LA PALABRA DEL DÍA

Evangelio del día

Lunes, 22 de julio de 2024
Lectura del santo evangelio según san Juan 20, 1-2. 11-18

El primer día de la semana, María la Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro.

El primer día de la semana, María la Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro.

Echó a correr y fue donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les dijo:
«Se han llevado del sepulcro al señor y no sabemos dónde lo han puesto».

Estaba María fuera, junto al sepulcro, llorando. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados, uno a la cabecera y otro a los pies, donde había estado el cuerpo de Jesús.

Ellos le preguntan:
«Mujer, ¿por qué lloras?».

Ella les contesta:
«Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto».

Dicho esto, se vuelve y ve a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús.

Jesús le dice:
«Mujer, ¿por qué lloras?, ¿a quién buscas?».

Ella, tomándolo por el hortelano, le contesta:
«Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo lo recogeré».

Jesús le dice:
«¡María!».

Ella se vuelve y le dice:
«¡Rabboni!», que significa: «¡Maestro!».

Jesús le dice:
«No me retengas, que todavía no he subido al Padre. Pero anda, ve a mis hermanos y diles: “Subo al Padre mío y Padre vuestro, al Dios mío y Dios vuestro”».

María la Magdalena fue y anunció a los discípulos:
«He visto al Señor y ha dicho esto».

Martes, 23 de julio de 2024
Lectura del santo evangelio según san Juan 15, 1-8

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador… 

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento que no da fruto en mí lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto.

Vosotros ya estáis limpios por la palabra que os he hablado; permaneced en mí, y yo en vosotros.

Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí.

Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada. Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden.

Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis, y se realizará.

Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos».

Miércoles, 24 de julio de 2024
Lectura del santo evangelio según san Mateo 13, 1-9

Aquel día salió Jesús de casa y se sentó junto al mar. Y acudió a él tanta gente que tuvo que subirse a una barca; se sentó y toda la gente se quedó de pie en la orilla.

Aquel día salió Jesús de casa y se sentó junto al mar. Y acudió a él tanta gente que tuvo que subirse a una barca; se sentó y toda la gente se quedó de pie en la orilla.
Les habló muchas cosas en parábolas:
«Salió el sembrador a sembrar. Al sembrar, una parte cayó al borde del camino; vinieron los pájaros y se la comieron.
Otra parte cayó en terreno pedregoso, donde apenas tenía tierra, y como la tierra no era profunda brotó enseguida; pero en cuanto salió el sol, se abrasó y por falta de raíz se secó.
Otra cayó entre abrojos, que crecieron y la ahogaron. Otra cayó en tierra buena y dio fruto: una, ciento; otra, sesenta; otra, treinta.
El que tenga oídos, que oiga».

Jueves, 25 de julio de 2024
Lectura del santo evangelio según san Mateo 20, 20-28

En aquel tiempo, se acercó a Jesús la madre de los hijos de Zebedeo con sus hijos y se postró para hacerle una petición.

En aquel tiempo, se acercó a Jesús la madre de los hijos de Zebedeo con sus hijos y se postró para hacerle una petición.
Él le preguntó:
«¿Qué deseas?».
Ella contestó:
«Ordena que estos dos hijos míos se sienten en tu reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda».
Pero Jesús replicó:
«No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber el cáliz que yo he de beber?».
Contestaron:
«Podemos».
Él les dijo:
«Mi cáliz lo beberéis; pero sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo, es para aquellos para quienes lo tiene reservado mi Padre».
Los otros diez, al oír aquello, se indignaron contra los dos hermanos. Y llamándolos, Jesús les dijo:
«Sabéis que los jefes de los pueblos los tiranizan y que los grandes los oprimen. No será así entre vosotros: el que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo.
Igual que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido sino a servir y a dar su vida en rescate por muchos».

Viernes, 26 de julio de 2024
Lectura del santo evangelio según san Mateo 13, 18-23

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Vosotros, pues, oíd lo que significa la parábola del sembrador:

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Vosotros, pues, oíd lo que significa la parábola del sembrador: si uno escucha la palabra del reino sin entenderla, viene el Maligno y roba lo sembrado en su corazón. Esto significa lo sembrado al borde del camino.
Lo sembrado en terreno pedregoso significa el que escucha la palabra y la acepta enseguida con alegría; pero no tiene raíces, es inconstante, y en cuanto viene una dificultad o persecución por la palabra, enseguida sucumbe.
Lo sembrado entre abrojos significa el que escucha la palabra; pero los afanes de la vida y la seducción de las riquezas ahogan la palabra y se queda estéril. Lo sembrado en tierra buena significa el que escucha la palabra y la entiende; ese da fruto y produce ciento o sesenta o treinta por uno».

