LA PALABRA DEL DÍA

Evangelio del día

Lunes, 29 de abril de 2024
Lectura del santo evangelio según san Mateo 11, 25-30

En aquel tiempo, tomó la palabra Jesús y dijo:

En aquel tiempo, tomó la palabra Jesús y dijo:
«Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, así te ha parecido bien.
Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.
Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera».

Martes, 30 de abril de 2024
Lectura del santo evangelio según san Juan 14, 27-31a

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«La paz os dejo, mi paz os doy;

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy yo como la da el mundo. Que no turbe vuestro corazón ni se acobarde. Me habéis oído decir: “Me voy y vuelvo a vuestro lado”. Si me amarais, os alegraríais de que vaya al Padre, porque el Padre es más que yo. Os lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda creáis.
Ya no hablaré mucho con vosotros, pues se acerca el príncipe del mundo; no es que él tenga poder sobre mí, pero es necesario que el mundo comprenda que yo amo al Padre, y que, como el Padre me ha ordenado, así actúo yo».

Miércoles, 1 de mayo de 2024
Lectura del santo evangelio según san Juan 15, 1-8

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador…

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento que no da fruto en mí lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto.
Vosotros ya estáis limpios por la palabra que os he hablado; permaneced en mí, y yo en vosotros.
Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí.
Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada. Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden.
Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis, y se realizará.
Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos».

Jueves, 2 de mayo de 2024
Lectura del santo evangelio según san Juan 15, 9-11

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Como el Padre me ha amado, así os he amado yo;

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor.
Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor.
Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud».

Viernes, 3 de mayo de 2024
Lectura del santo evangelio según san Juan 14, 6-14

En aquel tiempo, dijo Jesús a Tomás:

En aquel tiempo, dijo Jesús a Tomás:
«Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Nadie va al Padre, sino por mí».
«Si me conocéis a mí, conoceréis también a mi Padre. Ahora ya lo conocéis y lo habéis visto».
Felipe le dice:
«Señor, muéstranos al Padre y nos basta».
Jesús le replica:
«Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe? Quien me ha visto a mí ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: «Muéstranos al Padre» ? ¿No crees que yo estoy en el Padre, y el Padre en mí? Lo que yo os digo no lo hablo por cuenta propia. El Padre, que permanece en mí, él mismo hace las obras, Creedme: yo estoy en el Padre, y el Padre en mí. Si no, creed a las obras.
En verdad, en verdad os digo: el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y aún mayores, porque yo me voy al Padre. Y lo que pidáis en mi nombre, yo lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si me pedís algo en mi nombre, yo lo haré».

Sábado, 4 de mayo de 2024
Lectura del santo evangelio según san Juan 15, 18-21

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Si el mundo os odia, sabed que me ha odiado a mí antes que a vosotros…

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Si el mundo os odia, sabed que me ha odiado a mí antes que a vosotros.
Si fuerais del mundo, el mundo os amaría como cosa suya, pero como no sois del mundo, sino que yo os he escogido sacándoos del mundo, por eso el mundo os odia.
Recordad lo que os dije: “No es el siervo más que su amo”. Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán; si han guardado mi palabra, también guardarán la vuestra.
Y todo eso lo harán con vosotros a causa de mi nombre, porque no conocen al que me envió».

Comentario al evangelio

Martes, 30 de abril de 2024

San Pío V

Lecturas:

Hch 14, 19-28. Contaron a la Iglesia lo que Dios había hecho por medio de ellos.

Sal 144, 10-13.20. Tus amigos, Señor, anunciarán la gloria de tu Reino.

Jn 14, 27-31. Mi paz os doy.

El anuncio del Evangelio va acompañado por la persecución. Ya lo dijo Jesús: un discípulo no es más que su maestro… No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma… Vosotros hasta los cabellos de vuestra cabeza tenéis contados… El que pierda su vida por mí, la encontrará (cf. Mt 10, 24s).

Y nos lo dice hoy la Palabra: hay que pasar muchas tribulaciones para entrar en el reino de Dios, pero estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo y no os preocupéis, porque no seréis vosotros los que habléis, sino que el Espíritu de vuestro Padre hablará por vosotros (cf. Mt 5, 11; 10, 19-20).

San Pablo insiste tanto en el rechazo de mucha gente como en la presencia del Señor en la misión y subraya quién es el verdadero protagonista: les contaron lo que Dios había hecho por medio de ellos. El protagonista es el Señor, nosotros somos, como mucho, siervos inútiles, hemos hecho lo que teníamos que hacer (cf. Lc 17, 10).

