29 Oct Parroquia Santa Fe de Alfafar: «Un año después seguimos ayudando y atendiendo a los afectados» El templo está ubicado en uno de los barrios afectados, conocido como Parque Alcosa
En la parroquia Santa Fe, del barrio de Orba, en Alfafar, fueron testigos directos de cómo mucha gente se quedó sin nada. Con una parroquia también afectada no han cesado en brindar su ayuda. Un ayuda que aún continúa.
En el límite entre Alfafar y Massanasa se encuentra el barrio Orba, también conocido como Parque Alcosa, en referencia a la constructora que levantó este barrio obrero a finales de los años 60. Allí entre las numerosas edificaciones, todas similares, se levanta la parroquia Santa Fe. Su párroco, Salvador Aguado, no olvidará nunca la tarde-noche del 29 de octubre de 2024. Esa tarde, como no llovía, celebró la eucaristía como de costumbre. Algunos feligreses, que vivían cerca, también acudieron como solían hacer todas las tardes. Cuando acabó la misa y salieron del templo ya veían que el agua empezaba a entrar por la puerta. En pocos minutos veían como el agua no paraba de subir e incluso se llevaban los coches.
Salvador y la decena de feligreses que acudió a misa no lo dudaron y se refugiaron en el techo del templo. Allí también acudieron algunas personas que pasaban cerca. Con mucho miedo e incertidumbre pasaron la noche sin cesar en la oración. “Rezamos unos cuantos Rosarios”, recuerda.
Al día siguiente la incertidumbre era total, ya que no se podían comunicar. Entonces apareció el sufrimiento, el dolor, la desesperación… al ver todo arrasado, ya que en el ‘barrio’, como lo llaman allí, muchas plantas bajas son viviendas. “Era una verdadera pesadilla”, asegura el sacerdote. En su recuerdo también está el ejército de voluntarios, muchos de grupos y realidades de la Iglesia, que llegó a los pocos días. En la parroquia no lo dudaron, limpiaron como pudieron, y la convirtieron en lugar de distribución de ayuda. “Dimos desde alimentos, comida caliente, ropa a productos de limpieza e higiene”, recuerdan Mari Carmen Muñoz, directora de la Cáritas parroquial, y Rosa Gómez, feligresa de la parroquia. El párroco calcula que más de mil personas pasaron por allí a por ayuda “porque nadie tenia nada”.
En cuento pudieron, y de una forma muy precaria, volvieron a celebrar la eucaristía: “dije vamos a parar un poquito y celebremos la eucaristía. Y la verdad es que fue una eucaristía muy sentida con la que retomamos un poquito el sentido de lo que estábamos haciendo, que lo hacíamos por el Señor, para ayudar a la gente. Pero también era importante ayudarnos a nosotros, que estábamos ayudando a los demás”, apunta Salvador. En el templo, a pesar del agua, se mantuvo su imponente Cristo de los Desamparados, una advocación que mostraba lo que se estaba viviendo esos días y como la Iglesia acogió y ayudó a todos.
Una vez la ayuda de emergencia cesó, la parroquia, a través de Cáritas Diocesana, no ha dejado de ayudar a las personas. Un año después todas las semanas una técnico de Cáritas atiende personalmente a los afectados para ver las necesidades concretas, puesto que como señala la directora de la Cáritas parroquial, “aún hay muchas personas que tienen muchas necesidades y no tienen del todo arreglada la casa”. En todo un año “se han dado ayudas muy buenas gracias al buen trabajo de Cáritas y los beneficiarios lo han agradecido mucho”, añaden.
En estos meses no solo se ha dado ayuda material sino que se ha dado una respuesta de la fe. Tanto Mari Carmen como Rosa destacan que “la oración y la fe han sido fundamentales para superar lo que vivimos hace un año”. En este sentido, el párroco asegura que “la Iglesia ha estado cerca de los que han sufrido y ha sufrido con ellos”.
Salvador también destaca la importancia de la atención psicológica y como un año después, como se ha visto con las últimas alertas, “el miedo continúa y ha cundido el pánico, puesto que ha sido muy fuerte todo y no es fácil de gestionar”.
En la parroquia, a pesar de que se ha hecho una limpieza, las marcas del agua y del barro aún se ven. Se ha tenido que renovar los muebles de la sacristía y algunos ornamentos. Otros, gracias al trabajo de las feligresas, se han recuperado. La parte más afectada es la de los locales parroquiales, cuyas paredes se vinieron abajo y que en los próximos meses se reformará. Mientras, de forma precaria, siguen con la actividad pastoral como los ensayos del coro, la catequesis de niños o la ayuda de Cáritas. “Empezamos el curso con normalidad, porque la vida continúa y tenemos ilusión por seguir”, destaca el párroco.

