LA PALABRA DEL DÍA

Evangelio del día

Lunes, 7 de julio de 2025
Lectura del santo evangelio según san Mateo 9, 18-26

En aquel tiempo, mientras Jesús hablaba, se acercó un jefe de los judíos que se arrodilló ante él y le dijo:
«Mi hija acaba de morir. Pero ven tú, impón tu mano sobre ella y vivirá».

En aquel tiempo, mientras Jesús hablaba, se acercó un jefe de los judíos que se arrodilló ante él y le dijo:
«Mi hija acaba de morir. Pero ven tú, impón tu mano sobre ella y vivirá».

Jesús se levantó y lo siguió con sus discípulos.

Entre tanto, una mujer que sufría flujos de sangre desde hacía doce años, se le acercó por detrás y le tocó la orla del manto, pensando que con solo tocarle el manto se curaría.

Jesús se volvió y, al verla le dijo:
«¡Animo, hija! Tu fe te ha curado».

Y en aquel momento quedó curada la mujer.

Jesús llegó a casa de aquel jefe y, al ver a los flautistas y el alboroto de la gente, dijo:
«¡Retiraos! La niña no está muerta, está dormida».

Se reían de él.

Cuando echaron a la gente, entró él, cogió a la niña de la mano, y ella se levantó.

La noticia se divulgó por toda aquella comarca.

Martes, 8 de julio de 2025
Lectura del santo evangelio según san Mateo 9, 32-38

En aquel tiempo, le llevaron a Jesús un endemoniado mudo. Y después de echar al demonio, el mudo habló.

En aquel tiempo, le llevaron a Jesús un endemoniado mudo. Y después de echar al demonio, el mudo habló.

La gente decía admirada:
«Nunca se ha visto en Israel cosa igual».

En cambio, los fariseos decían:
«Este echa los demonios con el poder del jefe de los demonios».

Jesús recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en sus sinagogas, proclamando el evangelio del reino y curando toda enfermedad y toda dolencia.

Al ver a las muchedumbres, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y abandonadas, «como ovejas que no tienen pastor».

Entonces dice a sus discípulos:
«Las mies es abundante, pero los trabajadores son pocos; rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies».

Miércoles, 9 de julio de 2025
Lectura del santo evangelio según san Mateo 10, 1-7

En aquel tiempo, Jesús, llamó a sus doce discípulos y les dio autoridad para expulsar espíritus inmundos y curar toda enfermedad y toda dolencia.

En aquel tiempo, Jesús, llamó a sus doce discípulos y les dio autoridad para expulsar espíritus inmundos y curar toda enfermedad y toda dolencia.

Estos son los nombres de los doce apóstoles: el primero, Simón, llamado Pedro, y Andrés, su hermano; Santiago, el de Zebedeo, y Juan, su hermano; Felipe y Bartolomé, Tomás y Mateo el publicano; Santiago el de Alfeo, y Tadeo; Simón el de Caná, y Judas Iscariote, el que lo entregó.

A estos doce los envió Jesús con estas instrucciones:
«No vayáis a tierra de paganos ni entréis en las ciudades de Samaria, sino id a las ovejas descarriadas de Israel.

Id y proclamad que ha llegado el reino de los cielos».

Jueves, 10 de julio de 2025
Lectura del santo evangelio según san Mateo 10, 7-15

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles:
«ld y proclamad que ha llegado el reino de los cielos. Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, arrojad demonios.

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles:
«ld y proclamad que ha llegado el reino de los cielos. Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, arrojad demonios.

Gratis habéis recibido, dad gratis.

No os procuréis en la faja oro, plata ni cobre; ni tampoco alforja para el camino, ni dos túnicas, ni sandalias, ni bastón; bien merece el obrero su sustento. Cuando entréis en una ciudad o aldea, averiguad quién hay allí de confianza y quedaos en su casa hasta que os vayáis. Al entrar en una casa, saludadla con la paz; si la casa se lo merece, vuestra paz vendrá a ella. Si no se lo merece, la paz volverá a vosotros.

Si alguno no os recibe o no escucha vuestras palabras, al salir de su casa o de la ciudad, sacudid el polvo de los pies.

En verdad os digo que el día del juicio les será más llevadero a Sodoma y Gomorra que a aquella ciudad».

Viernes, 11 de julio de 2025
Lectura del santo evangelio según san Mateo 19, 27-29

En aquel tiempo, dijo Pedro a Jesús:
«Ya ves, nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido; ¿qué nos va a tocar?».

En aquel tiempo, dijo Pedro a Jesús:
«Ya ves, nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido; ¿qué nos va a tocar?».

Jesús les dijo:
«En verdad os digo: cuando llegue la renovación y el Hijo del hombre se siente en el trono de su gloria, también vosotros, los que me habéis seguido, os sentaréis en doce tronos para juzgar a las doce tribus de Israel.

Todo el que por mí deja casa, hermanos o hermanas, padre o madre, hijos o tierras, recibirá cien veces más y heredará la vida eterna».

Sábado, 12 de julio de 2025
Lectura del santo evangelio según san Mateo 10, 24-33

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles:

«Un discípulo no es más que su maestro, ni un esclavo más que su amo;

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles:

«Un discípulo no es más que su maestro, ni un esclavo más que su amo; ya le basta al discípulo con ser como su maestro, y al esclavo como su amo. Si al dueño de la casa lo han llamado Belzebú, ¡cuánto más a los criados!

No les tengáis miedo, porque nada hay cubierto que no llegue a descubrirse; nada hay escondido que no llegue a saberse.

Lo que os digo de noche decidlo en pleno día, y lo que escuchéis al oído, pregonadlo desde la azotea.

No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. No, temed al que puede llevar a la perdición alma y cuerpo en la “gehenna”. ¿No se venden un par de gorriones por unos céntimos? Y, sin embargo, ni uno solo cae al suelo sin que lo disponga vuestro Padre. Pues vosotros hasta los cabellos de la cabeza tenéis contados. Por eso, no tengáis miedo; valéis más vosotros que muchos gorriones.

A quien se declare por mí ante los hombres, yo también me declararé por él ante mi Padre que está en los cielos. Y si uno me niega ante los hombres, yo también lo negaré ante mi Padre que está en los cielos».

Comentario al evangelio de hoy

Sábado, 12 de julio de 2025

Lecturas:

Gn 49, 29-32; 50, 15-26a. Dios cuidará de vosotros.

Sal 104 Los humildes, buscad al Señor y revivirá vuestro corazón.

Mt 10, 24-33 No tengáis miedo a los que matan el cuerpo.

Sigue la historia de José.

Hoy, además de todo lo que el Señor ha dicho anteriormente, te invita a tener una mirada de fe sobre tu historia y, a no vivir en el resentimiento, sino en el perdón: Vosotros intentasteis hacerme mal, pero Dios intentaba hacer bien para dar vida a un pueblo numeroso… No temáis. Yo os mantendré… Y los consoló hablándoles al corazón…Dios cuidará de vosotros y os llevará a esta tierra…

Cuando te fías del Señor y dejas actuar su Espíritu, experimentas su consuelo.

