LA PALABRA DEL DÍA

Evangelio del día

Lunes, 22 de diciembre de 2025
Lectura del santo evangelio según san Lucas 1, 46-56

En aquel tiempo, María dijo:
«Proclama mi alma la grandeza del Señor, “se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humildad de su esclava”.

En aquel tiempo, María dijo:
«Proclama mi alma la grandeza del Señor, “se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humildad de su esclava”.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes en mí: “su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación”.

Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, “derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia” —como lo había prometido a “nuestros padres”— en favor de Abrahán y su descendencia por siempre».

María se quedó con Isabel unos tres meses y volvió a su casa.

Martes, 23 de diciembre de 2025
Lectura del santo evangelio según san Lucas 1, 57-66

A Isabel se le cumplió el tiempo del parto y dio a luz un hijo. Se enteraron sus vecinos y parientes de que el Señor le había hecho una gran misericordia, y se alegraban con ella.

A Isabel se le cumplió el tiempo del parto y dio a luz un hijo. Se enteraron sus vecinos y parientes de que el Señor le había hecho una gran misericordia, y se alegraban con ella.

A los ocho días vinieron a circuncidar al niño, y querían llamarlo Zacarías, como su padre; pero la madre intervino diciendo:
«¡No! Se va a llamar Juan».

Y le dijeron:
«Ninguno de tus parientes se llama así».

Entonces preguntaban por señas al padre cómo quería que se llamase. Él pidió una tablilla y escribió: «Juan es su nombre». Y todos se quedaron maravillados.

Inmediatamente se le soltó la boca y la lengua, y empezó a hablar bendiciendo a Dios.

Los vecinos quedaron sobrecogidos, y se comentaban todos estos hechos por toda la montaña de Judea. Y todos los que los oían reflexionaban diciendo:
«Pues ¿qué será este niño?»

Porque la mano del Señor estaba con él.

Miércoles, 24 de diciembre de 2025
Lectura del santo evangelio según san Lucas 2, 1-14

Sucedió en aquellos días que salió un decreto del emperador Augusto, ordenando que se empadronase todo el Imperio.

Sucedió en aquellos días que salió un decreto del emperador Augusto, ordenando que se empadronase todo el Imperio.

Este primer empadronamiento se hizo siendo Cirino gobernador de Siria. Y todos iban a empadronarse, cada cual a su ciudad.

También José, por ser de la casa y familia de David, subió desde la ciudad de Nazaret, en Galilea, a la ciudad de David, que se llama Belén, en Judea, para empadronarse con su esposa María, que estaba encinta. Y sucedió que, mientras estaban allí, le llegó a ella el tiempo del parto y dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo recostó en un pesebre, porque no había sitio para ellos en la posada.

En aquella misma región había unos pastores que pasaban la noche al aire libre, velando por turno su rebaño.

De repente un ángel del Señor se les presentó; la gloria del Señor los envolvió de claridad, y se llenaron de gran temor.

El ángel les dijo:
«No temáis, os anuncio una buena noticia que será de gran alegría para todo el pueblo: hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor. Y aquí tenéis la señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre.»

De pronto, en torno al ángel, apareció una legión del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo:
«Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad».

Jueves, 25 de diciembre de 2025
Lectura del santo evangelio según san Juan 1, 1-18

En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba junto a Dios, y el Verbo era Dios.

En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba junto a Dios, y el Verbo era Dios.

Él estaba en el principio junto a Dios.

Por medio de él se hizo todo, y sin él no se hizo nada de cuanto se ha hecho.

En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.

Y la luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no lo recibió.

Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él.

No era él la luz, sino el que daba testimonio de la luz.

El Verbo era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre, viniendo al mundo.

En el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de él, y el mundo no lo conoció.

Vino a su casa, y los suyos no lo recibieron.

Pero a cuantos lo recibieron, les dio poder de ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre.

Estos no han nacido de sangre, ni de deseo de carne, ni de deseo de varón, sino que han nacido de Dios.

Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria como del Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad.

Juan da testimonio de él y grita diciendo: «Este es de quien dije: el que viene detrás de mí se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo».

Pues de su plenitud todos hemos recibido, gracia tras gracia.

Porque la ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad nos ha llegado por medio de Jesucristo.

A Dios nadie lo ha visto jamás: Dios Unigénito, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer.

Viernes, 26 de diciembre de 2025
Lectura del santo evangelio según san Mateo 10, 17-22

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

«Cuidado con la gente!, porque os entregarán a los tribunales, os azotarán en las sinagogas y os harán comparecer ante gobernadores y reyes por mi causa,

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

«Cuidado con la gente!, porque os entregarán a los tribunales, os azotarán en las sinagogas y os harán comparecer ante gobernadores y reyes por mi causa, para dar testimonio ante ellos y ante los gentiles.

Cuando os entreguen, no os preocupéis de lo que vais a decir o de cómo lo diréis: en aquel momento se os sugerirá lo que tenéis que decir, porque no seréis vosotros los que habléis, sino que el Espíritu de vuestro Padre hablará por vosotros.

El hermano entregará al hermano a la muerte, el padre al hijo; se rebelarán los hijos contra sus padres y los matarán.

Y seréis odiados por todos a causa de mi nombre; pero el que persevere hasta el final, se salvará».

Sábado, 27 de diciembre de 2025
Lectura del santo evangelio según san Juan 20, 1a. 2-8

El primer día de la semana, María la Magdalena echó a correr y fue donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les dijo:
«Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto».

El primer día de la semana, María la Magdalena echó a correr y fue donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les dijo:
«Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto».

Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; e, inclinándose, vio los lienzos tendidos; pero no entró.

Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio los lienzos tendidos y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no con los lienzos, sino enrollado en un sitio aparte.

Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó.

Comentario al evangelio de hoy

Martes, 23 de diciembre de 2025

San Juan de Kety

Lecturas:

Mal 3, 1-4. 23-24. Os envío al profeta Elías, antes de que venga el Día del Señor.

Sal 24. Levantaos, alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación.

Lc 1. 57-66. Nacimiento de Juan Bautista.

Hoy contemplamos el nacimiento de Juan Bautista, el profeta que cierra el Antiguo Testamento e inaugura el Nuevo, identificando en Jesús de Nazaret al Mesías.

Desde el vientre materno Juan es el precursor de Jesucristo: el ángel anuncia a María su concepción milagrosa como un signo de que para Dios nada hay imposible (cf. Lc 1, 37).

Zacarías y su esposa le dieron el nombre indicado por Dios, es decir, Juan, que significa el Señor da la gracia.

Que Dios imponga un nombre a una persona significa que le toma por completo a su servicio y le asigna una misión: Juan será quien recuerde que Dios ha mostrado su favor al pueblo que espera: Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus caminos, anunciando a su pueblo la salvación por el perdón de sus pecados (Lc 1, 76-77).

Por eso, ya próxima la Navidad, hoy la Palabra te invita a acoger a Jesús, a abrirle el corazón, a aprovechar que el Señor da la gracia, que está llamando a tu vida, y que el que viene es el Señor, el Amado, el Esposo, no viene a quitarte nada, sino a dártelo todo.

Viene El Salvador, el único que puede darte la vida ¡y vida en plenitud!

