LA PALABRA DEL DÍA

Evangelio del día

Lunes, 20 de enero de 2025
Lectura del santo evangelio según san Marcos 2, 18-22

En aquel tiempo, como los discípulos de Juan y los fariseos estaban ayunando, vinieron unos y le preguntaron a Jesús:

En aquel tiempo, como los discípulos de Juan y los fariseos estaban ayunando, vinieron unos y le preguntaron a Jesús:
«Los discípulos de Juan y los discípulos de los fariseos ayunan. ¿Por qué los tuyos no?».

Jesús les contesta:
«¿Es que pueden ayunar los amigos del esposo, mientras el esposo está con ellos? Mientras el esposo está con ellos, no pueden ayunar.

Llegarán días en que les arrebatarán al esposo, y entonces ayunarán en aquel día.

Nadie echa un remiendo de paño sin remojar a un manto pasado; porque la pieza tira del manto —lo nuevo de lo viejo— y deja un roto peor.

Tampoco se echa vino nuevo en odres viejos; porque el vino revienta los odres, y se pierden el vino y los odres; a vino nuevo, odres nuevos».

Martes, 21 de enero de 2025
Lectura del santo evangelio según san Marcos 2, 23-28

Sucedió que un sábado Jesús atravesaba un sembrado, y sus discípulos, mientras caminaban, iban arrancando espigas.

Sucedió que un sábado Jesús atravesaba un sembrado, y sus discípulos, mientras caminaban, iban arrancando espigas.

Los fariseos le preguntan:
«Mira, ¿por qué hacen en sábado lo que no está permitido?».

Él les responde:
«¿No habéis leído nunca lo que hizo David, cuando él y sus hombres se vieron faltos y con hambre, cómo entró en la casa de Dios, en tiempo del sumo sacerdote Abiatar, comió de los panes de la proposición, que solo está permitido comer a los sacerdotes, y se los dio también a quienes estaban con él?».

Y les decía:
«El sábado se hizo para el hombre y no el hombre para el sábado; así que el Hijo del hombre es señor también del sábado».

Miércoles, 22 de enero de 2025
Lectura del santo evangelio según san Marcos 3, 1-6

En aquel tiempo, Jesús entró otra vez en la sinagoga y había allí un hombre que tenía una mano paralizada. Lo estaban observando, para ver si lo curaba en sábado y acusarlo.

En aquel tiempo, Jesús entró otra vez en la sinagoga y había allí un hombre que tenía una mano paralizada. Lo estaban observando, para ver si lo curaba en sábado y acusarlo.

Entonces le dice al hombre que tenía la mano paralizada:
«Levántate y ponte ahí en medio».

Y a ellos les pregunta:
«¿Qué está permitido en sábado?, ¿hacer lo bueno o lo malo?, ¿salvarle la vida a un hombre o dejarlo morir?».

Ellos callaban. Echando en torno una mirada de ira y dolido por la dureza de su corazón, dice al hombre:
«Extiende la mano».

La extendió y su mano quedó restablecida.

En cuanto salieron, los fariseos se confabularon con los herodianos para acabar con él.

Jueves, 23 de enero de 2025
Lectura del santo evangelio según san Marcos 3, 7-12

En aquel tiempo, Jesús se retira con sus discípulos a la orilla del mar y lo siguió una gran muchedumbre de Galilea.

En aquel tiempo, Jesús se retira con sus discípulos a la orilla del mar y lo siguió una gran muchedumbre de Galilea.

Al enterarse de las cosas que hacía, acudía mucha gente de Judea, Jerusalén, Idumea, Transjordania y cercanías de Tiro y Sidón.

Encargó a sus discípulos que le tuviesen preparada una barca, no lo fuera a estrujar el gentío.

Como había curado a muchos, todos los que sufrían de algo se le echaban encima para tocarlo.

Los espíritus inmundos, cuando lo veían, se postraban ante él y gritaban:
«Tú eres el Hijo de Dios».

Pero él les prohibía severamente que lo diesen a conocer.

Viernes, 24 de enero de 2025
Lectura del santo evangelio según san Marcos 3, 13-19

En aquel tiempo, Jesús subió al monte, llamó a los que quiso y se fueron con él.

En aquel tiempo, Jesús subió al monte, llamó a los que quiso y se fueron con él.

E instituyó doce para que estuvieran con él y para enviarlos a predicar, y que tuvieran autoridad para expulsar a los demonios:

Simón, a quien puso el nombre de Pedro, Santiago el de Zebedeo, y Juan, el hermano de Santiago, a quienes puso el nombre de Boanerges, es decir, los hijos del trueno, Andrés, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago el de Alfeo, Tadeo, Simón el de Caná y Judas Iscariote, el que lo entregó.

Sábado, 25 de enero de 2025
Lectura del santo Evangelio según san Marcos 16, 15-18

En aquel tiempo, Jesús se apareció a los once y les dijo:

En aquel tiempo, Jesús se apareció a los once y les dijo:

«Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación.

El que crea y sea bautizado se salvará; el que no crea será condenado.

A los que crean, les acompañarán estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos».

Comentario al evangelio de hoy

Martes, 21 de enero de 2025

Santa Inés

Lecturas:

Heb 6, 10-20. La esperanza que se nos ha dado es segura y firme.

Sal 110, 1-2. 4-5. 910. El Señor recuerda siempre su alianza.

Mc 2, 23-28. El sábado se hizo para el hombre y no el hombre para el sábado.

En el evangelio, vemos cómo Jesús se proclama señor del sábado. Una afirmación que, sin duda, desconcertó a los que le escuchaban: sólo Dios es Señor del sábado, con lo cual, Jesús está diciendo que aquí hay uno que es más que David, que es verdadero Dios y verdadero hombre.

Y esto es toda una invitación a la confesión de fe para nosotros. ¿Quién es Jesús para ti?, ¿Qué lugar ocupa en tu vida?

Dicho de otra forma: ¿Quién es el Señor de tu vida? ¿Quién es el Señor de tu matrimonio, de tu consagración religiosa, de tu noviazgo, de tu sacerdocio, de tu juventud…? ¿Quién es el Señor de tu trabajo, de tu tiempo, de tu dinero, de tu diversión…? En este tiempo complicado, ¿quién es el Señor de tus miedos, de tus incertidumbres…, de tu vida?

¿A quién le preguntas cada día cómo tienes que vivir? ¿A tu corazón, herido por el pecado original? ¿A las modas del mundo?

Ser cristiano no es un mero cumplimiento de normas, es vivir enamorados de Jesucristo y dejar que Él sea el Señor de tu vida, ¡de toda tu vida!

Y, entonces, podemos vivir con esperanza, que descansa en la fidelidad de Dios, pues es imposible que Dios mienta, cobremos ánimos y fuerza los que buscamos refugio en él, aferrándonos a la esperanza que tenemos delante. La cual es para nosotros como ancla del alma.

Porque tenemos la certeza de que ya estamos salvados por la muerte y la resurrección de Jesucristo que ha conseguido ya la entrada en el santuario, más allá de la cortina, donde entró, como precursor, por nosotros, Jesús, Sumo Sacerdote para siempre según el rito de Melquisedec.