Entonces es cuando el dolor y las heridas son sanadas y redimidas. Forman parte de tu historia, pero ya no te duelen.

Con el don del Espíritu Santo puedes contemplar como Jesucristo Resucitado sale victorioso del sepulcro de tus heridas, te rescata de la muerte y te regala una vida nueva: unos ojos nuevos con los que puedes ver tu vida como una historia de amor y de salvación que Dios está haciendo contigo; unos labios nuevos, con los que puedes bendecir en lugar de condenar, alabar en lugar de murmurar; y un corazón nuevo en el que ya no hay lugar para el odio, el resentimiento y el rencor, sino para la misericordia, la benevolencia y el perdón, porque está habitado por el Espíritu Santo.

Pero esto sólo lo puede vivir el humilde: el que deja que su vida la lleve el Señor, y la lleve por dónde Él quiera llevarla. El que le puede entregar al Señor sus proyectos, sus planes… su vida. El que tiene tal experiencia del Amor de Dios que puede decirle: confío en ti, en que tus planes son mejores que los míos.

Este es el que vive cada día en la gratitud, en la acción de gracias, en la alabanza.

La fe se vive en la gratuidad: todo es don recibido y acogido. Y don gratuito, no merecido ni exigido ni comprado. Por eso lleva a la alabanza, a la gratitud, a la alegría. ¡Cómo agradecer tanto don recibido!

No tengáis miedo, termina diciéndonos el Evangelio. Vosotros valéis más que los gorriones. Dios te ama y cuida de ti. En cada momento. Todos los días.

Dejándolo todo, lo siguieron (Cf. Lc 5, 11b).

¡Ven Espíritu Santo! (cf. Lc 11, 13)

Otro comentario al Evangelio

Mt 10, 24-33. “Valéis más vosotros”. El evangelio nos presenta hoy una serie de proverbios al estilo de los sabios de Israel, en los que Jesús nos va presentando una serie de temas. El primero es que un discípulo es como su maestro, no tiene que considerarse superior ni inferior. En segundo lugar nos previene contra el miedo, no nos debe paralizar. La razón para vencer al miedo es que todo se va a descubrir, por eso estamos llamados a anunciar lo que Jesús nos comunica. A quien hay que temer es a los que pueden acabar nuestro alma. También nos habla de la confianza en la providencia. Dios nos ama y se preocupa de nosotros, somos valiosos para Él, por encima de todas las preciosas realidades de la creación. Ello nos ha de llevar a vivir con confianza y a lanzarnos a la misión, declarándonos a favor de Jesús delante de los hombres.

27 de junio. Sagrado Corazón de Jesús
Año Litúrgico 2025 (Ciclo C)

Primera lectura

Lectura de la profecía de Ezequiel 34, 11-16

Esto dice el Señor Dios:
«Yo mismo buscaré mi rebaño y lo cuidaré.

Como cuida un pastor de su grey dispersa, así cuidaré yo de mi rebaño y lo libraré, sacándolo de los lugares por donde se había dispersado un día de oscuros nubarrones.

Sacaré a mis ovejas de en medio de los pueblos, las reuniré de entre las naciones, las llevaré a su tierra, las apacentaré en los montes de Israel, en los valles y en todos los poblados del país. Las apacentaré en pastos escogidos, tendrán sus majadas en los montes más altos de Israel; se recostarán en pródigas dehesas y pacerán pingües pastos en los montes de Israel.

Yo mismo apacentaré mis ovejas y las haré reposar —oráculo del Señor Dios—.

Buscaré la oveja perdida, recogeré a la descarriada; vendaré a las heridas; fortaleceré a la enferma; pero a la que está fuerte y robusta la guardaré: la apacentaré con justicia».

Salmo

Salmo 22, 1-3a. 3b-4. 5. 6
R/. El Señor es mi pastor, nada me falta.

El Señor es mi pastor, nada me falta:
en verdes praderas me hace recostar;
me conduce hacia fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas. R/.

Me guía por el sendero justo,
por el honor de su nombre.
Aunque caminé por cañadas oscuras,
nada temo, porque tú vas conmigo:
tu vara y tu cayado me sosiegan. R/.

Preparas una mesa ante mí,
enfrente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume,
y mi copa rebosa. R/.

Tu bondad y tu misericordia me acompañan
todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor
por años sin término. R/.

Segunda lectura

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 5, 5b- 11

Hermanos:

El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado.

En efecto, cuando nosotros estábamos aún sin fuerza, en el tiempo señalado, Cristo murió por los impíos; ciertamente, apenas habrá quien muera por un justo; por una persona buena tal vez se atrevería alguien a morir; pues bien: Dios nos demostró su amor en que, siendo nosotros todavía pecadores, Cristo murió por nosotros. ¡Con cuánta más razón, pues, justificados ahora por su sangre, seremos por él salvados del castigo!

Si, cuando éramos enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, ¡con cuánta más razón, estando ya reconciliados, seremos salvados por su vida!

Y no solo eso, sino que también nos gloriamos en Dios, por nuestro Señor Jesucristo, por quien hemos obtenido ahora la reconciliación.

Evangelio del Jueves Santo

Lectura del santo evangelio según san Lucas 15, 3-7

En aquel tiempo, Jesús dijo a los fariseos y a los escribas esta parábola:
«Quién de vosotros que tiene cien ovejas y pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto y va tras la descarriada, hasta que la encuentra?

Y, cuando la encuentra, se la carga sobre los hombros, muy contento; y, al llegar a casa, reúne a los amigos y a los vecinos, y les dice:
“¡Alegraos conmigo!, he encontrado la oveja que se me había perdido”.

Os digo que así también habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse».

comentario

EL BANQUETE EUCARÍSTICO

por Jaime Sancho Andreu

(Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo -C-, 22-Junio-2025)

Misterio de presencia

Sacramento de presencia verdadera, real y sustancial, presencia del único sacrificio de la Cruz y presencia de la comunidad reunida en torno a la Mesa de la Cena del Señor. Es vínculo de unidad y don de caridad… Todo esto y más es la Eucaristía, y cada año nos acercamos a este misterio a través de un tema diferente.

El tema propio de este año C.

Jesucristo está presente y obra con su poder en los sacramentos mediante la acción del Espíritu santo, que es invocado en la Eucaristía para que sea la verdadera actualización del único sacrificio de Cristo y su cuerpo y sangre inmolados y gloriosos. Este es el gran misterio eucarístico, que tiene como centro al Cuerpo y la sangre de Cristo, en el marco de un sacramento que tiene la forma de un banquete sacrificial.

