“El suicidio es una pandemia silenciada frente a la que hay que actuar con información y formación” Educadores Juniors y profesionales que trabajan con adolescentes aprenden a detectar señales de alarma frente al suicidio

“El suicidio es una pandemia silenciada frente a la que hay que actuar con información y formación” Educadores Juniors y profesionales que trabajan con adolescentes aprenden a detectar señales de alarma frente al suicidio

Las muertes por suicidio en España casi triplican las registradas por accidentes de tráfico y el suicidio es la primera causa de muerte no natural -en general y en los jóvenes- “pero de esta realidad nadie habla, está rodeada de falsos mitos que la convierten en una pandemia silenciada frente a la que hay actuar con información y formación”, defiende Amparo González Cuenca, psicóloga jurídica, sanitaria y emergencista.

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Amparo González, psicóloga y educadora Juniors (I.Miñana)

Como profesional de la salud mental, y como educadora del Centro Juniors Santa Teresa Jornet, la experta ofreció ayer en Valencia una sesión formativa sobre prevención del suicidio, organizada por Juniors M.D. y dirigida “a educadores Juniors pero también a personas que trabajan con adolescentes”, con el objetivo de “romper tabús, entender qué es el suicidio, por qué ocurre e identificar señales de alarma para intentar evitarlo”, según señala la psicóloga.

Lo primero que propone es “tratar el suicidio como cualquier otra problemática actual, no debe producir miedo ni rechazo; hay que destruir los mitos que lo rodean para explicar, desde cero, qué es, qué podemos hacer si hay riesgo suicida y, sobre todo, apostar por la formación adecuada de los profesionales que tratan con adolescentes y por la prevención”. Y defiende: “el suicidio siempre se puede prevenir si existen recursos y herramientas para ello”.

Una de las claves “es la prevención, que siempre debe iniciarse en la niñez; es fundamental crear espacios de confianza para que los niños expresen sus sentimientos. A diario muchas personas se quitan la vida y, frente a este drama, no podemos quedarnos sin hacer nada o mirar hacia otro lado”, sentencia. 

Atención a las señales de alarma: detectar para actuar

El suicidio es el acto autoinfligido para causarse la muerte realizado de forma voluntaria y deliberada. Para denominarlo suicidio “ha de tener el componente de letalidad y de intencionalidad” y se deben tener en cuenta otros conceptos, como las autolesiones no suicidas, “para causarse daño sin llegar a la muerte”, la ideación suicida y la comunicación suicida, “ya que si ha sido expresada la pretensión suicida, hay posibilidad de evitar ese suicidio”. 

Para cualquier educador, monitor o profesor “es vital saber cuáles son las señales de alarma frente al suicidio”. Las verbales son frases del tipo “no valgo nada”, “esto no tiene solución” o “no merece la pena seguir viviendo”. Todas “expresan, de forma clara, que no quiere vivir pero otras veces no son tan evidentes” y lo que se dice es “estoy cansado de seguir luchando” o “todo me sale mal”. No quiere decir que alguien que las pronuncie vaya a suicidarse “pero nos indican que debemos profundizar para saber qué le está pasando”.

Las señales no verbales son “los cambios repentinos de conducta, lesiones en el cuerpo, actitud pasiva, tristeza, aislamiento y apatía, dificultades en la concentración, pérdida de memoria, alteraciones en la alimentación y en el sueño y descuido en la higiene personal: ante ellas, debemos actuar”. 

Nunca quites importancia al problema que te cuenta: escucha activa

El primer paso tras ver estas señales “sería hablar con la persona implicada y generar un ambiente de tranquilidad, confianza y confidencialidad. Pero si tiene, efectivamente, ideas suicidas y lo verbaliza, no podemos callarnos y si son menores de edad, tenemos que compartirlo con sus padres o tutores, siempre con el conocimiento del menor, no a sus espaldas”. También hay que ofrecerle al educador o formador “estrategias o vías ante estas situaciones en las que lo aconsejable es derivarlo a profesionales de salud mental”.

Tan importante es saber qué hacer “como qué no hacer nunca, como ponerse a uno mismo como ejemplo: te cuenta su idea suicida con su propio sufrimiento, no lo compara al tuyo”, precisa la experta, que subraya que “nunca debemos decirle que su problema no tiene importancia, que exagera, que esas cosas pasan o que la vida es muy bonita, ni recordarle todo lo bueno de su vida: su familia, su casa… No se sentirá comprendida y se cerrará en banda”. Por ello “es fundamental la escucha activa: mirar a los ojos, repetir y reforzar las ideas nos trasladan, apoyar y asentir con la cabeza, se sienta escuchada”.

