LA PALABRA DEL DÍA

Evangelio del día

Lunes, 15 de diciembre de 2025
Lectura del santo evangelio según san Mateo 21, 23-27

En aquel tiempo, Jesús llegó al templo y, mientras enseñaba, se le acercaron los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo para preguntarle:

En aquel tiempo, Jesús llegó al templo y, mientras enseñaba, se le acercaron los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo para preguntarle:
«¿Con qué autoridad haces esto? ¿Quién te ha dado semejante autoridad?».

Jesús les replicó:
«Os voy a hacer yo también una pregunta; si me la contestáis, os diré yo también con qué autoridad hago esto. El bautismo de Juan ¿de dónde venía, del cielo o de los hombres?».

Ellos se pusieron a deliberar:
«Si decimos “del cielo”, nos dirá: “¿Por qué no le habéis creído?”. Si le decimos “de los hombres”, tememos a la gente; porque todos tienen a Juan por profeta».

Y respondieron a Jesús:
«No sabemos».

Él, por su parte, les dijo:
«Pues tampoco yo os digo con qué autoridad hago esto».

Martes, 9 de diciembre de 2025
Lectura del santo evangelio según san Mateo 18, 12-14

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

«¿Qué os parece? Suponed que un hombre tiene cien ovejas:

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

«¿Qué os parece? Suponed que un hombre tiene cien ovejas: si una se le pierde, ¿no deja las noventa y nueve en el monte y va en busca de la perdida? Y si la encuentra, en verdad os digo que se alegra más por ella que por las noventa y nueve que no se habían extraviado.

Igualmente, no es voluntad de vuestro Padre que está en el cielo que se pierda ni uno de estos pequeños».

Miércoles, 10 de diciembre de 2025
Lectura del santo evangelio según san Mateo 11, 28-30

En aquel tiempo, Jesús tomó la palabra y dijo:

«Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré.

En aquel tiempo, Jesús tomó la palabra y dijo:

«Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré.

Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera».

Jueves, 11 de diciembre de 2025
Lectura del santo evangelio según san Mateo 11, 11-15

En aquel tiempo, dijo Jesús al gentío:

«En verdad os digo que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan el Bautista;

En aquel tiempo, dijo Jesús al gentío:

«En verdad os digo que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan el Bautista; aunque el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él.

Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora el reino de los cielos sufre violencia y los violentos lo arrebatan. Los Profetas y la Ley han profetizado hasta que vino Juan; él es Elías, el que tenía que venir, con tal que queráis admitirlo.

El que tenga oídos, que oiga».

Viernes, 12 de diciembre de 2025
Lectura del santo evangelio según san Mateo 11, 16-19

En aquel tiempo, dijo Jesús al gentío:
«¿A quién compararé esta generación?

En aquel tiempo, dijo Jesús al gentío:
«¿A quién compararé esta generación?

Se asemeja a unos niños sentados en la plaza, que gritan diciendo:
“Hemos tocado la flauta, y no habéis bailado; hemos entonado lamentaciones, y no habéis llorado”.

Porque vino Juan, que ni comía ni bebía, y dicen: “Tiene un demonio”. Vino el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: “Ahí tenéis a un comilón y borracho, amigo de publicanos y pecadores”.

Pero la sabiduría se ha acreditado por sus obras».

Sábado, 13 de diciembre de 2025
Lectura del santo evangelio según san Mateo 17, 10-13

Cuando bajaban del monte, los discípulos preguntaron a Jesús:
«¿Por qué dicen los escribas que primero tiene que venir Elías?».

Cuando bajaban del monte, los discípulos preguntaron a Jesús:
«¿Por qué dicen los escribas que primero tiene que venir Elías?».

Él les contestó:
«Elías vendrá y lo renovará todo. Pero os digo que Elías ya ha venido y no lo reconocieron, sino que han hecho con él lo que han querido. Así también el Hijo del hombre va a padecer a manos de ellos».

Entonces entendieron los discípulos que se refería a Juan el Bautista.

Comentario al evangelio de hoy

Viernes, 12 de diciembre de 2025

Nuestra Señora de Guadalupe

Lecturas:

Is 48, 17-19. Si hubieras atendido a mis mandatos, sería tu paz como un río, tu justicia como las olas del mar.

Sal 1, 1-6. El que te sigue, Señor, tendrá la luz de la vida.

Mt 11, 16-19. Hemos tocado la flauta y no habéis bailado, hemos cantado lamentaciones y no habéis llorado.

La Palabra que el Señor nos regala hoy nos invita a una conversión muy concreta: abrirle el corazón para que Él pueda entrar y ser el Señor de tu vida.

Lo hemos cantado en el Aleluya: El Señor llega, salid a su encuentro; él es el Príncipe de la paz.

Porque podemos estar despistados, ocupados en otras cosas o con el corazón endurecido, y dejar que el Señor pase de largo.

Es lo que le pasa al pueblo de Israel, que se encuentra en el destierro. Isaías recuerda que los mandatos de Dios son para bien, y que la fidelidad al Señor se traduce en vida y bendición: Si hubieras atendido a mis mandatos, tu bienestar sería como un río.

Y es lo que les pasa a los contemporáneos de Jesús: no han entendido a Juan Bautista, el Precursor, ni han sabido descubrir en Jesús al Mesías.

Y lo que nos puede pasar a nosotros hoy.

Para poder tener un corazón bien dispuesto, necesitamos la sabiduría del Espíritu, es decir, mirarlo todo con los ojos de la fe y tener un corazón de niño: confiado, humilde y agradecido.

Para ello, el salmo nos ofrece una ayuda importante. Nos alerta de tres obstáculos, que contribuyen al endurecimiento del corazón:

· Seguir el consejo de los impíos, es decir, dejarse aconsejar por los que carecen del don de piedad y ven a Dios como un rival, como un enemigo y, por tanto, dudan del amor de Dios y ven en el evangelio más una amenaza que una buena noticia.

· Entrar por la senda de los pecadores, es decir, permanecer obstinados en el pecado, sin deseo de convertirse. Carecen del don de temor de Dios.

· Sentarse en la reunión de los cínicos, los burlones, los que carecen del don de sabiduría, no ven el amor de Dios en su vida y todo lo encuentran mal. No viven en la bendición sino en el resentimiento; no viven en la alabanza sino en la reclamación.

En cambio, el que pone su confianza en el Señor será como un árbol plantado al borde de la acequia: da fruto en su sazón y está bien dispuesto para acoger al Señor, que viene.

Dejándolo todo, lo siguieron (Cf. Lc 5, 11b).

¡Ven Espíritu Santo! 🔥 (cf. Lc 11, 13).

Otro comentario al Evangelio

Mt 11, 16-19. “Que come y bebe”. Seguimos avanzando en el tiempo de adviento. Es tiempo de preparación para acoger al que viene. El evangelio hoy nos da una lección fundamental. Hemos de prepararnos para acoger al Señor como Él viene, no como nosotros lo esperamos. Jesús siempre es sorprendente, siempre es distinto. Esto es una invitación a tener un espíritu abierto, atento, dispuesto a dejarse sorprender. Si tenemos una actitud crítica, negativa, cerrada, nos pasará como a aquellos niños caprichosos del evangelio, nada satisfará nuestras expectativas. Acoger a Jesús nos hace salir de nosotros mismos, nos pone en relación con el mismo Dios. Hemos de pedir hoy al Señor que nos libere de ese espíritu negativo de crítica, que nos lleva a rechazar la vida como viene y las personas como son, que tengamos un espíritu de acogida verdadera.

30 noviembre. I Domingo de Adviento
Año Litúrgico 2025-2026 (Ciclo A)

Primera lectura

Lectura del libro de Isaías 2, 1-5.

