LA PALABRA DEL DÍA

Evangelio del día

Lunes, 21 de octubre de 2024
Lectura del santo evangelio según san Lucas 12, 13-21

En aquel tiempo, dijo uno de entre la gente a Jesús:
«Maestro, dije a mi hermano que reparta conmigo la herencia».
Él le dijo:

En aquel tiempo, dijo uno de entre la gente a Jesús:
«Maestro, dije a mi hermano que reparta conmigo la herencia».
Él le dijo:
«Hombre, ¿quién me ha constituido juez o árbitro entre vosotros?».
Y les dijo:
«Mirad: guardaos de toda clase de codicia. Pues, aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes».
Y les propuso una parábola:
«Las tierras de un hombre rico produjeron una gran cosecha. Y empezó a echar cálculos, diciéndose:
“¿Qué haré? No tengo donde almacenar la cosecha”. Y se dijo:
“Haré lo siguiente: derribaré los graneros y construiré otros más grandes, y almacenaré allí todo el trigo y mis bienes. Y entonces me diré a mí mismo: alma mía, tienes bienes almacenados para muchos años; descansa, come, bebe, banquetea alegremente”.
Pero Dios le dijo:
“Necio, esta noche te van a reclamar el alma, y ¿de quién será lo que has preparado?”.
Así es el que atesora para sí y no es rico ante Dios».

Martes, 22 de octubre de 2024
Lectura del santo evangelio según san Lucas 12, 35-38

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Tened ceñida vuestra cintura y encendidas las lámparas…

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Tened ceñida vuestra cintura y encendidas las lámparas. Vosotros estad como los hombres que aguardan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle apenas venga y llame. Bienaventurados aquellos criados a quienes el señor, al llegar, los encuentre en vela; en verdad os digo que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y, acercándose, les irá sirviendo.
Y, si llega a la segunda vigilia o a la tercera y los encuentra así, bienaventurados ellos».

Miércoles, 23 de octubre de 2024
Lectura del santo evangelio según san Lucas 12, 39-48

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora viene el ladrón, velaría y no le dejaría abrir un boquete en casa…

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora viene el ladrón, velaría y no le dejaría abrir un boquete en casa.
Lo mismo vosotros, estad preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre».
Pedro le dijo:
«Señor, ¿dices esta parábola por nosotros o por todos?». Y el Señor dijo:
«¿Quién es el administrador fiel y prudente a quien el señor pondrá al frente de su servidumbre para que reparta la ración de alimento a sus horas?
Bienaventurado aquel criado a quien su señor, al llegar, lo encuentre portándose así. En verdad os digo que lo pondrá al frente de todos sus bienes.
Pero si aquel criado dijere para sus adentros: “Mi señor tarda en llegar”, y empieza a pegarles a los criados y criadas, a comer y beber y emborracharse, vendrá el señor de ese criado el día que no espera y a la hora que no sabe y lo castigará con rigor, y le hará compartir la suerte de los que no son fieles.
El criado que, conociendo la voluntad de su señor, no se prepara ni obra de acuerdo con su voluntad, recibirá muchos azotes; pero el que, sin conocerla, ha hecho algo digno de azotes, recibirá menos.
Al que mucho se le dio, mucho se le reclamará; al que mucho se le confió, más aún se le pedirá».

Jueves, 24 de octubre de 2024
Lectura del santo evangelio según san Lucas 12, 49-53

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«He venido a prender fuego a la tierra, ¡y cuánto deseo que ya esté ardiendo!

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«He venido a prender fuego a la tierra, ¡y cuánto deseo que ya esté ardiendo! Con un bautismo tengo que ser bautizado, ¡y qué angustia sufro hasta que se cumpla!
¿Pensáis que he venido a traer paz a la tierra? No, sino división.
Desde ahora estarán divididos cinco en una casa: tres contra dos y dos contra tres; estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra su nuera y la nuera contra la suegra».

Viernes, 25 de octubre de 2024
Lectura del santo evangelio según san Lucas 12, 54-59

En aquel tiempo, decía Jesús a la gente:
«Cuando veis subir una nube por el poniente, decís enseguida: “Va a caer un aguacero”, y así sucede…

En aquel tiempo, decía Jesús a la gente:
«Cuando veis subir una nube por el poniente, decís enseguida: “Va a caer un aguacero”, y así sucede. Cuando sopla el sur decís: “Va a hacer bochorno”, y sucede.
Hipócritas: sabéis interpretar el aspecto de la tierra y del cielo, pues ¿cómo no sabéis interpretar el tiempo presente? ¿Cómo no sabéis juzgar vosotros mismos lo que es justo?
Por ello, mientras vas con tu adversario al magistrado, haz lo posible en el camino por llegar a un acuerdo con él, no sea que te lleve a la fuerza ante el juez y el juez te entregue al guardia y el guardia te meta en la cárcel.
Te digo que no saldrás de allí hasta que no pagues la última monedilla».