Cuando retorna cada año esta solemnidad, debemos prestar especial atención al modo como nos acercamos a la contemplación de este misterio, teniendo presente que, si los años A y B dedican respectivamente las lecturas de esta solemnidad al misterio del Cuerpo y Sangre sacramentales de Cristo, este año C nos orienta prioritariamente a la contemplación de la Eucaristía como sacrificio pascual y ágape comunitario de la Iglesia.

El sacrifico espiritual de la Nueva Alianza.

En primer lugar, hay que reconocer la iluminación que el Espíritu Santo proporciona a la Iglesia para comprender el antiguo Testamento como profecía de Jesucristo, y así leemos este año que “Melquisedec ofreció pan y vino” (Gen 14, 18); de este modo, conforme a la historia de la salvación, el gesto del rey de Salem es un precedente muy significativo para judíos y cristianos. Pues antes de que se instituyera en Israel el ofrecimiento de animales y de frutos de la tierra, existió ya esta sencilla ofrenda del pan y del vino en acción de gracias. Melquisedec fue un misterioso rey-sacerdote que, según la carta a los Hebreos, preludiaba ya, más allá del sacerdocio pasajero de Aarón, Leví y sus hijos, el sacerdocio de Jesús, Rey-Sacerdote mesiánico conforme a la bendición del salmo responsorial 109,4: “Tú eres sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec” que nosotros aplicamos a Jesucristo.

El banquete eucarístico.      

“Comieron todos y se saciaron” (Lc 9, 17). La multiplicación de los panes está contada de modo que refleja la celebración eucarística de la Iglesia primitiva, al tiempo que la anuncia como signo profético. No se trata de un milagro personal de Jesús o de un simple compartir la pobreza.

Jesús, movido por el Espíritu, comienza levantando los ojos al cielo, en una oración de acción de gracias (Eucaristía) y de petición, como siguen siendo nuestras plegarias eucarísticas, que incluyen siempre la invocación del Espíritu Santo; después bendice el pan, pues el Padre ha confiado todo al Hijo, incluso el poder de pronunciar la bendición del cielo; y finalmente lo parte, con un gesto presidencial que alude tanto a su propio quebrantamiento en la pasión como a la infinita multiplicación de sus dones que el Espíritu Santo realiza en todas las celebraciones eucarísticas, y con ello se hace visible simbólicamente que el amor trinitario se hace presente en la autodonación sacramental de Jesús.

Por todo ello, en este Día de Caridad, hemos de tener presente que la característica propia del amor cristiano es la donación de sí mismo que hace posible compartir toda la vida, y no sólamente los bienes que nos sobran. En la Eucaristía compartimos el amor de Cristo en torno a su mesa, que es también el ara donde consumo su ofrenda única y perfecta, cumpliendo la voluntad del Padre.

La entrega de Jesús en la última Cena y en la eucaristía.

Finalmente, hemos escuchado a san Pablo, que en su carta a los corintios, al tiempo que corrige su forma escandalosa de celebrar el ágape fraterno, les  transmite la tradición verdadera que nos viene del ejemplo de Jesús por medio de los apóstoles.

El contexto de la acción de Jesús, en la noche en que iba a ser entregado, es esencial. En último término es el Padre quien lo entrega para que pueda ofrecerse como Dios y hombre verdadero: en la cruz por los hombres y en la Eucaristía, igualmente, por nosotros. Por eso Jesús pronuncia la oración de acción de gracias: porque el Padre hace esto, porque él mismo puede hacerlo con El y porque el Espíritu Santo lo realizará continuamente en el futuro por el ministerio de los apóstoles y sus sucesores, que son los obispos y los presbíteros.

Jesús no sólo distribuye el pan partido que es él mismo, sino que da a los que lo reciben, para prolongar esta gracia, la orden y el poder de repetir ellos mismos en el futuro este sacrifico de alabanza, comunión y expiación “en memoria suya”, como un presente siempre nuevo por el que se dan gracias al Padre. Así en nombre del Hijo y con la fuerza del Espíritu se parte y se come el pan y se comparte el vino. La participación del pan y la libación del vino son inseparables del desgarramiento y desangrarse de la vida de Jesús en cruz, que ofreció este sacrificio movido por el Espíritu Santo.

LA PALABRA DE DIOS EN ESTA SOLEMNIDAD

Primera lectura y salmo responsorial. Génesis 14, 18-20: El sacrifico de Melquisedec es una profecía de la ofrenda sacramental de Jesucristo, como Sacerdote de la Nueva alianza. Nuestro pan y vino son ahora el Cuerpo y la Sangre de Cristo.

Segunda lectura. 1 Corintios 11, 23-26: San Pablo recuerda la tradición que le ha llegado por medio de los testigos que estuvieron presentes en la última Cena. En la memoria de la Iglesia primitiva, la institución de la Eucaristía en vísperas de la Pasión hace de este sacramento un sacrificio pascual de comunión en la muerte y resurrección del Señor.

Evangelio de Lucas 9, 11b-17: La multiplicación de los panes fue una profecía del banquete eucarístico, el cual repite a lo largo del tiempo la donación sacrificial de Cristo a sus discípulos. Como el joven del Evangelio, que ofreció todo lo que tenía, nosotros hemos de estar dispuestos a entregarle a Cristo todo nuestro ser para compartir la vida eterna que el Señor nos ofrece.

Otro comentario al evangelio

Viernes, 27 de junio de 2025

Sagrado Corazón de Jesús

Lecturas:

Ez 34, 11-16. Yo mismo apacentaré a mis ovejas y las haré reposar.

Sal 22. El Señor es mi pastor, nada me falta.

Rom 5, 5b-11. Dios nos demostró su amor.

Lc 15, 3-7. ¡Alegraos conmigo!, he encontrado la oveja que se me había perdido.

La solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús se centra en el amor que Dios nos tiene, simbolizado en el corazón de su Hijo Jesucristo, un corazón manso y humilde, que exaltado en la cruz es fuente de vida y de salvación de la que se sacian todos los que se acogen a ella.

El misterio del amor de Dios nos muestra la entraña del cristianismo, el hilo conductor de nuestra fe.

Dios te ama. Te ha creado por amor. Tú no existes por casualidad. Dios te ha llamado a la vida porque quiere que vivas con Él una vida de amistad, de intimidad.

Dios te ama gratuitamente, con un amor que no te lo tienes que ganar. Con un amor que lo puedes rechazar –la libertad es parte del amor–, pero que no lo puedes perder: Dios no dejará de amarte nunca.

El amor de Dios es más fuerte que la muerte. Por eso, te invita a vivir para siempre. No para cien años, sino para toda la eternidad.

Dios te ha creado para amar. Te ha creado a su imagen y semejanza, y serás feliz en la medida en que ames con un amor como el suyo: un amor marcado por la gratuidad, la fidelidad, la misericordia, la donación: se es más feliz al dar que al recibir (cf. Hch 20, 35).

¿Cómo es el Corazón de Jesús? Lo hemos cantado en el Aleluya: aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón. Un corazón fiel y obediente a la voluntad del Padre.