Y en medio de este combate el Señor nos dice: La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy yo como la da el mundo.

Vivir en su Paz no es carecer de enemigos ni vivir sin tensiones ni pruebas ni luchas. Vivir en su Paz es vivir la presencia de Jesucristo Resucitado: Él es nuestra Paz. Es confiar en su poder, acoger y gozar su salvación. Es vivir en el poder de Jesucristo y en la fuerza de su Espíritu, pues aunque se acerca el príncipe de este mundo; no es que él tenga poder sobre mí.

No lo olvides, Satanás, el príncipe de este mundo, es un ángel caído vencido y derrotado para siempre.

De Jesucristo es el Reino, el Poder y la Gloria.

¿No ardía nuestro corazón al escuchar su Palabra? (Cf. Lc 24, 32).

¡Ven Espíritu Santo! (cf. Lc 11, 13).

Otro comentario al Evangelio

Jn 14, 27-31a. “Mi paz os doy”. La paz de Jesús no se limita a un estado de quietud, sin enfrentamientos ni violencia. La paz que Jesús nos ofrece tiene más que ver con el shalom hebreo, que es un estado de plenitud. Jesús nos da todo tipo de bendición y los dones que necesitamos en este momento. No es la paz del mundo, que puede estar contaminada de interés, es la paz gratuita de Dios. Jesús sabe que se acercan momentos difíciles para sus discípulos, en los que va a desaparecer su presencia. Y por eso los invita a confiar. Ya no es cuestión de palabras, Jesús ya no va a hablar mucho. Ha manifestado lo que es y va al Padre. Nos prepara a sus discípulos para que cuando ya no esté presente podamos seguir reconociéndolo y encontrándonos con Él. Jesús ama al Padre y hace su voluntad. Eso es lo que espera también de nosotros.

19 de marzo. San José
Año litúrgico 2023-2024 (Ciclo B)

Primera lectura

Lectura del segundo libro de Samuel 7, 4-5a. 12-14a. 16

En aquellos días, vino esta palabra del Señor a Natán:

«Ve y habla a mi siervo David:
“Así dice el Señor: Cuando se cumplan tus días y reposes con tus padres, yo suscitaré descendencia tuya después de ti. Al que salga de tus entrañas le afirmaré tu reino.

Será el quien construya una casa a mi nombre y yo consolidaré el trono de su realeza para siempre.

Yo seré para él un padre y él será para mí un hijo.

Tu casa y tu reino se mantendrán siempre firmes ante mí, tu trono durará para siempre”».

Salmo

Salmo 88, 2-3. 4-5. 27 y 29
R/. Su linaje será perpetuo.

Cantaré eternamente las misericordias del Señor,
anunciaré tu fidelidad por todas las edades.
Porque dijiste: «La misericordia es un edificio eterno»,
más que el cielo has afianzado tu fidelidad. R/.

«Sellé una alianza con mi elegido,
jurando a David, mi siervo:
Te fundaré un linaje perpetuo,
edificaré tu trono para todas las edades». R/.

Él me invocará: “Tú eres mi padre,
mi Dios, mi Roca salvadora”.
Le mantendré eternamente mi favor,
y mi alianza con él será estable. R/.

Segunda lectura

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 4, 13. 16-18. 22

Hermanos:

No por la ley sino por la justicia de la fe recibieron Abrahán y su descendencia la promesa de que iba a ser heredero el mundo.

Por eso depende de la fe, para que sea según gracia; de este modo, la promesa está asegurada para toda la descendencia, no solamente para la que procede de la ley, sino también para la que procede de la fe de Abrahán, que es padre de todos nosotros.

Según está escrito: «Te he constituido padre de muchos pueblos»; la promesa está asegurada ante aquel en quien creyó, el Dios que da vida a los muertos y llama a la existencia lo que no existe.

Apoyado en la esperanza, creyó contra toda esperanza que llegaría a ser padre de muchos pueblos, de acuerdo con lo que se le había dicho:
«Así será tu descendencia».

Por lo cual le fue contado como justificación.

Evangelio del domingo

Lectura del santo evangelio según san Mateo 1, 16. 18-21. 24a

Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado Cristo.

La generación de Jesucristo fue de esta manera:
María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo.