Visión de Isaías, hijo de Amós, acerca de Judá y de Jerusalén.

En los días futuros estará firme
el monte de la casa del Señor,
en la cumbre de las montañas,
más elevado que las colinas.

Hacia él confluirán todas las naciones,
caminarán pueblos numerosos y dirán:
«Venid, subamos al monte del Señor,
a la casa del Dios de Jacob.

Él nos instruirá en sus caminos
y marcharemos por sus sendas;
porque de Sión saldrá la ley,
la palabra del Señor de Jerusalén».

Juzgará entre las naciones,
será árbitro de pueblos numerosos.

De las espadas forjarán arados,
de las lanzas, podaderas.

No alzará la espada pueblo contra pueblo,
no se adiestrarán para la guerra.

Casa de Jacob, venid;
caminemos a la luz del Señor.

Salmo

Salmo 121
R/. Vamos alegres a la casa del Señor.

¡Qué alegría cuando me dijeron:
«Vamos a la casa del Señor»!
Ya están pisando nuestros pies
tus umbrales, Jerusalén. R/.

Allá suben las tribus,
las tribus del Señor,
según la costumbre de Israel,
a celebrar el nombre del Señor;
en ella están los tribunales de justicia,
en el palacio de David. R/.

Desead la paz a Jerusalén:
«Vivan seguros los que te aman,
haya paz dentro de tus muros,
seguridad en tus palacios». R/.

Por mis hermanos y compañeros,
voy a decir: «La paz contigo».
Por la casa del Señor,
nuestro Dios, te deseo todo bien. R/.

Segunda lectura

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 13, 11-14a

Hermanos:

Comportaos reconociendo el momento en que vivís, pues ya es hora de despertaros del sueño, porque ahora la salvación está más cerca de nosotros que cuando abrazamos la fe. La noche está avanzada, el día está cerca: dejemos, pues, las obras de las tinieblas y pongámonos las armas de la luz.

Andemos como en pleno día, con dignidad. Nada de comilonas y borracheras, nada de lujuria y desenfreno, nada de riñas y envidias. Revestíos más bien del Señor Jesucristo.

Evangelio

Lectura del santo Evangelio según san Mateo 24, 37-44

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Cuando venga el Hijo del hombre, pasará como en tiempo de Noé.

En los días antes del diluvio, la gente comía y bebía, se casaban los hombres y las mujeres tomaban esposo, hasta el día en que Noé entró en el arca; y cuando menos lo esperaban llegó el diluvio y se los llevó a todos; lo mismo sucederá cuando venga el Hijo del hombre: dos hombres estarán en el campo, a uno se lo llevarán y a otro lo dejarán; dos mujeres estarán moliendo, a una se la llevarán y a otra la dejarán.

Por tanto, estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor.

Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora de la noche viene el ladrón, estaría en vela y no dejaría que abrieran un boquete en su casa.

Por eso, estad también vosotros preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre».

comentario

TIEMPO DE ESPERANZA

por Jaime Sancho Andreu

(1º Domingo de Adviento – A -, 30 – Noviembre – 2025)

El tiempo alegre y penitencial del Adviento.

Este es un tiempo “de alegre expectación”, y en los comentarios de este Adviento insistiremos en este tema. Todo recomienza en este tiempo, cambio de leccionario, de cantos, de color, la corona de luces… Y necesitamos buscar un nuevo fervor que nos ayude a vencer la fatiga, la desilusión, la acomodación al ambiente y evitar pretextos. Es un tiempo para renovar y fundamentar la esperanza.  En este proyecto, la liturgia tiene un importante lugar, pues no debemos limitarnos a recordar lo que ocurrió en Belén, como un acontecimiento histórico importante, sino que hemos de hacernos presentes en él, participar en el mismo mediante su actualización sacramental. No en vano conmemoramos el comienzo de nuestra salvación.                            

El Adviento A, sus temas propios.

Este año comenzamos de nuevo el ciclo trienal de lecturas con el leccionario A. es el año en que leeremos preferentemente el Evangelio de san Mateo, que proclama preferentemente a Jesucristo como aquél en quien se cumplen la profecías y las esperanzas del antiguo Israel. De este modo, el primer domingo anunciará el día del Señor grande y terrible anunciado por los profetas en el que el Hijo del Hombre vendrá como Juez para reunir a los suyos. Luego comenzaremos el ciclo del Bautista, que preparará el camino del Señor (Segundo domingo) y recibirá el testimonio de Jesús de que ha comenzado ya el tiempo de la salvación (Tercer domingo). El ciclo de la anunciación es más completo este año, pues se proclama, tanto la anunciación a María según san Lucas (8 de diciembre), como a san José según san Mateo (Cuarto domingo).    

El leccionario A lee exclusivamente al profeta Isaías en sus vaticinios más impresionantes, que comienzan con el anuncio de la paz eterna del reino de Dios: de las espadas forjarán arados, y culminan con la profecía del Emmanuel (Cuarto domingo).

La carta a los Romanos se lee en tres domingos, excepto en el tercero (carta de Santiago), y a nadie se le escapa la importancia de este escrito dentro del Nuevo testamento. En ella san Pablo declara que todas las antiguas Escrituras se escribieron para enseñanza nuestra (15,4; Segundo domingo).

Así pues, tenemos por delante un escogido e importante conjunto de textos bíblicos que nos impiden atención para escuchar la voz de Dios que “nos habla al corazón” y descubrir los signos de la venida del Señor, en la liturgia y en la vida.  

LA CORONA DEL ADVIENTO

Oración para bendecir la corona del Adviento y encender el primer cirio.

Después de venerar el altar y saludar a la asamblea, el sacerdote, en lugar del acto penitencial, desde la sede, dice:

Hermanas y hermanos: Al comenzar este nuevo año litúrgico vamos a bendecir esta corona con que inauguramos también el tiempo de Adviento que nos llevará hasta la Navidad. Sus luces nos recuerdan que Jesucristo es la luz del mundo. Su color verde significa la vida y la esperanza. La corona de Adviento es, pues, un símbolo de que la luz y la vida triunfarán sobre las tinieblas y la muerte, porque el Hijo de Dios se ha hecho hombre y nos ha dado la verdadera vida. El encender, semana tras semana, los cuatro cirios de la corona debe significar nuestra gradual preparación para recibir la luz de la Navidad. Por eso hoy, primer domingo de Adviento, bendecimos esta corona y encendemos su primer cirio.

Luego el sacerdote, con las manos extendidas, dice la oración de bendición:

Oremos.

La tierra, Señor, se alegra en estos días, y tu Iglesia desborda de gozo ante tu Hijo, el Señor, que se acerca como luz esplendoroso, para iluminar a los que yacemos en las tinieblas de la ignorancia, del dolor y del pecado; para hablarnos al corazón y despertarnos a la Vida verdadera.

Lleno de esperanza en su venida, tu pueblo ha preparado esta corona con ramos del bosque y la ha adornado con luces.

Ahora, pues, que vamos a empezar el tiempo de preparación para la venida de tu Hijo, ocurrida hace poco más de dos mil años, te pedimos, Señor, que, mientras se acrecienta cada día el esplendor de esta corona, con nuevas luces, a nosotros nos ilumines con el esplendor de aquel que, por ser la luz del mundo, iluminará todas las oscuridades. Él que vive y reina por los siglos de los siglos.

Amén.

Y el mismo celebrante o un fiel, enciende el cirio que corresponde a la primera semana del Adviento, mientras puede cantarse otra estrofa del canto de entrada o el estribillo del Himno del Jubileo. Sigue la oración colecta.

ORIENTACIONES PARA LA HOMILÍA

En el primer domingo del Adviento 2025: El Señor viene para animar nuestra esperanza.