Sábado, 26 de octubre de 2024
Lectura del santo evangelio según san Lucas 13, 1-9

En aquel momento se presentaron algunos a contar a Jesús lo de los galileos, cuya sangre había mezclado Pilato con la de los sacrificios que ofrecían…

En aquel momento se presentaron algunos a contar a Jesús lo de los galileos, cuya sangre había mezclado Pilato con la de los sacrificios que ofrecían.
Jesús respondió:
«¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores que los demás galileos porque han padecido todo esto? Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis lo mismo. O aquellos dieciocho sobre los que cayó la torre en Siloé y los mató, ¿pensáis que eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis de la misma manera».
Y les dijo esta parábola:
«Uno tenía una higuera plantada en su viña, y fue a buscar fruto en ella, y no lo encontró.
Dijo entonces al viñador:
“Ya ves, tres años llevo viniendo a buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro. Córtala. ¿Para qué va a perjudicar el terreno?”.
Pero el viñador respondió:
“Señor, déjala todavía este año y mientras tanto yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto en adelante. Si no, la puedes cortar”».

Comentario al evangelio

Miércoles, 23 de octubre de 2024

San Juan de Capistrano

Lecturas:

Ef 3, 2-12. El misterio de Cristo ha sido revelado ahora.

Sal Is 12, 2-6. Sacaréis agua con gozo de las fuentes de la salvación.

Lc 12, 39-48 Os aseguro que le pondrá al frente de todos sus bienes.

Hoy san Pablo nos habla del misterio de Cristo, que no había sido manifestado a los hombres en otros tiempos, como ha sido revelado ahora por el Espíritu.

Este misterio que Dios ha querido que sea testimoniado mediante la Iglesia que es sacramento universal de salvación, por medio del cual Cristo manifiesta y realiza al mismo tiempo el misterio del amor de Dios al hombre (cf. Catecismo 774-776).

Este misterio es la revelación de que Dios te ama, te ha creado por amor y te llama a vivir una vida de amistad con Él. Es la buena noticia de que por la fe en Jesucristo, Dios llama gratuitamente a todos los hombres a la salvación: Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad (cf. 1 Tm 2, 4).

Por eso, hay que anunciar, con la fuerza del Espíritu Santo, este misterio a todos los hombres. A este anuncio ha dedicado san Pablo toda su vida. Por esta misión Pablo está prisionero en la cárcel: para este ministerio fui constituido heraldo y apóstol (cf. 1 Tm 2, 7).

Y, misteriosamente, Dios nos envía a anunciar esta buena noticia: A mí, el más insignificante de los santos, se me ha dado la gracia de anunciar a los gentiles la riqueza insondable de Cristo.

El plan de Dios se realiza mediante personas concretas, que han recibido la llamada y la gracia para la misión. Dios capacita a los que elige; no, elige a los capaces. Dios se sirve siempre de los pequeños: lo necio del mundo lo ha escogido Dios para humillar a los sabios, y lo débil del mundo lo ha escogido Dios para humillar lo poderoso… de modo que nadie pueda gloriarse en presencia del Señor… el que se gloríe, que se gloríe en el Señor (cf. 1 Co 1 , 27s).

También tú, si has acogido este misterio, con tu vida y con tu palabra anunciarás a los demás esta buena noticia.

Recibid el poder del Espíritu y sed mis testigos (Cf. Hch 1, 8).

¡Ven Espíritu Santo! (cf. Lc 11, 13)

Otro comentario al Evangelio

Lc 12, 39-48. “A la hora que menos penséis”. Nuestra condición cristiana se apoya en algunas convicciones que hemos de renovar con frecuencia. Una de ellas es que el Señor Jesús subió al cielo, pero con la intención de regresar, en un momento que no conocemos. Eso supone que hemos de vivir expectantes a su llegada, con una actitud de atención y vigilancia porque puede llegar en cualquier momento. Eso supone además que hemos de vivir como servidores de nuestros hermanos y con la conciencia de que no somos propietarios, sino que hemos de dar cuentas de todos los dones recibidos y del servicio prestado. El peligro es confiarnos, ver que el Señor no vuelve pronto y pensar que no volverá en breve, perder la tensión por el servicio y empezar a actuar mal y a maltratar a los que tenemos cerca.

27 de octubre. XXX Domingo de Tiempo Ordinario
Año litúrgico 2024 (Ciclo B)

Primera lectura

Lectura del Profeta Jeremías 31, 7-9

Esto dice el Señor:
«Gritad de alegría por Jacob,
regocijaos por la flor de los pueblos;
proclamad, alabad y decid:
“¡El Señor ha salvado a su pueblo,
ha salvado al resto de Israel!”.
Los traeré del país del norte,
los reuniré de los confines de la tierra.
Entre ellos habrá ciegos y cojos,
lo mismo preñadas que paridas:
volverá una enorme multitud.
Vendrán todos llorando
y yo los guiaré entre consuelos;
los llevaré a torrentes de agua,
por camino llano, sin tropiezos.
Seré un padre para Israel,
Efraín será mi primogénito».

Salmo

Sal. 125, 1-2ab. 2cd-3. 4-5. 6
R/. El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres

Cuando el Señor hizo volver a los cautivos de Sion,
nos parecía soñar:
la boca se nos llenaba de risas,
la lengua de cantares. R/.

