda lectura: «Si nuestra esperanza en Cristo acaba con esta vida, somos los hombres más desgraciados. ¡Pero no! Cristo resucitó de entre los muertos: el primero de todos» (1 Cor 15,20).

LA PALABRA DE DIOS HOY

Primera lectura y Evangelio. Jeremías 17, 5-8 y Lucas 6, 17.20-26: La sabiduría del Antiguo Testamento distinguía entre los hombres que seguían el bueno y el mal camino según ajustasen su vida al Espíritu de Dios. Jesús continúa y radicaliza esta enseñanza de los maestros de Israel, los dos caminos, cuando pide a sus seguidores el desprendimiento total de los bienes terrenos,                                                                                                                                   

Segunda lectura. 1 Corintios 15, 12.16-20: Continuando su enseñanza sobre la resurrección de los muertos, san Pablo dice que la fe en ella no se basa en razonamientos filosóficos sobre la inmortalidad, sino que es consecuencia de la fe en la resurrección de Jesucristo; sin ésta carece de sentido el ser cristiano.

Otro comentario al evangelio

Domingo, 12 de enero de 2025

El Bautismo del Señor

Lecturas:

Is 42, 1-4. 6-7. Mirad a mi siervo, a quien prefiero.

Sal 28, 1-10. El Señor bendice a su pueblo con la paz.

Hch 10, 34-38. Dios ungió a Jesús con la fuerza del Espíritu Santo.

Lc 3, 15-16. 21-22. Jesús se bautizó. Mientras oraba se abrió el cielo.

Con la fiesta del Bautismo del Señor, que celebramos hoy, concluye el tiempo litúrgico de Navidad.

El bautismo de Jesús es la aceptación y la inauguración de su misión de Siervo doliente. Se deja contar entre los pecadores; es ya el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo; anticipa ya el bautismo de su muerte en la cruz.

Se somete enteramente a la voluntad de su Padre: por amor acepta el bautismo de muerte para la remisión de nuestros pecados. A esta aceptación responde la voz del Padre que pone toda su complacencia en su Hijo.

El Espíritu que Jesús posee en plenitud desde su concepción viene a «posarse» sobre él. De él manará este Espíritu para toda la humanidad. En su bautismo, se abrieron los cielos que el pecado de Adán había cerrado; y las aguas fueron santificadas por el descenso de Jesús y del Espíritu como preludio de la nueva creación (cf. Catecismo 1224 y 536).

Esta fiesta nos recuerda nuestro propio bautismo, y nos hace descubrir que en el Bautismo hemos recibido la semilla de un tesoro que es la fe, y el don del Espíritu Santo, que nos convierte en hijos de Dios en Cristo y nos introduce en la comunidad de fe: la Iglesia.

La Palabra de Dios te invita hoy a tomarte en serio tu fe, a no jugar con ella, a cuidarla para que cada día sea más fuerte, a pesar de tu debilidad o, mejor, contando con ella, y entregándosela al Señor para que el Espíritu Santo realice en ti la obra de la santidad como Él quiera hacerla.

Y ¿qué has de hacer para que tu fe crezca y madure? En primer lugar, acoger como dirigidas a ti la palabra de Dios en el evangelio: tú eres mi hijo amado. Este es el hilo conductor de todo el ser cristiano: que Dios te ama gratuitamente y está haciendo una historia de amor y de salvación contigo. Esta es la clave. Descubrir que todo es don, todo es gracia, todo es una obra del Señor que tú has de acoger en tu vida.

Por eso, –como cantamos en el Aleluya– has de escuchar a Jesucristo: con una actitud de humildad, de sencillez, de confianza… de dejarte enseñar por Él, que es el único Maestro. Y con el Espíritu Santo, dejar que la Palabra vaya modelando tu corazón para que tu vida se ajuste a la voluntad de Dios.

También es necesario que cultives tu vida espiritual. La oración es necesaria. Rezar y, no sólo cuando tienes problemas, sino cada día, como lo más natural que puedes hacer con Dios, tu Padre. Y orar con una oración viva y sincera. Una oración de petición en el Espíritu, porque nosotros no sabemos pedir lo que nos conviene; pero también una oración de alabanza, que es el eco de la presencia del Espíritu haciendo nueva tu vida.