¿Cuántas veces has intentado darte la vida a ti mismo y no lo has conseguido? ¿Aún no te has convencido de que el camino es la humildad?

Si crees, si confías, si abres tu corazón al Señor que viene, ¡verás la gloria de Dios!, y en medio de tu vida también tú podrás cantar con los ángeles: ¡Gloria a Dios en el cielo…!

Podrás vivir cada día como una gracia; como un don y no como una carga; como una bendición y no como una fatalidad, como una oportunidad y no como una amenaza. Y podrás alabar al Señor porque el Espíritu Santo habita en ti y hace nuevas todas las cosas.

Dejándolo todo, lo siguieron (Cf. Lc 5, 11b).

¡Ven Espíritu Santo! 🔥 (cf. Lc 11, 13).

Otro comentario al Evangelio

Lc 1, 57-66. “Los vecinos quedaron sobrecogidos”. El nacimiento de Juan está acompañado de unos fenómenos tan sorprendentes que provoca un cierto temor en todos sus vecinos. Lo mismo va a suceder con el nacimiento de Jesús. Eso significa que hemos de purificar nuestro corazón para poder acoger dignamente al Dios hecho niño. Esa purificación Dios la realiza con amor. El nombre de Juan nos habla de la benevolencia divina, significa “Dios es gracia”, o sea, que Dios nos da su gracia. Dios nos va a mostrar su gracia entregándonos a su hijo. Los vecinos de Juan son capaces de entender que Juan es una persona extraordinaria que va a tener una misión extraordinaria. Se preguntan qué va a ser del niño. Viene para hacernos humildes y prepararnos para acoger verdaderamente el don de Dios.

24 de diciembre. Noche de Navidad
Año Litúrgico 2025-2026 (Ciclo A)

Primera lectura

Lectura del libro de Isaías 9, 1-6

El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande; habitaba en tierra y sombras de muerte, y una luz les brilló.

Acreciste la alegría, aumentaste el gozo; se gozan en tu presencia, como gozan al segar, como se alegran al repartirse el botín.

Porque la vara del opresor, el yugo de su carga, el bastón de su hombro, los quebrantaste como el día de Madián.

Porque la bota que pisa con estrépito y la túnica empapada de sangre serán combustible, pasto del fuego.

Porque un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado: lleva a hombros el principado, y es su nombre: «Maravilla de Consejero, Dios fuerte, Padre de eternidad, Príncipe de la paz».

Para dilatar el principado, con una paz sin límites, sobre el trono de David y sobre su reino. Para sostenerlo y consolidarlo con la justicia y el derecho, desde ahora y por siempre. El celo del Señor del universo lo realizará.

Salmo

Salmo 95, 1-2a. 2b-3. 11-12. 13
R/. Hoy nos ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor

Cantad al Señor un cántico nuevo,
cantad al Señor, toda la tierra;
cantad al Señor, bendecid su nombre. R/.

Proclamad día tras día su victoria.
Contad a los pueblos su gloria,
sus maravillas a todas las naciones. R/.

Alégrese el cielo, goce la tierra,
retumbe el mar y cuanto lo llena;
vitoreen los campos y cuanto hay en ellos,
aclamen los árboles del bosque. R/.

Delante del Señor, que ya llega,
ya llega a regir la tierra:
regirá el orbe con justicia
y los pueblos con fidelidad. R/.

Segunda lectura

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a Tito 2, 11-14

Querido hermano:

Se ha manifestado la gracia de Dios, que trae la salvación para todos los hombres, enseñándonos a que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, llevemos ya desde ahora una vida sobria, justa y piadosa, aguardando la dicha que esperamos y la manifestación de la gloria del gran Dios y Salvador nuestro, Jesucristo, el cual se entregó por nosotros para rescatarnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo de su propiedad, dedicado enteramente a las buenas obras.

Evangelio del Domingo

Lectura del santo evangelio según san Lucas 2, 1-14

Sucedió en aquellos días que salió un decreto del emperador Augusto, ordenando que se empadronase todo el Imperio.

Este primer empadronamiento se hizo siendo Cirino gobernador de Siria. Y todos iban a empadronarse, cada cual a su ciudad.

También José, por ser de la casa y familia de David, subió desde la ciudad de Nazaret, en Galilea, a la ciudad de David, que se llama Belén, en Judea, para empadronarse con su esposa María, que estaba encinta. Y sucedió que, mientras estaban allí, le llegó a ella el tiempo del parto y dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo recostó en un pesebre, porque no había sitio para ellos en la posada.

En aquella misma región había unos pastores que pasaban la noche al aire libre, velando por turno su rebaño.

De repente un ángel del Señor se les presentó; la gloria del Señor los envolvió de claridad, y se llenaron de gran temor.

El ángel les dijo:
«No temáis, os anuncio una buena noticia que será de gran alegría para todo el pueblo: hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor. Y aquí tenéis la señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre.»

De pronto, en torno al ángel, apareció una legión del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo:
«Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad».

comentario

EL NACIMIENTO DEL SALVADOR

por Jaime Sancho Andreu 

(Solemnidad de la Natividad del Señor, 24-Diciembre-2025. Tarde y Noche)        

El Misal Romano contiene cuatro formularios para la solemnidad de Navidad:

Misa vespertina de la vigilia

El 24 por la tarde, con un mensaje que sitúa a los participantes en esta celebración en un ambiente intermedio entre el final del Adviento y el pórtico de la Navidad: «Mañana quedará borrada la maldad de la tierra, y será nuestro rey el Salvador del mundo«, «Mañana contemplaréis su gloria» (Canto de entrada y Aleluya). La lectura más significativa de esta Misa es la del principio del Evangelio de san Mateo que trae la genealogía de Jesús desde Abrahán hasta José, «el esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado Cristo«. Sigue luego la narración (propia también del domingo IV de Adviento) de la anunciación a José y, de forma muy breve, del nacimiento de Jesús; todo ello quiere demostrar que Jesús es por una parte de la estirpe regia de David, por parte de José, e Hijo de Dios gracias a su generación y nacimiento virginal por medio de María.

Primera lectura y Evangelio. Isaías 62, 1-5 y Mateo 1, 1-25: El profeta Isaías anuncia la llegada del Salvador, que será la Buena Noticia, en primer lugar, para la tierra de Israel y para el resto de verdaderos creyentes que lo esperaban; entre éstos, el Evangelio nos muestra a José y a María, descendientes de Abrahán y de la familia real israelita, en la tribu de Judá y de David.

Segunda lectura. Hechos de los Apóstoles 13, 16-17.22-25: San Pablo resume el mensaje del Adviento que ahora termina, proclamando a Jesucristo Salvador, de la estirpe de David, esperado por los profetas de Israel y anunciado por Juan el Bautista.

Misa de medianoche

Todo en esta noche nos habla de actualidad, de presencia del acontecimiento salvador de la Navidad. Hoy, esta noche, en efecto, viene Jesús a su Iglesia reunida en asamblea festiva, y llega trayendo todas las gracias de su Nacimiento: el Evangelio de la Gracia, el anuncio de la buena voluntad y la paz de Dios hacia los hombres, la incorporación de éstos a la vida divina, la adopción como hijos por el Espíritu Santo… «Un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado«, proclama Isaías, «Ha aparecido la gracia de Dios que trae la salvación para todos los hombres«, declara san Pablo. Pero el momento más importante de esta liturgia de la Palabra es el Evangelio de la Natividad: «Hoy os ha nacido un Salvador«, en el que san Lucas describe el escenario del portal de Belén que permanecerá para siempre en la memoria de todos los cristianos.