Sábado, 27 de julio de 2024
Lectura del santo evangelio según san Mateo 13, 24-30

En aquel tiempo, Jesús propuso otra parábola al gentío:
«El reino de los cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo;

En aquel tiempo, Jesús propuso otra parábola al gentío:
«El reino de los cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero, mientras los hombres dormían, un enemigo fue y sembró cizaña en medio del trigo y se marchó. Cuando empezaba a verdear y se formaba la espiga apareció también la cizaña. Entonces fueron los criados a decirle al amo:
“Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde sale la cizaña?”.
Él les dijo:
“Un enemigo lo ha hecho”.
Los criados le preguntan:
“¿Quieres que vayamos a arrancarla?”.
Pero él les respondió:
“No, que al recoger la cizaña podéis arrancar también el trigo.
Dejadlos crecer juntos hasta la siega y cuando llegue la siega diré a los segadores: arrancad primero la cizaña y atadla en gavillas para quemarla, y el trigo almacenadlo en mi granero”».

Comentario al evangelio

Miércoles, 24 de julio de 2024

San Sarbelio Makhlûf

Jer 1, 1. 4-10. Te constituí profeta de las naciones.

Sal 70. Mi boca contará tu salvación.

Mt 13, 1-9. Cayó en tierra buena y dio fruto.

Dios crea el universo por la Palabra (cf. Gn 1 y Jn 1). El universo no es el resultado de una lucha entre fuerzas oscuras, sino Creación por la Palabra de Dios, que convierte el caos oscuro en un cosmos ordenado según el proyecto de Dios.

Y lo mismo ocurre en tu vida: Dios hace en ti la obra de la nueva creación, por medio de Jesucristo, la Palabra hecha carne, con el don de su Espíritu.

También tu vida puede ser un caos desordenado, vacío, sin sentido; o puede ser un cosmos ordenado por el Espíritu Santo. Puedes vivir como un vagabundo existencial o como un peregrino. Puedes vivir en una soledad poblada de aullidos (cf. Dt 32) o con la dulce presencia del Espíritu consolador.

¿De qué depende?

De acoger la Palabra, guardarla en el corazón y dejarla crecer. No importa que la entiendas. Lo que importa es que te fíes, que creas. Que confíes en el poder de Dios. Su palabra es eficaz.

Lo que importa es que, como María, puedas decir: Hágase según tu palabra, porque para Dios no hay nada imposible, porque Tú, Señor, cuidas de la tierra, la riegas y la enriqueces sin medida.

Y entonces, verás la gloria de Dios, porque los sufrimientos de ahora no pesan lo que la gloria que un día se nos descubrirá, porque ni el ojo vio ni el oído oyó ni el hombre puede siquiera imaginar lo que Dios tiene preparado para los que le aman (cf 1 Co 2, 9).

Y con una gran alegría, porque poseemos las primicias del Espíritu y contemplamos la obra que está haciendo en nosotros: muchos profetas y justos desearon ver lo que veis vosotros y no lo vieron, y oír lo que oís y no lo oyeron.

Recibid el poder del Espíritu y sed mis testigos (Cf. Hch 1, 8).

¡Ven Espíritu Santo! (cf. Lc 11, 13)

Otro comentario al Evangelio

Mt 13, 18-23.Lo que significa la parábola del sembrador”. Jesús no solo nos enseña con parábolas sino que nos ayuda a interpretarlas. La parábola del sembrador nos presenta distintas circunstancias en las que la semilla puede ser acogida. Estos modelos son representación de las actitudes humanas con las que acogemos la palabra de Dios. Nuestra vida pasa por momentos diversos. En ocasiones no entendemos la palabra y la perdemos. También nuestra vida puede ser superficial, como el terreno pedregoso y ahí la palabra no puede echar raíces. Otras veces, nuestra vida está dominada por la seducción de las riquezas, por los ídolos que nos alejan de Dios y que impiden que la semilla de la palabra pueda crecer. Finalmente podemos ser terreno bueno, que acoge la palabra y la entiende, y entonces da fruto. Eso es lo que el Señor espera de nosotros.

25 de julio. Solemnidad de San Jaime Apóstol
Año litúrgico 2023-2024 (Ciclo B)

Primera lectura

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 4, 33; 5, 12. 27b-33; 12, 2

En aquellos días, los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús con mucho valor. Y se los miraba a todos con mucho agrado.
Por mano de los apóstoles se realizaban muchos signos y prodigios en medio del pueblo.
Todos se reunían con un mismo espíritu en el pórtico de Salomón.
Les hicieron comparecer ante el Sanedrín y el sumo sacerdote los interrogó, diciendo:
«¿No os habíamos ordenado formalmente no enseñar en ese nombre? En cambio, habéis llenado Jerusalén con vuestra enseñanza y queréis hacernos responsables de la sangre de ese hombre».
Pedro y los apóstoles replicaron:
«Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres. El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús, a quien vosotros matasteis, colgándolo de un madero. Dios lo ha exaltado con su diestra, haciéndolo jefe y salvador, para otorgar a Israel la conversión y el perdón de los pecados. Testigos de esto somos nosotros y el Espíritu Santo, que Dios da a los que lo obedecen».
Ellos, al oír esto, se consumían de rabia y trataban de matarlos.
El rey Herodes hizo pasar a cuchillo a Santiago, hermano de Juan.