Hasta los gentiles decían:
«El Señor ha estado grande con ellos».
El Señor ha estado grande con nosotros,
y estamos alegres. R/.

Recoge, Señor, a nuestros cautivos
como los torrentes del Negueb.
Los que sembraban con lágrimas
cosechan entre cantares. R/.

Al ir, iba llorando,
llevando la semilla;
al volver, vuelve cantando,
trayendo sus gavillas. R/.

Segunda lectura

Lectura de la carta a los Hebreos 5, 1-6

Todo sumo sacerdote, escogido de entre los hombres, está puesto para representar a los hombres en el culto a Dios: para ofrecer dones y sacrificios por los pecados.
Él puede comprender a los ignorantes y extraviados, porque también él está sujeto a debilidad.
A causa de ella, tiene que ofrecer sacrificios por sus propios pecados, como por los del pueblo.
Nadie puede arrogarse este honor sino el que es llamado por Dios, como en el caso de Aarón.
Tampoco Cristo se confirió a sí mismo la dignidad de sumo sacerdote, sino que la recibió de aquel que le dijo: «Tú eres mi Hijo: yo te he engendrado hoy»; o, como dice en otro pasaje: «Tú eres sacerdote para siempre según el rito de Melquisedec».

Evangelio del domingo

Lectura del santo evangelio según san Marcos 10, 46-52

En aquel tiempo, al salir Jesús de Jericó con sus discípulos y bastante gente, un mendigo ciego, Bartimeo (el hijo de Timeo), estaba sentado al borde del camino pidiendo limosna. Al oír que era Jesús Nazareno, empezó a gritar:
«Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí».

Muchos lo increpaban para que se callara. Pero él gritaba más:
«Hijo de David, ten compasión de mí».

Jesús se detuvo y dijo:
«Llamadlo».

Llamaron al ciego, diciéndole:
«Ánimo, levántate, que te llama».
Soltó el manto, dio un salto y se acercó a Jesús.

Jesús le dijo:
«¿Qué quieres que te haga?».

El ciego le contestó:
«“Rabbuní”, que recobre la vista».

Jesús le dijo:
«Anda, tu fe te ha salvado».
Y al momento recobró la vista y lo seguía por el camino.

comentario

JESUCRISTOEL CAMINO DE JESÚS

por Jaime Sancho Andreu

(30º Domingo ordinario -B-, 27 de octubre de 2024)

La subida a Jerusalén.

Desde Jericó inició Jesús la última parte del viaje que le llevaría de Galilea a Jerusalén, para cumplir con su destino redentor en favor de la humanidad. Es una etapa dura, de mas de mil metros de desnivel desde la depresión del Jordán a la cumbre de los montes de Judea; es también una premonición de la subida al Calvario y de la ascensión a los cielos. Como un nuevo Isaac, Jesús sube a la montaña obediente a la voluntad del Padre.

La marcha victoriosa y alegre del Mesías.

Los antiguos profetas, como Jeremías, anunciaban la obra del Mesías como una reunión festiva de todas las tibus de Israel, que habían sido dispersadas por las guerras y las deportaciones. En aquél día feliz, los redimidos marcharían hacia Jerusalén desde todos los confines de la tierra;

Es una marcha de pobres y afligidos: “Entre ellos hay ciegos y cojos, preñadas y paridas: una gran multitud retorna” (Jr 31, 8). Ciertamente, todos los augurios parecían favorables a Jesús cuando marchaba hacia Jerusalén. Tan solo él, el protagonista, se empeñaba en oscurecer aquella gloria con otros presagios que hablaban de dolor y de muerte redentora.

El camino de Jesús.

Por todo ello, para los acompañantes del Señor, se trataba de un camino alegre, lleno de esperanza. No faltaban señales alentadoras: ¿Acaso el ciego de Jericó no recobró la vista y siguió a Jesús por el camino? (Mc 10, 52). La comitiva del Mesías estaba formada por hombres y mujeres que habían sido curados en su cuerpo o en su espíritu, que habían visto la luz o fueron librados del poder de Satanás. Otros eran simples curiosos o gente engañada por falsas esperanzas de un reino de este mundo; pero la fe inmadura de todos ellos iba a ser profundamente probada en la Pasión y muerte de su amado Maestro.

En su entusiasmo, los discípulos no querían que el pobre Bartimeo entretuviese a Jesús, pero él no pasó de largo y lo hizo llamar. Los acompañantes se convirtieron repentinamente en evangelizadores; es lo mismo que hemos de decir a todos los que sufren: Ánimo, que Jesús te llama (Mc 10, 49).

La vida cristiana como “camino”.

