“Para llevar una vida digna, necesitas más ingresos que hace 30 años” Entrevista a Enrique Lluch Rechina, profesor de Economía de la Universidad CEU-UCH

“Para llevar una vida digna, necesitas más ingresos que hace 30 años” Entrevista a Enrique Lluch Rechina, profesor de Economía de la Universidad CEU-UCH

Enrique Lluch, profesor de Economía de la Universidad CEU-UCH (Firma: A. Sáiz)

Cáritas y la fundación Foessa nos daban hace poco el dato de que la persona pobre de hoy en día ya no es esa a la que veíamos en la calle, que no tenía hogar, desarraigado, quizá hasta incluso inmigrante… el rostro de la pobreza ahora se encuentra representado en familias, personas con estudios, con niños escolarizados. ¿A qué se debe ese cambio?

A una precarización del mercado de trabajo, sobre todo en cuanto a salarios. Hoy en día, con mucha frecuencia los salarios son bajos, insuficientes para llevar una vida digna. Además, se han incrementado las necesidades sociales, de manera que necesitas muchos más ingresos de los que se requerían hace 30 años para poder desarrollar la misma actividad. Esto conlleva que la pobreza sea más bien pobreza familiar. Se ha hablado muchas veces de pobreza infantil, pero desde Cáritas insistimos en que no es tal, es más una pobreza familiar. Los niños no dependen de ellos mismos sino de sus padres, y son pobres porque sus padres lo son.

Si combinamos esa precarización del trabajo con unos salarios bajos y con una inseguridad en el empleo que produce que haya tiempos de desempleo más continuados, con un incremento de los costes que necesitamos para llevar una vida digna y normal, la consecuencia es que los perjudicados son sobre todo las familias.

Otro factor que provoca este fenómeno de pobreza es la desestructura del sistema familiar que, con mucha frecuencia, conlleva problemas económicos sobre todo en aquellas familias en las que no hay ingresos por parte de los dos cónyuges. Con la separación se duplican los costes y se ocasiona una bajada del nivel de vida, ya que necesitas sustentar dos casas para el mismo número de personas. Esto se ve mucho en familias monoparentales y en familias numerosas. A esto hemos de añadir que nuestro país es uno de los de la Unión Europea que menos ayudas familiares concede. En otros países hay muchas más ayudas que permiten, especialmente a este tipo de familias, sobrevivir y tener un nivel económico mejor.

Desde algunos estamentos se ha ‘utilizado’ la pandemia para justificar la crisis económica, una crisis que ya se venía arrastrando desde hacía tiempo

Evidentemente, la pandemia tuvo efectos negativos porque hubo sectores que se vieron obligados a parar su actividad. Pero el impacto ha sido desigual, también hay quien con la pandemia ha mejorado o a quien no le ha afectado nada. Pero han sido más los que han bajado que los que han subido. Ha habido gente que se ha visto muy afectada. Puede ser que haya empresas que la hayan utilizado para hacer ajustes, etc, pero pensar que es una excusa para enmascarar, yo no lo veo.

Subida de carburantes, de impuestos…

La subida de los precios ya se veía venir. Empezó en septiembre de 2021, y en enero o febrero de ese mismo año ya sabíamos qué iba a pasar en cuanto a energías, transporte mundial o comer- cio porque las empresas ya lo venían advirtiendo con antelación.

Es verdad que después llegó la guerra en Ucrania, un país clave en cuanto a materias primas, y esto ha incrementado aún más los precios. A ello hay
que añadir la subida del gas y el sistema de subastas que tenemos para poner el precio de la electricidad, que todavía lo ha incrementado más. Y al final, si la energía es más cara, todo sube porque todos necesitamos energía para producir.

Entonces, ¿podemos decir que es un efecto de la globalización de la economía, puesto que en el momento falla un engranaje en un país, afecta a todos los demás?

Esto es consecuencia de lo que yo llamo el economicismo, que es una ideología, una pseudorreligión que pone la economía por encima de todo. Según el economicismo, necesitamos más crecimiento económico porque con él conseguiremos más bienestar para las personas y podremos cubrir sus deseos. Al final, la economía se ha convertido hoy en una fuente de satisfacción de deseos. Antes la economía estaba basada en la necesidad, en qué necesitamos para poder vivir, y ahora, sin embargo, está basada en cubrir todos los deseos porque pensamos que cuantos más deseos cubramos, mejor estaremos. Y estos deseos tienen además una concreción en cosas materiales. Algunos los resumen en “salud, dinero y amor”, pero todo eso se puede conseguir de alguna manera con lo material.

Nos dicen que para conseguir más crecimiento económico hemos de producir en los sitios donde la producción sea más barata porque así, con el mismo dinero, podremos tener más. También que necesitamos que se abra el mundo a la interrelación, a comprar más a otros países. Para ello creamos una Organización Mundial del Comercio, cuyo principal objetivo es que cada vez haya más comercio internacional, mayor globalización. Pero como la globalización no sólo afecta al comercio sino que también afecta a las finanzas, creamos el Fondo Monetario Internacional que nos dice que cuanto más puedan moverse los capitales por todo el mundo, vamos a tener más crecimiento.

Y a esto aún hemos de añadir otra idea según la cual, cuanto más comercio internacional haya, más paz entre los países. Porque si estamos más relacionados con el otro, si dependemos todos de todos, vamos a intentar evitar problemas y, con ello, también las guerras.