José, su esposo, como era justo y no quería difamarla, decidió repudiarla en privado. Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo:
«José, hijo de David, no temas acoger a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados».

Cuando José se despertó, hizo lo que le habla mandado el ángel del Señor.

comentario San José

SAN JOSÉ, ESPOSO DE LA VIRGEN MARÍA.

(19 de marzo 2024)

San José, entre los dos Testamentos.

La liturgia de la Palabra nos presenta en este día dos ilustres personajes del Antiguo Testamento: Abrahán y David, que nos ayudan a comprender el significado y la importancia de san José, que fue uno de aquellos elegidos por Dios para que colaborasen en el gran paso que fue el tránsito al tiempo de la Nueva y definitiva Alianza, como Zacarías y Ana, Simeón, Juan el Batista y, por encima de todos ellos, la esposa de José, la santísima y siempre Virgen María.

La Sagrada Escritura nos presenta al patriarca san José como un nuevo Abrahán, es el hombre justo y fiel que creyó contra toda esperanza.

Mucho tiempo antes, el rey David quiso construir una casa para Dios, y éste le manifestó que no era esa su volunta, pero le prometio una descendencia que haría perpetuo su reinado.

El fiel custodio de los primeros misterios de la redención.

De este modo, cuando llegó la plenitud de los tiempos, José colaboró con Dios permeneciendo en silencio y aceptando la palabra divina, que le recuerda la promesa hecha a David y que se cumplió en Jesús, Hijo de Dios nacido de María Virgen, pero incorporado a la descendencia de los reyes de Israel y Judá gracias a la persona de José, al que el ángel saludo con el honroso título de “Hijo de David”; el mismo título con que Jesús fue aclamado por el pueblo que esperaba a un Salvador.

Modelo para los cristianos.

San José sigue siendo un modelo para nosotros. El hombre actual se programa  a sí mismo, organiza su vida y hace su voluntad. Sin embargo, José, hombre de fe, aceptó conscientemente el plan misterioso de Dios y se puso confiadamente en sus manos, viniendo a ser el nuevo patriarca, “padre de los creyentes”. Quien acoge con fe la gracia y la palabra de Dios se instala en el plan salvador divino. Por ello la actividad de la Iglesia no puede confiar ante todo en un plan racional o metódico, a la manera de una empresa humana, sino que debe considerar la importancia de la “Primacía de la gracia” en la colaboración con la obra divina. Como modelo de confianza en Dios, san José es el titular de muchos seminarios, y en torno a esta fiesta se celebra en las diócesis de España el “Día del Seminario”.

Toda la Iglesia celebra hoy a su patrono y protector, porque si el esposo de María la protegió a ella y a su divino Hijo de tantos peligros como se lee en los Evangelios de la infancia”: persecuciones, exilio, momentos de miedo y desconcierto, de falsas acusaciones… Así ahora protege al cuerpo místico de Cristo que somos nosotros. El patriarca de Nazaret sigue velando sobre el pueblo de los creyentes en la nueva casa y familia de Dios que es la comunidad cristiana.

LA PALABRA DE DIOS EN ESTA SOLEMNIDAD

Primera lectura y Evangelio. 2 Samuel 7, 4-5a. 12-14a. 16 y Mateo 1, 16. 18-21. 24ª, o bien Lucas 2, 41-51a: El Rey David quiso construir un templo para el Señor, pero éste le respondió que no era esa su voluntad. Sin ambargo le prometió que un descendiente suyosería rey y consolidaría su reino para siempre. Esta promesa se cumplió en Jesús, a quien José protegió y como si fuera hijo suyo y de la familia de los reyes de Israel y Judá. Por eso Jesús recibe el título de “Hijo de David”.

Segunda lectura. Romanos 4, 13. 16-18. 22: Abrahán recibió la promesa de ser padre de muchas naciones por su fe y confianza absoluta en la palabra de Dios; de este modo el patriarca es modelo y padre de los creyentes. Siguiendo este ejemplo, José es el ejemplo de los creyentes del Nuevo testamento.

Otro comentario al evangelio

14 de febrero de 2024
Miércoles de Ceniza
Ayuno y abstinencia
 
Lecturas:
 
Jl 2, 12-18.  Volved a mí de todo corazón.
 
Sal 50, 3-6.12-17.  Misericordia, Señor, hemos pecado.
 