No en vano los Hechos de los apóstoles llaman a la vida cristiana “camino” (9, 2). La senda de Jesús es nuestro camino: fuimos ciegos, mudos y sordos para las cosas de Dios, pero él abrió nuestros sentidos en la iniciación cristiana; por eso podemos seguir a Jesús y respondemos al salmo 125 cantando: El Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres. Atrás van quedando las penas, asumidas por el triunfo de Cristo, y con él, utilizando las mismas palabras de los que volvían del destierro de Babilonia, decimos: Al ir, iba llorando, llevando la semilla. Al volver, vuelve cantando, trayendo sus gavillas

Los que escuchamos la Palabra de Dios: cada uno de nosotros está caminando  con una ruta propia, posiblemente a solas y sin tener muy claras las señales del viaje. Quizás ahora, en este momento de nuestra vida, nos hemos sentado cansados al borde del camino y ya sin esperanza de ver claro a dónde vamos y por donde iremos. Nos han hecho tantas ofertas de salvación, tantos métodos, tantas recetas, que ya no podemos leer ni buscar más. Por eso  – como al ciego de Jericó – sólo se nos puede decir una cosa: ¡Animo, levántate, Jesús te llama! Y no nos va a dar un libro ni una guía espiritual o moral, nos va abrir los ojos del alma para que lo veamos a él, que es el camino, la verdad y la vida.

A cada hermano cristiano hay que decirle hoy: “Sigue caminando y, cuando te veas en una bifurcación y no sepas que hacer ni por donde ir, pregúntate ¿Qué haría Jesús en este momento? ¿Voy a ser capaz de un amor como el suyo? ¿Voy a ser capaz de morir a mí mismo para alcanzar la vida verdadera?

Ya te lo digo: Ni tú ni yo, ni nadie, somos capaces por nosotros mismos, pero si nos levantamos y caminamos con Jesús, él nos dará su gracia, su Espíritu Santo, su Palabra con su Cuerpo y su Sangre, para que podamos imitarle y hacer que su persona, su amor y su sacrificio sean nuestro propio camino.”

LA PALABRA DE DIOS EN ESTE DOMINGO

Primera lectura y Evangelio. Jeremías 31, 7-9 y Marcos 10,46-52: Los profetas, como Jeremías, anunciaron la vuelta desde el destierro de Babilonia como una jubilosa procesión hacia Jerusalén. Del mismo modo, cuando Jesús emprendió la última etapa hacia la ciudad santa, llevó consigo al ciego que había recobrado la vista, como ejemplo de todos los librados de las consecuencias del pecado.

Segunda lectura. Hebreos 5, 1-6: Cristo es semejante a los sumos sacerdotes de la antigua alianza en la humanidad y en su función intercesora, pero se diferencia de ellos en estar limpio de pecado.

Otro comentario al evangelio

Sábado, 29 de junio de 2024

San Pedro y San Pablo

Lecturas:

Hch 12, 1-11. El Señor ha enviado a su ángel para librarme.

Sal 33, 2-9. El ángel del Señor librará a los que temen a Dios.

2 Tm 4, 6-8.17-18. He corrido hasta la meta, he mantenido la fe.

Mt 16, 13-19. Tú eres Pedro y te daré las llaves del Reino de los Cielos.

La fiesta de San Pedro y San Pablo, apóstoles, es una grata memoria de los grandes testigos de Jesucristo y una solemne confesión de fe en la Iglesia una, santa, católica y apostólica. Es una fiesta de la catolicidad.

Son las columnas de la Iglesia. Ellos han transmitido la fe y sobre ellos se edifica la Iglesia. Fueron elegidos por el Señor para ser testigos de la Buena Noticia.

Siendo débiles y pecadores fueron elegidos por Dios para que en su debilidad se manifestara la fuerza y la grandeza de Dios. Ellos hicieron de Jesucristo, el Señor de su vida, el centro de su existencia, la razón y la fuerza para vivir.

En el Evangelio escuchamos cómo Jesús dirige a sus discípulos la pregunta del millón, que no es ¿quién dice la gente que es el Hijo del Hombre?, sino Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?

Esta es la pregunta clave también para ti, hoy. En la respuesta que des a esta pregunta te va la vida.

¿Quién es Jesús para ti? ¿Qué pinta Jesucristo en tu vida? ¿Quién es el Señor de tu vida? ¿Quién dirige tu vida? ¿A quién le preguntas cómo tienes que vivir cada día?

San Pedro y San Pablo pudieron, por el don del Espíritu Santo (cf. 1 Co 12, 3), confesar que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios vivo, o Para mí la vida es Cristo (cf. Flp 1, 21).

Jesucristo elige, de entre todos los apóstoles, a Pedro como cabeza de la Iglesia. Este oficio pastoral de Pedro y de los demás apóstoles pertenece a los cimientos de la Iglesia, y se continúa por los obispos bajo el primado del Papa (cf. Catecismo 881). El Papa ha sido puesto por Jesucristo para enseñar, santificar y gobernar la Iglesia.

El papel, el servicio eclesial de Pedro tiene su fundamento en la confesión de fe en Jesús.

La memoria de San Pedro nos invita a confesar que Jesús es el Señor, a tenerle a Él como único Maestro, a permanecer siempre fieles a las enseñanzas de Jesucristo que vive en su cuerpo, que es la Iglesia.

La memoria de San Pablo nos invita a la nueva evangelización, a ser apóstoles, a no tener miedo de dar la cara por Cristo, porque sé de quién me he fiado y que tiene poder para asegurar hasta el final el encargo que me dio (cf 2 Tim 1, 12s).