Esta salvación Jesucristo te la regala gratuitamente. No te la tienes que ganar, pero la tienes que acoger: Dios que te creó sin ti, no te salvará sin ti (San Agustín).

Recibid el poder del Espíritu y sed mis testigos (Cf. Hch 1, 8).

¡Ven Espíritu Santo! (cf. Lc 11, 13)

Otro comentario al Evangelio

Mc 2, 23-28. “El sábado se hizo para el hombre”. Uno de los principales conflictos de Jesús con los fariseos es respecto al modo de entender la ley. Los fariseos la consideran como un valor absoluto que se debe cumplir a rajatabla, en todo momento y situación. Está por encima de cada persona y de su capacidad de discernir. Jesús, al contrario, considera que el único valor absoluto es el ser humano, cada persona tiene una importancia irreemplazable porque es un ser único, además de su condición de hijo de Dios. Por tanto, en el cumplimiento de la ley hay excepciones, como el mismo Jesús demuestra con el ejemplo de David y sus hombres que comieron de los panes ofrecidos al Señor. La enseñanza fundamental es que la ley está al servicio del hombre y de su bien particular y no al revés.

19 de enero. II Domingo del tiempo ordinario
Año Litúrgico 2025 (Ciclo C)

Primera lectura

Lectura del Profeta Isaías 62, 1-5

Por amor a Sion no callaré, por amor de Jerusalén no descansaré, hasta que rompa la aurora de su justicia, y su salvación llamee como antorcha.

Los pueblos verán tu justicia, y los reyes tu gloria; te pondrán un nombre nuevo, pronunciado por la boca del Señor.

Serás corona fúlgida en la mano del Señor y diadema real en la palma de tu Dios.

Ya no te llamarán «Abandonada», ni a tu tierra «Devastada»; a ti te llamarán «Mi predilecta», y a tu tierra «Desposada», porque el Señor te prefiere a ti, y tu tierra tendrá un esposo.

Como un joven se desposa con una doncella, así te desposan tus constructores. Como se regocija el marido con su esposa, se regocija tu Dios contigo.

Salmo

Salmo 95, 1-2a. 2b-3. 7-8a. 9-10a y c
R/. Contad las maravillas del Señor a todas las naciones.

Cantad al Señor un cántico nuevo,
cantad al Señor, toda la tierra;
cantad al Señor, bendecid su nombre. R/.

Proclamad día tras día su victoria.
Contad a los pueblos su gloria,
sus maravillas a todas las naciones. R/.

Familias de los pueblos, aclamad al Señor,
aclamad la gloria y el poder del Señor,
aclamad la gloria del nombre del Señor. R/.

Postraos ante el Señor en el atrio sagrado,
tiemble en su presencia la tierra toda.
Decid a los pueblos: «El Señor es rey:
él gobierna a los pueblos rectamente». R/.

Segunda lectura

Lectura de la primera carta del Apóstol San Pablo a los Corintios 12, 4-11

Hermanos:
Hay diversidad de carismas, pero un mismo Espíritu; hay diversidad de ministerios, pero un mismo Señor; y hay diversidad de actuaciones, pero un mismo Dios que obra todo en todos.

Pero a cada cual se le otorga la manifestación del Espíritu para el bien común.

Y así uno recibe del Espíritu el hablar con sabiduría; otro, el hablar con inteligencia, según el mismo Espíritu. Hay quien, por el mismo Espíritu, recibe el don de la fe; y otro, por el mismo Espíritu, don de curar. A este le ha concedido hacer milagros; a aquel, profetizar. A otro, distinguir los buenos y malos espíritus. A uno, la diversidad de lenguas; a otro, el don de interpretarlas.

El mismo y único Espíritu obra todo esto, repartiendo a cada uno en particular como él quiere.

Evangelio del domingo

Lectura del santo Evangelio según San Juan 2, 1-11

En aquel tiempo, había una boda en Caná de Galilea, y la madre de Jesús estaba allí. Jesús y sus discípulos estaban también invitados a la boda.

Faltó el vino, y la madre de Jesús le dice:
«No tienen vino».

Jesús le dice:
«Mujer, ¿qué tengo yo que ver contigo? Todavía no ha llegado mi hora».

Su madre dice a los sirvientes:
«Haced lo que él os diga».

Había allí colocadas seis tinajas de piedra, para las purificaciones de los judíos, de unos cien litros cada una.

Jesús les dice:
«Llenad las tinajas de agua».

Y las llenaron hasta arriba.

Entonces les dice:
«Sacad ahora y llevadlo al mayordomo».

Ellos se lo llevaron.

El mayordomo probó el agua convertida en vino sin saber de dónde venía (los sirvientes sí lo sabían, pues habían sacado el agua), y entonces llama al esposo y le dice:
«Todo el mundo pone primero el vino bueno y, cuando ya están bebidos, el peor; tú, en cambio, has guardado el vino bueno hasta ahora».

Este fue el primero de los signos que Jesús realizó en Caná de Galilea; así manifestó su gloria y sus discípulos creyeron en él.

comentario

LA TERCERA EPIFANÍA DEL SALVADOR

por Jaime Sancho Andreu

(2º Domingo ordinario -C-, 19 – Enero – 2025)

El comienzo de la “vida pública” de Jesús.          

Estamos acompañando a Jesús en los primeros pasos de su vida pública y, en este año C, a la conmemoración del Bautismo sigue inmediatamente el episodio de las Bodas de Caná.

El milagro de la conversión del agua en vino muchos significados: eucarístico, matrimonial, mariano…, pero, litúrgicamente, es la tercera parte del “tríptico de la Epifanía” del Señor, junto con la adoración de los Magos y el Bautismo en el Jordán.

En este episodio evangélico aparece también con gran protagonismo la Madre de Jesús, María, como figura de la Iglesia-Madre-Intercesora.  En Caná, efectivamente,  como leemos hoy en el Evangelio, Jesús comenzó sus signos, manifestó su gloria y creció la fe de sus discípulos en él (Jn 2,11). Estamos en el tercer momento de la Epifanía inicial del Salvador, tal como cantábamos en las vísperas del 6 de enero:

Veneramos este día santo, honrado con tres prodigios: hoy la estrella condujo a los magos al pesebre; hoy, el agua se convirtió en vino en las bodas de Caná; hoy, Cristo fue bautizado por Juan en el Jordán, para salvarnos. Aleluya.          

La triple epifanía del Salvador

Ahora conocemos el misterio que se encerraba en el niño de Belén: Quién es, para qué viene y para quiénes viene. Es el Hijo eterno de Dios, proclamado por el Padre y ungido en su humanidad por el Espíritu; es el que viene a unir consigo en nupcias eternas lo divino y lo humano, para que se salve todo lo que Él asumió, y es el Mesías enviado a todas las naciones que, aún a tientas, como los Magos, buscan la salvación.