También, participar en los sacramentos, sobre todo en la Eucaristía y en la Penitencia. Son medios necesarios que Jesús te ha dejado para tu crecimiento espiritual en la fe. Y hacer el bien.

Y todo esto se vive en la Iglesia, que es la familia de los que creen en Jesucristo. No puedes vivir la fe en solitario, de una manera individualista. No. Dios no te ha creado para la soledad, sino para la relación, para la comunión y para la donación.

Y todo esto es un camino que culminará en la meta, que es el cielo, donde ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni el hombre puede siquiera imaginar lo que Dios tiene preparado para los que le aman.

¡Ábrele el corazón al Señor! ¡No tengas miedo! ¡El que comenzó en ti la obra buena, él mismo la llevará a su término!

¡Feliz Domingo! ¡Feliz Eucaristía!

Recibid el poder del Espíritu y sed mis testigos (Cf. Hch 1, 8).

¡Ven Espíritu Santo! (cf. Lc 11, 13)

Otro comentario al evangelio

Lc 1,14; 4,14-21. “He resuelto escribírtelos por su orden”. Lucas nos presenta hoy su evangelio. Es el fruto del testimonio de los que vieron las obras y escucharon las palabras de Jesús. Son enseñanzas sólidas que se han transmitido desde entonces y sobre la que se apoya la fe de los creyentes, nuestra fe. Después el evangelio de hoy nos presenta la primera predicación de Jesús en la sinagoga de su pueblo, Nazaret. Allí proclama un texto del rollo de Isaías que presenta la figura del Mesías, el ungido de Dios. Su misión es liberar, sanar y llevar el evangelio a los pobres. La reflexión que Jesús ofrece se limita a decir: Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír. La persona de Jesús es el cumplimiento de todos los anuncios realizados por los profetas. Él es el Mesías que ha venido a liberar y sanar a la humanidad.

6 de enero. Epifanía del Señor
Año litúrgico 2025 (Ciclo C)

Primera lectura

Lectura del libro de Isaías 60, 1-6

¡Levántate y resplandece, Jerusalén,
porque llega tu luz;
la gloria del Señor amanece sobre ti!

Las tinieblas cubren la tierra,
la oscuridad los pueblos,
pero sobre ti amanecerá el Señor,
y su gloria se verá sobre ti.

Caminarán los pueblos a tu luz,
los reyes al resplandor de tu aurora.

Levanta la vista en torno, mira:
todos esos se han reunido, vienen hacia ti;
llegan tus hijos desde lejos,
a tus hijas las traen en brazos.

Entonces lo verás, y estarás radiante;
tu corazón se asombrará, se ensanchará,
porque la opulencia del mar se vuelca sobre ti,
y a ti llegan las riquezas de los pueblos.

Te cubrirá una multitud de camellos,
dromedarios de Madián y de Efá.
Todos los de Saba llegan trayendo oro e incienso,
y proclaman las alabanzas del Señor.

Salmo

Salmo 71, 1bc-2. 7-8. 10-11. 12-13
R/. Se postrarán ante ti, Señor, todos los pueblos de la tierra

Dios mío, confía tu juicio al rey,
tu justicia al hijo de reyes,
para que rija a tu pueblo con justicia,
a tus humildes con rectitud. R/.

En sus días florezca la justicia
y la paz hasta que falte la luna;
domine de mar a mar,
del Gran Río al confín de la tierra. R/.

Los reyes de Tarsis y de las islas
le paguen tributo.
Los reyes de Saba y de Arabia
le ofrezcan sus dones;
postrense ante él todos los reyes,
y sirvanle todos los pueblos. R/.

Él librará al pobre que clamaba,
al afligido que no tenía protector;
él se apiadará del pobre y del indigente,
y salvará la vida de los pobres. R/.

Segunda lectura

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios 3, 2-3a. 5-6

Hermanos:

Habéis oído hablar de la distribución de la gracia de Dios que se me ha dado en favor de vosotros, los gentiles.