En este Mes del Corazón de Jesús el Papa León nos invitaba a orar para que cada uno de nosotros encuentre consolación en la relación personal con Jesús, y aprenda de su corazón la compasión por el mundo.

“Señor, hoy vengo a tu tierno Corazón, a Ti que tienes palabras que encienden el mío, a Ti que derramas compasión sobre los pequeños y los pobres, sobre los que sufren y sobre toda miseria humana.

Deseo conocerte más, contemplarte en el Evangelio, estar contigo y aprender de Ti y del amor con que te dejaste tocar por todas las formas de pobreza. Tú nos mostraste el amor del Padre amándonos sin medida con tu Corazón divino y humano. Concede a todos tus hijos la gracia del encuentro contigo.

Cambia, moldea y transforma nuestros planes, para que sólo te busquemos a Ti en cada circunstancia: en la oración, en el trabajo, en los encuentros y en nuestra rutina diaria. Y desde este encuentro, envíanos en misión; una misión de compasión por un mundo en el que eres la fuente de donde fluye toda consolación. Amén.”

Recibid el poder del Espíritu y sed mis testigos (Cf. Hch 1, 8).

¡Ven Espíritu Santo! 🔥 (cf. Lc 11, 13).

Otro comentario al evangelio

Lc 15, 3-7. “Habrá más alegría en el cielo”. Celebramos hoy la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús. El evangelio nos presenta una de las imágenes más queridas relacionadas con el Señor, la imagen del buen pastor. Nos muestra la preocupación particular por cada una de sus ovejas, de tal manera que cuando pierde una no se resigna a esta situación, sino que va en su busca. Cuando la encuentra experimenta una gran alegría, no le reprocha el extravío sino que la carga con delicadeza sobre sus hombros y la devuelve al rebaño. Su alegría es expansiva, la comunica a los demás, quiere que todos participen de ella. Es una alegría que llega hasta el cielo, hasta el mismo Dios que espera la conversión de cada uno de nosotros. Demos gracias por tener a un Maestro que es Pastor y que nos ama y se interesa por cada uno de nosotros.

13 de julio. XV Domingo de Tiempo Ordinario
Año Litúrgico 2025 (Ciclo C)

Primera lectura

Lectura del libro del Deuteronomio 30, 10-14

Moisés habló al pueblo, diciendo:

«Escucha la voz del Señor, tu Dios, observando sus preceptos y mandatos, lo que está escrito en el libro de esta ley, y vuelve al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma.

Porque este precepto que yo te mando hoy no excede tus fuerzas, ni es inalcanzable. No está en el cielo, para poder decir: “¿Quién de nosotros subirá al cielo y nos lo traerá y nos lo proclamará, para que lo cumplamos?”. Ni está más allá del mar, para poder decir: “¿Quién de nosotros cruzará el mar y nos lo traerá y nos lo proclamará, para que lo cumplamos?”.

El mandamiento está muy cerca de ti: en tu corazón y en tu boca, para que lo cumplas».

Salmo

Salmo 68, 14 y 17. 30-31. 33-34. 36ab y 37
R/. Humildes, buscad al Señor, y revivirá vuestro corazón.

Mi oración se dirige a ti,
Señor, el día de tu favor;
que me escuche tu gran bondad,
que tu fidelidad me ayude.
Respóndeme, Señor, con la bondad de tu gracia;
por tu gran compasión, vuélvete hacia mi. R/.

Yo soy un pobre malherido;
Dios mío, tu salvación me levante.
Alabaré el nombre de Dios con cantos,
proclamaré su grandeza con acción de gracias. R/.

Miradlo, los humildes, y alegraos;
buscad al Señor, y revivirá vuestro corazón.
Que el Señor escucha a sus pobres,
no desprecia a sus cautivos. R/.

Dios salvará a Sión,
reconstruirá las ciudades de Judá.
La estirpe de sus siervos la heredará,
los que aman su nombre vivirán en ella. R/.

Segunda lectura

Lectura de la carta del Apóstol San Pablo a los Colosenses 1, 15-20

Cristo Jesús es imagen del Dios invisible, primogénito de toda criatura; porque en él fueron creadas todas las cosas: celestes y terrestres, visibles e invisibles. Tronos y Dominaciones, Principados y Potestades; todo fue creado por él y para él.

Él es anterior a todo, y todo se mantiene en él.

Él es también la cabeza del cuerpo: de la Iglesia.

Él es el principio, el primogénito de entre los muertos, y así es el primero en todo.

Porque en él quiso Dios que residiera toda la plenitud.

Y por él y para él quiso reconciliar todas las cosas, las del cielo y las de la tierra, haciendo la paz por la sangre de su cruz.

Evangelio del Domingo

Lectura del santo Evangelio según San Lucas 10, 25-37

En aquel tiempo, se levantó un maestro de la ley y preguntó a Jesús para ponerlo a prueba:
«Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?».

Él le dijo:
«¿Qué está escrito en la ley? ¿Qué lees en ella?».

El respondió:
«“Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu fuerza” y con toda tu mente. Y “a tu prójimo como a ti mismo”».

Él le dijo:
«Has respondido correctamente. Haz esto y tendrás la vida».

Pero el maestro de la ley, queriendo justificarse, dijo a Jesús:
«¿Y quién es mi prójimo?».

Respondió Jesús diciendo:
«Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó, cayó en manos de unos bandidos, que lo desnudaron, lo molieron a palos y se marcharon, dejándolo medio muerto. Por casualidad, un sacerdote bajaba por aquel camino y, al verlo, dio un rodeo y pasó de largo. Y lo mismo hizo un levita que llegó a aquel sitio: al verlo dio un rodeo y pasó de largo.

Pero un samaritano que iba de viaje llegó adonde estaba él y, al verlo, se compadeció, y acercándose, le vendó las heridas, echándoles aceite y vino, y, montándolo en su propia cabalgadura, lo llevó a una posada y lo cuidó. Al día siguiente, sacando dos denarios, se los dio al posadero y le dijo: “Cuida de él, y lo que gastes de más yo te lo pagaré cuando vuelva”.

¿Cuál de estos tres te parece que ha sido prójimo del que cayó en manos de los bandidos?».

Él dijo:
«El que practicó la misericordia con él».

Jesús le dijo:
«Anda y haz tú lo mismo».

comentario

UN CLÁSICO: EL BUEN SAMARITANO

(15º Domingo ordinario -C-. 13-Julio-2025)

por Jaime Sancho Andreu

La ley del amor en el Antiguo Testamento

La ley de Moisés, sobre todo en sus mandamientos principales, como el del amor a Dios y al prójimo, era sobradamente conocida por los contemporáneos de Jesús, incluso esos preceptos se recitaban cotidianamente y se comentaban en las sinagogas. El libro del Deuteronomio (la segunda Ley) espiritualizó la antigua religión de Israel dando más importancia a la relación de amor con Dios y con el prójimo (Primera lectura). El mismo Señor dijo que no había venido para abolir la Ley, sino para llevarla a su plenitud, universalizándola y haciéndola más espiritual y personal. Todavía nosotros tenemos como norma básica de comportamiento los diez mandamientos, y el Señor Jesús nos sigue diciendo con las palabras del Levítico 18, 5: “Haz esto y tendrás la vida”.