¡Ven, Espíritu Santo! ¡Haz llover, para que crezca en mí la fe y el amor a Jesucristo y a su cuerpo, que es la Iglesia!

¿No ardía nuestro corazón al escuchar su Palabra? (Cf. Lc 24, 32).

¡Ven Espíritu Santo! 🔥 (cf. Lc 11, 13).

Otro comentario al evangelio

Mc 10, 35-45. “Uno a tu derecha y otro a tu izquierda”. La ambición forma parte de la condición humana. Parece que el fijarnos metas es lo que dinamiza nuestra vida. Los hermanos Zebedeos hoy muestran ese interés por ocupar puestos de privilegio. La respuesta de Jesús podría ser la reprensión, pero opta por una corrección de sus fines. Conoce su vehemencia y los quiere enrolar para su causa. Les pregunta si son capaces de beber el cáliz que Él va a beber. Es una referencia a su orgullo personal. Claro que son capaces, responden. Con esto ya han comprometido sus vidas. Pero ahora Jesús les comunica la verdad. Dar el puesto que desean no está en su mano, depende de su Padre Dios. Los otros discípulos son más cobardes. También desean los puestos pero no lo manifiestan. Jesús aprovecha el momento para darnos la lección del servicio. Al igual que Él, estamos llamados a vivir sirviendo al prójimo.

13 de octubre. Domingo XXVIII Tiempo Ordinario
Año litúrgico 2024 (Ciclo B)

Primera lectura

Lectura del Libro de la Sabiduría 7, 7-11

Supliqué y me fue dada la prudencia,
invoqué y vino a mí el espíritu de sabiduría.

La preferí a cetros y tronos
y a su lado en nada tuve la riqueza.

No la equiparé a la piedra más preciosa,
porque todo el oro ante ella es un poco de arena
y junto a ella la plata es como el barro.

La quise más que a la salud y la belleza
y la preferí a la misma luz,
porque su resplandor no tiene ocaso.
Con ella me vinieron todos los bienes juntos,
tiene en sus manos riquezas incontables.

Salmo

Sal. 89, 12-13. 14-15. 16-17
R: Sácianos de tu misericordia, Señor, y estaremos alegres

Enséñanos a calcular nuestros años,
para que adquiramos un corazón sensato.
Vuélvete, Señor, ¿hasta cuándo?
Ten compasión de tus siervos. R/.

Por la mañana sácianos de tu misericordia,
y toda nuestra vida será alegría y júbilo.
Danos alegría, por los días en que nos afligiste,
por los años en que sufrimos desdichas. R/.

Que tus siervos vean tu acción,
y sus hijos tu gloria.
Baje a nosotros la bondad del Señor
y haga prósperas las obras de nuestras manos.
Sí, haga prósperas las obras de nuestras manos. R/.

Segunda lectura

Lectura de la carta a los Hebreos 4, 12-13

Hermanos:

La palabra de Dios es viva y eficaz, más tajante que espada de doble filo; penetra hasta el punto donde se dividen alma y espíritu, coyunturas y tuétanos; juzga los deseos e intenciones del corazón.
Nada se le oculta; todo está patente y descubierto a los ojos de aquel a quien hemos de rendir cuentas.

Evangelio del día

Lectura del santo Evangelio según San Marcos 10, 17-30

En aquel tiempo, cuando salía Jesús al camino, se le acercó uno corriendo, se arrodilló ante él y le preguntó:
«Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?».

Jesús le contestó:
«¿Por qué me llamas bueno? No hay nadie bueno más que Dios. Ya sabes los mandamientos: no matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no estafarás, honra a tu padre y a tu madre».

Él replicó:
«Maestro, todo eso lo he cumplido desde mi juventud».

Jesús se quedó mirándolo, lo amó y le dijo:
«Una cosa te falta: anda, vende lo que tienes, dáselo a los pobres, así tendrás un tesoro en el cielo, y luego ven y sígueme».
A estas palabras, él frunció el ceño y se marchó triste porque era muy rico.

Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos:
«¡Qué difícil les será entrar en el reino de Dios a los que tienen riquezas!».

Los discípulos quedaron sorprendidos de estas palabras. Pero Jesús añadió:
«Hijos, ¡qué difícil es entrar en el reino de Dios! Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el reino de Dios».

Ellos se espantaron y comentaban:
«Entonces, ¿quién puede salvarse?».

Jesús se les quedó mirando y les dijo:
«Es imposible para los hombres, no para Dios. Dios lo puede todo».

Pedro se puso a decirle:
«Ya ves que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido».

Jesús dijo:
«En verdad os digo que no hay nadie que haya dejado casa, o hermanos o hermanas, o madre o padre, o hijos o tierras, por mí y por el Evangelio, que no reciba ahora, en este tiempo, cien veces más —casas y hermanos y hermanas y madres e hijos y tierras, con persecuciones— y en la edad futura, vida eterna».

comentario del domingo

LA VERDADERA RIQUEZA

por Jaime Sancho Andreu

(28º Domingo ordinario -B-, 13 de octubre de 2024)

El arte de la vida

Seguimos escuchando las enseñanzas de Jesús en su camino hacia Jerusalén. Le sale al encuentro “uno” que le pregunta sobre cómo conseguir la vida eterna, y le llama “Maestro bueno”. Jesús le hace pensar lo que ha dicho: “¿Porqué me llamas bueno? Nadie es bueno mas que Dios” (Mc 10, 18); Jesús es bueno porque está unido por el Espíritu con el Padre, y así es el Dios único, infinitamente bueno.