Pero no tiene por qué ser así…

El comercio puede hacer que nuestra relación sea más cordial, pero cada vez viene menos ligado a una buena relación porque, en ocasiones, ni siquiera conocemos a quien le compramos.
Y a nivel internacional nos hemos dado cuenta también de que al aumentar el comercio, al crecer económica- mente, necesitamos más energía. Necesitamos siempre alguna energía que sea continua para no quedarnos sin suministro. Dependemos energéticamente de otros. Y esto, ¿está evitando las guerras o permite que unos países coaccionen a otros porque dependen energéticamente de ellos? Ya nos damos cuenta de que no siempre el comercio produce una mejora de relaciones.

Con lo cual, además de economía estamos hablando también de ética.

Cuando hablamos de ética estamos refieriéndonos a comportamientos correctos. ¿Qué es lo bueno? Depende de qué es lo que tú pretendes y cuáles son los valores que soportas. En un sistema economicista, en el que lo más importante es garantizar un bienestar, ¿qué es lo ético? Para algunos puede ser garantizarse un suministro que les permita mantener ese bienestar: tener luces encendidas, utilizar el ordenador y el móvil… Y eso supone mucha energía que yo solo no puedo cubrir por lo que he de asegurarme que el país de al lado siga vendiéndome a mí.
¿Qué es lo correcto? ¿Dejar a todos sin energía o intervenir en el país vecino? Ahí hay un choque de valores.

Ahí tenemos quizás uno de los valores de los que hablábamos antes: la humanidad.

El economicismo perjudica la humanidad de las personas porque pones por delante tu bienestar material, lo tuyo antes que a la otra persona. Y además tiene un alma, una esencia autorreferente. Está diciendo: yo lo que tengo que hacer es luchar por aumentar mi bienestar o el de mi país. Y todo es justificable para conseguir eso. El de al lado me da igual, es un instrumento.
De hecho en el economicismo, con mucha frecuencia, la relación económica más utilizada con otro es la mercantil: yo te doy y me garantizo que tú me das algo. Buscamos que lo que tú me das equivalga a lo que yo te correspondo. Es el contrato.

Las relaciones personales son fructíferas, son buenas, cuando no parten de esa categoría de contrato sino de la comunión o la alianza: yo estoy contigo, tenemos unos objetivos comunes, no miramos la equivalencia sino que buscamos unos objetivos comunes. Cuando esto se va reduciendo y el economicismo lo impregna todo, yo solo voy a estar contigo en la medida en que tú me vengas bien, si no, ya no me interesas. De ahí que digan que el altruismo es un egoísmo camuflado: si doy es porque espero recibir. Es gente que piensa que todo es contrato, que todo es mercantil y no son capaces de ir más allá a esas relaciones en las que hay comunión, alianza, donde no llevo cuenta de lo que te doy y lo que recibo. Pero ese poner lo económico en lo principal, me lleva a una deshumanización, el otro es solo un instrumento.

Los cristianos lo tenemos muy claramente en Lucas 16, 1-3: no puedes servir a dos amos: a Dios y al dinero. O Timoteo 6, 10, donde san Pablo dice que el amor al dinero es la raíz de todos los males y el peor de los pecados es el del usurero, el querer tener mucho, hacerse rico. Cuando tú ahondas ves que a quien no puedes servir es al dinero por- que te deshumaniza.

En el mensaje de la última Jornada de los Pobres justamente el papa Francisco hablaba del consumo responsable.

El consumo responsable tiene muchas implicaciones, pero para hacer un consumo responsable hemos de empezar pensando en qué baso yo mi economía: si en el deseo o en la necesidad.
Si yo lo que quiero es satisfacer deseos, tener y gastar cada vez más, dentro de eso yo puedo hacer que mi con- sumo sea ecológico, pero sigo estando con el ansia de tener siempre más y más, no rompo con la estructura economicista.

Sin embargo, cuando ya no busco tener más sino que bajo a la categoría de cubrir lo necesario, dejo de basar mi vida en la satisfacción de deseos, rompo con esa estructura.

Porque ya no busco cubrir un anhelo infinito de una vida plena con cosas finitas, lo que es imposible. Las cosas finitas -los bienes materiales, los servicios- me sirven para cubrir anhelos finitos. Necesitamos también ahí un cambio para ese consumo responsable. Necesitamos darnos cuenta de que lo económico va a cubrir nuestros anhelos finitos, y tenemos que preocuparnos de cubrirlos, hemos de ganarnos la vida. Es una parte de la vida que hemos de tener en cuenta y de la que no podemos prescindir. No podemos prescindir de la económico, pero ya está.

Entonces, cuando me doy cuenta de que no necesito tanto, ya puedo hacer un consumo responsable y puedo elegir comprar menos o comprar en sitios donde se pagan salarios justos. ¿Y cuánto necesito? No mucho. Así puedo dedicar mucha energía a lo infinito, a buscar la vida plena.

Creo que nuestra fe nos da unos valores universales y buenos para las personas y para la sociedad. El aportar caminos, reflexiones, vías, posibilidades que concreten esos valores que cualquiera, cristianos o no, puedan utilizar. La fe, los valores, la tradición cristiana, nos da muchas pistas a la hora de aplicarlas para mejorar la sociedad y a las personas. Ahí tenemos una gran responsabi- lidad. Es importante nuestro aporte al pensamiento, a las ideas y a intentar proponer caminos mas positivos para las personas y la sociedad.