Ya que se me dio a conocer por revelación el misterio, que no había sido manifestado a los hombres en otros tiempos, como ha sido revelado ahora por el Espíritu a sus santos apóstoles y profetas: que también los gentiles son coherederos, miembros del mismo cuerpo, y partícipes de la misma promesa en Jesucristo, por el Evangelio.

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Mateo 2, 1-12

Habiendo nacido Jesús en Belén de Judea en tiempos del rey Herodes, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén preguntando:
«¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo».

Al enterarse el rey Herodes, se sobresaltó y toda Jerusalén con él; convocó a los sumos sacerdotes y a los escribas del país, y les preguntó dónde tenía que nacer el Mesías.

Ellos le contestaron:
«En Belén de Judea, porque así lo ha escrito el profeta:
“Y tú, Belén, tierra de Judá,
no eres ni mucho menos la última
de las poblaciones de Judá,
pues de ti saldrá un jefe
que pastoreará a mi pueblo Israel”».

Entonces Herodes llamó en secreto a los magos para que le precisaran el tiempo en que había aparecido la estrella, y los mandó a Belén, diciéndoles:
«Id y averiguad cuidadosamente qué hay del niño y, cuando lo encontréis, avisadme, para ir yo también a adorarlo».

Ellos, después de oír al rey, se pusieron en camino y, de pronto, la estrella que habían visto salir comenzó a guiarlos hasta que vino a pararse encima de donde estaba el niño.

Al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa, vieron al niño con Maria, su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron; después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra.

Y habiendo recibido en sueños un oráculo, para que no volvieran a Herodes, se retiraron a su tierra por otro camino.

comentario de la epifanía

ESCUCHA ISRAEL

por Jaime Sancho Andreu

(31º Domingo ordinario -B-, 3 – Noviembre- 2024)

Jesús en Jerusalén

La lectura dominical del Evangelio pasa por alto la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, así como los episodios de la higuera estéril y la purificación del Templo. Después de todo esto el Señor se pone a enseñar por última vez en público, concluyendo su programa dirigido a la revelación del Reino de Dios. Dentro de esta enseñanza está la respuesta que da a un escriba acerca del principal mandamiento de Dios. Como siempre, la contestación de Jesús no se para en el simple enunciado, sino que se abre a nuevas y más amplias realidades.

Nos puede parecer una pregunta inútil, pero es que, en tiempos de Jesús, se discutía este tema, pues había una escuela rabínica que defendía que el primer mandamiento era guardar el descanso sabático, ya que era una ley que instituyó y observó el mismo Dios, que descansó en el séptimo día de la creación (Gen 2,2-3).

El primer mandamiento

El Shemá Jisrael, ¡Escucha, Israel!, o sea, Deut 6, 4-5, al cual se añadieron Deut 6, 6-9: 11, 13-21 y Num 15, 37-41, todavía hoy es proclamado al menos tres veces al día por los hebreos fieles. Jesús era un buen hebreo, también él recitaba el Shemá, y lo cita al escriba que lo recita asimismo, y juntos lo revisan como regla de vida. Ante todo, ¡Escucha, Israel! El hecho revelado: El Señor nuestro Dios es el único Señor, aquel que se reveló a Moisés en la zarza ardiente (Éxodo 3, 14). Aquí está contenida toda la revelación divina. Este es el fundamento inamovible de la fe otorgada al pueblo de Israel como Vida divina, y esto es para Jesús el centro de su existencia; y por eso quiere que lo sea también de la nuestra.

Continuando la cita del Deuteronomio, Jesús recita el primer mandamiento, el del amor hacia Dios, amor total, sin reservas, amor que transforma la existencia del creyente. Con esto la respuesta habría acabado, pero sólo ha comenzado. El Señor continúa citando el segundo mandamiento (Levítico 19, 18), el amor al prójimo; un sentimiento que lleva asimismo a la transformación de la vida propia y la de los hermanos: Amarás a tu prójimo como a ti mismo; y añade la conclusión: No hay mandamiento mayor que éstos.