¿Qué sentido tiene decir, como hace repetidamente la liturgia, que “Hoy nos ha nacido el Salvador?

No es porque se trate de la misma fecha del nacimiento de Jesús, que no conocemos. La elección de este día se hizo en el siglo IV en el Occidente cristiano, mientras que en Oriente se prefirió la fecha del 6 de enero, si bien muy pronto Oriente y Occidente celebraron las dos solemnidades de Navidad y Epifanía.

Hay tres datos que recomendaban el 25 de diciembre para celebrar el nacimiento de Jesús en Belén; uno de ellos es la existencia de una fiesta romana en este día llamada “nacimiento del Sol invicto”, porque ahora, en el solsticio de invierno, comienza a alzarse el astro rey sobre el horizonte y se recuerda la frase del cántico de Zacarías que proclama: Nos visitará el Sol que viene de lo alto, para iluminar a los que viven en las tinieblas y en sombras de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz (Lc 1, 78-79).

Otro dato es la celebración de la fiesta judía de la Hannuká el 25 del noveno mes (Kisleu), nuestro diciembre, en conmemoración de la purificación e iluminación del templo por obra de los Macabeos, cuando expulsaron a los paganos de Jerusalén en el siglo II antes de Cristo (1 Mac 4, 59). Los cristianos sabemos que Cristo vino como luz del mundo y que una luz gloriosa brilló en Belén para Israel y todos los pueblos, y también que Jesús es el templo de la nueva alianza.

Por último, está la tradición antiquísima de que Jesús murió el 25 de marzo, lo que hizo pensar en su Concepción en ese día y en su nacimiento nueve meses después, de forma que la noche de Belén es un trasunto de la noche pascual.

Pero más allá de estos datos históricos está la vivencia del “Hoy” litúrgico del “día de la salvación”, cuando Jesucristo viene a nosotros con sus misterios, que se proclaman en la Palabra y se actualizan en el sacramento. Esto es así porque todo lo que Cristo es y todo lo que hizo y padeció por los hombres participa de la eternidad divina y domina así todos los tiempos (Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 1085). En la sagrada liturgia recibimos a Cristo en el Hoy eterno de Dios.

«Podemos recordar las palabras del papa Francisco en su última Navidad: Aprendamos del ejemplo de los pastores, la esperanza que nace en esta noche no tolera la indolencia del sedentario ni la pereza de quien se acomoda en su propio bienestar —y muchos de nosotros, tenemos el peligro de acomodarnos en nuestro propio bienestar—; la esperanza no admite la falsa prudencia de quien no se arriesga por miedo a comprometerse, ni el cálculo de quien sólo piensa en sí mismo; es incompatible con la vida tranquila de quien no alza la voz contra el mal ni contra las injusticias que se cometen sobre la piel de los más pobres. Al contrario, la esperanza cristiana, mientras nos invita a la paciente espera del Reino que germina y crece, exige de nosotros la audacia de anticipar hoy esta promesa, a través de nuestra responsabilidad, y no sólo, también a través de y nuestra compasión. Y aquí tal vez nos hará bien interrogarnos sobre nuestra compasión: ¿tengo compasión?, ¿sé padecer-con? Pensémoslo».

Primera lectura y Evangelio. Isaías 9, 1-3.5-6 y Lucas 2, 1-14: El profeta Isaías anuncia el nacimiento del Salvador, que llegará al mundo como un niño más, para cumplir la misión que le asignan los numerosos títulos que le adornan, entre los que destaca el de «Príncipe de la paz». En el Evangelio se proclama el cumplimiento de esta profecía, confirmada por el canto de los ángeles en el portal de Belén: «Paz en la tierra a los hombres que ama el Señor».

Segunda lectura. Tito 2, 11-14: Las lecturas de san Pablo en este tiempo de Navidad abundan en la descripción de la venida de Jesús al mundo como una «aparición» o «manifestación» del Mesías como portador de la gracia salvadora de Dios. Es el tema del Gran Jubileo: «Jesucristo, único Salvador del mundo, ayer, hoy y siempre».

Otro comentario al evangelio

Domingo, 2º de Adviento
7 de diciembre de 2025

Is 11, 1-10. Juzgará a los pobres con justicia.

Sal 71 Que en sus días florezca la justicia y la paz abunde eternamente.

Rom 15, 4-9 Cristo salva a todos los hombres.

Mt 3, 1-12 Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos.

La Palabra de Dios que proclamamos este segundo Domingo de Adviento nos invita a preparar el camino del Señor, que viene; que está llamando a la puerta de tu corazón.

El Evangelio de hoy te advierte con seriedad que ha llegado la hora de la conversión.

Convertirse no es quedarnos en un cambio meramente moralista: fijarse únicamente en cuatro detalles, pero no ir al fondo de la cuestión: ¿quién es el Señor de tu vida? Es reconocer que tú no te das la vida a ti mismo, que necesitas ser salvado, que necesitas a Jesucristo.

Que Jesucristo no puede quedarse en ser un “adorno” para tu vida, sino que es la piedra angular, la roca sobre la que construir la propia vida.

Convertirse es reconocer que no eres dueño de tu vida. Es significa dejar tu vida en las manos del Señor, tratar de vivir no según tus proyectos sino haciendo la voluntad del Señor.

Convertirse significa cambiar tu forma de pensar para cambiar tu forma de vivir. Es dejar que la Palabra de Dios que cambie tu corazón y así puedas tener los mismos sentimientos y actitudes que tuvo Jesús.

La conversión es primeramente una obra de la gracia de Dios, que es quien nos da la fuerza para comenzar de nuevo. Al acoger el amor gratuito y misericordioso de Dios, nuestro corazón se estremece ante nuestros pecados y es movido por la gracia de Dios al arrepentimiento de corazón.

Pídele al Señor un corazón nuevo que pueda vivir abierto a su amor. Pídele poner tu vida en sus manos para volver a Él. Dios no deja de amarte nunca, y el que comenzó en ti la obra buena, él mismo la llevará a su término. Si le abres el corazón al Señor él irá haciendo obras grandes en ti.

Verás cumplida en tu vida la Palabra que hemos proclamado. Podrás disfrutar los dones del Espíritu Santo que nos ha anunciado Isaías: piedad, sabiduría y entendimiento, consejo y fortaleza, ciencia y temor del Señor. Podrás mantener la esperanza, que es hija de la fe; y podrás vivir en la alabanza, cantando para el Señor, porque habrás “visto” la salvación de Dios.

¡Feliz Domingo! ¡Feliz Eucaristía!

Dejándolo todo, lo siguieron (Cf. Lc 5, 11b).