Pero, volviendo a la pregunta inicial: “¿Qué haré para heredar la vida eterna?” (v. 17), Jesús le contesta citando solamente los mandamientos que se refieren al prójimo – la “segunda tabla” de la Ley – como si los mandamientos hacia Dios quedaran en segundo lugar. ¿Acaso Jesús deja de lado los que se refieren a Dios? Con un cierto candor el presunto discípulo – que luego sabremos que era muy rico – confiesa que lo ha cumplido todo desde niño. Entonces llega la crisis.

El Señor vuelca espontáneamente sobre aquella persona honesta el amor divino espontáneo, y le muestra su afecto imponiéndole los seis imperativos de la perfección: “Ve, vende, da, ven, sígueme, acepta la cruz” (v. 21). Ahora aparece con toda su importancia la “primera tabla” de la Ley. El rico ha sido honrado y bueno para con el prójimo, pero le falta para la perfección cumplir el primer mandamiento, el único que le queda: el don total al Dios único y bueno – “Amarás a Dios sobre todas las coses” -, el Dios que lo ha dado todo en Cristo y que lo pretende todo; y el posible discípulo se va triste porque era muy rico” (v. 22).

Los ricos lo tienen difícil        

Jesús no bromea: los ricos lo tienen muy difícil; está anticipando el juicio final: “Tenía hambre y no me dísteis de comer” (Mt 25, 42-43) en la persona de los pobres. Los bienes materiales son uno de los obstáculos que alejan del amor a Dios y, antes o después, del amor al prójimo; siempre que no entendamos ese amor como una simple aspiración religiosa, “mística”, y alguna actividad filantrópica, “solidaria”, sin mayores compromisos.

También podríamos decir que los ricos en bienes terrenos o intelectuales lo tienen muy fàcil, pues pueden compartir mucho con los necesitados. Pero, a veces, parece que los ricos siempre necesitan más.

Los discípulos se asustaron ante la severidad del Maestro: “Entonces, ¿quien podrá salvarse” (v. 26), porque todos ellos eran “ricos” en mucho o en poco, como nos pasa a nosotros ahora. Jesús los tranquiliza: la salvación es obra exclusiva de Dios en su sabiduría y bondad; además ellos habían dado ya muestras de seguimiento efectivo y lo habían dejado todo; ese gesto merece una respuesta y un premio grande por parte de Dios; por eso el premio será una riqueza duradera, “el ciento por uno” de aquello a que se había renunciado en la comunidad cristiana y aderezado con persecuciones, “y después la vida eterna” (v. 30). Así la respuesta vale para el rico y para el pobre. 

La verdadera sabiduría

Debemos ser sabios como Salomón (Primera lectura) para elegir lo fundamental del seguimiento de la palabra de Dios que nos juzga y divide como una espada (Segunda lectura) y así salvarnos. Hoy nos hemos encontrado con Jesús y le hemos hecho la pregunta fundamental sobre la salvación ¿Seguiremos siendo “ricos” y aferrándonos a las cosas que tenemos y por cuya conservación seríamos capaces de causar daño al prójimo? Porque estamos en una sociedad de “ricos”. ¿No clama al cielo el silencio del mundo occidental ante la opresión del “tercer mundo”, que podría ser un peligro para nuestra situación económica y política?

La palabra de Dios, que es siempre la misma, “viva y eficaz” (Hb 4, 12; Segunda lectura) nos lleva ante la mesa eucarística y el memorial del sacrificio de Cristo, hecho pobre por nosotros. Como les pasó a los discípulos, todo esto nos puede parecer demasiado; habremos de dejar lugar a la gracia y la misericordia de Dios, poniendo de nuestra parte todo lo que podamos.

LA PALABRA DE DIOS EN ESTE DOMINGO

Primera lectura y Evangelio. Sabiduría 7, 7-11 y Marcos 10, 17-30: Siguiendo el relato de san Marcos, acompañamos a Jesús en el territorio de Judea, acercándose a Jerusalén. También allí se le acercaron aspirantes a discípulos a quienes reiteró la exigencia de renunciar a todo para poder seguirle; ésta renuncia tendrá compensación ya en esta vida a través de la nueva fraternidad cristiana. Del mismo modo Salomón prefirió sobre todos los bienes a la sabiduría que viene de Dios, y con ella le vinieron toda clase de riquezas.

Segunda lectura. Hebreos 4, 12-13: La palabra de Dios es siempre la misma en la antigua y en la nueva alianza; ella descubre la infidelidad de los judíos que no quisieron reconocer a Jesucristo, porque sus deseos e intenciones no estaban con él.

Otro comentario al evangelio

Domingo, 19 de mayo de 2024

Pentecostés

Lecturas:

Hch 2,1-11: Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar.