Salmo

Salmo 66, 2-3. 5. 7-8
R/. Oh Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben

El Señor tenga piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros;
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación. R/.

Que canten de alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia,
y gobiernas las naciones de la tierra. R/.

La tierra ha dado su fruto,
nos bendice el Señor, nuestro Dios.
Que Dios nos bendiga; que le teman
todos los confines de la tierra. R/.

Segunda lectura

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios 4, 7-15

Hermanos:
Llevamos este tesoro en vasijas de barro, para que se vea que una fuerza tan extraordinaria es de Dios y no proviene de nosotros:
Atribulados en todo, mas no aplastados; apurados, mas no desesperados; perseguidos, pero no abandonados; derribados, mas no aniquilados, llevando siempre y en todas partes en el cuerpo la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo.
Pues, mientras vivimos, continuamente nos están entregando a la muerte por causa de Jesús; para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal. De este modo, la muerte actúa en nosotros, y la vida en vosotros.
Pero teniendo el mismo espíritu de fe, según lo que está escrito: «Creí, por eso hablé», también nosotros creemos y por eso hablamos; sabiendo que quien resucitó al Señor Jesús también nos resucitará a nosotros con Jesús y nos presentará con vosotros ante él.
Pues todo esto es para vuestro bien, a fin de que cuantos más reciban la gracia, mayor sea el agradecimiento, para gloria de Dios.

Evangelio del domingo

Lectura del santo evangelio según san Mateo 20, 20-28

En aquel tiempo, se acercó a Jesús la madre de los hijos de Zebedeo con sus hijos y se postró para hacerle una petición.
Él le preguntó:
«¿Qué deseas?».
Ella contestó:
«Ordena que estos dos hijos míos se sienten en tu reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda».
Pero Jesús replicó:
«No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber el cáliz que yo he de beber?».
Contestaron:
«Podemos».
Él les dijo:
«Mi cáliz lo beberéis; pero sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo, es para aquellos para quienes lo tiene reservado mi Padre».
Los otros diez, al oír aquello, se indignaron contra los dos hermanos. Y llamándolos, Jesús les dijo:
«Sabéis que los jefes de los pueblos los tiranizan y que los grandes los oprimen. No será así entre vosotros: el que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo.
Igual que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido sino a servir y a dar su vida en rescate por muchos».

comentario

EL AMIGO DEL SEÑOR

(San Jaime Apóstol, 25 de julio de 2024)

Jaime, hermano de Juan, ambos hijos del pescador de Galilea llamado “el Zebedeo”, junto con Pedro forma parte del grupo de los apóstoles más íntimamente relacionado con el Señor. Llamado por Jesús en la orilla del lago de Genesaret, lo  acompañó desde el principio de su predicación y con los otros dos mencionados antes, estuvo junto al Maestro en momentos gloriosos como la transfiguración o la resurrección de la hija de Jairo y dolorosos como la vigilia en el monte de los olivos.

Tuvo un carácter apasionado que mereció que Jesús le pusiera, como a su hermano Juan, el apodo de “hijo del trueno”; por ello no es de extrañar que el rey Herodes Agripa lo eligiera para dar un escarmiento a los demás discípulos al comienzo de la predicación apostólica y lo hiciera decapitar en Jerusalén alrededor de la fiesta de Pascua  del año 43 o 44.   

La gran difusión de su culto ha hecho que su nombre sufriera muchas deformaciones, y así el “Jacob” originario dio origen a los valencianos Jacme y Jaume, y a los castellanos Jacobo, Jaime, Yago y Santiago.

La tradición jacobea

Según la tradición, sus restos fueron llevados al Finisterre del mundo entonces conocido y sepultado en las tierras hispanas que habría visitado en un viaje misionero. Desde el siglo IX el sepulcro de Santiago en Compostela (al igual que el de san Pedro en Roma, y la tumba vacía del Señor en Jerusalén) es uno de los centros mundiales de peregrinación, al que se llega por los diferentes “caminos” que parten de todos los extremos de Europa. Cuando, como este año, la fiesta de san Jaime cae en domingo, es el Año Jacobeo, la “gran perdonanza” en que se otorga de modo especial la gracia de la indulgencia plenaria para sanar el reato de culpa de los pecados.

Ya hace muchos siglos, el Liber Sancti Jacobi, Codex Callistinus cantaba las maravillas de la peregrinación a Santiago como instrumento de cambio de vida y de santificación:

El camino de peregrinación es cosa muy buena, pero es estrecho. Pues es estrecho el camino que conduce al hombre a la vida; en cambio, ancho y espacioso el que conduce a la muerte. El camino de peregrinación es para los buenos: carencia de vicios, mortificación del cuerpo, aumento de las virtudes, perdón de los pecados, penitencia de los penitentes, camino de los justos, amor de los santos, fe en la resurrección y premio de los bienaventurados, alejamiento del infierno, protección de los cielos. Aleja de los suculentos manjares, hace desaparecer la voraz obesidad, refrena la voluptuosidad, contiene los apetitos de la carne que luchan contra la fortaleza del alma, purifica el espíritu, invita al hombre a la vida contemplativa, humilla a los altos, enaltece a los humildes, ama la pobreza.”

