Ordenaciones sacerdotales, una decisión que vale la vida entera Este sábado ocho jóvenes recibirán la ordenación sacerdotal de manos del Arzobispo de Valencia

Ordenaciones sacerdotales, una decisión que vale la vida entera Este sábado ocho jóvenes recibirán la ordenación sacerdotal de manos del Arzobispo de Valencia

Este sábado ocho jóvenes recibirán la ordenación sacerdotal de manos del Arzobispo de Valencia, monseñor Enrique Benavent. Una celebración que vestirá de fiesta la Catedral de Valencia, en la que Raúl, José Gabriel, Bruno, Bernat, Ramón, Borja, Salvador y Antonio iniciarán su ministerio sacerdotal acompañados de familiares y amigos. Ocho nuevos pastores para la Iglesia en Valencia, seis de ellos diocesanos y dos religiosos misioneros claretianos.

Hablamos con todos ellos, les invitamos a reflexionar en los días previos a su ordenación, con la mirada puesta en el futuro, pero sin olvidar todo el trayecto recorrido hasta ahora, para continuar en su camino hacia una vida entregada al servicio de Dios, de su Iglesia y de los hombres.

FOTOS «V. Gutiérrez» / Delegación Medios Arzobispado

José Gabriel Mateu (Albal. 24 años) y Raúl Montalvá (Alzira. 31 años)
“Aunque la sociedad esté secularizada, sigue preocupando la interioridad y la sed de espiritualidad”

Comenzamos con José Gabriel Mateu y Raúl Montalvá, dos de los diáconos que recibirán su ordenación sacerdotal el próximo sábado, comparten con nosotros algunas de sus reflexiones en los días previos, conscientes de que van a dar un paso que puede verse “a contracorriente”. Y lo hacen en la capilla de los mártires de la casa sacerdotal Venerable Agnesio, rodeados de testimonios de fe que también fueron a contracorriente.

“Si nos comparamos con épocas anteriores, de nuestros padres o abuelos, la vida era muy diferente. Hoy en día los jóvenes siempre están buscando la inmediatez, el placer, pero aún así, cuando ahondas un poco en ellos descubres que sí que tienen sed de una vida interior plena, por mucho que la sociedad nos venda una imagen diferente. En esa imagen social, nuestro compromiso sí que va a contracorriente. Pero en realidad, a todo el mundo le asusta dar un sí para siempre, sea la vocación que sea”, comenta José Gabriel.

Para Raúl, no existen épocas mejores ni peores, los tiempos cambian y este es el que nos toca vivir. “La fe que profesamos, y el Dios que mostramos a la sociedad, siempre va a ser un Dios a contracorriente”. Por eso, en los momentos de dificultad, debilidad y duda, “me ha ayudado muchos el testimonio de los mártires. Para el mundo de hoy, su testimonio es un escándalo, pero para nosotros es importante tenerlos presente siempre y más en este momento decisivo de nuestra vida”.

Ambos ven el futuro en positivo, aseguran estar emocionados por el camino que ahora terminan e ilusionados por el que van a empezar como sacerdotes.

Para José Gabriel lo importante es “saber llegar a la gente, lo que más ilusión me hace es poder ser testigo de una vida que tiene un sentido, de la felicidad y la estabilidad que conlleva amar y perdonar. Y eso se demuestra en las pequeñas cosas”, aunque reconoce que no es fácil la tarea del sacerdote en estos tiempos.

En este sentido Raúl confirma que “trabajar con personas no siempre es fácil, pero me hace muchísima ilusión, sabiendo que muchas veces somos débiles, que nos caemos y que necesitamos ser amados y escuchados”. Aunque la sociedad esté secularizada, vivimos en un tiempo en el que sigue preocupando la interioridad y la sed de espiritualidad. Por eso “creo que tenemos una tarea muy difícil, porque trabajamos tan profundo que no es fácil proponer un proyecto de sentido a las personas que acuden a nosotros.”