Cristo, plenitud de la revelación

Jesús fue proclamado por los cristianos desde el principio como aquél por quien nos llegó la revelación más perfecta, porque Él es la imagen de Dios, perfecto en la plenitud de la divinidad, como lo presenta el himno litúrgico con que comienza la lectura de la carta a los Colosenses. Pero la grandeza de Cristo no le hace perder sus raíces en la historia de la salvación. Por ello el Maestro se refiere siempre a los estadios anteriores de la revelación, como ocurre en su encuentro con un doctor de la ley, ocurrido en su viaje a la tierra especialmente legalista de Judea.

El Evangelio. El buen samaritano. Hacerse prójimo, aproximarse

Terminado el primer periodo de la vida pública de Jesús, en Galilea, comenzamos a seguirle en su viaje a Jerusalén, donde concluirá su misión en la tierra; y así llegamos al pasaje bíblico fundamental de este domingo, la famosísima parábola de la misericordia.

Jesús nos dice que el amor al prójimo puede quedar estéril e inoperante si no comenzamos por aproximarnos a los demás, como hizo él mismo, bajando del cielo. El sacerdote y el levita no se sintieron afectados por el herido. Así ocurre con la inmensidad del dolor humano. Podemos pensar que no pasa nada grave, que no nos afecta personalmente. Por ello Jesús nos dice que la existencia del prójimo depende de nosotros: “¿Quién se portó como prójimo?” (Lc 10, 36) el que se aproximó al necesitado. La Iglesia es necesariamente la caja de resonancia de los dolores y angustias de la humanidad, y los discípulos de Cristo no debemos asombrarnos si incluso los no creyentes esperan de nosotros que demos ejemplo con el primer movimiento de aproximación.

Si no nos aproximamos al dolor de los demás, abriéndonos a él y estando dispuestos a modificar el plan de vida que teníamos; si no bajamos de nuestra marcha cómoda, tal como Jesús descendió del cielo para hacerse prójimo de todos, no tendremos a nadie a quien amar y servir. Pasaremos de largo.

Heridas en el cuerpo y en el espíritu

Para poder evangelizar hemos de acercarnos al hombre de nuestro tiempo y responder a sus necesidades. Muchos de nuestros hermanos padecen ahora las consecuencias de la crisis económica y están tirados al borde del camino por el que otros pasan sin problemas, y muchas personas tienen necesidad de respuesta en sus necesidades espirituales, no menos apremiantes. También el hombre del tercer milenio desea una vida auténtica y plena, tiene necesidad de verdad, de libertad profunda, de amor gratuito. También en los desiertos del mundo secularizado, el alma del hombre tiene sed de Dios, del Dios vivo.

La liturgia eucarística arranca del Evangelio

Después de la última ampliación del Misal Romano (1989), en este domingo, como ocurre frecuentemente en la liturgia hispano-mozárabe, la lectura evangélica se convierte en motivo de la plegaria eucarística, si se recita, como sugiere el Misal, el prefacio común VIII. Lo reproducimos a continuación para que pueda meditarse como el mejor comentario al tema bíblico fundamental de este día:

En verdad es justo darte gracias, y deber nuestro alabarte, Padre Santo, Dios todopoderoso y eterno, en todos los momentos y circunstancias de la vida, en la salud y en la enfermedad, en el sufrimiento y en el gozo, por tu siervo Jesús, nuestro Redentor.

Porque él, en su vida terrena, pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el mal. También hoy, como buen samaritano, se acerca a todo hombre que sufre en su cuerpo o en su espíritu, y cura sus heridas con el aceite del consuelo y el vino de la esperanza.

Por este don de tu gracia, incluso cuando nos vemos sumergidos en la noche del dolor, vislumbramos la luz pascual de tu Hijo, muerto y resucitado”.

LA PALABRA DE DIOS HOY

Primera lectura y Evangelio. Deuteronomio 30,10-14 y Lucas 10,25-37: Jesús no vino para anular completamente la Ley de Moisés; en su tiempo los mandamientos del Antiguo Testamento eran suficientemente conocidos, de modo que el Señor no debía sino recordarlos. Pero amplió y espiritualizó los antiguos preceptos, como el del amor al prójimo, especialmente en la parábola del buen samaritano.

Segunda lectura. Colosenses 1,15-20: Hoy empieza a leerse la carta a los Colosenses, una de las llamadas «de la cautividad», escrita por san Pablo en una de sus frecuentes detenciones, tal vez en Roma. Seguiremos la lectura de esta carta durante cuatro domingos. El tema fundamental de la carta, que es la primacía absoluta de Cristo en el universo y en la Iglesia, se anuncia con un himno litúrgico de la primitiva Iglesia.

Otro comentario al evangelio

Domingo, 13 de julio de 2025

15º del Tiempo Ordinario

Lecturas:

Dt 30, 10-14. El mandamiento está muy cerca de ti para que lo cumplas.

Sal 68. Humildes, buscad al Señor, y revivirá vuestro corazón.

Col 1, 15-20. Todo fue creado por él y para él.

Lc 10, 25-37. ¿Quién es mi prójimo?

La Palabra de Dios que proclamamos hoy te habla del gran mandamiento: el amor a Dios y al prójimo. La ley ya contenía esta enseñanza: Amarás al Señor, tu Dios, con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas y Amarás a tu prójimo como a ti mismo, Jesús declara que viviendo esto tendrás la vida.

Con esto se dice mucho. La actitud fundamental del hombre debe ser el amor. Dios es amor. Y el hombre, creado a imagen y semejanza de Dios, ha sido creado por amor y para amar. Sólo amando, el hombre se realiza como persona. No es el dinero, ni el poder, ni el placer, ni el éxito, lo que hace feliz al hombre. Lo que hace feliz al hombre es el amor. Por eso toda la ley se resume y se concentra en el amor a Dios y al prójimo.

Hemos sido creados para la relación, para la comunión, para la donación. Eso es lo que nos hace crecer como personas: salir de nosotros mismos, abrirnos al amor de Dios y abrirnos al encuentro con el otro. En el don sincero de nosotros mismos vamos creciendo.

El amor es el “precepto” más importante, el que todo lo abarca y todo lo anima. El amor es el sentido de la ley.

El problema está en saber quién es mi prójimo. Jesús aclarará todo esto con una parábola. Prójimo es cualquier persona que está al lado de quien necesita ayuda. Prójimo es aquel que se aproxima al necesitado.