La intercesión maternal de María

Al llegar a Caná de Galilea, Jesús ha reunido ya a la primitiva comunidad de los discípulos que llegarán a ser «apóstoles». A la cabeza de esta Iglesia de la primera hora, junto al Señor, está María, a quien el evangelista presenta con mucha mayor importancia de la que el texto nos revela a primera vista. Para empezar, una vez que María advierte la falta de vino y lo hace notar a Jesús, éste la llama “Mujer”, que era un tratamiento de nobleza, equivalente a “Señora”, como la llamará cuando esté ella al pie de la cruz. Es verdad que todavía no ha llegado la hora de la plena glorificación y manifestación de Jesús como Mesías, pero ella, consciente o no, anticipa esta hora grande diciendo a los criados: “Haced lo que él os diga”, palabras solemnes que encontramos asimismo en el Génesis, en la historia de José, cuando el faraón decía a los egipcios que se habían quedado sin alimento: “Id a José y haced lo que él os diga” (Gen 41,55). Como en las historias de los Libros de los Reyes, María, la Madre del Rey, hace posible que éste comience su reinado; casi podríamos decir que sin ella no existiría el reinado de Jesús.

Haciendo una lectura eclesial de este pasaje, resulta que la Iglesia actual, figurada en María, debe hacer posible que el poder de Cristo llegue a los hombres de nuestro tiempo. Ahora María nos dice a los fieles cristianos, y especialmente a los ministros del Señor: “Haced lo que él os diga”, imitad, continuad su obra, seguid sus normas, para transformar el mundo, tal como yo dije un día “Hágase en mí según tu palabra” (Lc 1, 38).

El vino mejor

Los Santos Padres explicaron que en Caná de Galilea se mostró el cambio de la Ley de Moisés a la de Cristo; y así lo predicaban: “El vino del Antiguo Testamento es bueno, pero el del Nuevo es mejor… porque convierte en gracia el sabor de la vida. Se trata de “buen vino” siempre que oigas hablar de un buen precepto de la Ley: “Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo”. Pero es mejor y más fuerte el vino del Evangelio, como cuando oyes decir: “Yo, en cambio, os digo: Amad a vuestros enemigos, y rezad por los que os persiguen” (Oficio de Lectura del 12 de enero).

La manifestación de Cristo como Esposo de la Iglesia.

Cristo se mostró en Caná como el Esposo mesiánico que inauguraba las bodas con la humanidad redimida, invitando a todos los presentes al vino mejor, en la última de las edades del hombre.

Ahora, en nuestros días, Cristo renueva sus bodas redentoras y creadoras mediante la unión de sus discípulos, cuando éstos se casan en el Señor (1 Cor 7, 39), haciendo lo que el enseña, no buscándose a sí mismos en un encuentro de egoísmos, sino ofreciéndose para formar una sola carne-vida y continuar la obra creadora de Dios.

En el matrimonio cristiano, por la invocación del Espíritu Santo en la bendición de los esposos, Cristo transforma el agua – el amor humano – en el sacramento del amor de Dios.

Cuando concluimos la celebración de este Tríptico de la Epifanía, comprendemos mejor lo que proclamaba la antífona del cántico evangélico de Laudes del 6 de enero: Hoy la Iglesia se ha unido a su celeste Esposo, porque, en el Jordán, Cristo la purifica de sus pecados; los magos acuden con regalos a las bodas del Rey, y los invitados se alegran por el agua convertida en vino. Aleluya.

LA PALABRA DE DIOS HOY

Primera lectura y Evangelio. Isaías 62,1-5 y Juan 2,1-11: El Mesías había sido profetizado como el Esposo de Israel, que había de llenar de alegría a su pueblo. Por ello Jesús comienza su ministerio salvador animando con su presencia una sencilla fiesta de bodas y enriqueciendo su significado con el primero de sus «signos» milagrosos.

Segunda lectura. 1 Cor 12,4-11: Hasta el domingo octavo se leerá aquella parte de la primera carta a los Corintios, donde san Pablo respondía a preguntas que le había hecho aquella comunidad acerca de los carismas y de la resurrección de los muertos.

Otro comentario al evangelio

Sábado, 29 de junio de 2024

San Pedro y San Pablo

Lecturas:

Hch 12, 1-11. El Señor ha enviado a su ángel para librarme.

Sal 33, 2-9. El ángel del Señor librará a los que temen a Dios.

2 Tm 4, 6-8.17-18. He corrido hasta la meta, he mantenido la fe.

Mt 16, 13-19. Tú eres Pedro y te daré las llaves del Reino de los Cielos.

La fiesta de San Pedro y San Pablo, apóstoles, es una grata memoria de los grandes testigos de Jesucristo y una solemne confesión de fe en la Iglesia una, santa, católica y apostólica. Es una fiesta de la catolicidad.

Son las columnas de la Iglesia. Ellos han transmitido la fe y sobre ellos se edifica la Iglesia. Fueron elegidos por el Señor para ser testigos de la Buena Noticia.

Siendo débiles y pecadores fueron elegidos por Dios para que en su debilidad se manifestara la fuerza y la grandeza de Dios. Ellos hicieron de Jesucristo, el Señor de su vida, el centro de su existencia, la razón y la fuerza para vivir.

En el Evangelio escuchamos cómo Jesús dirige a sus discípulos la pregunta del millón, que no es ¿quién dice la gente que es el Hijo del Hombre?, sino Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?

Esta es la pregunta clave también para ti, hoy. En la respuesta que des a esta pregunta te va la vida.

¿Quién es Jesús para ti? ¿Qué pinta Jesucristo en tu vida? ¿Quién es el Señor de tu vida? ¿Quién dirige tu vida? ¿A quién le preguntas cómo tienes que vivir cada día?

San Pedro y San Pablo pudieron, por el don del Espíritu Santo (cf. 1 Co 12, 3), confesar que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios vivo, o Para mí la vida es Cristo (cf. Flp 1, 21).

Jesucristo elige, de entre todos los apóstoles, a Pedro como cabeza de la Iglesia. Este oficio pastoral de Pedro y de los demás apóstoles pertenece a los cimientos de la Iglesia, y se continúa por los obispos bajo el primado del Papa (cf. Catecismo 881). El Papa ha sido puesto por Jesucristo para enseñar, santificar y gobernar la Iglesia.

El papel, el servicio eclesial de Pedro tiene su fundamento en la confesión de fe en Jesús.

La memoria de San Pedro nos invita a confesar que Jesús es el Señor, a tenerle a Él como único Maestro, a permanecer siempre fieles a las enseñanzas de Jesucristo que vive en su cuerpo, que es la Iglesia.

La memoria de San Pablo nos invita a la nueva evangelización, a ser apóstoles, a no tener miedo de dar la cara por Cristo, porque sé de quién me he fiado y que tiene poder para asegurar hasta el final el encargo que me dio (cf 2 Tim 1, 12s).

¡Ven, Espíritu Santo! ¡Haz llover, para que crezca en mí la fe y el amor a Jesucristo y a su cuerpo, que es la Iglesia!

¿No ardía nuestro corazón al escuchar su Palabra? (Cf. Lc 24, 32).

¡Ven Espíritu Santo! 🔥 (cf. Lc 11, 13).

