Objetivo: humanizar las fronteras desde las raíces La Delegación Diocesana de Migraciones traslada la atención a los migrantes a los países de origen

Objetivo: humanizar las fronteras desde las raíces La Delegación Diocesana de Migraciones traslada la atención a los migrantes a los países de origen

Los flujos migratorios son en la actualidad cada vez mayores. A España, de hecho, no cesan de llegar personas de diferentes procedencias de forma irregular. Una problemática acuciante en la que se encuentran personas, que muchas veces han llegado aquí víctimas de las mafias, pagando precios desorbitados o se encuentran tanto en el camino, como aquí, con situaciones que no son dignas.

Uno de los lugares donde se puede palpar de primera mano la problemática de la migración es Marruecos, país al que llegan de diferentes países africanos para pasar de ahí a Europa. En el año 2011 en este país nació por iniciativa de la Iglesia la Delegación Diocesana de Migraciones (DDM). Creada por el obispo Santiago Agrelo para dar respuesta coordinada a los problemas en torno al fenómeno migratorio en cuatro zonas: Tánger, Tetuán, Alhucemas y Nador.

Esta entidad nació con la misión compartida de humanizar las fronteras a través de una red de servicios destinados a proteger y acompañar la vulnerabilidad de la familia humana en movimiento. De ahí que presten apoyo de diferente tipo como asistencia médica y psicosocial, apoyo jurídico o protección contra riesgos.

Encontrar una solución para estos problemas no es nada fácil. La atención, normalmente, se presta en el país de destino. Sin embargo, desde DDM se han planteado la necesidad de actuar en el país de origen, ayudándoles a tener una alternativa a la migración y a advertirles de los peligros y problemas que conlleva ese tránsito.

“No son conscientes de cuál es la realidad, de lo que se pueden encontrar y de los problemas que puedan tener”, aseguran Sanja Rahim y Mateo Aventín, coordinadores del proyecto de DDM en Senegal. Se trata de vidas atravesadas por una extraordinaria, cambiante y amenazante vulnerabilidad.

Así, iniciaron un proyecto piloto en 2019 en Guinea-Konakri, en Guinea-Bisau y Senegal con el objetivo de humanizar las fronteras desde las raíces. Este proyecto se centra en la prevención y reducción de los riesgos ligados a la migración irregular, así como de promoción de la reintegración sociolaboral de las personas retornadas a su país de procedencia.

Ahora, como explican los coordinadores, “es el momento de ir más allá y plantear una intervención ampliada con un equipo permanente en la región, con sede en Senegal, de la mano de organizaciones locales”. Y lo hacen en Senegal porque es un lugar estratégico en cuanto a los flujos migratorios y por la creciente situación de vulnerabilidad y exposición a violencias en todas las fases de los proyectos migratorios.

“Es muy complicado, por un lado, ofrecer alternativas, puesto que el trabajo tradicional, como la pesca, cada vez es menor. De ahí que haya que formar a los jóvenes y ayudarles a ver las cosas desde otros puntos de vista”, destacan. “Ayudarles para que haya soluciones y no solo la de salir del país, ya que además mu- chas veces les ofrecen lo que no es y en el país de destino no van a tener condiciones dignas de vida”, apuntan.

Mateo, Teresa y Sanja, tras la presentación de DDM en Valencia.

La entidad fue presentada recientemente en Valencia. Allí se contó con el testimonio de la valenciana Teresa Peiró, voluntaria de esta entidad, que participó en una experiencia en Guinea-Konakri: “fue una experiencia impresionante y me quedé impactada de la gran acogida que tuvimos”. “Vi la necesidad que hay de enseñarles a gestionar sus recursos y las posibilidades que tienen, además de su gran pobreza”, añade.