La caridad, el amor fraterno, consiste en acercarse, en no pasar de largo, amparados en mil excusas, ante los problemas y necesidades de los hermanos. La caridad no es solamente dar, sino darse. La caridad, el verdadero amor, es darse a uno mismo, dar la vida por el otro, buscar el bien del otro. La caridad no pide nada a cambio: es gratuita, generosa y desinteresada.

No podemos vivir en la indiferencia. El Señor te invita hoy a ser el buen samaritano de tu ambiente.

A estar atento, a estar disponible para escuchar, compadecer, interceder, ayudar… Te invita a que seas un bálsamo que alivie su dolor. Te invita a que seas el rostro bueno y amable de Dios para ellos. El Señor te invita a que le prestes tus manos para curarles, tu voz para consolarles, tu corazón para amarles como el Señor les ama.

Nos dice el Papa León que la vida está hecha de encuentros, y en estos encuentros nos revelamos tal y como somos. Nos encontramos frente al otro, frente a su fragilidad y su debilidad, y podemos decidir qué hacer: cuidar de él o hacer como si nada. Un sacerdote y un levita bajan por ese mismo camino. Son personas que prestan servicio en el Templo de Jerusalén, que viven en el espacio sagrado. Sin embargo, la práctica del culto no lleva automáticamente a ser compasivos. De hecho, antes que una cuestión religiosa, ¡la compasión es una cuestión de humanidad! Antes de ser creyentes, estamos llamados a ser humanos.
¡Atrévete! ¡Acepta la llamada del Señor! ¡Ama de corazón, y serás feliz!

¡Feliz Domingo! ¡Feliz Eucaristía!

Dejándolo todo, lo siguieron (Cf. Lc 5, 11b).

¡Ven Espíritu Santo! (cf. Lc 11, 13)

Otro comentario al evangelio

Lc 10, 1-12. 17-20. “Que envíe obreros a su mies”. El evangelio nos presenta hoy el discurso misionero de Jesús. Pero aun así, hay una condición previa. Para que esa enseñanza del Señor sobre las condiciones de la misión pueda surtir efecto, hacen falta personas concretas que estén dispuestas para realizar esa misión. Por eso lo primero es pedir al dueño de la mies, que envíe trabajadores a su mies. Hoy es necesaria, como siempre, la oración por las vocaciones, el trabajo vocacional. En ello debemos implicarnos todos. Después, la misión debe caracterizarse por la sencillez en los medios, por el anuncio de la paz, por la sanación y la presencia del Reino. Puede que en algún sitio no sean acogidos los misioneros, pero eso no debe paralizar la misión. Los setenta y dos vuelven contentos, pero Jesús nos enseña que nuestra alegría no debe ser el éxito de la misión sino la certeza de que nuestros nombres están inscritos en el cielo.

20 de abril. Domingo de Resurrección
Año litúrgico 2025 (Ciclo C)

Primera lectura

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 10, 34a. 37-43

En aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo:

«Vosotros conocéis lo que sucedió en toda Judea, comenzando por Galilea, después del bautismo que predicó Juan. Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él.

Nosotros somos testigos de todo lo que hizo en la tierra de los judíos y en Jerusalén. A este lo mataron, colgándolo de un madero. Pero Dios lo resucitó al tercer día y le concedió la gracia de manifestarse, no a todo el pueblo, sino a los testigos designados por Dios: a nosotros, que hemos comido y bebido con él después de su resurrección de entre los muertos.

Nos encargó predicar al pueblo, dando solemne testimonio de que Dios lo ha constituido juez de vivos y muertos. De él dan testimonio todos los profetas: que todos los que creen en él reciben, por su nombre, el perdón de los pecados».

Salmo

Salmo 117, 1-2. 16-17. 22-23
R/. Este es el día que hizo el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo

Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
Diga la casa de Israel:
eterna es su misericordia. R/.

«La diestra del Señor es poderosa,
la diestra del Señor es excelsa».
No he de morir, viviré
para contar las hazañas del Señor. R/.

La piedra que desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente. R/.

Segunda lectura

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Colosenses 3, 1-4

Hermanos:

Si habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde Cristo está sentado a la derecha de Dios; aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra.

Porque habéis muerto; y vuestra vida está con Cristo escondida en Dios. Cuando aparezca Cristo, vida vuestra, entonces también vosotros apareceréis gloriosos, juntamente con él.

 

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Juan 20, 1-9

El primer día de la semana, María la Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro.

Echó a correr y fue donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les dijo:
«Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto».

Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; e, inclinándose, vio los lienzos tendidos; pero no entró.

Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio los lienzos tendidos y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no con los lienzos, sino enrollado en un sitio aparte.

Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó.

Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos.

comentario

20 de abril: DOMINGO DE PASCUA DE LA RESURRECCIÓN DEL SEÑOR

por Jaime Sancho Andreu

Misa solemne.

Los cincuenta días que van desde este domingo de Resurrección hasta el de Pentecostés han de ser celebrados con alegría y exultación como si se tratase de un solo y único día festivo, más aún, como un “gran domingo”, tal como lo proclama el himno israelita propio de estas fechas que los cristianos aplicamos al Misterio Pascual: “Este es el día en que actuó el Señor; sea nuestra alegría y nuestro gozo” (Salmo 117, 24).

El “Encuentro”

En casi todos los pueblos tiene lugar la ceremonia del “Encuentro” de Jesús con su santísima Madre. Es un acto juvenil y alegre, en el que la liberación de la muerte se expresa soltando pajaritos y palomas; “Nuestra vida ha escapado como un pájaro de la jaula del cazador…”

La piadosa tradición de que Jesús se apareció antes que a nadie a su Madre aparece por primera vez en el apócrifo “Evangelio de Nicodemo” y a él alude también san Ambrosio en su “Tratado sobre las vírgenes”, pero son los autores de los siglos XIV y XV quienes desarrollarán literariamente este tema que hace a María sufrir una pasión paralela a la de su Hijo como corredentora con él.

En Valencia es fundamental la aportación de san Vicente Ferrer en sus homilías del domingo de Pascua y sor Isabel de Villena en su “Vita Christi” (capítulos 234 y 237) donde describe la escena tal como la recogen los pintores valencianos; según esta escritora, la Virgen intuyó que su Hijo había resucitado cuando vio desaparecer las gotas de sangre de la corona de espinas que estaba contemplando.

En su sermón predicado en la Seo de Valencia el 23 de abril de 1413 san Vicente decía: “Esta gloriosa resurrección de Jesucristo fue hoy demostrada graciosamente, en especial a la Virgen María, pues a esta conclusión llegan los Doctores aunque los evangelistas no lo pongan, porque no se ocupaban más que de los testigos, y porque el testimonio de la Madre en esta causa parecería favorable al Hijo, no lo escribieron para quitar esta sospecha. Lo apoyan dos razones, la primera, que el Señor Jesús llevó a plenitud lo que había enseñado, porque mandó honrar al padre y a la madre, y así quiso guardar el precepto. Y así primero quiso dar este honor a la Madre antes que a los demás, y se acordó de los dolores de la madre: “No olvidarás el gemido de tu madre” (Si 7, 29.