¡Ven Espíritu Santo! (cf. Lc 11, 13)

Otro comentario al evangelio

Mt 3, 1-12. “Preparad el camino del Señor”. Estas palabras de Juan Bautista sintetizan muy bien el espíritu del adviento. Hemos de disponer todo en nuestra vida, lo material y también lo espiritual para acoger al Señor que viene. Eso supone una actitud de conversión, que es lo que proponía Juan en el bautismo con agua. Pero anuncia al que viene detrás de él, al Mesías, que bautizará con Espíritu Santo y fuego. Esa es una llamada a la purificación de nuestras vidas, a la eliminación de todo lo superfluo, lo que no produce frutos de santidad en nosotros. A veces podemos pensar que ya estamos salvados, que no necesitamos purificación ni conversión. Esto les pasaba también a los judíos que se consideraban hijos de Abrahán. Pero Juan Bautista nos advierte que no nos hagamos ilusiones. Nuestra salvación pasa por la acogida de Jesús y de su buena noticia, para aplicarla en nuestra vida.

25 de diciembre. Natividad del Señor
Año litúrgico 2025-2026 (Ciclo A)

Primera lectura

Lectura del libro de Isaías 52, 7-10

¡Qué hermosos son sobre los montes
los pies del mensajero que proclama la paz,
que anuncia la buena noticia,
que pregona la justicia,
que dice a Sión: «¡Tu Dios reina!».

Escucha: tus vigías gritan, cantan a coro,
porque ven cara a cara al Señor,
que vuelve a Sión.

Romped a cantar a coro,
ruinas de Jerusalén,
porque el Señor ha consolado a su pueblo,
ha rescatado a Jerusalén.

Ha descubierto el Señor su santo brazo
a los ojos de todas las naciones,
y verán los confines de la tierra
la salvación de nuestro Dios.

Salmo

Salmo 97, 1bcde. 2-3ab. 3cd-4. 5-6
R/. Los confines de la tierra han contemplado la salvación de nuestro Dios

Cantad al Señor un cántico nuevo,
porque ha hecho maravillas.
Su diestra le ha dado la victoria,
su santo brazo. R/.

El Señor da a conocer su salvación,
revela a las naciones su justicia.
Se acordó de su misericordia y su fidelidad
en favor de la casa de Israel. R/.

Los confines de la tierra han contemplado
la salvación de nuestro Dios.
Aclama al Señor, tierra entera;
gritad, vitoread, tocad. R/.

Tañed la cítara para el Señor,
suenen los instrumentos:
con clarines y al son de trompetas,
aclamad al Rey y Señor. R/.

Segunda lectura

Lectura de la carta a los Hebreos 1, 1-6

En muchas ocasiones y de muchas maneras habló Dios antiguamente a los padres por los profetas.

En esta etapa final, nos ha hablado por el Hijo, al que ha nombrado heredero de todo, y por medio del cual ha realizado los siglos.

Él es reflejo de su gloria, impronta de su ser. Él sostiene el universo con su palabra poderosa. Y, habiendo realizado la purificación de los pecados, está sentado a la derecha de la Majestad en las alturas; tanto más encumbrado sobre los ángeles, cuanto más sublime es el nombre que ha heredado.

Pues, ¿a qué ángel dijo jamás: «Hijo mío eres tú, yo te he engendrado hoy»; y en otro lugar: «Yo seré para él un padre, y el será para mi un hijo»?

Asimismo, cuando introduce en el mundo al primogénito, dice: «Adórenlo todos los ángeles de Dios».

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Juan 1, 1-18

En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba junto a Dios, y el Verbo era Dios.

Él estaba en el principio junto a Dios.

Por medio de él se hizo todo, y sin él no se hizo nada de cuanto se ha hecho.

En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.

Y la luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no lo recibió.

Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él.

No era él la luz, sino el que daba testimonio de la luz.

El Verbo era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre, viniendo al mundo.

En el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de él, y el mundo no lo conoció.

Vino a su casa, y los suyos no lo recibieron.

Pero a cuantos lo recibieron, les dio poder de ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre.

Estos no han nacido de sangre, ni de deseo de carne, ni de deseo de varón, sino que han nacido de Dios.

Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria como del Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad.

Juan da testimonio de él y grita diciendo: «Este es de quien dije: el que viene detrás de mí se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo».

Pues de su plenitud todos hemos recibido, gracia tras gracia.

Porque la ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad nos ha llegado por medio de Jesucristo.

A Dios nadie lo ha visto jamás: Dios Unigénito, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer.

comentario

EL NACIMIENTO DEL SALVADOR

por Jaime Sancho Andreu 

(Solemnidad de la Natividad del Señor, 25-Diciembre-2025)        

El Misal Romano contiene cuatro formularios para la solemnidad de Navidad:

Misa de la aurora

El Evangelio de esta Misa es la continuación del de medianoche, y si entonces se proclamaba a los pastores la paz que Dios otorgaba al nacer su Hijo, ahora se recuerda la visita de los mismos pastores al lugar del Nacimiento. La hora del amanecer, cuando se celebra esta Misa, sugiere la semejanza Cristo-Luz, «el sol que nace de lo alto«, «Hoy brillará una luz sobre nosotros«, «la luz de tu Palabra hecha carne» (Cántico de Laudes, Canto de entrada, Colecta).

Primera lectura y Evangelio. Isaías 62, 11-12 y Lucas 2, 15-20: La lectura profética anuncia la llegada del Salvador, para comenzar a reunir el Pueblo de Dios a partir del humilde resto de Israel. Los primeros llamados fueron los pastores de Belén, como lo narra el Evangelio, que es continuación del proclamado en la misa de Nochebuena. 

Segunda lectura. Tito 3, 4-7: Las lecturas de san Pablo en este tiempo de Navidad abundan en la descripción de la venida de Jesús al mundo como una «aparición» o «manifestación» del Mesías como portador de la gracia salvadora de Dios. Es el tema del Gran Jubileo: «Jesucristo, único Salvador del mundo, ayer, hoy y siempre». En esta misa de la aurora se refiere especialmente a la gratuidad del amor de Dios que se nos ofrece por medio de Jesús.

Misa del día

Si en las misas de medianoche y de la aurora se contemplaba sobre todo el acontecimiento mismo del nacimiento de Jesús, en esta Misa del día se leen textos que nos acercan a lo profundo del misterio, a lo invisible de la obra de Dios que aquella historia manifiesta y vela a la vez. De este modo, la profecía y el salmo responsorial proclaman la finalidad universal de la Encarnación, cuyos beneficios no se restringen a un solo pueblo. En el mismo tono elevado, los prólogos de la carta a los Hebreos y del evangelio de san Juan anuncian solemnemente las etapas de la salvación, que llegan hasta el misterio del Verbo divino que «se hizo carne, y acampó entre nosotros«.         

Como nos decía el papa Francisco en su última Navidad: «Sin tardar, vayamos a ver al Señor que ha nacido por nosotros, con el corazón ligero y despierto, dispuesto al encuentro, para ser capaces de llevar la esperanza a las situaciones de nuestra vida. Y esta es nuestra tarea, traducir la esperanza en las distintas situaciones de la vida. Porque la esperanza cristiana no es un final feliz que hay que esperar pasivamente, no es el final feliz de una película; es la promesa del Señor que hemos de acoger aquí y ahora, en esta tierra que sufre y que gime. Esta esperanza, por tanto, nos pide que no nos demoremos, que no nos dejemos llevar por la rutina, que no nos detengamos en la mediocridad y en la pereza; nos pide —diría san Agustín— que nos indignemos por las cosas que no están bien y que tengamos la valentía de cambiarlas; nos pide que nos hagamos peregrinos en busca de la verdad, soñadores incansables, mujeres y hombres que se dejan inquietar por el sueño de Dios; que es el sueño de un mundo nuevo, donde reinan la paz y la justicia».