La liturgia de la fiesta

La liturgia de la palabra comienza relatando los motivos y el hecho del martirio de este apóstol, del cual san Pablo hace un interpretación personal en la segunda lectura: Llevamos en el cuerpo la muerte de Jesús (2 Cor 4, 10), de modo que toda la vida del discípulo está unida a la del Salvador y a su misterio pascual; cuando el creyente padece o muere, es Cristo quien está completando su pasión y quien muere para resucitar glorioso.

La breve vida apostólica de san Jaime, unos diez años, fue el compendio de las vidas de todos los demás apóstoles: ser testigo de la resurrección de Jesús y morir como testigo de esta fe que proclamaba: “Creí y por eso hablé” (2 Cor 4, 13). En el Evangelio aparece el joven e impulsivo Jacob, decidido a todo para ser uno de los jefes del nuevo reino de Israel, que creía que iba a imponer su admirado Jesús. Como lo proclama la plegaria eucarística de este día, el Señor le dio la misión de ser el primero en gustar su muerte, su cáliz de dolor: “Mi cáliz lo beberéis, pero el puesto a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo, es para aquellos para quienes lo tiene reservado mi Padre” (Mt 20, 23). Así hizo su mejor servicio y, desde entonces, luce como estrella en la mano de Cristo para orientarnos hacia Él.  

LA PALABRA DE DIOS EN ESTA SOLEMNIDAD

Primera lectura. Hechos de los apóstoles 4, 33; 5, 12. 27-33; 12, 2: La lectura narra brevemente el martirio de san Jaime. No murió por unos principios políticos o ideológicos, sino por una persona que había conocido en vida y resucitado.

Segunda lectura. 2 Corintios 4, 7-15: San Pablo destaca el contraste entre la grandeza del ministerio apostólico y la debilidad de la persona del enviado de Cristo. Nuestras flaquezas y sufrimientos son generadores de vida para nosotros y para aquellos a quienes transmitimos la fe.

Evangelio de Mateo 20, 20-28: Este pasaje del evangelio tiene tres momentos: la petición atrevida de los hermanos Juan y Jaime, la reacción enfadada de los demás discípulos y la enseñanza de Jesús sobre el verdadero valor del servicio al Reino de Dios, que puede llegar a compartir la pasión del Maestro con el martirio, como ocurrió con nuestro santo patrono.

Otro comentario al evangelio

Sábado, 29 de junio de 2024

San Pedro y San Pablo

Lecturas:

Hch 12, 1-11. El Señor ha enviado a su ángel para librarme.

Sal 33, 2-9. El ángel del Señor librará a los que temen a Dios.

2 Tm 4, 6-8.17-18. He corrido hasta la meta, he mantenido la fe.

Mt 16, 13-19. Tú eres Pedro y te daré las llaves del Reino de los Cielos.

La fiesta de San Pedro y San Pablo, apóstoles, es una grata memoria de los grandes testigos de Jesucristo y una solemne confesión de fe en la Iglesia una, santa, católica y apostólica. Es una fiesta de la catolicidad.

Son las columnas de la Iglesia. Ellos han transmitido la fe y sobre ellos se edifica la Iglesia. Fueron elegidos por el Señor para ser testigos de la Buena Noticia.

Siendo débiles y pecadores fueron elegidos por Dios para que en su debilidad se manifestara la fuerza y la grandeza de Dios. Ellos hicieron de Jesucristo, el Señor de su vida, el centro de su existencia, la razón y la fuerza para vivir.

En el Evangelio escuchamos cómo Jesús dirige a sus discípulos la pregunta del millón, que no es ¿quién dice la gente que es el Hijo del Hombre?, sino Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?

Esta es la pregunta clave también para ti, hoy. En la respuesta que des a esta pregunta te va la vida.

¿Quién es Jesús para ti? ¿Qué pinta Jesucristo en tu vida? ¿Quién es el Señor de tu vida? ¿Quién dirige tu vida? ¿A quién le preguntas cómo tienes que vivir cada día?

San Pedro y San Pablo pudieron, por el don del Espíritu Santo (cf. 1 Co 12, 3), confesar que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios vivo, o Para mí la vida es Cristo (cf. Flp 1, 21).

Jesucristo elige, de entre todos los apóstoles, a Pedro como cabeza de la Iglesia. Este oficio pastoral de Pedro y de los demás apóstoles pertenece a los cimientos de la Iglesia, y se continúa por los obispos bajo el primado del Papa (cf. Catecismo 881). El Papa ha sido puesto por Jesucristo para enseñar, santificar y gobernar la Iglesia.

El papel, el servicio eclesial de Pedro tiene su fundamento en la confesión de fe en Jesús.

La memoria de San Pedro nos invita a confesar que Jesús es el Señor, a tenerle a Él como único Maestro, a permanecer siempre fieles a las enseñanzas de Jesucristo que vive en su cuerpo, que es la Iglesia.