Otro comentario al evangelio

Lc 2, 16-21. “Le pusieron por nombre Jesús”. Hoy se cumplen ocho días del nacimiento de Jesús. Era el momento de la circuncisión y de poner al niño el nombre. Jesús significa “Dios salva”. Es lo que ha venido a comunicar y a realizar: la salvación de la humanidad por medio de Dios. Los que han tenido ocasión de acercarse al portal, fundamentalmente los pastores, salen transformados y se convierten en testigos de lo que ven y lo que oyen. Dan gloria y alaban a Dios por su acción en nuestra tierra. María también nos da una lección. Nos enseña a contemplar nuestra vida, repasando en la memoria las cosas más importantes para conservarlas en nuestro corazón. Este día es también la Jornada Mundial de la Paz. Es ocasión para que recemos por los que sufren los conflictos y nos comprometamos en promover la paz. FELIZ AÑO NUEVO

26 de enero. III Domingo del tiempo ordinario
Año Litúrgico 2025 (Ciclo C)

Primera lectura

Lectura del Libro de Nehemías 8, 2-4a. 5-6. 8-10

En aquellos días, el día primero del mes séptimo, el sacerdote Esdras trajo el libro de la ley ante la comunidad: hombres, mujeres y cuantos tenían uso de razón. Leyó el libro en la plaza que está delante de la Puerta del Agua, desde la mañana hasta el mediodía, ante los hombres, las mujeres y los que tenían uso de razón. Todo el pueblo escuchaba con atención la lectura de la ley.

El escriba Esdras se puso en pie sobre una tribuna de madera levantada para la ocasión.

Esdras abrió el libro en presencia de todo el pueblo, de modo que toda la multitud podía verlo; al abrirlo, el pueblo entero se puso de pie. Esdras bendijo al Señor, el Dios grande, y todo el pueblo respondió con las manos levantadas:
«Amén, amén».

Luego se inclinaron y adoraron al Señor, rostro en tierra.

Los levitas leyeron el libro de la ley de Dios con claridad y explicando su sentido, de modo que entendieran la lectura.

Entonces, el gobernador Nehemias, el sacerdote y escriba Esdras, y los levitas que instruían al pueblo dijeron a toda la asamblea:
«Este día está consagrado al Señor, vuestro Dios: No estéis tristes ni lloréis» (y es que todo el pueblo lloraba al escuchar las palabras de la ley).

Y añadieron:
«Andad, comed buenas tajadas, bebed vino dulce y enviad porciones a quien no tiene, pues es un día consagrado a nuestro Dios. No estéis tristes, pues el gozo en el Señor es vuestra fortaleza».

Salmo

Salmo 18, 8. 9. 10. 15
R/. Tus palabras, Señor, son espíritu y vida.

La ley del Señor es perfecta
y es descanso del alma;
el precepto del Señor es fiel
e instruye al ignorante. R/.

Los mandatos del Señor son rectos
y alegran el corazón;
la norma del Señor es límpida
y da luz a los ojos. R/.

La voluntad del Señor es pura
y eternamente estable;
los mandamientos del Señor son verdaderos
y enteramente justos. R/.

Que te agraden las palabras de mi boca,
y llegue a tu presencia
el meditar de mi corazón,
Señor, roca mía, redentor mío. R/.

Segunda lectura

Lectura de la primera carta del Apóstol San Pablo a los Corintios 12, 12-30

Hermanos:

Lo mismo que el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, a pesar de ser muchos, son un solo cuerpo, así es también Cristo.

Pues todos nosotros, judíos y griegos, esclavos y libres, hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo. Y todos hemos bebido de un solo Espíritu.

Pues el cuerpo no lo forma un solo miembro sino muchos.

Si el pie dijera: «No soy mano, luego no formo parte del cuerpo», ¿dejaría por eso de ser parte del cuerpo? Si el oído dijera: «No soy ojo, luego no formo parte del cuerpo», ¿dejaría por eso de ser parte del cuerpo? Si el cuerpo entero fuera ojo, ¿cómo oiría? Si el cuerpo entero fuera oído, ¿cómo olería? Pues bien, Dios distribuyó el cuerpo y cada uno de los miembros como él quiso.

Si todos fueran un mismo miembro, ¿dónde estaría el cuerpo?

Los miembros son muchos, es verdad, pero el cuerpo es uno solo.

El ojo no puede decir a la mano: «No te necesito»; y la cabeza no puede decir a los pies: «No os necesito». Más aún, los miembros que parecen más débiles son más necesarios. Los que nos parecen despreciables, los apreciamos más. Los menos decentes, los tratamos con más decoro. Porque los miembros más decentes no lo necesitan.

Ahora bien, Dios organizó los miembros del cuerpo dando mayor honor a los que menos valían.

Así, no hay divisiones en el cuerpo, porque todos los miembros por igual se preocupan unos de otros.

Cuando un miembro sufre, todos sufren con él; cuando un miembro es honrado, todos se felicitan.

Pues bien, vosotros sois el cuerpo de Cristo, y cada uno es un miembro.

Y Dios os ha distribuido en la Iglesia: en el primer puesto los apóstoles, en el segundo los profetas, en el tercero los maestros, después vienen los milagros, luego el don de curar, la beneficencia, el gobierno, la diversidad de lenguas.

¿Acaso son todos apóstoles? ¿O todos son profetas? ¿O todos maestros? ¿O hacen todos milagros? ¿Tienen todos don para curar? ¿Hablan todos en lenguas o todos las interpretan?

Evangelio del domingo

Lectura del santo Evangelio según San Lucas 1, 1-4; 4, 14- 21

Ilustre Teófilo:

Puesto que muchos han emprendido la tarea de componer un relato de los hechos que se han cumplido entre nosotros, como nos los transmitieron los que fueron desde el principio testigos oculares y servidores de la palabra, también yo he resuelto escribírtelos por su orden, después de investigarlo todo diligentemente desde el principio, para que conozcas la solidez de las enseñanzas que has recibido.

En aquel tiempo, Jesús volvió a Galilea con la fuerza del Espíritu; y su fama se extendió por toda la comarca. Enseñaba en las sinagogas, y todos lo alababan.

Fue a Nazaret, donde se había criado, entró en la sinagoga, como era su costumbre los sábados, y se puso en pie para hacer la lectura. Le entregaron el rollo del profeta Isaías y, desenrollándolo, encontró el pasaje donde estaba escrito:

«El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado a evangelizar a los pobres, a proclamar a los cautivos la libertad, y a los ciegos, la vista; a poner en libertad a los oprimidos; a proclamar el año de gracia del Señor».

Y, enrollando el rollo y devolviéndolo al que lo ayudaba, se sentó. Toda la sinagoga tenía los ojos clavados en él.

Y él comenzó a decirles:
«Hoy se ha cumplido esta Escritura que acabáis de oír».

comentario del domingo

EL ESPÍRITU DEL SEÑOR ESTÁ SOBRE MÍ

por Jaime Sancho Andreu

(3º Domingo ordinario -C-, 26 – Enero – 2025)

La “vida pública” de Jesús según san Lucas

Después del episodio inicial de las bodas de Caná, tomado de san Juan, el leccionario C comienza a llevarnos con Jesús desde el comienzo de su vida pública, en la Sinagoga de Nazaret, hasta la víspera del comienzo de la Pasión en Jerusalén. Desde el Bautismo a la Cruz se abre un periodo que desgraciadamente fue muy breve y que los evangelistas sinópticos dividen en tres partes: predicación y milagros en Galilea, viaje hasta Jerusalén que concluye en la entrada solemne en la ciudad santa y estancia en Jerusalén que incluye las controversias con los judíos, el discurso sobre el fin de los tiempos y la Pasión y Resurrección, con una última cita en el país del norte. Es así como lo proclamaba el discurso de Pedro que leíamos en la fiesta del Bautismo de Cristo: Todo empezó en Galilea (Hech 10, 37).