La liturgia de la palabra de este domingo es una continua vocación: “Venid, subamos al monte del Señor. Caminemos a la luz del Señor”, dice Isaías. A lo que respondemos con el salmo 121 “Vamos a la casa del Señor”. Vocación a la santidad en la carta de san Pablo: “Daos cuenta del momento en que vivís; ya es la hora de espabilarse, porque ahora nuestra salvación está más cerca que cuando comenzamos a creer… Conduzcámonos como en pleno día... Vestíos del Señor Jesucristo.” “Estad en vela para estar preparados”, insiste Jesús, porque estamos llamados a una vida santa y a llevar al mundo la luz que Cristo trajo al mundo con su nacimiento. Ser santos para poder ser transformadores del mundo; así lo explicaba un santo Padre en el siglo IV: “Considerando que Cristo es la luz verdadera sin mezcla posible de error alguno, nos damos cuenta que también nuestra vida ha de estar iluminada con los rayos de la luz verdadera. Los rayos del sol de la justicia son las virtudes que de él emanan para iluminarnos y, obrando en todo a plena luz, nos convirtamos también nosotros en luz y, según es propio de la luz, iluminemos a los demás con nuestras obras” (San Gregorio de Nisa. Tratado sobre el perfecto modelo cristiano).

Tiempo de esperanza

En estos días, la televisión nos incita a iniciar una carrera contra reloj hacia la Navidad, día mágico en el que no se dice qué es lo que se celebra, porque la propaganda ha de llegar a todos, más allá de la minoría creyente. Lo importante es reunirse, hacer regalos, consumir y gastar con alegría. Todos unidos en un deseo de paz y amor.

Si lo tomamos por el lado positivo, debemos felicitarnos de que un mensaje o vivencia cristianos llegue a todo el mundo. Y entre al poderío del comercio, sembrar el mensaje genuino: ¿Qué ocurrió, qué regalo nos hizo Dios, qué paz nos trajo, qué clase de amor?

Y también: ¿Qué podemos regalar, qué se espera de nosotros, qué esperamos de Jesús, qué paz podemos poner? Ánimo, tenemos un hermoso mes por delante.

El día del Señor, abierto a la esperanza.

Debemos volver a descubrir el “día del Señor” y su momento central que es la Eucaristía, como una cita con el Señor, que se hace presente a la Iglesia reunida, para darle su palabra y su comunión y prepararla para la fiesta eterna del cielo.

En la celebración de la eucaristía estamos situados entre la memoria del los hechos salvadores y la gloria del Señor que nos aguarda; así lo proclamamos en la plegaria eucarística: Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección. Ven, Señor Jesús.

El año litúrgico que comenzamos con el Adviento, rompe la monotonía y la servidumbre del tiempo material para introducirnos en el tiempo de la salvación, en el Hoy de Dios: en los momentos estelares de su actuación, que no se quedaron en el pasado, sino que se actualizan y se viven en las festividades, de modo que nos muevan a experimentar y difundir la salvación, evangelizando y contribuyendo a la transformación del mundo según la justicia, el amor y la paz que son los signos de identidad del reino de Dios.

Este domingo es adecuado decir el prefacio de Adviento III.

 LA PALABRA DE DIOS HOY

Primera lectura. Isaías 2,1-5: Comienza hoy la lectura de las profecías del antiguo testamento acerca del Mesías que debía venir para reunir a todos los pueblos en la paz eterna del Reino de Dios. Ahora Isaías nos llama a la santidad, la justicia y la paz que Jesús trajo al mundo.

Salmo responsorial 121: Con este salmo, el nuevo pueblo de Dios hace suyas las palabras del antiguo Israel y camina al encuentro de su Señor en la Jerusalén celestial, donde encontrará la bendición de la paz.

Segunda lectura. Romanos 13,11-14: En el comienzo del año litúrgico, san Pablo nos advierte de que nuestra salvación está más cerca que cuando comenzamos nuestra vida cristiana. De cara a la venida del Señor, debemos purificar nuestras vidas y santificarnos revistiéndonos de Cristo.

Evangelio. Mateo 24,37-44: El Evangelio nos anuncia que la venida del Señor permanece en el secreto de Dios, tanto para el mundo como para cada persona en particular, por ello debemos estar en vela y bien preparados para recibir al Señor.

Otro comentario al evangelio

Domingo, 10 de agosto de 2025.

XIX del Tiempo Ordinario

Lecturas:

Sb 18, 6-9. Con lo que castigaste a los adversarios, nos glorificaste a nosotros, llamándonos a ti.

Sal 32. Dichoso el pueblo que el Señor se escogió como heredad.

Hb 11, 1-2. 8-19. Esperaba la ciudad cuyo arquitecto y constructor iba a ser Dios.

Lc 12, 38-48. Lo mismo vosotros, estad preparados.

La Palabra nos invita a vivir la fe, a tener una mirada de fe sobre nuestra vida y sobre la historia. La fe no es una teoría que se aprende, sino una vida que se acoge y se disfruta.

En la fe, don de Dios, reconocemos que se nos ha dado un gran Amor, que se nos ha dirigido una Palabra buena, y que, si acogemos esta Palabra, que es Jesucristo, el Espíritu Santo nos transforma, ilumina nuestro camino hacia el futuro, y da alas a nuestra esperanza para recorrerlo con alegría (cf. Lumen Fidei 7).

La segunda lectura nos habla de ello y nos muestra a Abrahán, padre de todos los creyentes: La fe es fundamento de lo que se espera, y garantía de lo que no se ve… Por la fe obedeció Abrahán a la llamada y salió hacia la tierra que iba a recibir en heredad. Salió sin saber adónde iba.

Lo que se pide a Abrahán es que se fíe de esta Palabra. La fe entiende que la palabra, cuando es pronunciada por el Dios fiel, se convierte en lo más seguro e inquebrantable que pueda haber. La fe acoge esta Palabra como roca firme, para construir sobre ella con sólido fundamento (cf. Lumen Fidei 9-10).

Tener fe es entrar en una historia de amor entre Dios y nosotros. Es haber descubierto que Dios te ama gratuitamente y empezar a responder a este Amor, que te precede y en el que te puedes apoyar para construir la vida: No temas, pequeño rebaño; porque vuestro Padre ha tenido a bien daros el reino.

Es dejar que Dios pase cada día por tu vida y te encuentres con Él, que te ama, te desea, te busca.

Quien cree ve; ve con una luz que ilumina todo el trayecto del camino, porque llega a nosotros desde Cristo resucitado. El que cree, aceptando el don de la fe, es transformado en una creatura nueva, recibe un nuevo ser, un ser filial que se hace hijo en el Hijo. «Abbá, Padre», (cf. Lumen Fidei 1 y 19).

Por eso, el Evangelio nos llama a estar despiertos, en vela, atentos porque el Señor viene a tu vida: Estoy a la puerta y llamo, si me abres entraré y cenaré contigo (cf. Ap 3, 20).

A estar despiertos porque hoy el Señor pasa por tu vida: no estás solo; hoy el Señor te habla al corazón: pone luz en tu vida; hoy el Señor te regala el don del Espíritu Santo: lo hace todo nuevo; hoy el Señor te regala hermanos para caminar juntos hacia la meta del cielo.

Y hay que estar en vela porque vuestro enemigo el diablo, como león rugiente, ronda buscando a quién devorar (cf. 1 Pe 5,8). Hay que estar atentos, porque el diablo quiere robarte, la fe, la comunidad, la vocación, la alegría, la esperanza… En definitiva quiere llevarte a la soledad, a la tristeza y a la desesperanza.

También esta Palabra nos invita a despegarnos de las cosas materiales, porque donde está vuestro tesoro, allí estará vuestro corazón… y a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre, y de nada le sirve a uno ganar el mundo entero si se pierde su alma.