 

Bruno Jiménez (Algemesí. 27 años) y Bernat Alcayde (Vinalesa .27 años)
“Me ilusiona hacer de las parroquias un lugar de comunidad”

Bruno Jiménez, de Algemesí y Bernat Alcayde, de Vinalesa, echan la vista atrás para encontrar el origen de esta “aventura de responder a la llamada del Señor a la vocación sacerdotal” que dará comienzo el sábado, cerrando una primera etapa de discernimiento y formación.

“Me guió hacia este camino una crisis existencial, en la que a pesar de estudiar la carrera que me gustaba, cada domingo me angustiaba la idea de volver a empezar una semana igual, no terminaba de cuadrarme mi futuro, sentía que no era mi lugar”, comparte Bruno.

La parroquia fue el lugar donde descansaba de aquella incertidumbre, lo que despertó en él la duda de si aquel lugar de paz, era realmente su destino. “Poco a poco fue despertando en mí aquella semilla que sin darme cuenta permanecía desde pequeño”. Prueba de ello fue que, tras su primeras semanas en el seminario, sintió la paz que le faltaba, hasta el punto que su propia familia aseguraba “verme feliz, como hacia mucho tiempo que no me veían”.

Con esta certeza se entrega al sacerdocio, sin crear expectativas, pero con la confianza plena de responder a lo que el Señor le vaya pidiendo, con la intención de ir aprendiendo cada día más y la ilusión de celebrar la Eucaristía.

Por su parte Bernat comparte con nosotros haber tenido un proyecto de vida totalmente diferente, estudiando una carrera y quizá queriendo formar una familia. Sin embargo, en su vida ligada a la parroquia era donde se sentía más feliz. “Fui descubriendo en la misa diaria, con los distintos grupos parroquiales, en la Adoración Nocturna, en Cáritas o en los Scouts, que allí era feliz, la parroquia era mi segunda casa.” Su vocación al sacerdocio comenzó a esclarecerse ante el Sagrario, durante la Adoración, y se confirmó tras su participación en la Jornada mundial de la Juventud (JMJ) de 2016 en Cracovia.

“Los años de formación en el seminario, con sus dificultades, me confirmaron que ese era mi lugar, y mi misión ser esperanza ante el sufrimiento de las personas que no encuentran sentido a su vida”.

El joven de Vinalesa, mirándose las manos, asegura la ilusión y la impresión que le suscita saber que a partir del sábado, con ellas, hará presente al Señor en la Eucaristía y podrá recoger el descanso de los fieles al administrar el sacramento de la Reconciliación. “Me ilusiona, más que una cosa concreta, poder crear de las parroquias un lugar de comunidad donde todos los grupos, de distintas edades, tengan un ámbito de comunión y de familia, poder ser testimonio e instrumento de esa de unidad”.

 

Borja Micó (Alfafar. 25 años) y Ramón Cuenca (Silla. 35 años)
“El reto de hoy en día está en saber qué sacerdote necesita el siglo XXI”

Hablamos también con Borja Micó y Ramón Cuenca, que tras siete años en el Seminario de la Inmaculada de Moncada, el sábado serán dos de los nuevos pastores para la Iglesia en Valencia.

Comentan con sorpresa cómo la sociedad tiende a poner el acento en las renuncias que conlleva ser sacerdote, cuando para ellos es fruto de una elección personal, libre y meditada.

“Es evidente que renunciamos a cosas, también creo que la vida lleva a esto, cuando uno toma una decisión, indudablemente renuncia al resto de opciones”, señala Ramón. “Lo importante no es lo que dejas atrás, sino lo que eliges para seguir adelante, una elección que pesa mucho más que aquello a lo que puedas renunciar”
Tras siete años de discernimiento en el seminario compartiendo en comunidad este camino, los futuros sacerdotes pueden afirmar que “es la voluntad de Dios y yo estoy dispuesto a seguirlo, y eso me llena de libertad y de paz. No solo vale la pena, si no que vale la vida entera””

Ramón ve el futuro de los sacerdotes llenos de retos, pero entre ellos destaca como principal responder a la pregunta “¿qué sacerdote necesita el pueblo de Dios hoy?”. “Siempre ha hecho falta evangelizar, siempre han hecho falta los sacramentos, pero cómo vivirlos y cómo transmitirlos, cómo saber estar con las personas, escucharlas y atenderlas allá donde estemos destinados, es el mayor reto. Es necesario repensar con la luz de la fe, cómo ser sacerdotes en el siglo XXI”. “Es una oportunidad maravillosa, una aventura espectacular y apasionante”.