El prólogo de Lucas

Este domingo se lee el prólogo del tercer Evangelio. Es un texto muy importante donde el autor sagrado explica la forma en que ha procedido, seleccionando y verificando los hechos y las palabras de Jesús que se divulgaban de palabra y por escrito, poniendo orden en el relato de manera que pudiera servir para la formación sólida y rigurosa de los nuevos cristianos.

La liturgia de la Palabra

El leccionario pasa por alto los relatos de la infancia de Jesús y nos lo muestra ya adulto, después del Bautismo y las tentaciones en el desierto. La descripción de la liturgia de la palabra de Dios en la sinagoga viene preparada por la primera lectura que relata la solemne proclamación de la Ley en el templo de Jerusalén, reconstruido a la vuelta del exilio de Babilonia, y nos describe el ritual de la sinagoga que siguió también Jesús y que es ejemplar para nuestra liturgia cristiana de la palabra. Ahora, en la Iglesia, Dios sigue hablando a su pueblo, la palabra inspirada se encarna en la palabra humana de Jesús, Palabra eterna de Dios, y la fuerza del Espíritu Santo anima la palabra proclamada, que se dirige directamente a la asamblea reunida.

Los primeros pasos de Jesús como Mesías: Nazaret

En su presentación como Maestro en la sinagoga de Nazaret, la profecía de Isaías se cumplió en Jesús, que se manifiesta como Cristo, el Ungido por el Espíritu, comenzando el “Hoy” de la salvación que llega hasta nosotros: El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido para anunciar la Buena Noticia a los pobres… para dar libertad a los oprimidos… (Lc 4, 18).

Dos cosas llaman la atención: el coraje de Jesús para asumir su misión y su humildad al designar su actividad como pura obediencia al “Espíritu del Señor” que está sobre él. Ambas cosas unidas caracterizan su convicción más profunda y muestran su personalidad única: su misión es el cumplimiento de todas las promesas de Dios, pero él la lleva a cabo como el verdadero “Siervo de Dios”.

Jesús anuncia y realiza la salvación

Nuestro Señor fue envido para anunciar y realizar la salvación, tal como lo enseñó el Concilio Vaticano II: “Dios, que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad (1 Tim., 2,4), habiendo hablado antiguamente en muchas ocasiones de diferentes maneras a nuestros padres por medio de los profetas (Hebr., 1,1), cuando llegó la plenitud de los tiempos envió a su Hijo, el Verbo hecho carne, ungido por el Espíritu Santo, para evangelizar a los pobres y curar a los contritos de corazón, como médico corporal y espiritual, mediador entre Dios y los hombres. En efecto, su humanidad, unida a la persona del Verbo, fue instrumento de nuestra salvación. Por esto en Cristo se realizó plenamente nuestra reconciliación y se nos dio la plenitud del culto divino” (Sacr. Conc. 5). Del mismo modo, la Iglesia continua la obra de Cristo anunciando la Buena Noticia y cooperando con él para que los hombres participen ya en su vida de los bienes espirituales del Reino y de los signos materiales de la salvación como son las curaciones, la mejora de las relaciones sociales y la liberación de las opresiones consecuencias del pecado.

Jesús y la Iglesia movidos por el mismo Espíritu Santo

Así como no podemos entender a Jesucristo sin reconocer la obra del Espíritu Santo en él, tampoco es posible comprender la vida de la Iglesia sin aceptar que el alma de la misma es el mismo Espíritu de Dios. Es como ocurre en el cuerpo humano (Segunda lectura): Cada uno tiene una tarea personal, insustituible, pero no para sí mismo, sino para el todo vivo; una tarea que cada cual debe cumplir en el Espíritu del todo. Y como todos hemos bebido de un solo Espíritu (1 Cor 12, 13) todo el que posee el Espíritu ha de vivir en el amor a los otros, en los otros. La Iglesia no es una simple asociación religiosa, regida por normas humanas, sino un misterio, una obra salvadora de Dios gracias a la acción del Espíritu Santo.

LA PALABRA DE DIOS EN ESTE DOMINGO

Primera lectura y Evangelio. Nehemías 8, 2-4ª.5-6.8-10 y Lucas 1, 1-4; 4, 14-21: En el principio de la vida pública de Jesús está su presentación como Maestro en la sinagoga de Nazaret. La profecía de Isaías se cumplió en Jesús, que se manifiesta como Cristo, el Ungido por el Espíritu, comenzando el “Hoy” de la salvación que llega hasta nosotros. La primera lectura relata la solemne lectura de la Ley en el templo de Jerusalén reconstruido a la vuelta del exilio de Babilonia y nos describe el ritual de la sinagoga que siguió también Jesús.

Segunda lectura. 1 Coríntios 12, 12-30: La unidad de la Iglesia, expuesta con la metáfora del cuerpo humano, nace de la iniciación cristiana. El Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía nos unen vitalmente a Cristo, y en él todos los cristianos tienen la misma dignidad, pero diferentes misiones y funciones.

Otro comentario al evangelio

Domingo, 12 de enero de 2025

El Bautismo del Señor

Lecturas:

Is 42, 1-4. 6-7. Mirad a mi siervo, a quien prefiero.

Sal 28, 1-10. El Señor bendice a su pueblo con la paz.

Hch 10, 34-38. Dios ungió a Jesús con la fuerza del Espíritu Santo.

Lc 3, 15-16. 21-22. Jesús se bautizó. Mientras oraba se abrió el cielo.

Con la fiesta del Bautismo del Señor, que celebramos hoy, concluye el tiempo litúrgico de Navidad.

El bautismo de Jesús es la aceptación y la inauguración de su misión de Siervo doliente. Se deja contar entre los pecadores; es ya el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo; anticipa ya el bautismo de su muerte en la cruz.

Se somete enteramente a la voluntad de su Padre: por amor acepta el bautismo de muerte para la remisión de nuestros pecados. A esta aceptación responde la voz del Padre que pone toda su complacencia en su Hijo.

El Espíritu que Jesús posee en plenitud desde su concepción viene a «posarse» sobre él. De él manará este Espíritu para toda la humanidad. En su bautismo, se abrieron los cielos que el pecado de Adán había cerrado; y las aguas fueron santificadas por el descenso de Jesús y del Espíritu como preludio de la nueva creación (cf. Catecismo 1224 y 536).

Esta fiesta nos recuerda nuestro propio bautismo, y nos hace descubrir que en el Bautismo hemos recibido la semilla de un tesoro que es la fe, y el don del Espíritu Santo, que nos convierte en hijos de Dios en Cristo y nos introduce en la comunidad de fe: la Iglesia.

La Palabra de Dios te invita hoy a tomarte en serio tu fe, a no jugar con ella, a cuidarla para que cada día sea más fuerte, a pesar de tu debilidad o, mejor, contando con ella, y entregándosela al Señor para que el Espíritu Santo realice en ti la obra de la santidad como Él quiera hacerla.