El Domingo pasado el Papa León nos recordaba que la plenitud de nuestra existencia no depende de lo que acumulamos ni de lo que poseemos…; más bien, está unida a aquello que sabemos acoger y compartir con alegría. Comprar, acumular, consumir no es suficiente. Necesitamos alzar los ojos, mirar a lo alto, a las «cosas celestiales» para darnos cuenta de que todo tiene sentido, entre las realidades del mundo, sólo en la medida en que sirve para unirnos a Dios y a los hermanos en la caridad.

¿Tú cómo estás? ¿Estás preparado para el encuentro con el Señor, que hoy está llamando a la puerta de tu vida?

¡Feliz Domingo, feliz Eucaristía!

Recibid el poder del Espíritu y sed mis testigos (Cf. Hch 1, 8).

¡Ven Espíritu Santo! 🔥 (cf. Lc 11, 13).

Otro comentario al evangelio

Lc 24, 37-44. “Estad también vosotros preparados”. Inauguramos hoy el nuevo Año litúrgico, con el inicio del tiempo de Adviento. Es tiempo de esperanza vigilante. Sabemos que el Señor vendrá al final de los tiempos y hemos de mirar hacia el futuro con la confianza puesta en Él. Igual que el Señor se encarnó y vino a nosotros, también nos aseguró su próxima venida. Celebramos su nacimiento como aurora de salvación, damos gracias a Dios por un regalo así, pero también aguardamos su venida gloriosa. Es lo que el evangelio hoy nos indica. El Hijo del hombre, Jesús, vendrá y sucederá como en tiempos de Noé, no habrá tiempo para improvisar una acogida. Hemos de estar preparados cada día para esa venida. Llegará a la hora que menos imaginamos. Así que nos toca vivir en vela constante y con deseo de que se produzca ese encuentro con el Señor.

7 de diciembre. II Domingo de Adviento
Año Litúrgico 2025-2026 (Ciclo A)

Primera lectura

Lectura del libro de Isaías 11, 1-10

En aquel día, brotará un renuevo del tronco de Jesé, y de su raíz florecerá un vástago.

Sobre él se posará el espíritu del Señor: espíritu de sabiduría y entendimiento, espíritu de consejo y fortaleza, espíritu de ciencia y temor del Señor. Lo inspirará el temor del Señor.

No juzgará por apariencias ni sentenciará de oídas; juzgará a los pobres con justicia, sentenciará con rectitud a los sencillos de la tierra; pero golpeará al violento con la vara de su boca, y con el soplo de sus labios hará morir al malvado.

La justicia será ceñidor de su cintura, y la lealtad, cinturón de sus caderas.

Habitará el lobo con el cordero, el leopardo se tumbará con el cabrito, el ternero y el león pacerán juntos: un muchacho será su pastor.

La vaca pastará con el oso, sus crías se tumbarán juntas; el león como el buey, comerá paja.

El niño de pecho retoza junto al escondrijo de la serpiente, y el recién destetado extiende la mano hacia la madriguera del áspid.

Nadie causará daño ni estrago por todo mi monte santo: porque está lleno el país del conocimiento del Señor, como las aguas colman el mar.

Aquel día, la raíz de Jesé será elevada como enseña de los pueblos: se volverán hacia ella las naciones y será gloriosa su morada.

Salmo

Salmo 71,1-2.7-8.12-13.17
R/. Que en sus días florezca la justicia, y la paz abunde eternamente

Dios mío, confía tu juicio al rey,
tu justicia al hijo de reyes,
para que rija a tu pueblo con justicia,
a tus humildes con rectitud. R/.

En sus días florezca la justicia
y la paz hasta que falte la luna;
domine de mar a mar,
del Gran Río al confín de la tierra. R/.

Él librará al pobre que clamaba,
al afligido que no tenía protector;
él se apiadará del pobre y del indigente,
y salvará la vida de los pobres. R/.

Que su nombre sea eterno
y su fama dure como el sol:
él sea la bendición de todos los pueblos,
y lo proclamen dichoso todas las razas de la tierra. R/.

Segunda lectura

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 15, 4-9

Hermanos:

Todo lo que se escribió en el pasado, se escribió para enseñanza nuestra, a fin de que a través de nuestra paciencia y del consuelo que dan las Escrituras mantengamos la esperanza.

Que el Dios de la paciencia y del consuelo os conceda tener entre vosotros los mismos sentimientos, según Cristo Jesús, de este modo, unánimes, a una voz, glorificaréis al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo.

Por eso, acogeos mutuamente, como Cristo os acogió para gloria de Dios. Es decir, Cristo se hizo servidor de la circuncisión en atención a la fidelidad de Dios, para llevar a cumplimiento las promesas hechas a los patriarcas y, en cuanto a los gentiles, para que glorifiquen a Dios por su misericordia; como está escrito:
«Por esto te alabaré entre los gentiles y cantaré para tu nombre».

Evangelio del Domingo

Lectura del santo evangelio según san Mateo 3, 1-12

Por aquellos días, Juan Bautista se presentó en el desierto de Judea, predicando:
«Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos».

Este es el que anunció el Profeta Isaías diciendo: «Voz del que grita en el desierto: “Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos”».

Juan llevaba un vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura, y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre.

Y acudía a él toda la gente de Jerusalén, de Judea y de la comarca del Jordán; confesaban sus pecados y él los bautizaba en el Jordán.

Al ver que muchos fariseos y saduceos venían a que los bautizara, les dijo:
«¡Raza de víboras!, ¿quién os ha enseñado a escapar del castigo inminente?

Dad el fruto que pide la conversión.

Y no os hagáis ilusiones, pensando: “Tenemos por padre a Abrahán”, pues os digo que Dios es capaz de sacar hijos de Abrahán de estas piedras.

Ya toca el hacha la raíz de los árboles, y todo árbol que no dé buen fruto será talado y echado al fuego.

Yo os bautizo con agua para que os convirtáis; pero el que viene detrás de mí es más fuerte que yo y no merezco ni llevarle las sandalias.

Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego.

Él tiene el bieldo en la mano: aventará su parva, reunirá su trigo en el granero y quemará la paja en una hoguera que no se apaga».

comentario

PREPARAD EL CAMINO DEL SEÑOR

por Jaime Sancho Andreu 

(2º Domingo de Adviento -A-, 7 – Diciembre -2025)

Oración para encender el segundo cirio de la corona del Adviento.

Después de venerar el altar y saludar a la asamblea, el sacerdote, desde la sede, dice:

Un año más llena la Iglesia el potente pregón de Juan el Bautista que renueva el de los antiguos profetas: “Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos.”

Señor Jesús, esta segunda luz que vamos a encender nos avisa que debemos preparar tu venida en nuestros corazones, en nuestras familias y lugares de trabajo, y también en esta comunidad cristiana que visitas sin cesar cuando te celebra en la Eucaristía. Concédenos que este aumento de la luz que podemos ver, signifique en cada uno de nosotros la expulsión de las tinieblas del pecado. Te lo pedimos a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.

Amén.

Y el mismo celebrante o un fiel, enciende dos cirios de la corona del Adviento, mientras puede cantarse otra estrofa del canto de entrada o el estribillo del Himno del Jubileo “Cristo ayer y Cristo hoy”. Sigue el acto penitencial.

Orientaciones para la homilía

El Señor quiere venir a nosotros.