Sal 103,1ab.24ac.29bc-30.31.34: Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra.

1Co 12,3b-7.12-13: Hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo.

Jn 20, 19-23. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo. Recibid el Espíritu Santo.

Celebramos hoy el día de Pentecostés. El misterio pascual culmina con el envío del Espíritu Santo sobre la Virgen María y los Apóstoles. Pentecostés es la fiesta de la Nueva Alianza, con una ley escrita por el Espíritu Santo en el corazón de los creyentes.

Cincuenta días después de la Pascua, la Iglesia recibe el don del Espíritu Santo, el don más alto de Dios al hombre, el testimonio supremo por tanto de su amor por nosotros, un amor que se expresa concretamente como «sí a la vida» que Dios quiere para cada una de sus criaturas (cf. Benedicto XVI, Mens. JMJ 2008). El Espíritu Santo se nos da para nuestra santificación: para que vivamos identificados totalmente con Cristo y, para que, permaneciendo en Él, podamos dar fruto abundante.

El Espíritu Santo nos da sus dones para sostener y animar nuestra vida cristiana, nuestro camino de santidad. Estos dones son actitudes interiores permanentes que nos hacen dóciles para seguir los impulsos del Espíritu. Estos siete dones son: sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios.

Son dones que no podemos conseguir con nuestro esfuerzo, sino que los recibimos gratuitamente en nuestro bautismo: la gracia santificante nos concede poder vivir y obrar bajo la moción del Espíritu Santo mediante sus dones (cf. Catecismo 1266.).

Por ello, la Palabra de Dios que proclamamos hoy te invita a vivir según el Espíritu y no según la carne, es decir: te invita a acoger en tu corazón esos dones del Espíritu y a vivir la vida nueva de los hijos de Dios.

Si aceptamos en nuestro corazón estos siete dones, y vivimos animados por el impulso del Espíritu siguiendo a Jesucristo como único Maestro y único Señor, los dones del Espíritu producen en nuestra vida doce frutos, que son la obra del Espíritu en nuestra vida. Estos doce frutos, según la Tradición de la Iglesia, son: caridad, gozo, paz, paciencia, longanimidad (firmeza, perseverancia), bondad, benignidad, mansedumbre, fidelidad, modestia, continencia y castidad (cf. Gal 5, 22-23).

La santidad, en el fondo, es el fruto del Espíritu Santo en tu vida… Invoca al Espíritu Santo y camina con confianza hacia la gran meta: la santidad. Así no serás una fotocopia. Serás plenamente tú mismo (cf. FRANCISCO, GE 15, CV 107).

Es también el momento para preguntarnos qué estás haciendo con los carismas, que has recibido del Espíritu Santo, y que los has recibido para ponerlos al servicio de los demás en la Iglesia. Esos carismas no los puedes guardar para ti: no son tuyos. Los has recibido para que fructifiquen en favor de los demás.

¡Anímate! Dios te ama y quiere tu felicidad y te da la vida eterna. Ábrele el corazón para que el Espíritu Santo vaya realizando en ti la obra de la santidad.

¡Feliz Domingo! ¡Feliz Eucaristía!

¿No ardía nuestro corazón al escuchar su Palabra? (Cf. Lc 24, 32).

¡Ven Espíritu Santo! (cf. Lc 11, 13).

Otro comentario al evangelio

Mc 10, 17-30. “Se marchó triste”. A veces pensamos que todos los encuentros con Jesús supusieron un cambio en la vida de aquel que se encontraba con Él. Hoy vemos que no siempre es así. Aquel joven rico se marchó triste. Su encuentro nos enseña que para seguir al Señor hacen falta tres actitudes. La primera es rectitud de intención, desear el bien. Eso lo cumple, lo aquel joven desea es alcanzar la vida eterna. La segunda es una sana doctrina. El joven la tenía porque conocía muy bien los mandamientos y los había cumplido. La tercera actitud es una grande generosidad. Aquí es donde encuentra su piedra de tropiezo. Si queremos llegar hasta el final y ser verdaderos discípulos de Jesús, eso afecta a nuestra relación con nuestros bienes. Hemos de ser libres y capaces de renunciar a ellos para ponerlos al servicio del reino y de los pobres.

fiesta del 9 D'OCTUBRE

En la Diócesis de Valencia

Aniversario de la dedicación de la S.I. Catedral de Valencia.

En la Diócesis de Valencia

 Aniversario de la dedicación de la S.I. Catedral de Valencia.

(9 de octubre de 2023)

Al llegar esta fecha histórica en que recordamos el segundo nacimiento del pueblo cristiano valenciano, después de un periodo de oscuridad en el que nunca dejó de estar presente, conviene que tengamos presente esta festividad que nos hace presente el misterio de la Iglesia a través del templo mayor de nuestra archidiócesis, donde está la cátedra y el altar del que está con nosotros en el lugar de los apóstoles, como sucesor suyo. La sede de tantas peregrinaciones  y de innumerables vistas individuales, brilla en este día con la luz de la Esposa de Cristo, engalanada para las nupcias salvadoras.