Y ¿qué has de hacer para que tu fe crezca y madure? En primer lugar, acoger como dirigidas a ti la palabra de Dios en el evangelio: tú eres mi hijo amado. Este es el hilo conductor de todo el ser cristiano: que Dios te ama gratuitamente y está haciendo una historia de amor y de salvación contigo. Esta es la clave. Descubrir que todo es don, todo es gracia, todo es una obra del Señor que tú has de acoger en tu vida.

Por eso, –como cantamos en el Aleluya– has de escuchar a Jesucristo: con una actitud de humildad, de sencillez, de confianza… de dejarte enseñar por Él, que es el único Maestro. Y con el Espíritu Santo, dejar que la Palabra vaya modelando tu corazón para que tu vida se ajuste a la voluntad de Dios.

También es necesario que cultives tu vida espiritual. La oración es necesaria. Rezar y, no sólo cuando tienes problemas, sino cada día, como lo más natural que puedes hacer con Dios, tu Padre. Y orar con una oración viva y sincera. Una oración de petición en el Espíritu, porque nosotros no sabemos pedir lo que nos conviene; pero también una oración de alabanza, que es el eco de la presencia del Espíritu haciendo nueva tu vida.

También, participar en los sacramentos, sobre todo en la Eucaristía y en la Penitencia. Son medios necesarios que Jesús te ha dejado para tu crecimiento espiritual en la fe. Y hacer el bien.

Y todo esto se vive en la Iglesia, que es la familia de los que creen en Jesucristo. No puedes vivir la fe en solitario, de una manera individualista. No. Dios no te ha creado para la soledad, sino para la relación, para la comunión y para la donación.

Y todo esto es un camino que culminará en la meta, que es el cielo, donde ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni el hombre puede siquiera imaginar lo que Dios tiene preparado para los que le aman.

¡Ábrele el corazón al Señor! ¡No tengas miedo! ¡El que comenzó en ti la obra buena, él mismo la llevará a su término!

¡Feliz Domingo! ¡Feliz Eucaristía!

Recibid el poder del Espíritu y sed mis testigos (Cf. Hch 1, 8).

¡Ven Espíritu Santo! (cf. Lc 11, 13)

Otro comentario al evangelio

Jn 2, 1-11. “Una boda en Caná de Galilea”. La escena evangélica que hoy contemplamos supone el primero de los signos realizado por Jesús. Es considerado parte de su Epifanía, de su manifestación a las gentes. Nos habla de la normalidad de Jesús, que participa con su madre y sus discípulos en la celebración de una boda. Tiene que ver con la misión de Jesús, que ha venido al mundo unir a Dios con la humanidad con una relación que es casi esponsal. María es una mujer atenta, que rápidamente descubre el problema que se ha producido e interviene buscando la acción de Jesús. El Señor primero se resiste, cree que es pronto para iniciar sus signos, aún ha llegado su hora. Pero María pide a los sirvientes que hagan lo que Él les diga. El resultado lo conocemos. Un vino de categoría excepcional, que simboliza la presencia de Jesús y su revelación, como llamada a reconocer sus signos y a creer en Él.

6 de enero. Epifanía del Señor
Año litúrgico 2025 (Ciclo C)

Primera lectura

Lectura del libro de Isaías 60, 1-6

¡Levántate y resplandece, Jerusalén,
porque llega tu luz;
la gloria del Señor amanece sobre ti!

Las tinieblas cubren la tierra,
la oscuridad los pueblos,
pero sobre ti amanecerá el Señor,
y su gloria se verá sobre ti.

Caminarán los pueblos a tu luz,
los reyes al resplandor de tu aurora.

Levanta la vista en torno, mira:
todos esos se han reunido, vienen hacia ti;
llegan tus hijos desde lejos,
a tus hijas las traen en brazos.

Entonces lo verás, y estarás radiante;
tu corazón se asombrará, se ensanchará,
porque la opulencia del mar se vuelca sobre ti,
y a ti llegan las riquezas de los pueblos.

Te cubrirá una multitud de camellos,
dromedarios de Madián y de Efá.
Todos los de Saba llegan trayendo oro e incienso,
y proclaman las alabanzas del Señor.

Salmo

Salmo 71, 1bc-2. 7-8. 10-11. 12-13
R/. Se postrarán ante ti, Señor, todos los pueblos de la tierra

Dios mío, confía tu juicio al rey,
tu justicia al hijo de reyes,
para que rija a tu pueblo con justicia,
a tus humildes con rectitud. R/.

En sus días florezca la justicia
y la paz hasta que falte la luna;
domine de mar a mar,
del Gran Río al confín de la tierra. R/.

Los reyes de Tarsis y de las islas
le paguen tributo.
Los reyes de Saba y de Arabia
le ofrezcan sus dones;
postrense ante él todos los reyes,
y sirvanle todos los pueblos. R/.

Él librará al pobre que clamaba,
al afligido que no tenía protector;
él se apiadará del pobre y del indigente,
y salvará la vida de los pobres. R/.

Segunda lectura

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios 3, 2-3a. 5-6

Hermanos:

Habéis oído hablar de la distribución de la gracia de Dios que se me ha dado en favor de vosotros, los gentiles.

Ya que se me dio a conocer por revelación el misterio, que no había sido manifestado a los hombres en otros tiempos, como ha sido revelado ahora por el Espíritu a sus santos apóstoles y profetas: que también los gentiles son coherederos, miembros del mismo cuerpo, y partícipes de la misma promesa en Jesucristo, por el Evangelio.

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Mateo 2, 1-12

Habiendo nacido Jesús en Belén de Judea en tiempos del rey Herodes, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén preguntando:
«¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo».

Al enterarse el rey Herodes, se sobresaltó y toda Jerusalén con él; convocó a los sumos sacerdotes y a los escribas del país, y les preguntó dónde tenía que nacer el Mesías.

Ellos le contestaron:
«En Belén de Judea, porque así lo ha escrito el profeta:
“Y tú, Belén, tierra de Judá,
no eres ni mucho menos la última
de las poblaciones de Judá,
pues de ti saldrá un jefe
que pastoreará a mi pueblo Israel”».

Entonces Herodes llamó en secreto a los magos para que le precisaran el tiempo en que había aparecido la estrella, y los mandó a Belén, diciéndoles:
«Id y averiguad cuidadosamente qué hay del niño y, cuando lo encontréis, avisadme, para ir yo también a adorarlo».

Ellos, después de oír al rey, se pusieron en camino y, de pronto, la estrella que habían visto salir comenzó a guiarlos hasta que vino a pararse encima de donde estaba el niño.

Al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa, vieron al niño con Maria, su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron; después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra.

Y habiendo recibido en sueños un oráculo, para que no volvieran a Herodes, se retiraron a su tierra por otro camino.

comentario de la epifanía

ESCUCHA ISRAEL

por Jaime Sancho Andreu

(31º Domingo ordinario -B-, 3 – Noviembre- 2024)

Jesús en Jerusalén

La lectura dominical del Evangelio pasa por alto la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, así como los episodios de la higuera estéril y la purificación del Templo. Después de todo esto el Señor se pone a enseñar por última vez en público, concluyendo su programa dirigido a la revelación del Reino de Dios. Dentro de esta enseñanza está la respuesta que da a un escriba acerca del principal mandamiento de Dios. Como siempre, la contestación de Jesús no se para en el simple enunciado, sino que se abre a nuevas y más amplias realidades.