La consigna principal del adviento es que debemos preparar el camino del Señor; pero esta vía debe quedar libre y expedita para un doble movimiento, el de Dios hacia las personas y el de estas hacia Dios. De hecho, Dios nuestro Padre envió a los profetas y por último a su divino Hijo para facilitar su comunicación con la humanidad, separada de él por el pecado, pero los obstáculos pueden estar tanto en el interior de las personas como en forma de escándalos y contra testimonios externos. A muchos les resulta muy difícil, casi imposible, iniciar un movimiento hacia el Padre que les llama, y en este drama no solo tienen que ver los vicios o las realidades a las que no se quiere renunciar, sino que en muchos casos el obstáculo viene de los mismos creyentes.

El mensaje del Bautista.

De ahí la importancia de que cada año la impresionante figura de Juan el bautista, junto con su mensaje de conversión para preparar al pueblo de Israel a recibir al Mesías, domine estos domingos segundo y tercero de Adviento. La liturgia aviva una vez más las palabras de Isaías repetidas por el Precursor: Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos (Mateo 3,3).

Como portavoz de la palabra de Dios que llama a toda persona, Juan nos llama al desierto, a salir de las ocupaciones que no nos dejan escuchar a Dios, para emprender un camino de conversión exigente y radical, en vistas a recibir al esperado de las naciones y ser dignos de él. A este reclamo de preparación, animado por las lecturas proféticas de cada día de Adviento, responde la Iglesia con salmos de súplica y de alegría. Si este domingo se anuncia que Brotará un renuevo del tronco de Jesé, un rey justo consagrado por el Espíritu (Is 11, 1-10; Primera lectura), respondemos cantando: Que en sus días florezca la justicia y la paz abunde eternamente (Salmo responsorial 71). Salimos animosos al encuentro del Señor, pero somos también conscientes de nuestra pobreza y del obstáculo que significan los afanes de este mundo (Oraciones colecta y sobre las ofrendas); de ahí la importancia de la última petición de este día: que nos des sabiduría para sopesar los bienes de la tierra, amando intensamente los del cielo (Oración después de la comunión).       

Esperamos al Salvador de toda la humanidad.

El tiempo de la espera se alarga, y parece que Dios tarda en cumplir sus promesas; pero contamos con una virtud cristiana que es uno de los nombres de la fe, y ésta es la paciencia, que se alimenta de la palabra de Dios, de modo que – como nos dice hoy san Pablo – entre nuestra paciencia y el consuelo que dan las Escrituras, mantengamos la esperanza (Rom 15, 4; Segunda lectura).

El plan de Dios es tan amplio como lo es la historia de la humanidad, porque el Hijo de Dios vino para salvar tanto al pueblo de los Patriarcas como al resto de los hombres, y aquí tenemos nuestra misión los cristianos, frente a la humanidad entera.

De la ilusión a la certeza

He aquí entonces el sorprendente descubrimiento: ¡la esperanza mía y nuestra, está precedida por la espera que Dios cultiva con respecto a nosotros! Sí, Dios nos ama y justamente por esto espera que regresemos a Él, que abramos el corazón a su amor, que pongamos nuestra mano en la suya y que recordemos que somos sus hijos. Esta espera de Dios precede siempre a nuestra esperanza, exactamente como su amor nos alcanza siempre en primer lugar (cfr 1 Jn 4,10).

Dios nos ha dado en el bautismo la virtud de la esperanza, la cual transfigura la esperanza humana, que muchas veces no es más que una ilusión, para convertirla en certeza.

En el corazón del hombre está escrita de forma imborrable la esperanza, porque Dios, nuestro Padre es vida, y para la vida eterna y bienaventurada estamos hechos.”

Habremos de considerar con una sana autocrítica de qué maneras seguimos poniendo obstáculos a la acción salvadora de Jesucristo, para poder así preparar mejor el camino del Señor.

La venida del Señor en la Eucaristía.

Hacemos lo posible por facilitar la llegada del Señor a nuestras comunidades y a cada persona cuando participamos en la Eucaristía descubriendo las diferentes formas de su presencia: en el sacerdote celebrante, en la comunidad que es el cuerpo y la Esposa de Cristo, en la Palabra que se proclama y en el sacramento que se celebra. Preparamos el camino del Señor reconociendo nuestros pecados y abriendo nuestros corazones a la acción transformadora del Espíritu, llegando a la verdadera conversión, estando dispuestos a cambiar en todo aquello que nos impide recibir a Cristo y vivir como él nos enseña con su palabra y con su ejemplo de amor y de entrega a la voluntad salvadora del Padre.

LA PALABRA DE DIOS HOY

Primera lectura. Isaías 11,1-10: El Mesías que anunciaron los profetas como Isaías, debía estar ungido por el Espíritu Santo y aplicar rectamente la justicia de Dios, que va mucho más lejos que la humana, pues salva al hombre del pecado que está en el origen de las injusticias.

Salmo responsorial 71: Con este salmo nos unimos a la esperanza de Israel en un rey de justicia que comenzara a redimir a los hombres de la opresión y anunciara la buena noticia a los pobres.

Segunda lectura: Romanos 15,4-9: Cuando vino Jesucristo, el Mesías esperado, cumplió las promesas hechas a los patriarcas y al pueblo de Israel, pero también obtuvo la salvación para todos los hombres.

Evangelio de san Mateo 3,1-12: Juan el Bautista sigue preparando los corazones de los hombres para recibir a Jesucristo, pues nos invita una vez más a preparar el camino del Señor, lo cual es uno de los temas principales del Adviento.

Otro comentario al evangelio

Domingo, 2º de Adviento
7 de diciembre de 2025

Is 11, 1-10. Juzgará a los pobres con justicia.

Sal 71 Que en sus días florezca la justicia y la paz abunde eternamente.

Rom 15, 4-9 Cristo salva a todos los hombres.

Mt 3, 1-12 Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos.

La Palabra de Dios que proclamamos este segundo Domingo de Adviento nos invita a preparar el camino del Señor, que viene; que está llamando a la puerta de tu corazón.

El Evangelio de hoy te advierte con seriedad que ha llegado la hora de la conversión.

Convertirse no es quedarnos en un cambio meramente moralista: fijarse únicamente en cuatro detalles, pero no ir al fondo de la cuestión: ¿quién es el Señor de tu vida? Es reconocer que tú no te das la vida a ti mismo, que necesitas ser salvado, que necesitas a Jesucristo.

Que Jesucristo no puede quedarse en ser un “adorno” para tu vida, sino que es la piedra angular, la roca sobre la que construir la propia vida.

Convertirse es reconocer que no eres dueño de tu vida. Es significa dejar tu vida en las manos del Señor, tratar de vivir no según tus proyectos sino haciendo la voluntad del Señor.

Convertirse significa cambiar tu forma de pensar para cambiar tu forma de vivir. Es dejar que la Palabra de Dios que cambie tu corazón y así puedas tener los mismos sentimientos y actitudes que tuvo Jesús.

La conversión es primeramente una obra de la gracia de Dios, que es quien nos da la fuerza para comenzar de nuevo. Al acoger el amor gratuito y misericordioso de Dios, nuestro corazón se estremece ante nuestros pecados y es movido por la gracia de Dios al arrepentimiento de corazón.

Pídele al Señor un corazón nuevo que pueda vivir abierto a su amor. Pídele poner tu vida en sus manos para volver a Él. Dios no deja de amarte nunca, y el que comenzó en ti la obra buena, él mismo la llevará a su término. Si le abres el corazón al Señor él irá haciendo obras grandes en ti.

Verás cumplida en tu vida la Palabra que hemos proclamado. Podrás disfrutar los dones del Espíritu Santo que nos ha anunciado Isaías: piedad, sabiduría y entendimiento, consejo y fortaleza, ciencia y temor del Señor. Podrás mantener la esperanza, que es hija de la fe; y podrás vivir en la alabanza, cantando para el Señor, porque habrás “visto” la salvación de Dios.

¡Feliz Domingo! ¡Feliz Eucaristía!