Primera lectura y Evangelio. Isaías 52, 7-10 y Juan 1, 1-18: El profeta Isaías anuncia que el Salvador debía venir en favor de todas las naciones, hasta los confines de la tierra. Del mismo modo, el comienzo del Evangelio de san Juan nos dice quién es Jesús: la Palabra eterna del Padre hecha hombre para salvar a todo el género humano.

Segunda lectura. Hebreos 1, 1-6: La carta a los Hebreos insiste en el tema general de esta Misa de Navidad, y así explica que Dios ha hablado a los hombres de muchas maneras pero, desde el nacimiento de Jesucristo, éste ha sido su Palabra definitiva para el mundo.

Otro comentario

Lunes, 8 de diciembre de 2025

La Inmaculada Concepción

Lecturas:

Gn 3, 9-15.20. Establezco hostilidades entre ti y la mujer.

Sal 97, 1-4. Cantad al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas.

Ef 1,3-6.11-12 Él nos eligió en Cristo antes de la fundación del mundo.

Lc 1, 26-38. Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.

Celebramos hoy la solemnidad de la Inmaculada Concepción de María. Los orígenes de esta fiesta se remontan a los siglos VII y VIII en Oriente. Poco a poco fue penetrando en Occidente y extendiéndose por toda la Iglesia, hasta que el papa Pío IX, el día 8 de diciembre del año 1854, declaró como dogma de fe que santa María, por un singular privilegio, en previsión de los méritos de Jesucristo, fue preservada de toda mancha de pecado original.

A lo largo de los siglos, la Iglesia ha tomado conciencia de que María llena de gracia por Dios (cf. Lc 1, 28) había sido redimida desde su concepción (cf. Catecismo 491).

María no sólo no cometió pecado alguno, sino que fue preservada del pecado original por la misión a la que Dios la había destinado: ser la Madre del Redentor.

En el tiempo de Adviento, esta fiesta nos lleva a pensar en la Madre del Redentor, cuyo nacimiento vamos a celebrar pronto.

La Palabra nos presenta a María en la historia de la salvación: la desconfianza y desobediencia de nuestros primeros padres nos dejó la herencia del pecado original.

María es la perfecta sierva del Señor, que aceptó su Palabra hasta el final. Por eso, María es la mujer nueva, concebida sin pecado, y madre de la humanidad redimida.

También para María todo viene de Jesucristo, como centro de la historia de la salvación. María fue preservada del pecado original en previsión de los méritos de Jesucristo. Elegida y predestinada para su gran misión, del mismo modo que nosotros estamos destinados por Dios a participar de su gloria.

Y este es el dilema de cada día: vivir en la desconfianza y la desobediencia -como Adán y Eva-, vivir queriendo ser tú el dios de tú vida… Y se notará en que va apareciendo en ti la autosuficiencia, la arrogancia, la queja, la protesta, el resentimiento, la sospecha…

O vivir como María: escuchando, confiando, obedeciendo, dejándote llevar por el Espíritu… Y se notará en que vives proclamando el Magnificat, tu Magnificat, vives en la gratitud y la alabanza, que es el eco de la acción del Espíritu Santo en tu vida.

Y tú… ¿Qué modelo eliges para tu vida? ¿Quieres vivir como María, dejando que tu vida la lleve el Espíritu? ¿O quieres vivir como Eva, convirtiéndote tú en el dios de tu vida?

Pide el don del Espíritu Santo para que tú también puedas decir ¡hágase en mi vida como tú quieras, Señor! Entonces tu vida será una gran aventura, pero también un gran canto de alabanza porque en medio de tu vida contemplas la gloria de Dios.

 Dejándolo todo, lo siguieron 🔥 (Cf. Lc 5, 11b).

¡Ven Espíritu Santo! (cf. Lc 11, 13).

Otro comentario

Mt 11, 2-11. “Lo que estáis viendo y oyendo”. La figura de Juan Bautista sigue ocupando un papel preferente en nuestra preparación de la Navidad. Envía a sus discípulos para que indaguen si Jesús es el esperado, el verdadero Mesías. Juan ya lo sabía pero quiere que sus discípulos lo descubran por ellos mismos. El encuentro con Jesús es fundamental y necesario para convertirnos en discípulos suyos. Jesús no responde a la pregunta con teoría sino con hechos, les dice que contemplen y saquen conclusiones. Jesús está realizando las obras liberadoras que se esperaban del Mesías. Esta es una señal inequívoca. Los discípulos de Juan van a llevarle la respuesta. Entonces Jesús aprovecha para hablarnos de Juan. Él es el profeta mensajero que viene a preparar el camino y los corazones de los creyentes para que acojan a la persona y la palabra de Jesús. Eso es lo que quiere hacer también en nosotros en este tiempo de Adviento.

28 Diciembre. Sagrada Familia
Año Litúrgico 2025-2026 (Ciclo A)

Primera lectura

Lectura del libro del Eclesiástico 3, 2-6. 12-14

El Señor honra más al padre que a los hijos
y afirma el derecho de la madre sobre ellos.

Quien honra a su padre expía sus pecados,
y quien respeta a su madre es como quien acumula tesoros.

Quien honra a su padre se alegrará de sus hijos
y, cuando rece, será escuchado.

Quien respeta a su padre tendrá larga vida,
y quien honra a su madre obedece al Señor.

Hijo, cuida de tu padre en su vejez
y durante su vida no le causes tristeza.

Aunque pierda el juicio, sé indulgente con él,
y no lo desprecies aun estando tú en pleno vigor.

Porque la compasión hacia el padre no será olvidada
y te servirá para reparar tus pecados.

Salmo

Salmo 127, 1bc-2. 3. 4-5
R/. Dichosos los que temen al Señor y siguen sus caminos

Dichoso el que teme al Señor
y sigue sus caminos.
Comerás del fruto de tu trabajo,
serás dichoso, te irá bien. R/.

Tu mujer, como parra fecunda,
en medio de tu casa;
tus hijos, como renuevos de olivo,
alrededor de tu mesa. R/.

Ésta es la bendición del hombre
que teme al Señor.
Que el Señor te bendiga desde Sión,
que veas la prosperidad de Jerusalén
todos los días de tu vida. R/.

Segunda lectura

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Colosenses 3, 12-21

Hermanos:
Como elegidos de Dios, santos y amados, revestíos de compasión entrañable, bondad, humildad, mansedumbre, paciencia.

Sobrellevaos mutuamente y perdonaos, cuando alguno tenga quejas contra otro.

El Señor os ha perdonado: haced vosotros lo mismo.

Y por encima de todo esto, el amor, que es el vínculo de la unidad perfecta.

Que la paz de Cristo reine en vuestro corazón: a ella habéis sido convocados en un solo cuerpo.