Luego el santo aduce la segunda razón basada en que todos los apóstoles perdieron la fe cristiana menos María, en la que permaneció toda la fe; y la tercera, que Jesús amaba a su Madre más que a nadie. El predicador nos acerca magistralmente a los sentimientos de María en aquella alba misteriosa después de que había pasado la noche pensando: “Mañana veré a mi hijo, pero ¿a qué hora?”

La Eucaristía en el día de Pascua.

Hoy, la proclamación del santo Evangelio es más Evangelio que nunca: la buena, la mejor noticia, y fueron las santas mujeres, las tres Marías, las que la recibieron, como ahora nosotros: “No tengáis miedo ¿Buscáis a Jesús Nazareno, el crucificado? No está aquí. Mirad el sitio donde lo pusieron”. Y es María Magdalena, a la que se le llama “apóstola”, la que lleva la primera el mensaje a los discípulos.

Pedro y el discípulo amado fueron los testigos autorizados que levantan acta de que el Señor no estaba ya allí. Vieron el sepulcro vacío, pero no se quedaron en ello; iluminados por el don de la fe, comprendieron que no tenían que venerar un sepulcro, sino amar y seguir a un Viviente.     

La lectura de san Pablo nos sitúa en el centro del Misterio Pascual y nos revela lo que significa este misterio para cada uno de nosotros: Ya que habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde está Cristo… Porque habéis muerto y vuestra vida está con Cristo escondida en Dios (Col 3, 1 y 4).

Así pues, en nuestra iniciación cristiana, cada cristiano ha sido incorporado, injertado en Cristo, de modo que su muerte y resurrección no son sólo un hecho del paso o una obra maravillosa de Dios, sino también un misterio de salvación que celebramos todos a partir del Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía, y que renovamos constantemente, ya sea cuando lavamos nuestra conciencia en la Confesión como cuando participamos en la Comunión. En todos estos momentos la efusión del Espíritu Santo nos aplica las gracias y la vivencia del Misterio Pascual.

Todo ello tiene una consecuencia moral para nuestras vidas, insinuada en la lectura mencionada y más expresa en la otra lectura opcional para este día: Ha sido inmolada nuestra víctima pascual: Cristo. Así, pues, celebremos la Pascua, no con levadura vieja (de corrupción y de maldad), sino con los panes ácimos de la sinceridad y la verdad (1 Co 5, 7-8).

Buscar los bienes del cielo, purificar nuestra conducta, es decir, organizar nuestra personalidad y nuestra vida según el modelo de Jesucristo. Es lo que intentamos con la penitencia cuaresmal y que ahora se nos ofrece como una gracia de la Pascua del Señor si estamos preparados para recibirla.

Segundas Vísperas. Conclusión del Triduo Pascual.

Es un acto que podríamos ir recuperando. Son la celebración del encuentro vespertino de Jesús con los caminantes de Emaús y con los discípulos en el cenáculo. Se abre el tiempo de alegría de la Cincuentena, la semana de semanas que es el santo Pentecostés.

Otro comentario

Domingo, 20 de abril de 2025

Domingo de Pascua de Resurrección

Lecturas:

Hch 10, 34a.37-43. Nosotros hemos comido y bebido con él después de la resurrección.

Sal 117, 1-2.16.23. Éste es el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo.

Col 3, 1-4. Buscad los bienes de allá arriba, donde está Cristo.

Jn 20, 1-9. Hasta entonces no habían entendido las Escrituras: que Él debía resucitar de entre los muertos.

El pasado Domingo, te invitaba a preguntarte cómo te sitúas ante Jesús en este momento de tu vida. Es decir: ¿quién es Jesús para ti? ¿Un simple personaje de la historia? ¿Un “muerto” de la galería de hombres ilustres?

Y te sugería no precipitarte en la respuesta, sino a vivir la Semana Santa recorriéndola con el Señor. Te proponía recorrer el itinerario existencial de las diferentes personas que aparecen en la Pasión del Señor para que ellas te ayudaran a ver lo que hay en tu corazón y, acogiendo el don del Espíritu Santo, pudieras encontrarte con el Señor.

Hoy la Palabra nos hace un anuncio sorprendente: Cristo ha resucitado, ¡Aleluya! ¡Jesucristo vive! No seguimos a un muerto, ni a una idea. No. Hemos sido alcanzados por una Persona, Jesucristo, el Señor, que ha vencido a la muerte, vive para siempre y te invita a seguirle y vivir una vida nueva.

Tal vez estés atrapado en el sepulcro de tus “muertes”… Tal vez estés como las mujeres del evangelio, pensando ¿Quién nos correrá la piedra de la entrada del sepulcro?, porque te sientes incapaz de salir del sepulcro.

O como los discípulos de Emaús camines taciturno y desencantado, porque sus ojos no eran capaces de reconocerlo y se habían alejado de la comunidad. Y vivas pensando Nosotros esperábamos que él iba a liberar a Israel, pero, con todo esto, ya estamos en el tercer día desde que esto sucedió…

Y hoy la Palabra te anuncia que si acoges el don del Espíritu Santo y puedes mirar con los ojos de la fe también tú tendrás la experiencia de las mujeres que vieron que la piedra estaba corrida, y eso que era muy grande.

También tú escucharás la voz del Ángel, que te dice: No tengas miedo. Jesucristo ha resucitado. Jesucristo vive y camina contigo. No estás solo.

También tú, si crees, verás la gloria de Dios. Verás como arde tu corazón porque el Espíritu Santo, el dulce huésped del alma, te susurra en cada latido de tu corazón que Dios te ama, que Jesucristo ha muerto y ha resucitado por ti, ha cargado con todos tus pecados, ha vencido todas tus “muertes” y te regala la vida eterna. La vida más allá de la muerte y más allá de tus “muertes”.

Y, entonces, al encontrarte con Jesucristo Resucitado vivirás una vida nueva. Así, vivirás como Jesús, que pasó por el mundo haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo.

Vivirás buscando los bienes de arriba porque ya has experimentado que los ídolos quizás te podrán dar algo de “vidilla” pero no vida eterna, porque sabes que tu vida está con Cristo escondida en Dios.

¡Ánimo! ¡Abre el corazón a Jesucristo vivo y resucitado! Él te dará la vida eterna. Y comenzarás a saborearla, como una primicia, ya ahora.

Si crees, ¡verás la gloria de Dios!

¡¡Feliz Pascua, Feliz Encuentro con el Resucitado!! ¡Feliz Domingo! ¡Feliz Eucaristía!

Recibid el poder del Espíritu y sed mis testigos (Cf. Hch 1, 8).

¡Ven Espíritu Santo! (cf. Lc 11, 13).