Nos puede parecer una pregunta inútil, pero es que, en tiempos de Jesús, se discutía este tema, pues había una escuela rabínica que defendía que el primer mandamiento era guardar el descanso sabático, ya que era una ley que instituyó y observó el mismo Dios, que descansó en el séptimo día de la creación (Gen 2,2-3).

El primer mandamiento

El Shemá Jisrael, ¡Escucha, Israel!, o sea, Deut 6, 4-5, al cual se añadieron Deut 6, 6-9: 11, 13-21 y Num 15, 37-41, todavía hoy es proclamado al menos tres veces al día por los hebreos fieles. Jesús era un buen hebreo, también él recitaba el Shemá, y lo cita al escriba que lo recita asimismo, y juntos lo revisan como regla de vida. Ante todo, ¡Escucha, Israel! El hecho revelado: El Señor nuestro Dios es el único Señor, aquel que se reveló a Moisés en la zarza ardiente (Éxodo 3, 14). Aquí está contenida toda la revelación divina. Este es el fundamento inamovible de la fe otorgada al pueblo de Israel como Vida divina, y esto es para Jesús el centro de su existencia; y por eso quiere que lo sea también de la nuestra.

Continuando la cita del Deuteronomio, Jesús recita el primer mandamiento, el del amor hacia Dios, amor total, sin reservas, amor que transforma la existencia del creyente. Con esto la respuesta habría acabado, pero sólo ha comenzado. El Señor continúa citando el segundo mandamiento (Levítico 19, 18), el amor al prójimo; un sentimiento que lleva asimismo a la transformación de la vida propia y la de los hermanos: Amarás a tu prójimo como a ti mismo; y añade la conclusión: No hay mandamiento mayor que éstos.

No debe sorprendernos que el escriba estuviese de acuerdo con Jesús; éste ha citado los principales textos de Moisés; y además, añade que el amor a Dios y al prójimo vale más que todos los actos de culto sin caridad. Esta reflexión proviene de los libros históricos (1 Samuel 15, 22) y de los profetas (Oseas 6, 6). Por ello, como el escriba respondió como sabio, cercano al conocimiento del Reino de Dios, Jesús lo alabó. Después nadie hace más preguntas. El ministerio público de la doctrina del Reino está terminando; lo mismo que nuestra lectura del Evangelio de Marcos en este año B.

Y ¿Ya está todo?

¿Ya no hay más que decir? Los maestros de Jerusalén se quedan tranquilos. Al fin y al cabo, Jesús es un buen rabino que enseña lo mismo que los mejores de entre ellos.

Ciertamente, Jesús llevó a plenitud la ley, pero no fue sólo porque fuera a los esencial y más personal de los mandamientos, sino porque se ofreció a sí mismo como el modelo ejemplar de obediencia a Dios, hasta la muerte.

Y más aún, Jesús nos invita a imitarlo viviendo su misma vida y su misma muerte. Gracias a esta vida en Cristo podemos hacer de nuestra existencia un sacerdocio y un culto radicalmente superior al del Antiguo Testamento. Como ha proclamado la Carta a los Hebreos.   

También en nuestro tiempo hay muchas opiniones y voces que nos llevan a pensar que Jesús es solamente un mensajero de paz y amor, y su Evangelio una utopía preciosa, pero poco real.

El Señor ya ha llegado a Jerusalén, y lo que ocurra allí en los pocos d´´ias siguientes, dará sentido a toda su vida. También a la nuestra.

LA PALABRA DE DIOS EN ESTE DOMINGO

Primera lectura y Evangelio. Deuteronomio 6, 2-6 y Marcos 12, 28b-34: Después de entrar triunfalmente en Jerusalén, Jesús se vio envuelto en controversias con los sacerdotes y los fariseos que deseaban encontrar motivos para acusarlo; pero no pudieron contradecir la pureza de su doctrina sobre el amor a Dios y al prójimo, apoyada en las palabras de Moisés en la plegaria “Escucha, Israel” que los judíos recitan en la oración de la mañana. Jesús no anuló las antiguas Escrituras, sino que les dio un sentido más espiritual y universal.

Segunda lectura. Hebreos 7, 23-28: Jesucristo supera a los sacerdotes del Antiguo Testamento en que permanece para siempre, es único y supremo como su sacrificio, que no se repite más, sino que se va actualizando en la eucaristía.

Otro comentario

Lunes, 6 de enero de 2025

Epifanía del Señor

Lecturas:

Is 60, 1-6. Caminarán los pueblos a tu luz.

Sal 71, 7-13. Se postrarán ante ti, Señor, todos los reyes de la tierra.

Ef 3, 2-3a.5-6. También los gentiles son miembros de las promesas de Jesucristo.

Mt 2, 1-12. Hemos visto su estrella y venimos a adorarlo.

Hoy celebramos la manifestación de Jesucristo como Salvador de todos los pueblos. Esto ya fue profetizado en el Antiguo Testamento, como escuchamos en la primera lectura y en el Salmo, y se cumple con la adoración de los Magos, que contemplamos en el evangelio.

Jesucristo es la Luz de los pueblos y, a través de la Iglesia, sigue iluminando a todos los hombres.

Dice Benedicto XVI que, como nos dice la primera lectura, la Iglesia es humanidad iluminada, «bautizada» en la gloria de Dios, es decir, en su amor, en su belleza, en su señorío. La Iglesia sabe que su humanidad, con sus límites y sus miserias, pone más de relieve la obra del Espíritu Santo. Ella no puede jactarse de nada, excepto en su Señor: no proviene de ella la luz, no es suya la gloria. Pero su alegría, que nadie le podrá arrebatar, es precisamente ser «signo e instrumento» de Aquel que es luz de los pueblos (cf. LG, 1).

Y de esa misión de seguir anunciando a Jesucristo, participamos todos los bautizados: llamados, consagrados y enviados a ser luz del mundo, sal de la tierra y levadura que fermente la masa (cf. Mt 5, 13-14).

El Aleluya también nos ha dado una clave importante: Venimos a adorar al Señor.

Al llegar los Magos al portal de Belén, postrarse ante el Niño, confesando que éste es el Rey de Reyes y adorarlo, termina su camino terreno para comenzar una peregrinación interior: el camino de la fe.

Porque, como dice el Papa Francisco: No basta saber, como Herodes, que Jesús nació si no lo encontramos. Cuando su dónde se convierte en nuestro dónde, su cuándo en nuestro cuándo, su persona en nuestra vida, entonces las profecías se cumplen en nosotros. Entonces Jesús nace dentro y se convierte en Dios vivo para mí. Hoy estamos invitados a imitar a los magos. Ellos no discuten, sino que caminan; no se quedan mirando, sino que entran en la casa de Jesús; no se ponen en el centro, sino que se postran ante él, que es el centro.

Y esta es la invitación que hoy te hace el Espíritu Santo: que humildemente te postres y adores a Jesús, el Señor, el único Señor, el Rey de Reyes.

