Aparentes coincidencias Compartimos hoy un artículo de Noelia, voluntaria de un centro de escucha de Valencia

Aparentes coincidencias Compartimos hoy un artículo de Noelia, voluntaria de un centro de escucha de Valencia

Mi nombre es Noelia M. y soy una voluntaria que atiende en uno de los centros de escucha de Valencia. Quizás te pasa como a mí, que a veces no nos damos cuenta de la realidad en que vivimos pasando mucho tiempo relacionándonos con cosas que parecen tener cualidades humanas, pero que no lo son, y aunque en la inmediatez del momento parece que ayudan o que nos anestesian un poco ese dolor que sentimos por alguna situación. A la larga se notan sus carencias especialmente si estás pasando por un tiempo más largo de sufrimiento que acaba por dejar profundas huellas en muchos ámbitos de nuestra vida.

Si miro atrás desde los últimos años puedo ver cómo muchas pequeñas coincidencias me han llevado a este camino en el que estoy de acompañar a otras personas, caminando juntas en la situación difícil por la que están pasando. Recuerdo muchos momentos en mi vida que hubiera querido tener a ese alguien que pudiera y tuviera tiempo para escucharme sin más, sin consejos rápidos ni palabras de consuelo vacías, para ayudarme a entenderme a mí misma, para que pudiera volver a confiar, descubrir mis propias potencialidades y seguir adelante con una mirada más esperanzadora. Esto es lo que hacemos en los centros de escucha.

Me recuerda una noticia que leí sobre un descubrimiento de un bosque de árboles donde cada árbol parecía crecer y hacer su vida pero por debajo, las raíces de todos ellos se conectaban, se intercambiaban nutrientes, se avisaban de posibles plagas que algunos habían detectado, se cuidaban y se protegían cuando alguno era más vulnerable. Cuánto podríamos aprender de este modo de ser y entender la vida en que nadie quiera cambiar el árbol que eres, pero sí ayudarte a que puedas tomarte un tiempo para descansar y descargar, para desechar eso que en esencia no eres y poder encontrar de nuevo fuerzas para seguir creciendo; porque cada uno de nosotros es importante para el resto del bosque y en otro momento seremos de gran ayuda para alguien que esté a nuestro lado con esa experiencia que hemos adquirido.

Me resisto a pensar que fuera coincidencia que una crianza difícil me llevara a buscar y conocer más acerca de las emociones, de nuestras heridas y de cómo eso nos condiciona como adultos. A su vez eso me llevó a sentir el deseo de compartir mi camino de dificultades con otras personas, para que les fuera más fácil y amable caminar por dónde yo ya había pasado. Una nueva coincidencia me llevó a comentar esta inquietud con una amiga que me habló de un curso de formación que se iba a hacer en Valencia para crear los centros escucha. 

Y así llegó mi primera sesión de ayuda con una mujer enfermera ya jubilada, que venía por un conflicto personal que sentía desde hace años cuando se relacionaba con personas de su entorno que eran significativas para ella. Me contaba con bastante angustia cómo en un encuentro con su hermana, hacía unos meses, su reacción había sido sentir una necesidad de justificarse de una manera desmedida cuando se habían malinterpretado sus palabras y sus gestos. Su reacción espontánea fue la de responsabilizarse del malestar de su hermana y, al mismo tiempo, actuar así le hacía sentirse mal consigo misma. Sentía una profunda contradicción entre su sentir y su actuar.

Escuchando su historia resonaban dentro de mí recuerdos de haber pasado por esta misma necesidad de agradar, de ser aceptada aún cuando eso supusiera a veces rebajarme de algún modo, dando más peso a la opinión de la otra persona que a la mía, y luego daba lugar a la culpa.

Sentí una complicidad mutua y al mismo tiempo esperanza, escuchando cómo me contaba que ya había trabajado por sí misma en este tema y que incluso pensaba que había avanzado. Pero había situaciones, como ésta, en que parecía volver a viejos patrones y por eso creía que un acompañamiento le podía ayudar a ver lo que por ella misma quizá le costaba todavía ver.

Fue una primera sesión breve y, sin embargo, vi cómo escuchar con toda la intención ya era terapéutico no solo para ella, sino también para mí. La sesión continuó y empezaron a aparecer fugazmente otros temas del pasado que podían tener relación con su forma de actuar y sentir.

Acompañar a otra persona en la exploración de sus conflictos internos y externos tiene el maravilloso efecto secundario de poder volver a acariciar en nosotros mismos heridas ya curadas que dolieron, pero que también nos enseñaron tanto que incluso podemos decir que valieron la pena porque nos ayudaron a conocernos y a madurar.

Y así se siguen enlazando coincidencias que quizá me están llevando hasta a ti, que estás leyendo este texto, y que puede que seas esa persona que quiere que esta red de bosque humano te acompañe si un día lo necesitas, porque siempre serás bienvenido.



Resumen de privacidad

Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.