La Catedral acoge la ordenación sacerdotal de cuatro seminaristas “llamados a servir a todos” A las 11 horas, en una misa presidida por el Arzobispo

La Catedral acoge la ordenación sacerdotal de cuatro seminaristas “llamados a servir a todos” A las 11 horas, en una misa presidida por el Arzobispo

(Fotografía: Víctor Gutiérrez).

El arzobispo de Valencia, monseñor Enrique Benavent, ha presidido hoy sábado la ordenación sacerdotal de cuatro seminaristas de la Archidiócesis, en el transcurso de una misa que se ha celebrado en la Catedral de Valencia.

Los seminaristas que han recibido la ordenación son Pablo Andreu (29 años), de Torrent; Jonatán Carbila (33 años), de Oliva; y Carlos Molina (37 años), de Castellón, procedentes los tres del Seminario La Presentación de la Virgen y Santo Tomás de Villanueva. También ha sido ordenado, por parte del Seminario Mayor La Inmaculada en Moncada, Antonio Sun (32 años), de Burjassot.

En el día de su ordenación sacerdotal han estado acompañados por sus familiares, amigos, así como por feligreses de sus parroquias de origen y de las parroquias en las que han servido como seminaristas y diáconos.

(Fotografía: Víctor Gutiérrez).

PABLO ANDREU: “LA VIDA DE SAN JUAN PABLO II ME CAUTIVÓ Y ME LLAMÓ A SER SACERDOTE”

La vocación de Pablo Andreu, de la parroquia Sagrada Familia de Torrent, surgió la víspera de la beatificación de Juan Pablo II. Él no quiso ir a Roma con su familia pero esa noche, en su casa, buscó en Internet información sobre ese Papa y quedó “totalmente cautivado por su vida”. Ese día “el Señor me puso en el corazón a Juan Pablo II y se suscitó en mí la idea de ser sacerdote”, cuenta.

Pablo, que vive su fe en una comunidad neocatecumenal, fue a un Seminario Redemptoris Mater en África, un año, y al volver, tras un tiempo de discernimiento e invitado por su párroco, entró en el Seminario diocesano de Valencia. Allí Pablo reconoce que el Señor “le ha ido modelando” y ha descubierto “las riquezas de la Iglesia a través de distintas realidades”. En estos años ha estado en las parroquias de Quart de Poblet y en San Francisco de Asís de Oliva.

Según piensa, como sacerdote está llamado a “ser una persona muy abierta, que sepa escuchar a las personas y estar disponible para ellas”.

(Fotografía: Víctor Gutiérrez).

JONATÁN CARBILA: “TENEMOS QUE LLEVAR A DIOS A LA REALIDAD DE LAS PERSONAS, QUE ESTÉ CERCA”

Cuando Jonatán Carbila, de San Francisco de Asís de Oliva, estaba acabando el Erasmus de Ciencias de la Actividad Física y el Deporte en la ciudad francesa de Montpellier participó en un curso en una escuela diocesana de misión. Allí “descubrí que el Señor me llamaba a conocerlo más. Y ese deseo que tenía en el corazón vi que podía encontrarlo en el Seminario”, relata.

Fue al Seminario de Mallorca, lugar en el que había tenido una fuerte conversión cuando con 19 años comenzó a estudiar allí Magisterio, y dos años después fue al Seminario de Valencia, con su vocación ya consolidada. Deportista y triatleta, recuerda una frase del convento donde se alojaba durante el curso en Francia que resume bien su experiencia y lo que Dios le pide como cristiano y ahora como sacerdote: “Siempre alegres, rezad sin cesar”.

Como sacerdote ve que “tiene que ser un hombre de Dios y siempre en constante oración”. “Tenemos que llevar a Dios a las realidades de los hombres y que esté cercano a ellos. Además, de invitar a los laicos a salir a la misión, al encuentro de los que necesitan esperanza”, explica.

(Fotografía: Víctor Gutiérrez).

ANTONIO SUN: “QUIERO SER COMO EL BUEN PASTOR, QUE DA LA VIDA POR LAS OVEJAS”

La historia de Antonio Sun, de la parroquia San Josemaría Escrivá de Valencia, arranca cuando a raíz de la conversión de su hermana “se siente atraído por la Iglesia” y participa con ella en la eucaristía dominical. No pertenecía a una familia cristiana y con 23 años fue bautizado. “Mi llamada a la vocación sacerdotal vino casi a la par con mi conversión como cristiano. Tenía un deseo interior de servir y el Señor me llamó a hacerlo como sacerdote”, indica.

Durante sus años en el Seminario “he sentido cómo el Señor me ha preparado para servir a la Iglesia” y ha estado en las parroquias de San Bartolomé y Santísima Trinidad de Burjassot y como diácono en Santa María de Sagunto.

Como sacerdote ve que está llamado a ser “el Buen Pastor que da la vida por sus ovejas”. “En esta sociedad hay mucha necesidad de conocer a Jesucristo y como sacerdote estamos llamados a hacerlo presente. Lo que más hace falta es descubrir y conocer el amor verdadero y no hay amor más perfecto que el que nos ha manifestado Cristo. Además, tenemos que salir a buscar a todos, también a las ovejas perdidas, y darles lo que necesitan”, comparte.

(Fotografía: Víctor Gutiérrez).

CARLOS MOLINA: “TENÍA UN DESEO DE ACOMPAÑAR A LAS PERSONAS, CUIDAR DE ELLAS”

Carlos Molina, natural de Castellón y que vive en Valencia, nació en una familia cristiana y siempre ha estado implicado en la vida parroquial -pertenece a San Agustín de Valencia-. Formar parte del equipo que puso en marcha en la diócesis de Valencia la iniciativa de evangelización ‘Nightfever’ fue importante para él. A través de esta experiencia descubrió que su corazón “estaba puesto en las cosas de Dios, todas mis energías las ponía ahí y me movía llevar la conversión a las personas y sobre todo acompañarlas: nació un sentimiento de cuidar de los demás, de ejercer una paternidad sana”, relata.

Tras un tiempo de discernimiento entró en el Seminario. En estos años de formación, y con la experiencia pastoral en la parroquia de Aldaia, cuenta, “he visto que el Señor ha ido ratificando esa llamada en mí”.

Como sacerdote se ve llamado a dar la vida o, como indica una frase de Jesús en el Evangelio, a hacer presente “que nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos”. De la misión del sacerdote destaca: “hacen falta sacerdotes que tiendan puentes con todos sus hijos, con todas las personas, incluso las alejadas”.