La memoria de San Pablo nos invita a la nueva evangelización, a ser apóstoles, a no tener miedo de dar la cara por Cristo, porque sé de quién me he fiado y que tiene poder para asegurar hasta el final el encargo que me dio (cf 2 Tim 1, 12s).

¡Ven, Espíritu Santo! ¡Haz llover, para que crezca en mí la fe y el amor a Jesucristo y a su cuerpo, que es la Iglesia!

¿No ardía nuestro corazón al escuchar su Palabra? (Cf. Lc 24, 32).

¡Ven Espíritu Santo! 🔥 (cf. Lc 11, 13).

Otro comentario al evangelio

Mt 20, 20-28. “Uno a tu derecha y el otro a tu izquierda”. Celebrar la fiesta de uno de los apóstoles siempre nos recuerda los orígenes de nuestra fe. Fue el Señor quien eligió a aquel grupo de discípulos, que le acompañaron en toda su vida pública y luego fueron testigos de su resurrección. Pero el evangelio también nos muestra su verdadera condición humana. Hoy contemplamos como la madre de Santiago y Juan intercede ante Jesús pidiéndole los dos puestos principales para sus dos hijos. Es una manifestación de egoísmo, de búsqueda de reconocimiento. No son los únicos débiles, los otros diez se indignan porque ellos también desean esos mismos honores. El Señor aprovecha para darnos una lección. Lo que debe distinguir a los discípulos de Jesús es el servicio y el dar la vida. Eso es lo que Santiago hizo, trayendo la fe a nuestras tierras.

28 de julio. Domingo XVII Tiempo Ordinario
Año litúrgico 2023-2024 (Ciclo B)

Primera lectura

Lectura del Libro segundo de los Reyes 4, 42-44

En aquellos días, acaeció que un hombre de Baal Salisá vino trayendo al hombre de Dios primicias de pan, veinte panes de cebada y grano fresco en espiga. Dijo Eliseo:
«Dáselo a la gente y que coman».
Su servidor respondió:
«¿Cómo voy a poner esto delante de cien hombres?».
Y él mandó:
«Dáselo a la gente y que coman, porque así dice el Señor: “Comerán y sobrará”».
Y lo puso ante ellos, comieron y aún sobró, conforme a la palabra del Señor.

Salmo

Sal. 144, 10-11. 15-16. 17-18
R: Abres tú la mano, Señor, y nos sacias.

Que todas tus criaturas te den gracias, Señor,
que te bendigan tus fieles.
Que proclamen la gloria de tu reinado,
que hablen de tus hazañas. R/.

Los ojos de todos te están aguardando,
tú les das la comida a su tiempo;
abres tú la mano,
y sacias de favores a todo viviente. R/.

El Señor es justo en todos sus caminos,
es bondadoso en todas sus acciones.
Cerca está el Señor de los que lo invocan,
de los que lo invocan sinceramente. R/.

Segunda lectura

Lectura de la carta del Apóstol San Pablo a los Efesios 4, 1-6

Hermanos:
Yo, el prisionero por el Señor, os ruego que andéis como pide la vocación a la que habéis sido convocados. Sed siempre humildes y amables, sed comprensivos, sobrellevaos mutuamente con amor, esforzándoos en mantener la unidad del Espíritu con el vínculo de la paz. Un solo cuerpo y un solo Espíritu, como una sola es la esperanza de la vocación a la que habéis sido convocados. Un Señor, una fe, un bautismo. Un Dios, Padre de todos, que está sobre todos, actúa por medio de todos y está en todos.

Evangelio del día

Lectura del santo Evangelio según san Juan 6, 1-15

En aquel tiempo, Jesús se marchó a la otra parte del mar de Galilea, o de Tiberíades. Lo seguía mucha gente, porque habían visto los signos que hacía con los enfermos.
Subió Jesús entonces a la montaña y se sentó allí con sus discípulos.
Estaba cerca la Pascua, la fiesta de los judíos. Jesús entonces levantó los ojos y, al ver que acudía mucha gente, dice a Felipe:
«¿Con qué compraremos panes para que coman estos?».
Lo decía para probarlo, pues bien sabía él lo que iba a hacer.
Felipe le contestó:
«Doscientos denarios de pan no bastan para que a cada uno le toque un pedazo».
Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dice:
«Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces; pero ¿qué es eso para tantos?».
Jesús dijo:
«Decid a la gente que se siente en el suelo».
Había mucha hierba en aquel sitio. Se sentaron; solo los hombres eran unos cinco mil.
Jesús tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió a los que estaban sentados, y lo mismo todo lo que quisieron del pescado.
Cuando se saciaron, dice a sus discípulos:
«Recoged los pedazos que han sobrado; que nada se pierda».
Los recogieron y llenaron doce canastos con los pedazos de los cinco panes de cebada que sobraron a los que habían comido. La gente entonces, al ver el signo que había hecho, decía:
«Este es verdaderamente el Profeta que va a venir al mundo».
Jesús, sabiendo que iban a llevárselo para proclamarlo rey, se retiró otra vez a la montaña él solo.

