
29 Sep “Tenemos que educar para ser una sociedad que acoja, integre y sea hospitalaria” Olbier Hernández, Delegado Diocesano de Migraciones
¿Cuál es el mensaje que se quiere lanzar con esta Jornada?
La 111ª Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado marca una vez más el inicio del curso en relación a una pastoral que nunca descansa, por la actualidad y necesidades de las personas migradas y refugiadas. El lema de esta jornada se enmarca en el Año Jubilar de la Esperanza, que estamos celebrando: “Migrantes, misioneros de esperanza”. En el mensaje que el Papa León XIV ha dirigido a toda la Iglesia con motivo de esta jornada, nos recuerda que las personas migrantes son doblemente para nosotros signos visibles de esperanza. En primer lugar, porque como dice el Papa en su mensaje son mensajeros de esperanza y por otra parte, los migrantes llegados hasta nosotros “con su entusiasmo espiritual y su dinamismo, pueden contribuir a revitalizar comunidades eclesiales rígidas y cansadas”.
¿Cómo está la situación en la diócesis de Valencia? ¿Qué tipo de ayudas se están dando?
Damos gracias a Dios por cuanto ya está en marcha en nuestras diócesis, en parroquias, comunidades, y proyectos de Cáritas; desde lugares de escucha, acogida, hasta tramitación y regularización de residencias, defensa jurídica, acompañamiento espiritual, pisos de acogida. Son muchos los signos de esperanza que despierta el Espíritu Santo y las sencillas estructuras de comunión, hospitalidad y trabajo en red que vamos alumbrando para seguir conformando comunidades acogedoras y misioneras.
Vivimos una situación compleja con diferentes discursos sobre inmigración en estos últimos meses.
El mundo vive lo que el sociólogo australiano Stephen Castles y el politólogo estadounidense Mark Miller denominaron “la era de la migración”. Las últimas cifras de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), en 2015 había en el mundo unos 244 millones de migrantes; es decir, un 3.3% de la población mundial de 7.350 millones ahora vive en un país en el que no nació. Esto representa un aumento del número de migrantes de aproximadamente 60% en los últimos 25 años o de más de 25% en la última década.
La inmigración cambia la política interna de un país de muchas maneras, por motivos culturales, religiosos o lingüísticos, aunque da la impresión de que estos efectos se concentran principalmente en la economía y en la seguridad.
La cuestión fundamental en cómo enfrentamos las presiones que sobrevienen con los flujos migratorios. Y esto tiene mucho que ver con la capacidad que tenga nuestra sociedad para integrar a los nuevos residentes. La integración es una dialéctica entre los inmigrantes y la sociedad de recepción; es una negociación permanente y a varios niveles: si la sociedad de recepción no lo permite, los inmigrantes no podrán integrarse a su nuevo país. Mucho depende, entonces, de cómo traten los gobiernos y las sociedades de destino a los inmigrantes. He aquí que el discurso de nuestros políticos, tenga necesariamente que ser, justo, equilibrado y realista. Tres características que no creo que se den actualmente. Si no educamos para la acogida, la integración y la hospitalidad, estamos gestando una sociedad resentida, hostil y temerosa.
– ¿Cómo llegar a una sociedad sin tensiones y paz?
Es necesario poner en práctica aptitudes que conduzcan a la paz. La paz no se anuncia, se pide, o se desea solamente, sino más que esto, se construye, a base de perdón y de ternura.
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