A lo largo de estos años “se nos ha enseñado la grandeza de lo que ganamos con esta elección, sin ocultarnos las renuncias que conlleva, afirma Borja, que asegura nunca haberse planteado su vocación desde el punto de vista de renuncia, si no de entrega. “Lo bonito es planteárselo, preguntárselo, y ser valiente en dar el paso”.
Un paso que el sábado culminará su primera etapa y dará inicio a la vida sacerdotal. “Lo que más me va a impresionar una vez termine la celebración es saber que soy sacerdote con toda su plenitud, pero sin dejar de ser yo, en mi pequeñez, con mis miedos y mis inquietudes. Y con la alegría de ponerme al servicio de una comunidad para ser puente entre Dios y los hombres, y entre los hombres y Dios”.

Salva Ferrandis (Alzira. 31 años) y Antonio Nguyen va Ngoc (Vietnam. 37 años)
“El sacerdocio es poder servir a Dios en cada rostro que se cruce en mi camino”

Junto a los sacerdotes diocesanos, también van a recibir su ordenación dos religiosos Misioneros Claretianos, el valenciano Salvador Ferrandis y el vietnamita Antonio Nguyen va Ngoc.

Salva, natural de Alzira, está destinado por su congregación a Zurich, donde forma parte desde hace casi dos años la misión en lengua española. Lo que más le ilusiona del sacerdocio es “poder servir a los demás y a Dios en cada rostro y en cada persona que se cruce en mi camino”, y a pesar de las dificultades que haya podido tener con el aprendizaje de una lengua nueva, considera que su mayor reto como sacerdote será “encontrar mi sitio dentro de la comunidad, para a partir de ahí seguir creciendo”.

Un camino que inició hace años al ingresar en la congregación y que nunca sintió como renuncia, si no como la mejor elección de su vida. Una convicción que, tras completar sus estudios y profesar los votos, siente todavía más fuerte y acertada y la compara con cariño con el pasaje del Evangelio de San Mateo “Y todo el que haya dejado su casa……. por causa de mi nombre, recibirá el ciento por uno”. “Merece la pena entregarse a Dios, en el momento que entendí que su amor es el centro de todo, mi vida cambió por completo”, asegura.

Y también destinado a un país lejano a su tierra se encuentra Antonio, que será ordenado sacerdote el sábado en la Catedral de Valencia. Aquí, en su país de destino, completará un largo camino vocacional iniciado en Vietnam, que continuó en Filipinas, y tiene como destino España.

“Respondo con alegría y fe a este destino y espero que mi presencia aquí sea ejemplo como testigo de la fe que anime a los jóvenes a dar el paso. Me ilusiona poder servir como sacerdote a Dios y a quienes me encuentre en mi camino, en el que a pesar de encontrarme dificultades, me sostiene la alegría de una vida compartida de fe”.

Es consciente de que para la sociedad de hoy en día la vida sacerdotal o religiosa puede implicar renuncia, pero asegura que, desde su entrada en la congregación, ha sido mucho más lo ganado, aunque eche de menos la comida vietnamita.

“He aprendido a llevar una vida misionera con otra cultura , otra lengua, con el cariño de la gente, lo que supone una gran riqueza para mi misión, que me hace muy feliz”. Así comparte Antonio, con una sonrisa en la cara, su felicidad y confiesa estar emocionado por seguir el camino de aquellos sacerdotes que admiraba de pequeño, sin más objetivo que servir “a pesar de ni debilidad como humano, pero junto a un Dios que me hace fuerte”.



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