No debe sorprendernos que el escriba estuviese de acuerdo con Jesús; éste ha citado los principales textos de Moisés; y además, añade que el amor a Dios y al prójimo vale más que todos los actos de culto sin caridad. Esta reflexión proviene de los libros históricos (1 Samuel 15, 22) y de los profetas (Oseas 6, 6). Por ello, como el escriba respondió como sabio, cercano al conocimiento del Reino de Dios, Jesús lo alabó. Después nadie hace más preguntas. El ministerio público de la doctrina del Reino está terminando; lo mismo que nuestra lectura del Evangelio de Marcos en este año B.

Y ¿Ya está todo?

¿Ya no hay más que decir? Los maestros de Jerusalén se quedan tranquilos. Al fin y al cabo, Jesús es un buen rabino que enseña lo mismo que los mejores de entre ellos.

Ciertamente, Jesús llevó a plenitud la ley, pero no fue sólo porque fuera a los esencial y más personal de los mandamientos, sino porque se ofreció a sí mismo como el modelo ejemplar de obediencia a Dios, hasta la muerte.

Y más aún, Jesús nos invita a imitarlo viviendo su misma vida y su misma muerte. Gracias a esta vida en Cristo podemos hacer de nuestra existencia un sacerdocio y un culto radicalmente superior al del Antiguo Testamento. Como ha proclamado la Carta a los Hebreos.   

También en nuestro tiempo hay muchas opiniones y voces que nos llevan a pensar que Jesús es solamente un mensajero de paz y amor, y su Evangelio una utopía preciosa, pero poco real.

El Señor ya ha llegado a Jerusalén, y lo que ocurra allí en los pocos d´´ias siguientes, dará sentido a toda su vida. También a la nuestra.

LA PALABRA DE DIOS EN ESTE DOMINGO

Primera lectura y Evangelio. Deuteronomio 6, 2-6 y Marcos 12, 28b-34: Después de entrar triunfalmente en Jerusalén, Jesús se vio envuelto en controversias con los sacerdotes y los fariseos que deseaban encontrar motivos para acusarlo; pero no pudieron contradecir la pureza de su doctrina sobre el amor a Dios y al prójimo, apoyada en las palabras de Moisés en la plegaria “Escucha, Israel” que los judíos recitan en la oración de la mañana. Jesús no anuló las antiguas Escrituras, sino que les dio un sentido más espiritual y universal.

Segunda lectura. Hebreos 7, 23-28: Jesucristo supera a los sacerdotes del Antiguo Testamento en que permanece para siempre, es único y supremo como su sacrificio, que no se repite más, sino que se va actualizando en la eucaristía.

Otro comentario

Lunes, 6 de enero de 2025

Epifanía del Señor

Lecturas:

Is 60, 1-6. Caminarán los pueblos a tu luz.

Sal 71, 7-13. Se postrarán ante ti, Señor, todos los reyes de la tierra.

Ef 3, 2-3a.5-6. También los gentiles son miembros de las promesas de Jesucristo.

Mt 2, 1-12. Hemos visto su estrella y venimos a adorarlo.

Hoy celebramos la manifestación de Jesucristo como Salvador de todos los pueblos. Esto ya fue profetizado en el Antiguo Testamento, como escuchamos en la primera lectura y en el Salmo, y se cumple con la adoración de los Magos, que contemplamos en el evangelio.

Jesucristo es la Luz de los pueblos y, a través de la Iglesia, sigue iluminando a todos los hombres.

Dice Benedicto XVI que, como nos dice la primera lectura, la Iglesia es humanidad iluminada, «bautizada» en la gloria de Dios, es decir, en su amor, en su belleza, en su señorío. La Iglesia sabe que su humanidad, con sus límites y sus miserias, pone más de relieve la obra del Espíritu Santo. Ella no puede jactarse de nada, excepto en su Señor: no proviene de ella la luz, no es suya la gloria. Pero su alegría, que nadie le podrá arrebatar, es precisamente ser «signo e instrumento» de Aquel que es luz de los pueblos (cf. LG, 1).

Y de esa misión de seguir anunciando a Jesucristo, participamos todos los bautizados: llamados, consagrados y enviados a ser luz del mundo, sal de la tierra y levadura que fermente la masa (cf. Mt 5, 13-14).