El 9 de octubre evoca la fundación del reino cristiano de Valencia y la libertad del culto católico en nuestras tierras. Ese mismo día, la comunidad fiel valenciana tuvo de nuevo su iglesia mayor, dedicada a Santa María, y estos dos acontecimientos forman parte de una misma historia. Es una fiesta que nos afianza en la comunión eclesial en torno a la iglesia madre, donde tiene su sede el Pastor de la Iglesia local de Valencia, el templo que fue llamado a custodiar el sagrado Cáliz de la Cena del Señor, símbolo del sacrificio de amor de Jesucristo y de la comunión eucarística en la unidad de la santa Iglesia.

El aniversario de la dedicación

El 9 de octubre será para la comunidad cristiana de Valencia una fiesta perpetua, pero en cada aniversario resuena con más fuerza que nunca el eco de aquella preciosa y feliz celebración en que nuestro templo principal, la iglesia madre, apareció con la belleza que habían pretendido que tuviera aquellos generosos antepasados nuestros que lo comenzaron.

La belleza de la casa de Dios, sin lujos, pero con dignidad, tanto en las iglesias modestas como en las más importantes o cargadas de arte e historia, lo mismo que la enseñanza de sus signos, nos hablan del misterio de Dios que ha querido poner su tabernáculo entre nosotros y hacernos templo suyo.

Al contemplar las catedrales sembradas por Europa, en ciudades grandes o pequeñas, nos asombra el esfuerzo que realizaron quienes sabían que no verían culminada su obra. En nuestro tiempo, cuando domina lo funcional, nos resulta difícil comprender esas alturas “inútiles”, esos detalles en las cubiertas y las torres, esas moles que, cuando se levantaron, destacarían mucho más que ahora, entre casas de uno o dos pisos. Pero lo cierto es que también ahora se construyen edificios cuyo tamaño excede con mucho al espacio utilizable; nos dicen que es para prestigiar las instituciones que albergan, y eso es lo que pretendían nuestros antepasados para la casa de Dios y de la Iglesia; eso, seguramente, y otras cosas que se nos escapan.

Una construcción que no ha terminado

El aniversario de la dedicación nos recuerda un día de gracia, pero también nos impulsa hacia el futuro. En efecto, de la misma manera que los sacramentos de la Iniciación, a saber, el Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía, ponen los fundamentos de toda la vida cristiana, así también la dedicación del edificio eclesial significa la consagración de una Iglesia particular representada en la parroquia.

En este sentido el Aniversario de la dedicación, es como la fiesta conmemorativa del Bautismo, no de un individuo sino de la comunidad cristiana y, en definitiva, de un pueblo santificado por la Palabra de Dios y por los sacramentos, llamado a crecer y desarrollarse, en analogía con el cuerpo humano, hasta alcanzar la medida de Cristo en la plenitud (cf. Col 4,13-16). El aniversario que estamos celebrando constituye una invitación, por tanto, a hacer memoria de los orígenes y, sobre todo, a recuperar el ímpetu que debe seguir impulsando el crecimiento y el desarrollo de la parroquia en todos los órdenes.

Una veces sirviéndose de la imagen del cuerpo que debe crecer y, otras, echando mano de la imagen del templo, San Pablo se refiere en sus cartas al crecimiento y a la edificación de la Iglesia (cf. 1 Cor 14,3.5.6.7.12.26; Ef 4,12.16; etc.). En todo caso el germen y el fundamento es Cristo. A partir de Él y sobre Él, los Apóstoles y sus sucesores en el ministerio apostólico han levantado y hecho crecer la Iglesia (cf. LG 20; 23).

Ahora bien, la acción apostólica, evangelizadora y pastoral no causa, por sí sola, el crecimiento de la Iglesia. Ésta es, en realidad, un misterio de gracia y una participación en la vida del Dios Trinitario. Por eso San Pablo afirmaba: «Ni el que planta ni el que riega cuentan, sino Dios que da el crecimiento» (1 Cor 3,7; cf. 1 Cor 3,5-15). En definitiva se trata de que en nuestra actividad eclesial respetemos la necesaria primacía de la gracia divina, porque sin Cristo «no podemos hacer nada» (Jn 15,5).

Las palabras de San Agustín en la dedicación de una nueva iglesia; quince siglos después parecen dichas para nosotros:

«Ésta es la casa de nuestras oraciones, pero la casa de Dios somos nosotros mismos. Por eso nosotros… nos vamos edificando durante esta vida, para ser consagrados al final de los tiempos. El edificio, o mejor, la construcción del edificio exige ciertamente trabajo; la consagración, en cambio, trae consigo el gozo. Lo que aquí se hacía, cuando se iba construyendo esta casa, sucede también cuando los creyentes se congregan en Cristo. Pues, al acceder a la fe, es como si se extrajeran de los montes y de los bosques las piedras y los troncos; y cuando reciben la catequesis y el bautismo, es como si fueran tallándose, alineándose y nivelándose por las manos de artífices y carpinteros. Pero no llegan a ser casa de Dios sino cuando se aglutinan en la caridad» (Sermón 336, 1, Oficio de lectura del Común de la Dedicación de una iglesia).

Jaime Sancho Andreu

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