Y entregarle al Señor, no oro, incienso y mirra, sino tu pobre corazón, con tus debilidades y pecados… para vivir el camino de ser discípulo.

Recibid el poder del Espíritu y sed mis testigos (Cf. Hch 1, 8).

¡Ven Espíritu Santo! (cf. Lc 11, 13).

Otro comentario

Mt 2, 1-12. “Abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos”. La fiesta de la Epifanía nos habla de la extensión de la manifestación de Jesús a todo el universo. Si los pastores, que se acercaron al pesebre en la noche del nacimiento de Jesús, representaban al pueblo de Israel, que esperaba la venida del Mesías; los Magos representan a toda la humanidad, las distintas razas, que también esperan la llegada del Salvador. Son expresión del hombre que busca el encuentro con Dios. Los Magos supieron interpretar el signo de la estrella, que les llevó a Jesús. También nosotros hemos de estar atentos a los signos que nos hablan de la presencia del Señor en nuestro mundo, para encontrarnos con Él. Los Magos nos dan ejemplo de generosidad ofreciendo regalos a Jesús. También nosotros hemos de ofrecerle lo mejor que hay en cada uno para que el Señor lo acoja y lo multiplique.

fiesta del 9 D'OCTUBRE

En la Diócesis de Valencia

Aniversario de la dedicación de la S.I. Catedral de Valencia.

En la Diócesis de Valencia

 Aniversario de la dedicación de la S.I. Catedral de Valencia.

(9 de octubre de 2023)

Al llegar esta fecha histórica en que recordamos el segundo nacimiento del pueblo cristiano valenciano, después de un periodo de oscuridad en el que nunca dejó de estar presente, conviene que tengamos presente esta festividad que nos hace presente el misterio de la Iglesia a través del templo mayor de nuestra archidiócesis, donde está la cátedra y el altar del que está con nosotros en el lugar de los apóstoles, como sucesor suyo. La sede de tantas peregrinaciones  y de innumerables vistas individuales, brilla en este día con la luz de la Esposa de Cristo, engalanada para las nupcias salvadoras.

El 9 de octubre evoca la fundación del reino cristiano de Valencia y la libertad del culto católico en nuestras tierras. Ese mismo día, la comunidad fiel valenciana tuvo de nuevo su iglesia mayor, dedicada a Santa María, y estos dos acontecimientos forman parte de una misma historia. Es una fiesta que nos afianza en la comunión eclesial en torno a la iglesia madre, donde tiene su sede el Pastor de la Iglesia local de Valencia, el templo que fue llamado a custodiar el sagrado Cáliz de la Cena del Señor, símbolo del sacrificio de amor de Jesucristo y de la comunión eucarística en la unidad de la santa Iglesia.

El aniversario de la dedicación

El 9 de octubre será para la comunidad cristiana de Valencia una fiesta perpetua, pero en cada aniversario resuena con más fuerza que nunca el eco de aquella preciosa y feliz celebración en que nuestro templo principal, la iglesia madre, apareció con la belleza que habían pretendido que tuviera aquellos generosos antepasados nuestros que lo comenzaron.

La belleza de la casa de Dios, sin lujos, pero con dignidad, tanto en las iglesias modestas como en las más importantes o cargadas de arte e historia, lo mismo que la enseñanza de sus signos, nos hablan del misterio de Dios que ha querido poner su tabernáculo entre nosotros y hacernos templo suyo.

Al contemplar las catedrales sembradas por Europa, en ciudades grandes o pequeñas, nos asombra el esfuerzo que realizaron quienes sabían que no verían culminada su obra. En nuestro tiempo, cuando domina lo funcional, nos resulta difícil comprender esas alturas “inútiles”, esos detalles en las cubiertas y las torres, esas moles que, cuando se levantaron, destacarían mucho más que ahora, entre casas de uno o dos pisos. Pero lo cierto es que también ahora se construyen edificios cuyo tamaño excede con mucho al espacio utilizable; nos dicen que es para prestigiar las instituciones que albergan, y eso es lo que pretendían nuestros antepasados para la casa de Dios y de la Iglesia; eso, seguramente, y otras cosas que se nos escapan.

Una construcción que no ha terminado

El aniversario de la dedicación nos recuerda un día de gracia, pero también nos impulsa hacia el futuro. En efecto, de la misma manera que los sacramentos de la Iniciación, a saber, el Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía, ponen los fundamentos de toda la vida cristiana, así también la dedicación del edificio eclesial significa la consagración de una Iglesia particular representada en la parroquia.

En este sentido el Aniversario de la dedicación, es como la fiesta conmemorativa del Bautismo, no de un individuo sino de la comunidad cristiana y, en definitiva, de un pueblo santificado por la Palabra de Dios y por los sacramentos, llamado a crecer y desarrollarse, en analogía con el cuerpo humano, hasta alcanzar la medida de Cristo en la plenitud (cf. Col 4,13-16). El aniversario que estamos celebrando constituye una invitación, por tanto, a hacer memoria de los orígenes y, sobre todo, a recuperar el ímpetu que debe seguir impulsando el crecimiento y el desarrollo de la parroquia en todos los órdenes.

Una veces sirviéndose de la imagen del cuerpo que debe crecer y, otras, echando mano de la imagen del templo, San Pablo se refiere en sus cartas al crecimiento y a la edificación de la Iglesia (cf. 1 Cor 14,3.5.6.7.12.26; Ef 4,12.16; etc.). En todo caso el germen y el fundamento es Cristo. A partir de Él y sobre Él, los Apóstoles y sus sucesores en el ministerio apostólico han levantado y hecho crecer la Iglesia (cf. LG 20; 23).

Ahora bien, la acción apostólica, evangelizadora y pastoral no causa, por sí sola, el crecimiento de la Iglesia. Ésta es, en realidad, un misterio de gracia y una participación en la vida del Dios Trinitario. Por eso San Pablo afirmaba: «Ni el que planta ni el que riega cuentan, sino Dios que da el crecimiento» (1 Cor 3,7; cf. 1 Cor 3,5-15). En definitiva se trata de que en nuestra actividad eclesial respetemos la necesaria primacía de la gracia divina, porque sin Cristo «no podemos hacer nada» (Jn 15,5).

Las palabras de San Agustín en la dedicación de una nueva iglesia; quince siglos después parecen dichas para nosotros:

«Ésta es la casa de nuestras oraciones, pero la casa de Dios somos nosotros mismos. Por eso nosotros… nos vamos edificando durante esta vida, para ser consagrados al final de los tiempos. El edificio, o mejor, la construcción del edificio exige ciertamente trabajo; la consagración, en cambio, trae consigo el gozo. Lo que aquí se hacía, cuando se iba construyendo esta casa, sucede también cuando los creyentes se congregan en Cristo. Pues, al acceder a la fe, es como si se extrajeran de los montes y de los bosques las piedras y los troncos; y cuando reciben la catequesis y el bautismo, es como si fueran tallándose, alineándose y nivelándose por las manos de artífices y carpinteros. Pero no llegan a ser casa de Dios sino cuando se aglutinan en la caridad» (Sermón 336, 1, Oficio de lectura del Común de la Dedicación de una iglesia).

Jaime Sancho Andreu

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