Dejándolo todo, lo siguieron (Cf. Lc 5, 11b).

¡Ven Espíritu Santo! (cf. Lc 11, 13)

Otro comentario al evangelio

Mt 3, 1-12. “Preparad el camino del Señor”. Estas palabras de Juan Bautista sintetizan muy bien el espíritu del adviento. Hemos de disponer todo en nuestra vida, lo material y también lo espiritual para acoger al Señor que viene. Eso supone una actitud de conversión, que es lo que proponía Juan en el bautismo con agua. Pero anuncia al que viene detrás de él, al Mesías, que bautizará con Espíritu Santo y fuego. Esa es una llamada a la purificación de nuestras vidas, a la eliminación de todo lo superfluo, lo que no produce frutos de santidad en nosotros. A veces podemos pensar que ya estamos salvados, que no necesitamos purificación ni conversión. Esto les pasaba también a los judíos que se consideraban hijos de Abrahán. Pero Juan Bautista nos advierte que no nos hagamos ilusiones. Nuestra salvación pasa por la acogida de Jesús y de su buena noticia, para aplicarla en nuestra vida.

14 de diciembre. III Domingo Tiempo De Adviento
Año litúrgico 2025-2026 (Ciclo A)

Primera lectura

Lectura del libro de Isaías 35, 1-6a. 10

El desierto y el yermo se regocijarán, se alegrará la estepa y florecerá, germinará y florecerá como flor de narciso, festejará con gozo y cantos de júbilo.

Le ha sido dada la gloria del Líbano, el esplendor del Carmelo y del Sarón.

Contemplarán la gloria del Señor, la majestad de nuestro Dios.

Fortaleced las manos débiles, afianzad las rodillas vacilantes; decid a los inquietos: «Sed fuertes, no temáis.

He aquí vuestro Dios! Llega el desquite, la retribución de Dios.

Viene en persona y os salvará».

Entonces se despegarán los ojos de los ciegos, los oídos de los sordos se abrirán; entonces saltará el cojo como un ciervo.

Retornan los rescatados del Señor.

Llegarán a Sión con cantos de júbilo: alegría sin límite en sus rostros.

Los dominan el gozo y la alegría.

Quedan atrás la pena y la aflicción.

Salmo

Salmo 145, 6c-7. 8-9a. 9bc-10
R/. Ven, Señor, a salvarnos

El Señor mantiene su fidelidad perpetuamente,
hace justicia a los oprimidos,
da pan a los hambrientos.
El Señor liberta a los cautivos. R/.

El Señor abre los ojos al ciego,
el Señor endereza a los que ya se doblan,
el Señor ama a los justos.
El Señor guarda a los peregrinos. R/.

Sustenta al huérfano y a la viuda
y trastorna el camino de los malvados.
El Señor reina eternamente,
tu Dios, Sion, de edad en edad. R/.

Segunda lectura

Lectura de la carta del apóstol Santiago 5, 7-10

Hermanos: esperad con paciencia hasta la venida del Señor.

Mirad: el labrador aguarda el fruto precioso de la tierra, esperando con paciencia hasta que recibe la lluvia temprana y la tardía.

Esperad con paciencia también vosotros, y fortaleced vuestros corazones, porque la venida del Señor está cerca.

Hermanos, no os quejéis los unos de los otros, para que no seáis condenados; mirad: el juez está ya a las puertas.

Hermanos, tomad como modelo de resistencia y de paciencia a los profetas que hablaron en nombre del Señor.

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Mateo 11, 2-11

En aquel tiempo, Juan, que había oído en la cárcel las obras del Mesías, mandó a sus discípulos a preguntarle:
«¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?».

Jesús les respondió:
«Id a anunciar a Juan lo que estáis viendo y oyendo: los ciegos ven, y los cojos andan; los leprosos quedan limpios y los sordos oyen; los muertos resucitan y los pobres son evangelizados. ¡Y bienaventurado el que no se escandalice de mí!».

Al irse ellos, Jesús se puso a hablar a la gente sobre Juan:
«¿Qué salisteis a contemplar en el desierto, una caña sacudida por el viento? ¿O qué salisteis a ver, un hombre vestido con lujo? Mirad, los que visten con lujo habitan en los palacios. Entonces, ¿a qué salisteis?, ¿a ver a un profeta?

Sí, os digo, y más que profeta. Este es de quien está escrito: “Yo envío mi mensajero delante de ti, el cual preparará tu camino ante ti”.

En verdad os digo que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan el Bautista; aunque el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él».

comentario

LA ALEGRÍA DEL EVANGELIO

por Jaime Sancho Andreu

(3º Domingo de Adviento – A-, 14 de diciembre de 2025).

Oración para encender el tercer cirio de la corona del Adviento.

Después de venerar el altar y saludar a la asamblea, el sacerdote, desde la sede, dice:

Hermanos: Estad siempre alegres en el Señor. Nuestro Redentor está cerca y hacia él dirigimos nuestra súplica antes de encender la tercera vela de la corona del Adviento.

Avanzando hacia tu encuentro, Cristo Jesús, te buscamos con esperanza, animados por la palabra profética del santo Precursor, Juan el Bautista. Cuando estamos muy cerca de la fiesta de tu Nacimiento, Señor Jesús, crece nuestra alegría porque sigues con nosotros y no has dejado de hacerte presente a tu Iglesia para cumplir la obra inmensa de la salvación del mundo. Te recibimos, sacerdote eterno, en nuestra asamblea eucarística, Jesucristo. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.

Amén.

Y el mismo celebrante o un fiel, enciende tres cirios de la corona del Adviento, mientras puede cantarse otra estrofa del canto de entrada o el estribillo del Himno del Jubileo. Sigue el acto penitencial.24 11 2013

Orientaciones para la homilía

 El domingo de la alegría

La antífona de entrada marca la tónica dominante de este domingo, que es la alegría:Estad siempre alegres en el Señor; os lo repito: estad alegres. El Señor está cerca” (Filipenses 4,4-5) se convierte en una consigna repetida a lo largo de todo el Adviento: si el Señor está cerca, su proximidad no debe ser motivo de tristeza, sino de gozo. El viene en persona y nos salvará (Primera lectura). La venida del Señor es vista por el profeta Isaías como una procesión festiva: “Llegarán a Sión con cantos de júbilo: alegría sin límite en sus rostros. Los dominan el gozo y la alegría. Quedan atrás la pena y la aflicción” (Is 35,10).

La alegría del Evangelio

 «La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría. En esta Exhortación quiero dirigirme a los fieles cristianos para invitarlos a una nueva etapa evangelizadora marcada por esa alegría, e indicar caminos para la marcha de la Iglesia en los próximos años» (Papa Francisco, Evangelii gaudium 1, 24-11-2013).

Demasiadas veces se ha dicho que al cristiano se le enseña a ver la vida solamente como “un valle de lágrimas”. Cierto que aquí no se trata de alegría superficial de las fiestas mundanas, tampoco se trata de algo pasajero o de una esperanza ingenua o utópica, sino que se anuncia lo que debe ser un estado optimista permanente para el cristiano, que se sabe salvado por la gracia de Cristo. Hoy el apóstol Santiago anuncia que la venida del Señor está cerca, pero hemos de tener paciencia para sobrellevar las pruebas de esta vida hasta que se cumpla plenamente nuestra salvación.

Es una alegría que actúa como un Evangelio sin necesidad de palabras. Dios quiere que todos se salvan, y que se alegren al conocer esta buena noticia, y para ello envía a los creyentes que han experimentado la salvación para que lleven esta buena nueva a los alejados, con el ejemplo de su forma de vida, y también dando razón de su esperanza, de modo que el mayor número de personas se unan con alegría al mismo canto de alabanza.