2 Cor 5, 20-6, 2.  No recibáis en vano la gracia de Dios.
 
Mt 6, 1-6.16-18.  Cuando reces entra en tu habitación
 
Comenzamos hoy la Cuaresma, camino hacia la Pascua, al encuentro con el Señor Resucitado que pasa cada día por tu vida, para encontrarse contigo. 
 
La Cuaresma es un tiempo de gracia. Así nos lo ha recordado San Pablo: ahora es el tiempo favorable, ahora es el día de la salvación. Por eso nos invita también a no echar en saco roto la gracia de Dios, a escuchar la voz del Señor y no dejar que se endurezca el corazón. 
 
¡Este es el momento ideal para que te conviertas! Esto es lo que nos propone la Iglesia con la celebración anual de la Cuaresma.
 
El Salmo 50 nos indica el itinerario espiritual que estamos llamados a vivir en la Cuaresma.
 
Misericordia, Dios mío, por tu bondad…, borra mi culpa…, limpia mi pecado. Es una llamada a la conversión.
 
Una llamada a no instalarse en el pecado. ¿Cuál es la raíz de todo pecado? La raíz de todo pecado es creer que tú eres dios, el señor y dueño de tu vida, de tu historia, del bien y del mal… 
 
Por eso, comenzamos con el signo de la ceniza: Recuerda que eres polvo. Que es lo mismo que decir: recuerda que tú no eres dios. Recuerda que necesitas ser salvado.
 
Y esta es una llamada radical a la conversión, a volver al Señor y entregarle tus pecados. Sin justificarlos, sin disimularlos y din esconderlos… sino entregándoselos al Señor, que te ama y te ofrece su perdón.
 
Oh Dios, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme…, no me quites tu santo espíritu. 
 
Pero al mismo tiempo que le entregas tus pecados, has de acoger el don del Espíritu que irá renovando tu corazón, tu matrimonio, tu sacerdocio, tu consagración religiosa… ¡Hará nueva tu vida!
 
Pero, ¡déjale hacer a Él! Como Él quiera y al ritmo que Él quiera.
 
 Tres armas preciosas nos muestra el Evangelio: Orar, escuchar cada día al Señor: Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor. No endurezcáis el corazón.
 
Dar limosna, para poner nuestra seguridad y nuestra confianza en el Señor.
 
Ayunar, vaciando nuestro corazón de nuestro egoísmo para llenarlo del Señor y experimentar que solo Dios basta.
 
Y este itinerario culminará cuando en la noche de Pascua cantemos el Aleluya: Señor, me abrirás los labios, y mi boca proclamará tu alabanza.
 
La fe se vive en la gratuidad y se expresa en la alabanza, que es el eco de la presencia y acción del Espíritu Santo en tu corazón.

¿No ardía nuestro corazón al escuchar su Palabra? (Cf. Lc 24, 32).

¡Ven Espíritu Santo! 🔥 (cf. Lc 11, 13).

Otro comentario al evangelio

Mt 1, 16. 18-21. 24a. “Como era justo”. José era un hombre justo, profundamente enamorado de su esposa María. Por eso no era capaz de entender que su esposa estuviera esperando un hijo sin su intervención. A pesar del sufrimiento interno que seguro vivió, él sigue abierto a la actuación de Dios en su vida. Eso le permite escuchar la voz de un ángel que le habla en sueños y le ayuda a entender lo que ha sucedido y a acoger el plan que Dios tiene para él. El hijo viene del Espíritu Santo, es obra de Dios. José tiene que ponerle el nombre, que será Jesús y que significa Dios salva. Además tendrá que cuidar y proteger al niño y a su madre. José nos enseña también la lección de la obediencia. No sabemos si seguía albergando alguna duda en su interior, pero al despertar hace lo que le ha comunicado el ángel, cumple la voluntad de Dios.

5 de mayo. VI Domingo de PASCUA
Año litúrgico 2023-2024 (Ciclo B)

Primera lectura

Lectura de los Hechos de los Apóstoles 10, 25-26. 34-35. 44-48

Cuando iba a entrar Pedro, Cornelio le salió al encuentro y, postrándose, le quiso rendir homenaje. Pero Pedro lo levantó, diciéndole:
«Levántate, que soy un hombre como tú».
Pedro tomó la palabra y dijo:
«Ahora comprendo con toda la verdad que Dios no hace acepción de personas, sino que acepta al que lo teme y practica la justicia, sea de la nación que sea».
Todavía estaba hablando Pedro, cuando bajó el Espíritu Santo sobre todos los que escuchaban la palabra, y los fieles de la circuncisión que habían venido con Pedro se sorprendieron de que el don del Espíritu Santo se derramara también sobre los gentiles, porque los oían hablar en lenguas extrañas y proclamar la grandeza de Dios.
Entonces Pedro añadió:
«¿Se puede negar el agua del bautismo a los que han recibido el Espíritu Santo igual que nosotros?»
Y mandó bautizarlos en el nombre de Jesucristo.
Entonces le rogaron que se quedara unos días con ellos.