Otro comentario

Jn 20, 1-9. “Él había de resucitar”. La losa quitada del sepulcro puede no significar más que la profanación de una tumba, pero para nosotros es un signo elocuente de algo extraordinario, de un acontecimiento que cambia la historia de la humanidad. María Magdalena, que tan unida había estado a Jesús, por el bien que había recibido de Él, es la primera que va al lugar de la sepultura. La tristeza y el dolor no le permiten estar alejada del lugar donde yace el cuerpo de Jesús. Pero la sorpresa es inmensa, el sepulcro está abierto. Probablemente no sabe cómo reaccionar y no se atreve a entrar. Corre veloz para comunicarlo a los discípulos. Pedro y Juan parece que esperan la noticia. También ellos salen corriendo para deshacer el camino de María. La tumba abierta, lienzos y sudario. No está el cuerpo de Jesús. Esto solo puede significar resurrección. Lo que Él había anunciado, Dios lo ha realizado. ¡Aleluya! Verdaderamente ha resucitado el Señor.

fiesta del 9 D'OCTUBRE

En la Diócesis de Valencia

Aniversario de la dedicación de la S.I. Catedral de Valencia.

En la Diócesis de Valencia

 Aniversario de la dedicación de la S.I. Catedral de Valencia.

(9 de octubre de 2023)

Al llegar esta fecha histórica en que recordamos el segundo nacimiento del pueblo cristiano valenciano, después de un periodo de oscuridad en el que nunca dejó de estar presente, conviene que tengamos presente esta festividad que nos hace presente el misterio de la Iglesia a través del templo mayor de nuestra archidiócesis, donde está la cátedra y el altar del que está con nosotros en el lugar de los apóstoles, como sucesor suyo. La sede de tantas peregrinaciones  y de innumerables vistas individuales, brilla en este día con la luz de la Esposa de Cristo, engalanada para las nupcias salvadoras.

El 9 de octubre evoca la fundación del reino cristiano de Valencia y la libertad del culto católico en nuestras tierras. Ese mismo día, la comunidad fiel valenciana tuvo de nuevo su iglesia mayor, dedicada a Santa María, y estos dos acontecimientos forman parte de una misma historia. Es una fiesta que nos afianza en la comunión eclesial en torno a la iglesia madre, donde tiene su sede el Pastor de la Iglesia local de Valencia, el templo que fue llamado a custodiar el sagrado Cáliz de la Cena del Señor, símbolo del sacrificio de amor de Jesucristo y de la comunión eucarística en la unidad de la santa Iglesia.

El aniversario de la dedicación

El 9 de octubre será para la comunidad cristiana de Valencia una fiesta perpetua, pero en cada aniversario resuena con más fuerza que nunca el eco de aquella preciosa y feliz celebración en que nuestro templo principal, la iglesia madre, apareció con la belleza que habían pretendido que tuviera aquellos generosos antepasados nuestros que lo comenzaron.

La belleza de la casa de Dios, sin lujos, pero con dignidad, tanto en las iglesias modestas como en las más importantes o cargadas de arte e historia, lo mismo que la enseñanza de sus signos, nos hablan del misterio de Dios que ha querido poner su tabernáculo entre nosotros y hacernos templo suyo.

Al contemplar las catedrales sembradas por Europa, en ciudades grandes o pequeñas, nos asombra el esfuerzo que realizaron quienes sabían que no verían culminada su obra. En nuestro tiempo, cuando domina lo funcional, nos resulta difícil comprender esas alturas “inútiles”, esos detalles en las cubiertas y las torres, esas moles que, cuando se levantaron, destacarían mucho más que ahora, entre casas de uno o dos pisos. Pero lo cierto es que también ahora se construyen edificios cuyo tamaño excede con mucho al espacio utilizable; nos dicen que es para prestigiar las instituciones que albergan, y eso es lo que pretendían nuestros antepasados para la casa de Dios y de la Iglesia; eso, seguramente, y otras cosas que se nos escapan.

Una construcción que no ha terminado

El aniversario de la dedicación nos recuerda un día de gracia, pero también nos impulsa hacia el futuro. En efecto, de la misma manera que los sacramentos de la Iniciación, a saber, el Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía, ponen los fundamentos de toda la vida cristiana, así también la dedicación del edificio eclesial significa la consagración de una Iglesia particular representada en la parroquia.

En este sentido el Aniversario de la dedicación, es como la fiesta conmemorativa del Bautismo, no de un individuo sino de la comunidad cristiana y, en definitiva, de un pueblo santificado por la Palabra de Dios y por los sacramentos, llamado a crecer y desarrollarse, en analogía con el cuerpo humano, hasta alcanzar la medida de Cristo en la plenitud (cf. Col 4,13-16). El aniversario que estamos celebrando constituye una invitación, por tanto, a hacer memoria de los orígenes y, sobre todo, a recuperar el ímpetu que debe seguir impulsando el crecimiento y el desarrollo de la parroquia en todos los órdenes.

Una veces sirviéndose de la imagen del cuerpo que debe crecer y, otras, echando mano de la imagen del templo, San Pablo se refiere en sus cartas al crecimiento y a la edificación de la Iglesia (cf. 1 Cor 14,3.5.6.7.12.26; Ef 4,12.16; etc.). En todo caso el germen y el fundamento es Cristo. A partir de Él y sobre Él, los Apóstoles y sus sucesores en el ministerio apostólico han levantado y hecho crecer la Iglesia (cf. LG 20; 23).

Ahora bien, la acción apostólica, evangelizadora y pastoral no causa, por sí sola, el crecimiento de la Iglesia. Ésta es, en realidad, un misterio de gracia y una participación en la vida del Dios Trinitario. Por eso San Pablo afirmaba: «Ni el que planta ni el que riega cuentan, sino Dios que da el crecimiento» (1 Cor 3,7; cf. 1 Cor 3,5-15). En definitiva se trata de que en nuestra actividad eclesial respetemos la necesaria primacía de la gracia divina, porque sin Cristo «no podemos hacer nada» (Jn 15,5).

Las palabras de San Agustín en la dedicación de una nueva iglesia; quince siglos después parecen dichas para nosotros:

«Ésta es la casa de nuestras oraciones, pero la casa de Dios somos nosotros mismos. Por eso nosotros… nos vamos edificando durante esta vida, para ser consagrados al final de los tiempos. El edificio, o mejor, la construcción del edificio exige ciertamente trabajo; la consagración, en cambio, trae consigo el gozo. Lo que aquí se hacía, cuando se iba construyendo esta casa, sucede también cuando los creyentes se congregan en Cristo. Pues, al acceder a la fe, es como si se extrajeran de los montes y de los bosques las piedras y los troncos; y cuando reciben la catequesis y el bautismo, es como si fueran tallándose, alineándose y nivelándose por las manos de artífices y carpinteros. Pero no llegan a ser casa de Dios sino cuando se aglutinan en la caridad» (Sermón 336, 1, Oficio de lectura del Común de la Dedicación de una iglesia).

Jaime Sancho Andreu

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