El Aleluya también nos ha dado una clave importante: Venimos a adorar al Señor.

Al llegar los Magos al portal de Belén, postrarse ante el Niño, confesando que éste es el Rey de Reyes y adorarlo, termina su camino terreno para comenzar una peregrinación interior: el camino de la fe.

Porque, como dice el Papa Francisco: No basta saber, como Herodes, que Jesús nació si no lo encontramos. Cuando su dónde se convierte en nuestro dónde, su cuándo en nuestro cuándo, su persona en nuestra vida, entonces las profecías se cumplen en nosotros. Entonces Jesús nace dentro y se convierte en Dios vivo para mí. Hoy estamos invitados a imitar a los magos. Ellos no discuten, sino que caminan; no se quedan mirando, sino que entran en la casa de Jesús; no se ponen en el centro, sino que se postran ante él, que es el centro.

Y esta es la invitación que hoy te hace el Espíritu Santo: que humildemente te postres y adores a Jesús, el Señor, el único Señor, el Rey de Reyes.

Y entregarle al Señor, no oro, incienso y mirra, sino tu pobre corazón, con tus debilidades y pecados… para vivir el camino de ser discípulo.

Recibid el poder del Espíritu y sed mis testigos (Cf. Hch 1, 8).

¡Ven Espíritu Santo! (cf. Lc 11, 13).

Otro comentario

Mt 2, 1-12. “Abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos”. La fiesta de la Epifanía nos habla de la extensión de la manifestación de Jesús a todo el universo. Si los pastores, que se acercaron al pesebre en la noche del nacimiento de Jesús, representaban al pueblo de Israel, que esperaba la venida del Mesías; los Magos representan a toda la humanidad, las distintas razas, que también esperan la llegada del Salvador. Son expresión del hombre que busca el encuentro con Dios. Los Magos supieron interpretar el signo de la estrella, que les llevó a Jesús. También nosotros hemos de estar atentos a los signos que nos hablan de la presencia del Señor en nuestro mundo, para encontrarnos con Él. Los Magos nos dan ejemplo de generosidad ofreciendo regalos a Jesús. También nosotros hemos de ofrecerle lo mejor que hay en cada uno para que el Señor lo acoja y lo multiplique.

fiesta del 9 D'OCTUBRE

En la Diócesis de Valencia

Aniversario de la dedicación de la S.I. Catedral de Valencia.

En la Diócesis de Valencia

 Aniversario de la dedicación de la S.I. Catedral de Valencia.

(9 de octubre de 2023)

Al llegar esta fecha histórica en que recordamos el segundo nacimiento del pueblo cristiano valenciano, después de un periodo de oscuridad en el que nunca dejó de estar presente, conviene que tengamos presente esta festividad que nos hace presente el misterio de la Iglesia a través del templo mayor de nuestra archidiócesis, donde está la cátedra y el altar del que está con nosotros en el lugar de los apóstoles, como sucesor suyo. La sede de tantas peregrinaciones  y de innumerables vistas individuales, brilla en este día con la luz de la Esposa de Cristo, engalanada para las nupcias salvadoras.

El 9 de octubre evoca la fundación del reino cristiano de Valencia y la libertad del culto católico en nuestras tierras. Ese mismo día, la comunidad fiel valenciana tuvo de nuevo su iglesia mayor, dedicada a Santa María, y estos dos acontecimientos forman parte de una misma historia. Es una fiesta que nos afianza en la comunión eclesial en torno a la iglesia madre, donde tiene su sede el Pastor de la Iglesia local de Valencia, el templo que fue llamado a custodiar el sagrado Cáliz de la Cena del Señor, símbolo del sacrificio de amor de Jesucristo y de la comunión eucarística en la unidad de la santa Iglesia.

El aniversario de la dedicación

El 9 de octubre será para la comunidad cristiana de Valencia una fiesta perpetua, pero en cada aniversario resuena con más fuerza que nunca el eco de aquella preciosa y feliz celebración en que nuestro templo principal, la iglesia madre, apareció con la belleza que habían pretendido que tuviera aquellos generosos antepasados nuestros que lo comenzaron.