Salmo

Sal. 97, 1. 2-3ab. 3cd-4
R. El Señor revela a las naciones su salvación.

Cantad al Señor un cántico nuevo,
porque ha hecho maravillas.
Su diestra le ha dado la victoria,
su santo brazo. R.

El Señor da a conocer su salvación,
revela a las naciones su justicia.
Se acordó de su misericordia y su fidelidad
en favor de la casa de Israel. R.

Los confines de la tierra han contemplado
la salvación de nuestro Dios.
Aclama al Señor, tierra entera;
gritad, vitoread, tocad. R.

Segunda lectura

Lectura de la primera carta del Apóstol San Juan 4, 7-10

Queridos hermanos, amémonos unos a otros, ya que el amor es de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor.
En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene: en que Dios envió al mundo a su Unigénito, para que vivamos por medio de él.
En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y nos envió a su Hijo como víctima de propiciación por nuestros pecados.

Evangelio del día

Lectura del santo Evangelio según San Juan 15, 9-17

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor.
Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor.
Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud.
Este es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado.
Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos.
Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando.
Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer.
No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto permanezca.
De modo que lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo dé.
Esto os mando: que os améis unos a otros».

comentario del domingo

EL TIEMPO DEL ESPÍRITU

(6º Domingo de Pascua -B-, 5 de mayo de 2024)

La Iglesia, animada por el Espíritu Santo

En todo el tiempo de Pascua, la lectura de los Hechos de los apóstoles recuerda continuamente que el nacimiento y desarrollo de la primitiva Iglesia fue obra del Espíritu Santo, que Jesús resucitado y ascendido al cielo envió a sus discípulos para que perpetuasen su obra de salvación. De este modo, el episodio de la conversión de un importante soldado romano – que se lee este domingo – muestra cómo el Espíritu Santo impulsaba la obra misionera de la Iglesia naciente, inspirando a Pedro para que incorporase los primeros gentiles a la comunidad cristiana por medio del Bautismo.      

Más aún, Dios se adelantó a la indecisión de Pedro, que dudaba en abrir de este modo las puertas de la Iglesia, y así cayeron las fronteras del antiguo Israel y comenzó la andadura del nuevo pueblo de Dios, de toda raza, pueblo y lengua. Esto es un motivo de acción de gracias para nosotros, que venimos de la Iglesia de los gentiles.

Fue el Señor quien quiso abrirnos esta puerta, con su redención universal; por eso damos un nuevo sentido a los cánticos del Antiguo Testamento y proclamamos con el Salmo responsorial 97: El Señor revela a las naciones su justicia; los confines de la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios. Porque ya no se trata de una justicia de castigo, ni de una victoria guerrera de Israel, sino de la justicia que Dios otorga gratuitamente a todos los creyentes, haciéndolos “justos” para Él; y también de la victoria que Cristo logró para nosotros sobre el pecado y la muerte.

La despedida de Jesús y su mandamiento nuevo.

Después de haber escuchado el domingo pasado la alegoría de la vid que es Cristo y su aplicación personal: Sin mí no podéis hacer nada (Jn 15, 5), seguimos leyendo en el Evangelio de Juan el discurso de despedida de Jesús en la última Cena, y llegamos a lo que podríamos llamar su “testamento espiritual”. Ahora recibimos estas palabras en un contexto diferente, como despedida antes de la fiesta de la Ascensión, pero es el mismo Jesús, presidiendo la mesa de su Cena mística, el que nos entrega el núcleo esencial de su mensaje: Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que yo os mando: que os améis unos a otros como yo os he amado (Jn 15, 14 y 12).