Sed también agradecidos. La Palabra de Cristo habite entre vosotros en toda su riqueza; enseñaos unos a otros con toda sabiduría; exhortaos mutuamente.

Cantad a Dios, dando gracias de corazón, con salmos, himnos y cánticos inspirados.

Y, todo lo que de palabra o de obra realicéis, sea todo en nombre de Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él.

Mujeres, sed sumisas a vuestros maridos, como conviene en el Señor. Maridos, amad a vuestras mujeres, y no seáis ásperos con ellas.

Hijos, obedeced a vuestros padres en todo, que eso agrada al Señor. Padres, no exasperéis a vuestros hijos, no sea que pierdan el ánimo.

Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Mateo 2, 13-15. 19-23

Cuando se retiraron los magos, el ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo:
«Levántate, toma al niño y a su madre y huye a Egipto; quédate allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo».

José se levantó, tomó al niño y a su madre, de noche, se fue a Egipto y se quedó hasta la muerte de Herodes para que se cumpliese lo que dijo el Señor por medio del profeta: «De Egipto llamé a mi hijo».

Cuando murió Herodes, el ángel del Señor se apareció de nuevo en sueños a José en Egipto y le dijo:
«Levántate, coge al niño y a su madre y vuelve a la tierra de Israel, porque han muerto los que atentaban contra la vida del niño».

Se levantó, tomó al niño y a su madre y volvió a la tierra de Israel.

Pero al enterarse de que Arquelao reinaba en Judea como sucesor de su padre Herodes tuvo miedo de ir allá. Y avisado en sueños se retiró a Galilea y se estableció en una ciudad llamada Nazaret. Así se cumplió lo dicho por medio de los profetas, que se llamaría nazareno.

comentario

EL DOMINGO DE LA ANUNCIACIÓN

por Jaime Sancho Andreu

(4º Domingo de Adviento -A-, 21 de diciembre de 2025).

Oración para encender el cuarto cirio de la corona del Adviento

Después de venerar el altar y saludar a la asamblea, el sacerdote, desde la sede, dice:

El cuarto domingo de Adviento está dedicado a la Madre del Señor y al misterio de la encarnación que se realizó en ella para la salvación del mundo. Pero este año tenemos también a José, como personaje principal, cuando escucha obediente la voz del Señor.

Alégrate, Iglesia, porque hoy acoges, como María y José, a Jesucristo, que se hace presente en el sacramento del altar por obra del Espíritu Santo.  Bendita tú entre todos los pueblos de la tierra, porque caminas con Cristo en tu seno al encuentro de todas las gentes necesitadas de luz. Que el Señor nos conceda caminar junto con él, luz de luz, que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.

Y el mismo celebrante o un fiel, enciende cuatro cirios de la corona del Adviento, mientras puede cantarse: Madre de todos los hombres, enséñanos a decir: Amén.

Orientaciones para la homilía

En la víspera de la Navidad

Llegamos al domingo inmediatamente anterior a la Navidad, el cual está dedicado al anuncio del misterio de la Encarnación del Hijo de Dios. De este modo, si en la pasada solemnidad de la Inmaculada Concepción leíamos la anunciación a María según san Lucas, en este año A leemos hoy la anunciación a san José según san Mateo. Es un domingo que considera ya asumida la etapa penitencial del Adviento, presidida por Juan el Bautista y que se abre completamente a la inmediata festividad de la Navidad.

Asimismo, en los pasados días de entre semana a partir del 17 de Diciembre, estamos comenzando a leer todo lo que se contiene en los Evangelios como antecedentes del nacimiento del Señor. Por todo ello pedimos que “el pueblo cristiano se prepare con tanto mayor fervor a celebrar el misterio del nacimiento de tu Hijo cuanto más se acerca la fiesta de Navidad” (Oración después de la Comunión).

El signo del Emmanuel

Jesús es el Dios-con- nosotros. Esta afirmación aparece como profecía en la primera lectura y como cumplimiento en el Evangelio. El Señor da un signo que ahora es el signo definitivo del consuelo de Dios-con-nosotros para siempre. Este signo lleva consigo a la Madre siempre Virgen, en la cual, además de su función singular, reconocemos también el anuncio de nuestra propia misión, aquí y ahora: la Iglesia-Esposa que celebra a su Señor. En nuestra existencia santificada como Iglesia, asimilada en la esperanza a la de la Madre de Dios, debemos concebir y amplificar la Palabra de Dios, a partir de la escucha de ella misma; y así debemos vivirla y proclamarla.

La anunciación a José contiene secretos arcanos, inviolables, de la intimidad de Dios, proclamados también por san Pablo en la segunda lectura, cuando anuncia: al Hijo eterno, nacido, según lo humano, de la estirpe de David; constituido (revelado plenamente), según el Espíritu Santo, Hijo de Dios con pleno poder por su resurrección de la muerte, Jesucristo nuestro Señor (cf. Romanos 1,3-4).

La vocación y respuesta de José, modelo de los cristianos

Como un nuevo Abrahán, José es padre de los creyentes, patriarca de la Nueva Alianza y modelo de respuesta a la vocación de Dios. Este Adviento termina ofreciéndonos – en san José – un modelo concreto para que nos demos cuenta de nuestra propia vocación para servir el plan de Dios según nuestra forma específica de vida. Nuestra respuesta a Dios no puede ser otra que la obediencia de la fe.

Cada uno de nosotros debe tomar conciencia de su vocación cristiana específica, como seglar, clérigo o religioso, para seguir con su tarea evangelizadora y testimonial en el mundo. Para esto deberíamos integrarnos en las actividades apostólicas y pastorales de la Iglesia y no actuar sólo individualmente. Hay un camino de compromiso y de actuación para cada uno de nosotros, en cualquier estado de vida en que nos encontremos, pero no como en la planificación de una empresa, sino como ayuda para discernir la mejor forma de colaborar con el plan salvador de Dios, que es su misterio eterno revelado en Cristo: “Que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad” (1 Tim 2, 4).

Todo ello no nos aparta de la necesidad de trabajar para llegar a una sociedad más justa y a la protección de nuestro mundo, pues “la fe ilumina todo con una luz nueva y manifiesta el plan divino sobre la vocación integral del hombre, y por ello dirige la mente hacia soluciones plenamente humanas” (Concilio Vaticano II, «Gaudium et spes” nº 11).

La Encarnación y la Eucaristía

La oración sobre las ofrendas de este domingo está tomada de la misa hispano-mozárabe de la fiesta de Santa María (17 de diciembre): “El mismo Espíritu, que cubrió con su sombra y fecundó con su poder las entrañas de María, la Virgen Madre, santifique, Señor, estos dones que hemos colocado sobre tu altar”. La Encarnación y la Eucaristía se unen en el misterio de la condescendencia o abajamiento de Dios. Por ello, del mismo modo que el Padre respondió a la súplica de los profetas enviando al Hijo mediante el Espíritu, así atiende ahora la epíclesis (invocación) de la Iglesia haciendo presente el sacrificio que Jesús ofreció en el Espíritu Santo.