La belleza de la casa de Dios, sin lujos, pero con dignidad, tanto en las iglesias modestas como en las más importantes o cargadas de arte e historia, lo mismo que la enseñanza de sus signos, nos hablan del misterio de Dios que ha querido poner su tabernáculo entre nosotros y hacernos templo suyo.

Al contemplar las catedrales sembradas por Europa, en ciudades grandes o pequeñas, nos asombra el esfuerzo que realizaron quienes sabían que no verían culminada su obra. En nuestro tiempo, cuando domina lo funcional, nos resulta difícil comprender esas alturas “inútiles”, esos detalles en las cubiertas y las torres, esas moles que, cuando se levantaron, destacarían mucho más que ahora, entre casas de uno o dos pisos. Pero lo cierto es que también ahora se construyen edificios cuyo tamaño excede con mucho al espacio utilizable; nos dicen que es para prestigiar las instituciones que albergan, y eso es lo que pretendían nuestros antepasados para la casa de Dios y de la Iglesia; eso, seguramente, y otras cosas que se nos escapan.

Una construcción que no ha terminado

El aniversario de la dedicación nos recuerda un día de gracia, pero también nos impulsa hacia el futuro. En efecto, de la misma manera que los sacramentos de la Iniciación, a saber, el Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía, ponen los fundamentos de toda la vida cristiana, así también la dedicación del edificio eclesial significa la consagración de una Iglesia particular representada en la parroquia.

En este sentido el Aniversario de la dedicación, es como la fiesta conmemorativa del Bautismo, no de un individuo sino de la comunidad cristiana y, en definitiva, de un pueblo santificado por la Palabra de Dios y por los sacramentos, llamado a crecer y desarrollarse, en analogía con el cuerpo humano, hasta alcanzar la medida de Cristo en la plenitud (cf. Col 4,13-16). El aniversario que estamos celebrando constituye una invitación, por tanto, a hacer memoria de los orígenes y, sobre todo, a recuperar el ímpetu que debe seguir impulsando el crecimiento y el desarrollo de la parroquia en todos los órdenes.

Una veces sirviéndose de la imagen del cuerpo que debe crecer y, otras, echando mano de la imagen del templo, San Pablo se refiere en sus cartas al crecimiento y a la edificación de la Iglesia (cf. 1 Cor 14,3.5.6.7.12.26; Ef 4,12.16; etc.). En todo caso el germen y el fundamento es Cristo. A partir de Él y sobre Él, los Apóstoles y sus sucesores en el ministerio apostólico han levantado y hecho crecer la Iglesia (cf. LG 20; 23).

Ahora bien, la acción apostólica, evangelizadora y pastoral no causa, por sí sola, el crecimiento de la Iglesia. Ésta es, en realidad, un misterio de gracia y una participación en la vida del Dios Trinitario. Por eso San Pablo afirmaba: «Ni el que planta ni el que riega cuentan, sino Dios que da el crecimiento» (1 Cor 3,7; cf. 1 Cor 3,5-15). En definitiva se trata de que en nuestra actividad eclesial respetemos la necesaria primacía de la gracia divina, porque sin Cristo «no podemos hacer nada» (Jn 15,5).

Las palabras de San Agustín en la dedicación de una nueva iglesia; quince siglos después parecen dichas para nosotros:

«Ésta es la casa de nuestras oraciones, pero la casa de Dios somos nosotros mismos. Por eso nosotros… nos vamos edificando durante esta vida, para ser consagrados al final de los tiempos. El edificio, o mejor, la construcción del edificio exige ciertamente trabajo; la consagración, en cambio, trae consigo el gozo. Lo que aquí se hacía, cuando se iba construyendo esta casa, sucede también cuando los creyentes se congregan en Cristo. Pues, al acceder a la fe, es como si se extrajeran de los montes y de los bosques las piedras y los troncos; y cuando reciben la catequesis y el bautismo, es como si fueran tallándose, alineándose y nivelándose por las manos de artífices y carpinteros. Pero no llegan a ser casa de Dios sino cuando se aglutinan en la caridad» (Sermón 336, 1, Oficio de lectura del Común de la Dedicación de una iglesia).

Jaime Sancho Andreu

otros comentarios