
27 Jun Una obra atribuida a José de Ribera, “El Españoleto”, se incorpora de forma permanente a la iglesia de San Juan del Hospital Donada por una familia que la ha conservado durante generaciones
Desde esta semana, una pintura, que según la tradición oral de la familia donante es de Ribera, uno de los grandes maestros del barroco europeo, ha sido añadida permanentemente a la iglesia de San Juan del Hospital de Valencia. El óleo sobre lienzo de gran formato (288 x 266 cm) representa el martirio de una joven santa, y hasta ahora había permanecido en una colección privada.
Donada por una familia que la ha conservado durante generaciones, esta obra enriquece el patrimonio accesible al público, destacándose por el dramatismo de la escena, el uso del claroscuro y la expresividad propia de Ribera, según informan desde la iglesia de San Juan del Hospital.
Un encargo con siglos de historia
La pintura fue encargada en el siglo XVII por Nicolás Cotoner de Oleza (Mallorca, 1608 – Malta, 1680), Gran Maestre de la Orden de Malta, para la capilla del Palazzo Cottonera, residencia mallorquina en La Valeta. La elección del tema, centrado en Santa Quiteria —santa muy venerada en Mallorca— responde a la sensibilidad espiritual de la familia Cotoner.
Con el paso del tiempo, el cuadro permaneció en manos de los descendientes del Gran Maestre y fue trasladado a Mallorca. En 2014 quedó documentada su donación y desde entonces se conservó de manera privada, hasta su reciente entrega a la Iglesia de San Juan del Hospital.
La obra ha sido objeto de diversas intervenciones de conservación a lo largo del tiempo. La restauración más reciente fue llevada a cabo por Vicente Ripollés, reconocido restaurador y conservador del patrimonio de la Fundación Bancaja, mientras que el marco fue restaurado por el ebanista Sambonet.
José de Ribera, el maestro del dolor humano
Nacido en Xàtiva en 1591 y establecido desde joven en Italia, José de Ribera —apodado “El Españoleto” por su baja estatura— alcanzó gran renombre en Nápoles, donde fue pintor de corte del virrey. Supo fusionar la intensidad del tenebrismo de Caravaggio con una profunda carga espiritual, y se destacó por su capacidad de representar el sufrimiento, la mística y la dignidad de los mártires cristianos.
En esta pintura, una joven mártir aparece con túnica blanca, mirada extática y un ángel descendiendo para recoger su alma: una escena que encarna la belleza redentora del sacrificio, un tema recurrente en la obra de Ribera.
Santa Quiteria, entre la historia y la leyenda
Durante generaciones, la familia donante ha atribuido esta obra a la figura de Santa Quiteria, mártir cuya historia ha cautivado a lo largo de los siglos. Nacida en el siglo II en la actual Bayona (Galicia), fue una de las nueve hijas concebidas de un solo parto por Calsia, esposa del régulo pagano Lucio Catelio Severo. Al temer represalias, su madre ordenó su eliminación, pero una partera las confió a cristianos que las criaron en la fe. Consagradas a Cristo, las hermanas fueron perseguidas, capturadas y martirizadas. Quiteria fue decapitada cerca de Marjaliza (Toledo) por negarse a contraer matrimonio con un noble. Antes de morir, pidió ser intercesora de los enfermos, especialmente de quienes padecen rabia, motivo por el cual se la invoca contra la hidrofobia. Su festividad se celebra el 22 de mayo.
No obstante, ciertos elementos iconográficos presentes en la obra podrían también vincularla con Santa Inés, mártir ampliamente representada en el arte sacro de la Edad Moderna como modelo de pureza y virtud.
Una aportación de gran valor al patrimonio valenciano
Aunque la autoría de Ribera y la identidad exacta de la santa no están certificadas de forma definitiva, la obra muestra una calidad artística e histórica indiscutible. Su instalación en la capilla dedicada a San Josemaría dentro de la Iglesia de San Juan del Hospital brinda un nuevo espacio para la devoción, el estudio y la contemplación estética.
La Iglesia de San Juan del Hospital, fundada en el siglo XIII por la Orden Militar de los Caballeros Hospitalarios de San Juan de Jerusalén, acoge ahora una obra de profundo contenido espiritual y valor patrimonial. Su incorporación supone un retorno simbólico a los orígenes espirituales y artísticos que la inspiraron, cerrando un círculo que conecta siglos de fe, tradición y belleza.
Las incógnitas que aún rodean la obra —tanto sobre su autoría como sobre su iconografía— abren además interesantes líneas de investigación para historiadores del arte, devotos y amantes del patrimonio.