El Padre, por la donación del Espíritu Santo, nos ha elevado a la condición sobrenatural y nos restaura en su gracia por medio de la iniciación cristiana. Así la conversión de los pueblos y la obediencia de los humanos es el nuevo sacrificio espiritual que Dios acepta porque es la continuación en el tiempo de la obediencia y la acción de gracias de Jesucristo por medio de su cuerpo que es la Iglesia.

La vocación a difundir la verdadera alegría

Esta alegría se debe sentir en nuestra liturgia y en todo el conjunto de la vida cristiana, y debe comunicarse inmediatamente a los que entran en contacto con la Iglesia: En la liturgia se proclama la historia de la salvación, cuyas etapas muestran el amor de Dios creador y redentor, hasta llegar al momento de Cristo y la Iglesia. Aquí está la luz para juzgar lo que vemos y discernir como habremos de actuar en el mundo. En la liturgia se toma conciencia de lo que ha costado que volvamos a ser imagen de Dios, del valor del hombre para el Padre, del mérito de la sangre de Cristo y del poder del Espíritu. Por ello, cuando alguien se acerca a la Iglesia para solicitar los signos de vida para sus hijos, sus enfermos o para ellos mismos, deben ser acogidos con simpatía y comprensión de su situación. Esta acogida es ya una verdadera catequesis, inicio de un compromiso para cambiar ellos mismos y difundir la alegría de un encuentro renovado con Cristo.

De nuevo constatamos que el anuncio de la Navidad, a medida que se ha ido universalizando, ha perdido casi todo su contenido original; pero hemos de saber aprovechar, al menos, este motivo para conectar con quienes tenemos cerca y hacerles pensar cosas como ¿Navidad de quién? o bien: Este deseo de paz y alegría ¿qué motivo tiene?

Las señales de la llegada del Mesías

El profeta Isaías anuncia la venida del Redentor acompañado de signos que muestran la salvación. Los ciegos, cojos, cautivos, significan la penosa condición de la humanidad que sufre las consecuencias del pecado. Para Israel, la vuelta del exilio de Babilonia fue la gran señal de que Dios continuaba protegiendo a su pueblo, pero esta salvación estaba subordinada a la esperanza en otra venida más definitiva, en la persona del Mesías.

Por ello, cuando Juan el Bautista creó una expectación intensísima entre los israelitas y los animaba a preparar el camino del Señor, envió desde la cárcel donde lo tenía preso Herodes unos mensajeros para preguntar a Jesús: “¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?” (Mateo 11,3). Jesús le confirmó que él era quien estaba ya cumpliendo la profecía de Isaías que hoy se ha leído, porque él era el Señor que abre los ojos al ciego y cuyo reino no tendrá fin (Salmo responsorial): “Id a anunciar a Juan lo que estáis viendo y oyendo: los ciegos ven y los cojos andan; los leprosos quedan limpios y los sordos oyen; los muertos resucitan y los pobres son evangelizados” (11,4-5). Añadiendo una de sus características bienaventuranzas: “Bienaventurado el que no se escandalice de mí” (2,6).

Durante el Adviento, y en especial en este domingo, nos alegramos porque sabemos los signos que nos muestran dónde está y cómo nos salva.

Han llegado, pues, los tiempos esperados del Mesías, que es reconocido por los pobres en el espíritu, mientras que otros se sienten defraudados, escandalizados por la humildad de la encarnación del Hijo de Dios. Jesús marca la diferencia con el Antiguo Testamento y da la Buena Noticia a los que entran en la nueva situación que él está inaugurando, de tal manera, que si bien Juan era el más grande de los hombres antes que Jesús, “el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él” (Mt 11,11).

La Iglesia debe seguir mostrando los signos de la llegada del Reino; éstos son, en primer lugar, los sacramentos de la salvación, pero no puede tampoco descuidar el anuncio y la aplicación de la Buena Noticia de la salvación a los desgraciados de la tierra, pues su recuperación y redención es la manifestación concreta y testimonial del amor que Dios muestra hacia el mundo enviando al Hijo unigénito. Se acercan ya las fiestas del nacimiento del Salvador, y el Adviento debe prepararnos para aquellas tal como quería hacerlo el Bautista con su pueblo, “purificándonos de todo pecado” (Oración después de la comunión).

Es lo que pedimos en nuestras asambleas, cuando celebramos con fervor el día del Señor, este día de alegría en honor de Cristo resucitado, para que los misterios que estamos recordando transformen nuestra vida y se manifiesten en nuestras obras.

LA PALABRA DE DIOS EN ESTE DOMINGO

Primera lectura y Evangelio. Isaías 35,1-6a.10 y Mateo 11,1-11: El profeta anuncia la venida del Mesías que será acompañada por signos de redención, como la liberación de las consecuencias del pecado, significadas en las enfermedades y otros males que padece la humanidad. Por ello Jesús se identificó ante los enviados del Bautista mostrándoles esas mismas señales de salud y regeneración que son signos de la llegada del tiempo de la salvación.

Salmo responsorial 145: La misericordia y la fidelidad de Dios se muestran a través de su providencia hacia los más débiles y abandonados. Como sentimos la necesidad de su intervención, cantamos: “Ven, Señor, a salvarnos”.

Segunda lectura. Santiago 5,7-10: El apóstol anuncia que la venida del Señor está cerca, pero hemos de tener paciencia para sobrellevar las pruebas de esta vida hasta que se cumpla plenamente nuestra salvación.

Otro comentario

Lunes, 8 de diciembre de 2025

La Inmaculada Concepción

Lecturas:

Gn 3, 9-15.20. Establezco hostilidades entre ti y la mujer.

Sal 97, 1-4. Cantad al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas.

Ef 1,3-6.11-12 Él nos eligió en Cristo antes de la fundación del mundo.

Lc 1, 26-38. Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.

Celebramos hoy la solemnidad de la Inmaculada Concepción de María. Los orígenes de esta fiesta se remontan a los siglos VII y VIII en Oriente. Poco a poco fue penetrando en Occidente y extendiéndose por toda la Iglesia, hasta que el papa Pío IX, el día 8 de diciembre del año 1854, declaró como dogma de fe que santa María, por un singular privilegio, en previsión de los méritos de Jesucristo, fue preservada de toda mancha de pecado original.

A lo largo de los siglos, la Iglesia ha tomado conciencia de que María llena de gracia por Dios (cf. Lc 1, 28) había sido redimida desde su concepción (cf. Catecismo 491).

María no sólo no cometió pecado alguno, sino que fue preservada del pecado original por la misión a la que Dios la había destinado: ser la Madre del Redentor.

En el tiempo de Adviento, esta fiesta nos lleva a pensar en la Madre del Redentor, cuyo nacimiento vamos a celebrar pronto.

La Palabra nos presenta a María en la historia de la salvación: la desconfianza y desobediencia de nuestros primeros padres nos dejó la herencia del pecado original.

María es la perfecta sierva del Señor, que aceptó su Palabra hasta el final. Por eso, María es la mujer nueva, concebida sin pecado, y madre de la humanidad redimida.

También para María todo viene de Jesucristo, como centro de la historia de la salvación. María fue preservada del pecado original en previsión de los méritos de Jesucristo. Elegida y predestinada para su gran misión, del mismo modo que nosotros estamos destinados por Dios a participar de su gloria.

Y este es el dilema de cada día: vivir en la desconfianza y la desobediencia -como Adán y Eva-, vivir queriendo ser tú el dios de tú vida… Y se notará en que va apareciendo en ti la autosuficiencia, la arrogancia, la queja, la protesta, el resentimiento, la sospecha…

O vivir como María: escuchando, confiando, obedeciendo, dejándote llevar por el Espíritu… Y se notará en que vives proclamando el Magnificat, tu Magnificat, vives en la gratitud y la alabanza, que es el eco de la acción del Espíritu Santo en tu vida.