“En cierto sentido, María ha practicado su fe eucarística antes incluso de que ésta fuera instituida, por el hecho mismo de haber ofrecido su seno virginal para la encarnación del Verbo de Dios. La Eucaristía, mientras remite a la pasión y la resurrección, está al mismo tiempo en continuidad con la Encarnación. María concibió en la anunciación al Hijo divino, incluso en la realidad física de su cuerpo y su sangre, anticipando en sí lo que en cierta medida se realiza sacramentalmente en todo creyente que recibe, en las especies del pan y del vino, el cuerpo y la sangre del Señor” (San Juan Pablo II, Ecclesia de Eucaristía 55).

Con la misma fe del hombre justo ante Dios que fue José, asistimos admirados y acogemos el misterio que obra el poder de Dios ante nuestros ojos, que son incapaces de ver más allá del signo de misericordia que es el sacramento del altar.

El domingo de María en el Adviento

Así, pues, con palabras de Benedicto XVI, la invocamos: “Santa María, tú fuiste una de aquellas almas humildes y grandes en Israel que, como Simeón, esperó « el consuelo de Israel » (Lc 2,25) y esperaron, como Ana, « la redención de Jerusalén » (Lc 2,38). Tú viviste en contacto íntimo con las Sagradas Escrituras de Israel, que hablaban de la esperanza, de la promesa hecha a Abrahán y a su descendencia (cf. Lc 1,55). Así comprendemos el santo temor que te sobrevino cuando el ángel de Dios entró en tu aposento y te dijo que darías a luz a Aquel que era la esperanza de Israel y la esperanza del mundo. Por ti, por tu «sí», la esperanza de milenios debía hacerse realidad, entrar en este mundo y su historia. Tú te has inclinado ante la grandeza de esta misión y has dicho « sí »: « Aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra » (Lc 1,38)” (Spe salvi, 50).

Con José y María nos dirigimos a Belén; como ellos, no vamos solos, porque llevamos a Jesús con nosotros, pero hemos de participar una vez más de la gracia de su Nacimiento, contemplar su luz y llevarla a los demás. Belén nos trae una palabra de paz y de amor que el mundo necesita para salvarse.

Y terminamos con una nueva súplica: “Madre de la esperanza. Santa María, Madre de Dios, Madre nuestra, enséñanos a creer, esperar y amar contigo. Indícanos el camino hacia su reino. Estrella del mar, brilla sobre nosotros y guíanos en nuestro camino” (Spe salvi, 50).

Que el Espíritu nos muestre la senda y nos ayude a recorrerla en esta última etapa del camino del Adviento. Amén.

LA PALABRA DE DIOS EN ESTE DOMINGO

Primera lectura y Evangelio. Isaías 7,10-14 y Mateo 1,18-24: La profecía del Emmanuel se cumplió plenamente cuando el Hijo de Dios se encarnó en la Virgen María. Este año se lee en el Evangelio el pasaje de la anunciación a José del gran misterio que se estaba realizando en su prometida por la acción del Espíritu Santo.

Salmo responsorial 23: Este salmo proclama el paso de la profecía al cumplimiento; con él cantamos: Va a entrar el Señor: Él es el Rey de la gloria.

Segunda lectura. Romanos 1,1-7: Al nacer de María y ser acogido por José, Jesús nació como verdadero israelita y heredero de la estirpe de David, para ser Rey de todos los pueblos.

Otro comentario al evangelio

Domingo, 10 de agosto de 2025.

XIX del Tiempo Ordinario

Lecturas:

Sb 18, 6-9. Con lo que castigaste a los adversarios, nos glorificaste a nosotros, llamándonos a ti.

Sal 32. Dichoso el pueblo que el Señor se escogió como heredad.

Hb 11, 1-2. 8-19. Esperaba la ciudad cuyo arquitecto y constructor iba a ser Dios.

Lc 12, 38-48. Lo mismo vosotros, estad preparados.

La Palabra nos invita a vivir la fe, a tener una mirada de fe sobre nuestra vida y sobre la historia. La fe no es una teoría que se aprende, sino una vida que se acoge y se disfruta.

En la fe, don de Dios, reconocemos que se nos ha dado un gran Amor, que se nos ha dirigido una Palabra buena, y que, si acogemos esta Palabra, que es Jesucristo, el Espíritu Santo nos transforma, ilumina nuestro camino hacia el futuro, y da alas a nuestra esperanza para recorrerlo con alegría (cf. Lumen Fidei 7).

La segunda lectura nos habla de ello y nos muestra a Abrahán, padre de todos los creyentes: La fe es fundamento de lo que se espera, y garantía de lo que no se ve… Por la fe obedeció Abrahán a la llamada y salió hacia la tierra que iba a recibir en heredad. Salió sin saber adónde iba.

Lo que se pide a Abrahán es que se fíe de esta Palabra. La fe entiende que la palabra, cuando es pronunciada por el Dios fiel, se convierte en lo más seguro e inquebrantable que pueda haber. La fe acoge esta Palabra como roca firme, para construir sobre ella con sólido fundamento (cf. Lumen Fidei 9-10).

Tener fe es entrar en una historia de amor entre Dios y nosotros. Es haber descubierto que Dios te ama gratuitamente y empezar a responder a este Amor, que te precede y en el que te puedes apoyar para construir la vida: No temas, pequeño rebaño; porque vuestro Padre ha tenido a bien daros el reino.

Es dejar que Dios pase cada día por tu vida y te encuentres con Él, que te ama, te desea, te busca.

Quien cree ve; ve con una luz que ilumina todo el trayecto del camino, porque llega a nosotros desde Cristo resucitado. El que cree, aceptando el don de la fe, es transformado en una creatura nueva, recibe un nuevo ser, un ser filial que se hace hijo en el Hijo. «Abbá, Padre», (cf. Lumen Fidei 1 y 19).

Por eso, el Evangelio nos llama a estar despiertos, en vela, atentos porque el Señor viene a tu vida: Estoy a la puerta y llamo, si me abres entraré y cenaré contigo (cf. Ap 3, 20).

A estar despiertos porque hoy el Señor pasa por tu vida: no estás solo; hoy el Señor te habla al corazón: pone luz en tu vida; hoy el Señor te regala el don del Espíritu Santo: lo hace todo nuevo; hoy el Señor te regala hermanos para caminar juntos hacia la meta del cielo.

Y hay que estar en vela porque vuestro enemigo el diablo, como león rugiente, ronda buscando a quién devorar (cf. 1 Pe 5,8). Hay que estar atentos, porque el diablo quiere robarte, la fe, la comunidad, la vocación, la alegría, la esperanza… En definitiva quiere llevarte a la soledad, a la tristeza y a la desesperanza.

También esta Palabra nos invita a despegarnos de las cosas materiales, porque donde está vuestro tesoro, allí estará vuestro corazón… y a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre, y de nada le sirve a uno ganar el mundo entero si se pierde su alma.

El Domingo pasado el Papa León nos recordaba que la plenitud de nuestra existencia no depende de lo que acumulamos ni de lo que poseemos…; más bien, está unida a aquello que sabemos acoger y compartir con alegría. Comprar, acumular, consumir no es suficiente. Necesitamos alzar los ojos, mirar a lo alto, a las «cosas celestiales» para darnos cuenta de que todo tiene sentido, entre las realidades del mundo, sólo en la medida en que sirve para unirnos a Dios y a los hermanos en la caridad.