comentario del domingo

EL PAN DE LA VIDA, DON INAGOTABLE DE CRISTO

(17º Domingo ordinario -B-, 28 de julio de 2024)

La inclusión del capítulo 6º de san Juan

En este domingo se interrumpe la lectura del Evangelio según san Marcos para proclamar – durante cinco domingos – el entero capítulo sexto de san Juan, el “discurso sobre el pan de la vida” que tiene como punto de partida la multiplicación de los panes y los peces.  Este signo que ahora correspondería normalmente leer en san Marcos (6, 35-44) fue realizado por Cristo como Buen Pastor, preocupado por el alimento material y espiritual de sus ovejas. El Señor se ocupa de nosotros, del mismo modo que en el domingo anterior lo veíamos atento a proporcionar descanso a sus discípulos después de su viaje misionero; del mismo modo que atendió a la muchedumbre de sus seguidores que andaban como ovejas sin pastor (Mc 6, 34; Domingo anterior), dándoles primero el pan del espíritu, con sus palabras, y luego el pan de los cuerpos, multiplicando los panes y los peces.

El significado de la multiplicación de los panes y los peces

Este signo tiene un primer significado, anunciando a Jesús como el Mesías definitivo, que comparten los cuatro evangelios, y otro cristológico y eucarístico más profundo, propio de san Juan, que será desarrollado a lo largo de los próximos cuatro domingos y que es el discurso sobre el pan de la vida que es Jesús mismo.

Es un signo mesiánico: Jesús vino para anunciar y realizar la salvación, para decir y para hacer, para saciarnos con la palabra y con la Eucaristía.

En este primer sentido Jesús es reconocido como el profeta que tenía que venir al mundo (Jn 6, 14), pues la gente recordó fácilmente el prodigio que se atribuía al profeta Eliseo, cuando dio igualmente de comer a sus numerosos seguidores con sólo veinte panes de cebada (Primera lectura). Los primeros cristianos dieron mucha importancia a este episodio de la vida de Jesús, que aparece como el enviado definitivo de Dios, alguien que es mucho más que Eliseo.

Las figuras que anuncian a Jesús en el Antiguo testamento.

En muchos pasajes, los evangelios insisten en que los grandes personajes del Antiguo Testamento eran figuras proféticas de Jesús, pero el Señor los superaba infinitamente; de este modo, los judíos podían comprender a Jesús a partir de su tradición en la que estaban familiarizados, y los cristianos de todos los tiempos encontramos en la historia de Israel modelos que nos ayudan a descubrir los muchos aspectos o facetas de la personalidad incomensurable del Salvador, cuya naturaleza divina y su misión no se agota en uno de sus nombres o acciones; es lo que se llama el descubrimiento de Jesús por medio de la revelación gradual en la historia de la salvación. Así el Señor es más que Isaac, más David, más que Moisés, más que Salomón, más que Jonás, más incluso que la figura impresionante y semidivina del “Hijo del hombre” anunciado por Daniel.

Jesús, alimento inagotable para la salvación.

Tenemos por delante cuatro domingos para recibir una vez más el gran mensaje del “Discurso sobre el pan de la vida”, pero ahora nos detenemos en la proclamación de la grandeza y del amor de Jesús, que es más grande que el profeta Eliseo, pues éste alimentó a sus discípulos en un momento de apuro, pero el Señor sigue alimentando a los suyos en todo tiempo y lugar mediante su palabra y, sobre todo, con el inagotable misterio eucarístico. Este misterio nos hace entender y acompañar a los mayores de un modo nuevo, propio de los cristianos. Se dice que “una cosa es predicar y otra dar trigo”, y Jesús envió a sus discípulos a anunciar y realizar la salvación, de modo que la Iglesia tiene asimismo como parte de su misión el procurar el pan de este mundo a los que carecen de él; pan material muchas veces del que carecen nuestros mayores, pan espiritual del amor, la compañía y la asistencia, porque hay suficiente para todos, en bienes materiales y humanos, en tiempo para estar con los mayores, si somos capaces de compartir lo que tenemos, incluso la propia pobreza, conforme al ejemplo del Evangelio.

LA PALABRA DE DIOS EN ESTE DOMINGO

Primera lectura y Evangelio. 2 Reyes 4, 42-44 y Juan 6, 1-15: En este domingo se interrumpe la lectura del Evangelio según san Marcos para proclamar el entero capítulo sexto de san Juan, el “discurso sobre el pan de la vida” que tiene como punto de partida  la multiplicación de los panes y los peces. Al ver este signo, la gente recordó un prodigio semejante atribuido al profeta Eliseo que dio de comer a sus seguidores con el poder de Dios.

Segunda lectura. Efesios 4, 1-6: La segunda parte de la carta a los Efesios trata sobre la vida cristiana. Los que fueron llamados a participar del plan de Dios ahora revelado han de llevar una vida digna de aquella vocación, especialmente en la humildad, el amor y la unidad.

Otro comentario al evangelio

Domingo, 19 de mayo de 2024

Pentecostés

Lecturas:

Hch 2,1-11: Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar.