No se trata de un mandamiento abstracto o genérico, como “sed buenos unos con otros”, sino que Jesús se pone como modelo concreto de la nueva manera de amar, propia de Dios, que el Hijo de Dios llevó a la perfección en el mundo: Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos (Jn 15, 13). El amor humano, aunque sea muchas veces generoso, se basa en motivaciones humanas y es siempre voluble y efímero; sin embargo, el amor de Cristo es fuerte como la muerte, es decisivo, como la creación del mundo, y es comprometedor como se entrega a la voluntad del Padre. El mismo grupo de amigos de Jesús no es fruto de la atracción que sintieron por Él, fue Jesús quien los eligió gratuitamente y los hizo amigos suyos, dándoles su Espíritu, como a nosotros, con un amor regenerador.

El amor que viene de Dios

Del mismo modo que el Espíritu Santo anima a la Iglesia de Cristo, así también desarrolla la obra (creadora, redentora, santificadora) de Dios en lo íntimo de cada cristiano. El espíritu nos hizo nacer de Dios y nos ayuda a mantenernos en Cristo, actuando según su palabra. Precisamente el mandamiento del amor es el fundamento del testamento de Jesús, que el apóstol Juan conservó y proclamo repetidamente en esta primera carta que estamos leyendo este año en la cincuentena pascual. Hoy llegamos al párrafo central y más conocido: Amémonos unos a otros, ya que el amor es de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor (1 Jn 4, 7-8; Segunda lectura).

Aquí no se trata de cualquier clase de amor, sino de un don de Dios, gracia del Espíritu Santo, que nos puede llevar a amar a la manera de Dios: dando antes que pidiendo, creando antes que atesorando, entregándose por los demás antes que deseándolos para uno mismo o utilizándolos.

El Matrimonio, el Orden sacerdotal, la consagración religiosa, la vida laical apostólica como concreciones del Bautismo y, sobre todo, la Eucaristía, son sacramentos del amor de Dios, carisma en los fieles que lo reciben y signo de esta divina caridad en el mundo.

Así amó Jesús, imitando el amor creador y generoso de su Padre celeste. Si amamos así, es que permanecemos en la gracia del Bautismo y podemos sentir que vivimos como nacidos de Dios, del agua y del Espíritu Santo (Cf. Jn 3, 5).

LA PALABRA DE DIOS EN ESTE DOMINGO

Primera lectura. Hechos de los apóstoles 10, 25-26.34-35-44-48: El episodio de la conversión de un importante soldado romano muestra cómo el Espíritu Santo impulsaba la obra misionera de la Iglesia naciente, inspirando a Pedro para que incorporase los primeros gentiles a la comunidad cristiana por medio del Bautismo.

Segunda lectura. 1 Juan 4, 7-10: El mandamiento del amor es la esencia del testamento de Jesús, que el apóstol Juan conservó y proclamó repetidamente en esta primera carta que estamos leyendo este año en la cincuentena pascual.

Evangelio de Juan 15, 9-17: En el discurso de despedida, Jesús se propone a sí mismo como ejemplo del amor que debe distinguir a los cristianos. Nadie tuvo amor mayor que Él, que dio su vida por sus amigos.

Otro comentario al evangelio

Domingo, 28 de abril de 2024, 5º de Pascua

Lecturas:

Hch 9, 26-31. Saulo se quedó con ellos.

Sal 21, 26-32. El Señor es mi alabanza en la gran asamblea.

1 Jn 3, 18-24 Éste es su mandamiento, que creamos y nos amemos.

Jn 15, 1-8 El que permanece en mí y yo en él ése da fruto abundante.

El que es de Cristo es una criatura nueva y va dando frutos de santidad. Pero para poder dar esos frutos, la clave está en permanecer unidos a Cristo, porque sin mí no podéis hacer nada.

La Palabra nos ha dado algunas pistas de lo que significa ese permanecer.

El que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante. Estamos llamados a vivir una relación personal, una relación de amor: vivir en comunión con el Señor, tener sus mismos sentimientos y actitudes. Preguntarle cada día: Señor, ¿qué quieres de mí? ¿Cómo quieres que viva hoy? Ser cristiano no es un moralismo, un cumplimiento de normas, sino un seguimiento del Señor, un dejarte llevar por donde Él quiera llevarte.

Vosotros ya estáis limpios por las palabras que os he hablado. El discípulo vive de escuchar al Maestro, de dejarse “podar” por la Palabra, que tiene vida eterna. De dejar que esta Palabra te vaya re-creando, dándote la mente de Cristo.