¿Tú cómo estás? ¿Estás preparado para el encuentro con el Señor, que hoy está llamando a la puerta de tu vida?

¡Feliz Domingo, feliz Eucaristía!

Recibid el poder del Espíritu y sed mis testigos (Cf. Hch 1, 8).

¡Ven Espíritu Santo! 🔥 (cf. Lc 11, 13).

Otro comentario al evangelio

Mt 1, 18-24. “No temas acoger a María”. La generación de Jesús supuso para José un momento de crisis e incertidumbre. No entendía cómo María esperaba un hijo. Por su bondad intenta evitar problemas a María y quiere repudiarla cargando él con la responsabilidad. Pero cuando ya estaba todo decidido, Dios se revela por medio de un ángel. José debe acoger a María porque la criatura que está en su seno viene del Espíritu Santo. José cumplirá su misión de padre, poniendo el nombre del niño. De esta manera se cumple lo que había dicho el profeta, el nombre del niño será Emmanuel, que significa “Dios-con-nosotros”. José nos da una lección de bondad, de apertura a la revelación de Dios y de obediencia a su voluntad. A nosotros nos toca ser dóciles al plan de salvación que tiene para cada uno, aunque no lo entendamos.

fiesta del 9 D'OCTUBRE

En la Diócesis de Valencia

Aniversario de la dedicación de la S.I. Catedral de Valencia.

En la Diócesis de Valencia

 Aniversario de la dedicación de la S.I. Catedral de Valencia.

(9 de octubre de 2023)

Al llegar esta fecha histórica en que recordamos el segundo nacimiento del pueblo cristiano valenciano, después de un periodo de oscuridad en el que nunca dejó de estar presente, conviene que tengamos presente esta festividad que nos hace presente el misterio de la Iglesia a través del templo mayor de nuestra archidiócesis, donde está la cátedra y el altar del que está con nosotros en el lugar de los apóstoles, como sucesor suyo. La sede de tantas peregrinaciones  y de innumerables vistas individuales, brilla en este día con la luz de la Esposa de Cristo, engalanada para las nupcias salvadoras.

El 9 de octubre evoca la fundación del reino cristiano de Valencia y la libertad del culto católico en nuestras tierras. Ese mismo día, la comunidad fiel valenciana tuvo de nuevo su iglesia mayor, dedicada a Santa María, y estos dos acontecimientos forman parte de una misma historia. Es una fiesta que nos afianza en la comunión eclesial en torno a la iglesia madre, donde tiene su sede el Pastor de la Iglesia local de Valencia, el templo que fue llamado a custodiar el sagrado Cáliz de la Cena del Señor, símbolo del sacrificio de amor de Jesucristo y de la comunión eucarística en la unidad de la santa Iglesia.

El aniversario de la dedicación

El 9 de octubre será para la comunidad cristiana de Valencia una fiesta perpetua, pero en cada aniversario resuena con más fuerza que nunca el eco de aquella preciosa y feliz celebración en que nuestro templo principal, la iglesia madre, apareció con la belleza que habían pretendido que tuviera aquellos generosos antepasados nuestros que lo comenzaron.

La belleza de la casa de Dios, sin lujos, pero con dignidad, tanto en las iglesias modestas como en las más importantes o cargadas de arte e historia, lo mismo que la enseñanza de sus signos, nos hablan del misterio de Dios que ha querido poner su tabernáculo entre nosotros y hacernos templo suyo.

Al contemplar las catedrales sembradas por Europa, en ciudades grandes o pequeñas, nos asombra el esfuerzo que realizaron quienes sabían que no verían culminada su obra. En nuestro tiempo, cuando domina lo funcional, nos resulta difícil comprender esas alturas “inútiles”, esos detalles en las cubiertas y las torres, esas moles que, cuando se levantaron, destacarían mucho más que ahora, entre casas de uno o dos pisos. Pero lo cierto es que también ahora se construyen edificios cuyo tamaño excede con mucho al espacio utilizable; nos dicen que es para prestigiar las instituciones que albergan, y eso es lo que pretendían nuestros antepasados para la casa de Dios y de la Iglesia; eso, seguramente, y otras cosas que se nos escapan.

Una construcción que no ha terminado

El aniversario de la dedicación nos recuerda un día de gracia, pero también nos impulsa hacia el futuro. En efecto, de la misma manera que los sacramentos de la Iniciación, a saber, el Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía, ponen los fundamentos de toda la vida cristiana, así también la dedicación del edificio eclesial significa la consagración de una Iglesia particular representada en la parroquia.

En este sentido el Aniversario de la dedicación, es como la fiesta conmemorativa del Bautismo, no de un individuo sino de la comunidad cristiana y, en definitiva, de un pueblo santificado por la Palabra de Dios y por los sacramentos, llamado a crecer y desarrollarse, en analogía con el cuerpo humano, hasta alcanzar la medida de Cristo en la plenitud (cf. Col 4,13-16). El aniversario que estamos celebrando constituye una invitación, por tanto, a hacer memoria de los orígenes y, sobre todo, a recuperar el ímpetu que debe seguir impulsando el crecimiento y el desarrollo de la parroquia en todos los órdenes.

Una veces sirviéndose de la imagen del cuerpo que debe crecer y, otras, echando mano de la imagen del templo, San Pablo se refiere en sus cartas al crecimiento y a la edificación de la Iglesia (cf. 1 Cor 14,3.5.6.7.12.26; Ef 4,12.16; etc.). En todo caso el germen y el fundamento es Cristo. A partir de Él y sobre Él, los Apóstoles y sus sucesores en el ministerio apostólico han levantado y hecho crecer la Iglesia (cf. LG 20; 23).

Ahora bien, la acción apostólica, evangelizadora y pastoral no causa, por sí sola, el crecimiento de la Iglesia. Ésta es, en realidad, un misterio de gracia y una participación en la vida del Dios Trinitario. Por eso San Pablo afirmaba: «Ni el que planta ni el que riega cuentan, sino Dios que da el crecimiento» (1 Cor 3,7; cf. 1 Cor 3,5-15). En definitiva se trata de que en nuestra actividad eclesial respetemos la necesaria primacía de la gracia divina, porque sin Cristo «no podemos hacer nada» (Jn 15,5).

Las palabras de San Agustín en la dedicación de una nueva iglesia; quince siglos después parecen dichas para nosotros:

«Ésta es la casa de nuestras oraciones, pero la casa de Dios somos nosotros mismos. Por eso nosotros… nos vamos edificando durante esta vida, para ser consagrados al final de los tiempos. El edificio, o mejor, la construcción del edificio exige ciertamente trabajo; la consagración, en cambio, trae consigo el gozo. Lo que aquí se hacía, cuando se iba construyendo esta casa, sucede también cuando los creyentes se congregan en Cristo. Pues, al acceder a la fe, es como si se extrajeran de los montes y de los bosques las piedras y los troncos; y cuando reciben la catequesis y el bautismo, es como si fueran tallándose, alineándose y nivelándose por las manos de artífices y carpinteros. Pero no llegan a ser casa de Dios sino cuando se aglutinan en la caridad» (Sermón 336, 1, Oficio de lectura del Común de la Dedicación de una iglesia).

Jaime Sancho Andreu

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