Sal 103,1ab.24ac.29bc-30.31.34: Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra.

1Co 12,3b-7.12-13: Hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo.

Jn 20, 19-23. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo. Recibid el Espíritu Santo.

Celebramos hoy el día de Pentecostés. El misterio pascual culmina con el envío del Espíritu Santo sobre la Virgen María y los Apóstoles. Pentecostés es la fiesta de la Nueva Alianza, con una ley escrita por el Espíritu Santo en el corazón de los creyentes.

Cincuenta días después de la Pascua, la Iglesia recibe el don del Espíritu Santo, el don más alto de Dios al hombre, el testimonio supremo por tanto de su amor por nosotros, un amor que se expresa concretamente como «sí a la vida» que Dios quiere para cada una de sus criaturas (cf. Benedicto XVI, Mens. JMJ 2008). El Espíritu Santo se nos da para nuestra santificación: para que vivamos identificados totalmente con Cristo y, para que, permaneciendo en Él, podamos dar fruto abundante.

El Espíritu Santo nos da sus dones para sostener y animar nuestra vida cristiana, nuestro camino de santidad. Estos dones son actitudes interiores permanentes que nos hacen dóciles para seguir los impulsos del Espíritu. Estos siete dones son: sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios.

Son dones que no podemos conseguir con nuestro esfuerzo, sino que los recibimos gratuitamente en nuestro bautismo: la gracia santificante nos concede poder vivir y obrar bajo la moción del Espíritu Santo mediante sus dones (cf. Catecismo 1266.).

Por ello, la Palabra de Dios que proclamamos hoy te invita a vivir según el Espíritu y no según la carne, es decir: te invita a acoger en tu corazón esos dones del Espíritu y a vivir la vida nueva de los hijos de Dios.

Si aceptamos en nuestro corazón estos siete dones, y vivimos animados por el impulso del Espíritu siguiendo a Jesucristo como único Maestro y único Señor, los dones del Espíritu producen en nuestra vida doce frutos, que son la obra del Espíritu en nuestra vida. Estos doce frutos, según la Tradición de la Iglesia, son: caridad, gozo, paz, paciencia, longanimidad (firmeza, perseverancia), bondad, benignidad, mansedumbre, fidelidad, modestia, continencia y castidad (cf. Gal 5, 22-23).

La santidad, en el fondo, es el fruto del Espíritu Santo en tu vida… Invoca al Espíritu Santo y camina con confianza hacia la gran meta: la santidad. Así no serás una fotocopia. Serás plenamente tú mismo (cf. FRANCISCO, GE 15, CV 107).

Es también el momento para preguntarnos qué estás haciendo con los carismas, que has recibido del Espíritu Santo, y que los has recibido para ponerlos al servicio de los demás en la Iglesia. Esos carismas no los puedes guardar para ti: no son tuyos. Los has recibido para que fructifiquen en favor de los demás.

¡Anímate! Dios te ama y quiere tu felicidad y te da la vida eterna. Ábrele el corazón para que el Espíritu Santo vaya realizando en ti la obra de la santidad.

¡Feliz Domingo! ¡Feliz Eucaristía!

¿No ardía nuestro corazón al escuchar su Palabra? (Cf. Lc 24, 32).

¡Ven Espíritu Santo! (cf. Lc 11, 13).

Otro comentario al evangelio

Mc 6, 30-34. “Se puso a enseñarles muchas cosas”. Jesús busca momentos de descanso e intimidad con sus apóstoles, para compartir cómo ha ido la tarea misionera. Es fundamental que aprovechemos este tiempo estival de vacaciones para descansar y recuperar fuerzas. Pero por encima del descanso, Jesús considera la atención a las personas que buscan orientación y sentido para sus vidas. Por eso, cuando ve una multitud que los busca, deja a un lado su proyecto de descanso y se entrega a estas personas con intención de enseñarles, de comunicarles su buena noticia. El Señor espera que también nosotros tengamos un corazón compasivo, que se conmueva ante las necesidades de los demás, que sea capaz de priorizar la atención de los últimos, incluso frente al propio y legítimo descanso.

fiesta del 9 D'OCTUBRE

En la Diócesis de Valencia

Aniversario de la dedicación de la S.I. Catedral de Valencia.

En la Diócesis de Valencia

 Aniversario de la dedicación de la S.I. Catedral de Valencia.

(9 de octubre de 2023)

Al llegar esta fecha histórica en que recordamos el segundo nacimiento del pueblo cristiano valenciano, después de un periodo de oscuridad en el que nunca dejó de estar presente, conviene que tengamos presente esta festividad que nos hace presente el misterio de la Iglesia a través del templo mayor de nuestra archidiócesis, donde está la cátedra y el altar del que está con nosotros en el lugar de los apóstoles, como sucesor suyo. La sede de tantas peregrinaciones  y de innumerables vistas individuales, brilla en este día con la luz de la Esposa de Cristo, engalanada para las nupcias salvadoras.