Quien guarda sus mandamientos permanece en Dios, y Dios en él. El amor se manifiesta en la fidelidad, fidelidad a la Palabra, fidelidad a la vocación que Dios te ha dado, fidelidad a la misión. Este es el espíritu del enamorado, del hijo.

La Iglesia se iba construyendo y progresaba en el temor del Señor, y se multiplicaba, con el consuelo del Espíritu Santo. Permanecer en el Cuerpo de Cristo, que es la Iglesia. No has sido creado para la soledad, sino para la relación, la comunión y la donación. Darás fruto si vives en comunión con la Iglesia, con los hermanos que el Señor te ha dado. Darás fruto viviendo la fe en la Iglesia, recibiendo de ella los sacramentos, especialmente la Eucaristía y alabando al Señor con los hermanos y sirviéndoles con generosidad.

Y todo ello animado por el Espíritu Santo. No en tus fuerzas, sino en la fuerza del Espíritu. Sin mí no podéis hacer nada. Dejándote llenar por sus dones, acogiendo los carismas y buscando en todo la gloria de Dios y no la tuya. Buscando en todo hacer la voluntad de Dios y no la tuya.

Jesucristo es la piedra angular sobre la que el Espíritu Santo quiere construir el edificio de tu vida.

¡Ánimo! ¡Ábrete al don del Espíritu Santo! ¡Déjate renovar y construir por Él! Entonces vivirás lo que cantamos en el Salmo: los desvalidos comerán hasta saciarse, alabarán al Señor los que lo buscan… Me hará vivir para él… contarán… todo lo que hizo el Señor.

¡Feliz Domingo! ¡Feliz Eucaristía!

¿No ardía nuestro corazón al escuchar su Palabra? (Cf. Lc 24, 32).

¡Ven Espíritu Santo! (cf. Lc 11, 13).

Otro comentario al evangelio

Jn 15, 1-8. “Yo soy la vid, vosotros los sarmientos”. Jesús utiliza la imagen de la vid y los sarmientos para hacernos comprender la necesidad de que entre nosotros y Él exista una relación de máxima intimidad, de comunión total. Eso supone también una acción purificadora. Los sarmientos que no producen fruto deben ser arrancados y los que producen fruto deben ser podados para que den más fruto. El Señor no quiere el conformismo, espera el máximo de cada uno de nosotros. Hemos de eliminar el mal de nuestro interior y poner todo lo que somos al servicio del bien y de la fecundidad del evangelio. Es fundamental reconocer que sin Jesús no podemos hacer nada, que solos nos desorientamos, nos secamos. La unión con Jesús nos garantiza ser escuchados en nuestra oración y que se realice lo que pedimos. Fortalezcamos nuestra unión con Jesús.

fiesta del 9 D'OCTUBRE

En la Diócesis de Valencia

Aniversario de la dedicación de la S.I. Catedral de Valencia.

En la Diócesis de Valencia

 Aniversario de la dedicación de la S.I. Catedral de Valencia.

(9 de octubre de 2023)

Al llegar esta fecha histórica en que recordamos el segundo nacimiento del pueblo cristiano valenciano, después de un periodo de oscuridad en el que nunca dejó de estar presente, conviene que tengamos presente esta festividad que nos hace presente el misterio de la Iglesia a través del templo mayor de nuestra archidiócesis, donde está la cátedra y el altar del que está con nosotros en el lugar de los apóstoles, como sucesor suyo. La sede de tantas peregrinaciones  y de innumerables vistas individuales, brilla en este día con la luz de la Esposa de Cristo, engalanada para las nupcias salvadoras.

El 9 de octubre evoca la fundación del reino cristiano de Valencia y la libertad del culto católico en nuestras tierras. Ese mismo día, la comunidad fiel valenciana tuvo de nuevo su iglesia mayor, dedicada a Santa María, y estos dos acontecimientos forman parte de una misma historia. Es una fiesta que nos afianza en la comunión eclesial en torno a la iglesia madre, donde tiene su sede el Pastor de la Iglesia local de Valencia, el templo que fue llamado a custodiar el sagrado Cáliz de la Cena del Señor, símbolo del sacrificio de amor de Jesucristo y de la comunión eucarística en la unidad de la santa Iglesia.