No existe el efecto llamada, hablar del suicidio puede evitarlo

En los medios de comunicación «sólo se habla de accidentes de tráfico o asesinatos cuando las muertes por suicidio son mucho más altas”. Según la psicóloga, esta realidad se oculta “por esa falsa creencia de que va a producir un efecto llamada y no es así. Hablar de suicidio no es negativo, no anima a que se produzcan más, todo lo contrario: anima a hablar de este problema y a crear espacios de confianza con alternativas al suicido, como pedir ayuda”.

De hecho, “el suicidio siempre se puede prevenir, con los recursos necesarios, que no existen actualmente; con apoyo político y social; con campañas de prevención y protocolos de actuación, sobre todo en escuelas y en los medios de comunicación; y con formación adecuada”, describe la experta.

Más falsos mitos que hay que desterrar: pensar que la persona que se suicida no lo comunica previamente. “La realidad es que 9 de cada 10 personas que se suicidan verbalizaron claramente lo que iban a hacer y en su entorno no le creyeron, no pensaban que iba a ser tan inminente o no le dieron importancia”.  También es una falsa creencia “defender que los que se suicidan lo hacen porque sufren enfermedades mentales. Es un factor de riesgo, como muchos otros, pero hay muchos suicidios de personas sin enfermedad mental”.

Además, la psicóloga aboga por establecer en los centros educativos “protocolos orientados a la prevención, porque existen otros en caso de riesgo inminente”, y propone “poner en marcha protocolos en los ámbitos de actividades de ocio y tiempo libre para niños y jóvenes, para que los monitores y el personal implicado sepa cómo actuar en caso de detectar pensamientos o ideas suicidas”. En la misma línea, “es fundamental saber cómo actuar frente a un ataque de ansiedad” por eso “al igual que recibimos, como educadores o monitores, capacitación y formación reglada en primeros auxilios físicos, es necesario recibirla en primeros auxilios psicológicos”. 

Cifras “escalofriantes” y siempre en ascenso: casi 4.000 muertes en 2020 

En el mundo mueren cada hora 80 personas por suicidio, lo que supone 2 muertes cada minuto. Y en España la situación no es mejor: según el Instituto Nacional de Estadística (INE), en 2020 fallecieron por esta causa 3.941 personas, un 7,4% por ciento más que el año anterior, mientras que por accidente de tráfico fueron 1.370. Dicho de otra forma: la cifra de muertes por suicidio casi triplica la de accidentes de tráfico. 

Estos números, como comparte la experta, son “escalofriantes”: “en España se suicida cada día una media de 11 personas, es decir, una persona cada dos horas. Y por cada asesinato que se produce mueren casi 12 personas por suicidio”. Además, desde 2008 es la primera causa de muerte no natural y actualmente también lo es para los jóvenes de 15 a 29 años, superando a los accidentes de tráfico.

Respecto a la Comunitat Valenciana, en 2020 fallecieron 440 personas por suicidio, de las que 32 tenían entre 15 y 29 años. Y entre los jóvenes de 20 a 39 años el incremento de muertes por suicidio fue de un 30%.

Otras cifras que demuestran la magnitud de este drama las arroja la tabla del INE que compara las muertes en 2020 por suicidio en jóvenes entre 20 y 24 años -un centenar- y los 15 fallecidos por COVID-19 en esa franja de edad, lo que supone casi siete veces más. Y en el rango de 40 a 44 años, las cifras de muertes son 358 y 182, respectivamente, es decir, el doble por suicidio. 

Ante esto, la psicóloga indica que “es evidente que el COVID-19 ha sido, y es, una pandemia mundial, muy alarmante, pero comparado con el suicidio, en muchas franjas de edad no representa ni la cuarta parte de muertes. El suicidio es claramente otra pandemia silenciada, nadie habla de ella”.  

Por ello “es importante que desde pequeños los niños sepan qué es el suicidio porque si alguna vez tienen pensamientos suicidas sabrán qué hacer y a quién acudir; ahora es un tema tabú, produce miedo y no se habla en la familia”. 

Además, las cifras de muertes por suicidio en España son elevadas y se incrementan, año tras año, «siempre van en ascenso, nunca bajan”: 3.539 muertos en 2018; 3.671 en 2019; y 3.941 en 2020. “Y nada apunta a que vayan a descender”, avisa la experta.

Por último, tal como detalla la experta, “detrás de cada cifra hay un muerto y una familia destrozada a la que es necesario ayudar por eso hay que incrementar los recursos en salud mental, tan olvidada en España. Estas familias no tienen ayuda pública, sólo pueden acudir a profesionales de la salud mental privada y asociaciones específicas, no de ámbito institucional que hacen una labor extraordinaria pero resulta insuficiente para abarcar este drama”. En conclusión: “hacen falta más medios para ayudar tras el suicidio, para atender a las personas que lo intentan y no lo consiguen, y para prevenir, informar y formar”.