El 9 de octubre evoca la fundación del reino cristiano de Valencia y la libertad del culto católico en nuestras tierras. Ese mismo día, la comunidad fiel valenciana tuvo de nuevo su iglesia mayor, dedicada a Santa María, y estos dos acontecimientos forman parte de una misma historia. Es una fiesta que nos afianza en la comunión eclesial en torno a la iglesia madre, donde tiene su sede el Pastor de la Iglesia local de Valencia, el templo que fue llamado a custodiar el sagrado Cáliz de la Cena del Señor, símbolo del sacrificio de amor de Jesucristo y de la comunión eucarística en la unidad de la santa Iglesia.

El aniversario de la dedicación

El 9 de octubre será para la comunidad cristiana de Valencia una fiesta perpetua, pero en cada aniversario resuena con más fuerza que nunca el eco de aquella preciosa y feliz celebración en que nuestro templo principal, la iglesia madre, apareció con la belleza que habían pretendido que tuviera aquellos generosos antepasados nuestros que lo comenzaron.

La belleza de la casa de Dios, sin lujos, pero con dignidad, tanto en las iglesias modestas como en las más importantes o cargadas de arte e historia, lo mismo que la enseñanza de sus signos, nos hablan del misterio de Dios que ha querido poner su tabernáculo entre nosotros y hacernos templo suyo.

Al contemplar las catedrales sembradas por Europa, en ciudades grandes o pequeñas, nos asombra el esfuerzo que realizaron quienes sabían que no verían culminada su obra. En nuestro tiempo, cuando domina lo funcional, nos resulta difícil comprender esas alturas “inútiles”, esos detalles en las cubiertas y las torres, esas moles que, cuando se levantaron, destacarían mucho más que ahora, entre casas de uno o dos pisos. Pero lo cierto es que también ahora se construyen edificios cuyo tamaño excede con mucho al espacio utilizable; nos dicen que es para prestigiar las instituciones que albergan, y eso es lo que pretendían nuestros antepasados para la casa de Dios y de la Iglesia; eso, seguramente, y otras cosas que se nos escapan.

Una construcción que no ha terminado

El aniversario de la dedicación nos recuerda un día de gracia, pero también nos impulsa hacia el futuro. En efecto, de la misma manera que los sacramentos de la Iniciación, a saber, el Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía, ponen los fundamentos de toda la vida cristiana, así también la dedicación del edificio eclesial significa la consagración de una Iglesia particular representada en la parroquia.

En este sentido el Aniversario de la dedicación, es como la fiesta conmemorativa del Bautismo, no de un individuo sino de la comunidad cristiana y, en definitiva, de un pueblo santificado por la Palabra de Dios y por los sacramentos, llamado a crecer y desarrollarse, en analogía con el cuerpo humano, hasta alcanzar la medida de Cristo en la plenitud (cf. Col 4,13-16). El aniversario que estamos celebrando constituye una invitación, por tanto, a hacer memoria de los orígenes y, sobre todo, a recuperar el ímpetu que debe seguir impulsando el crecimiento y el desarrollo de la parroquia en todos los órdenes.

Una veces sirviéndose de la imagen del cuerpo que debe crecer y, otras, echando mano de la imagen del templo, San Pablo se refiere en sus cartas al crecimiento y a la edificación de la Iglesia (cf. 1 Cor 14,3.5.6.7.12.26; Ef 4,12.16; etc.). En todo caso el germen y el fundamento es Cristo. A partir de Él y sobre Él, los Apóstoles y sus sucesores en el ministerio apostólico han levantado y hecho crecer la Iglesia (cf. LG 20; 23).

Ahora bien, la acción apostólica, evangelizadora y pastoral no causa, por sí sola, el crecimiento de la Iglesia. Ésta es, en realidad, un misterio de gracia y una participación en la vida del Dios Trinitario. Por eso San Pablo afirmaba: «Ni el que planta ni el que riega cuentan, sino Dios que da el crecimiento» (1 Cor 3,7; cf. 1 Cor 3,5-15). En definitiva se trata de que en nuestra actividad eclesial respetemos la necesaria primacía de la gracia divina, porque sin Cristo «no podemos hacer nada» (Jn 15,5).

Las palabras de San Agustín en la dedicación de una nueva iglesia; quince siglos después parecen dichas para nosotros:

«Ésta es la casa de nuestras oraciones, pero la casa de Dios somos nosotros mismos. Por eso nosotros… nos vamos edificando durante esta vida, para ser consagrados al final de los tiempos. El edificio, o mejor, la construcción del edificio exige ciertamente trabajo; la consagración, en cambio, trae consigo el gozo. Lo que aquí se hacía, cuando se iba construyendo esta casa, sucede también cuando los creyentes se congregan en Cristo. Pues, al acceder a la fe, es como si se extrajeran de los montes y de los bosques las piedras y los troncos; y cuando reciben la catequesis y el bautismo, es como si fueran tallándose, alineándose y nivelándose por las manos de artífices y carpinteros. Pero no llegan a ser casa de Dios sino cuando se aglutinan en la caridad» (Sermón 336, 1, Oficio de lectura del Común de la Dedicación de una iglesia).

Jaime Sancho Andreu

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