El aniversario de la dedicación

El 9 de octubre será para la comunidad cristiana de Valencia una fiesta perpetua, pero en cada aniversario resuena con más fuerza que nunca el eco de aquella preciosa y feliz celebración en que nuestro templo principal, la iglesia madre, apareció con la belleza que habían pretendido que tuviera aquellos generosos antepasados nuestros que lo comenzaron.

La belleza de la casa de Dios, sin lujos, pero con dignidad, tanto en las iglesias modestas como en las más importantes o cargadas de arte e historia, lo mismo que la enseñanza de sus signos, nos hablan del misterio de Dios que ha querido poner su tabernáculo entre nosotros y hacernos templo suyo.

Al contemplar las catedrales sembradas por Europa, en ciudades grandes o pequeñas, nos asombra el esfuerzo que realizaron quienes sabían que no verían culminada su obra. En nuestro tiempo, cuando domina lo funcional, nos resulta difícil comprender esas alturas “inútiles”, esos detalles en las cubiertas y las torres, esas moles que, cuando se levantaron, destacarían mucho más que ahora, entre casas de uno o dos pisos. Pero lo cierto es que también ahora se construyen edificios cuyo tamaño excede con mucho al espacio utilizable; nos dicen que es para prestigiar las instituciones que albergan, y eso es lo que pretendían nuestros antepasados para la casa de Dios y de la Iglesia; eso, seguramente, y otras cosas que se nos escapan.

Una construcción que no ha terminado

El aniversario de la dedicación nos recuerda un día de gracia, pero también nos impulsa hacia el futuro. En efecto, de la misma manera que los sacramentos de la Iniciación, a saber, el Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía, ponen los fundamentos de toda la vida cristiana, así también la dedicación del edificio eclesial significa la consagración de una Iglesia particular representada en la parroquia.

En este sentido el Aniversario de la dedicación, es como la fiesta conmemorativa del Bautismo, no de un individuo sino de la comunidad cristiana y, en definitiva, de un pueblo santificado por la Palabra de Dios y por los sacramentos, llamado a crecer y desarrollarse, en analogía con el cuerpo humano, hasta alcanzar la medida de Cristo en la plenitud (cf. Col 4,13-16). El aniversario que estamos celebrando constituye una invitación, por tanto, a hacer memoria de los orígenes y, sobre todo, a recuperar el ímpetu que debe seguir impulsando el crecimiento y el desarrollo de la parroquia en todos los órdenes.

Una veces sirviéndose de la imagen del cuerpo que debe crecer y, otras, echando mano de la imagen del templo, San Pablo se refiere en sus cartas al crecimiento y a la edificación de la Iglesia (cf. 1 Cor 14,3.5.6.7.12.26; Ef 4,12.16; etc.). En todo caso el germen y el fundamento es Cristo. A partir de Él y sobre Él, los Apóstoles y sus sucesores en el ministerio apostólico han levantado y hecho crecer la Iglesia (cf. LG 20; 23).

Ahora bien, la acción apostólica, evangelizadora y pastoral no causa, por sí sola, el crecimiento de la Iglesia. Ésta es, en realidad, un misterio de gracia y una participación en la vida del Dios Trinitario. Por eso San Pablo afirmaba: «Ni el que planta ni el que riega cuentan, sino Dios que da el crecimiento» (1 Cor 3,7; cf. 1 Cor 3,5-15). En definitiva se trata de que en nuestra actividad eclesial respetemos la necesaria primacía de la gracia divina, porque sin Cristo «no podemos hacer nada» (Jn 15,5).

Las palabras de San Agustín en la dedicación de una nueva iglesia; quince siglos después parecen dichas para nosotros:

«Ésta es la casa de nuestras oraciones, pero la casa de Dios somos nosotros mismos. Por eso nosotros… nos vamos edificando durante esta vida, para ser consagrados al final de los tiempos. El edificio, o mejor, la construcción del edificio exige ciertamente trabajo; la consagración, en cambio, trae consigo el gozo. Lo que aquí se hacía, cuando se iba construyendo esta casa, sucede también cuando los creyentes se congregan en Cristo. Pues, al acceder a la fe, es como si se extrajeran de los montes y de los bosques las piedras y los troncos; y cuando reciben la catequesis y el bautismo, es como si fueran tallándose, alineándose y nivelándose por las manos de artífices y carpinteros. Pero no llegan a ser casa de Dios sino cuando se aglutinan en la caridad» (Sermón 336, 1, Oficio de lectura del Común de la Dedicación de una iglesia).

Jaime Sancho Andreu

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