Y tú… ¿Qué modelo eliges para tu vida? ¿Quieres vivir como María, dejando que tu vida la lleve el Espíritu? ¿O quieres vivir como Eva, convirtiéndote tú en el dios de tu vida?

Pide el don del Espíritu Santo para que tú también puedas decir ¡hágase en mi vida como tú quieras, Señor! Entonces tu vida será una gran aventura, pero también un gran canto de alabanza porque en medio de tu vida contemplas la gloria de Dios.

 Dejándolo todo, lo siguieron 🔥 (Cf. Lc 5, 11b).

¡Ven Espíritu Santo! (cf. Lc 11, 13).

Otro comentario

Lc 1, 26-38. “Has encontrado gracia ante Dios”. La escena que hoy contemplamos nos presenta la grandeza de Dios que se abaja, para acercarse a una joven humilde de Nazaret y plantearle un plan extraordinario. Así es como actúa la gracia de Dios, que se hace presente en nuestras vidas, para colmarnos de su presencia, de su amor, y para confiarnos una misión. María no entiende, no le fue fácil y por eso pregunta cómo va a suceder el plan de Dios. El Señor lo tiene todo previsto. Es el Espíritu Santo el que va a intervenir para concebir al Hijo de Dios. Para que María confíe, el ángel le pone el ejemplo de Isabel, su prima, que siendo estéril está ya de seis meses. La clave está en reconocer que para Dios nada hay imposible, pero que ha querido contar con nuestra libertad para llevar a cabo su plan. Por eso hace falta que María acepte, diga “hágase”. Hoy damos gracias a Dios por el sí de María.

fiesta del 9 D'OCTUBRE

En la Diócesis de Valencia

Aniversario de la dedicación de la S.I. Catedral de Valencia.

En la Diócesis de Valencia

 Aniversario de la dedicación de la S.I. Catedral de Valencia.

(9 de octubre de 2023)

Al llegar esta fecha histórica en que recordamos el segundo nacimiento del pueblo cristiano valenciano, después de un periodo de oscuridad en el que nunca dejó de estar presente, conviene que tengamos presente esta festividad que nos hace presente el misterio de la Iglesia a través del templo mayor de nuestra archidiócesis, donde está la cátedra y el altar del que está con nosotros en el lugar de los apóstoles, como sucesor suyo. La sede de tantas peregrinaciones  y de innumerables vistas individuales, brilla en este día con la luz de la Esposa de Cristo, engalanada para las nupcias salvadoras.

El 9 de octubre evoca la fundación del reino cristiano de Valencia y la libertad del culto católico en nuestras tierras. Ese mismo día, la comunidad fiel valenciana tuvo de nuevo su iglesia mayor, dedicada a Santa María, y estos dos acontecimientos forman parte de una misma historia. Es una fiesta que nos afianza en la comunión eclesial en torno a la iglesia madre, donde tiene su sede el Pastor de la Iglesia local de Valencia, el templo que fue llamado a custodiar el sagrado Cáliz de la Cena del Señor, símbolo del sacrificio de amor de Jesucristo y de la comunión eucarística en la unidad de la santa Iglesia.

El aniversario de la dedicación

El 9 de octubre será para la comunidad cristiana de Valencia una fiesta perpetua, pero en cada aniversario resuena con más fuerza que nunca el eco de aquella preciosa y feliz celebración en que nuestro templo principal, la iglesia madre, apareció con la belleza que habían pretendido que tuviera aquellos generosos antepasados nuestros que lo comenzaron.

La belleza de la casa de Dios, sin lujos, pero con dignidad, tanto en las iglesias modestas como en las más importantes o cargadas de arte e historia, lo mismo que la enseñanza de sus signos, nos hablan del misterio de Dios que ha querido poner su tabernáculo entre nosotros y hacernos templo suyo.

Al contemplar las catedrales sembradas por Europa, en ciudades grandes o pequeñas, nos asombra el esfuerzo que realizaron quienes sabían que no verían culminada su obra. En nuestro tiempo, cuando domina lo funcional, nos resulta difícil comprender esas alturas “inútiles”, esos detalles en las cubiertas y las torres, esas moles que, cuando se levantaron, destacarían mucho más que ahora, entre casas de uno o dos pisos. Pero lo cierto es que también ahora se construyen edificios cuyo tamaño excede con mucho al espacio utilizable; nos dicen que es para prestigiar las instituciones que albergan, y eso es lo que pretendían nuestros antepasados para la casa de Dios y de la Iglesia; eso, seguramente, y otras cosas que se nos escapan.

Una construcción que no ha terminado

El aniversario de la dedicación nos recuerda un día de gracia, pero también nos impulsa hacia el futuro. En efecto, de la misma manera que los sacramentos de la Iniciación, a saber, el Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía, ponen los fundamentos de toda la vida cristiana, así también la dedicación del edificio eclesial significa la consagración de una Iglesia particular representada en la parroquia.

En este sentido el Aniversario de la dedicación, es como la fiesta conmemorativa del Bautismo, no de un individuo sino de la comunidad cristiana y, en definitiva, de un pueblo santificado por la Palabra de Dios y por los sacramentos, llamado a crecer y desarrollarse, en analogía con el cuerpo humano, hasta alcanzar la medida de Cristo en la plenitud (cf. Col 4,13-16). El aniversario que estamos celebrando constituye una invitación, por tanto, a hacer memoria de los orígenes y, sobre todo, a recuperar el ímpetu que debe seguir impulsando el crecimiento y el desarrollo de la parroquia en todos los órdenes.

Una veces sirviéndose de la imagen del cuerpo que debe crecer y, otras, echando mano de la imagen del templo, San Pablo se refiere en sus cartas al crecimiento y a la edificación de la Iglesia (cf. 1 Cor 14,3.5.6.7.12.26; Ef 4,12.16; etc.). En todo caso el germen y el fundamento es Cristo. A partir de Él y sobre Él, los Apóstoles y sus sucesores en el ministerio apostólico han levantado y hecho crecer la Iglesia (cf. LG 20; 23).

Ahora bien, la acción apostólica, evangelizadora y pastoral no causa, por sí sola, el crecimiento de la Iglesia. Ésta es, en realidad, un misterio de gracia y una participación en la vida del Dios Trinitario. Por eso San Pablo afirmaba: «Ni el que planta ni el que riega cuentan, sino Dios que da el crecimiento» (1 Cor 3,7; cf. 1 Cor 3,5-15). En definitiva se trata de que en nuestra actividad eclesial respetemos la necesaria primacía de la gracia divina, porque sin Cristo «no podemos hacer nada» (Jn 15,5).

Las palabras de San Agustín en la dedicación de una nueva iglesia; quince siglos después parecen dichas para nosotros:

«Ésta es la casa de nuestras oraciones, pero la casa de Dios somos nosotros mismos. Por eso nosotros… nos vamos edificando durante esta vida, para ser consagrados al final de los tiempos. El edificio, o mejor, la construcción del edificio exige ciertamente trabajo; la consagración, en cambio, trae consigo el gozo. Lo que aquí se hacía, cuando se iba construyendo esta casa, sucede también cuando los creyentes se congregan en Cristo. Pues, al acceder a la fe, es como si se extrajeran de los montes y de los bosques las piedras y los troncos; y cuando reciben la catequesis y el bautismo, es como si fueran tallándose, alineándose y nivelándose por las manos de artífices y carpinteros. Pero no llegan a ser casa de Dios sino cuando se aglutinan en la caridad» (Sermón 336, 1, Oficio de lectura del Común de la Dedicación de una iglesia).

Jaime Sancho Andreu

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