Mi experiencia como escucha Compartimos hoy un artículo de Sol, voluntaria del Centro de Escucha diocesano de Valencia

Mi experiencia como escucha Compartimos hoy un artículo de Sol, voluntaria del Centro de Escucha diocesano de Valencia

Soy voluntaria en el proyecto Diocesano de Escucha Activa, destinado a acompañar a esas personas que necesitan verbalizar sus sentimientos y no saben ni cómo, ni dónde acudir.

En una de las sesiones en las que participé, me sentí conectada con la persona que tenía delante, la doliente. Según relataba su experiencia, sentí que volvía a un pasado que nunca había superado y que nunca compartí con nadie, ni siquiera en confesión: lo borré totalmente de mí, a pesar del dolor que me produjo.

Me crie en un hogar, católico, estructurado, lleno de amor, y en el que existía una gran complicidad y diálogo. Sí es verdad que mi madre era la más estricta, más inflexible y yo, digamos, más rebelde. Me costaba aceptar que mi madre nos impusiera horarios y comportamientos a las chicas, y que mi hermano que era chico, tuviera más libertad. Al final acababa obedeciendo y me refugiaba en mi padre que siempre tenía una palabra de cariño y me convencía, acababa aceptando. Incluso en el colegio me costaba aceptar lo que creía que era una injusticia.

Sin saber cómo, me fui acomodando al control de mi madre y olvidé todo. La muerte inesperada de mi madre y sus últimas palabras, y horas, antes de morir, así como mi contestación sin saber evidentemente lo que ocurriría apenas diez horas después, me llevó a recordar todo de golpe. Por un lado, me di cuenta de que siempre nos manipuló, y por otro, por qué actúe así.

Yo vivo en otra ciudad, me iba de viaje y no pude ir a despedirme pero… ¿tenía que dejar de atender a mis hijos para ir a decirle adiós? Había ido a verlos la semana anterior, sabían que me iba, es más, me hicieron las mil y una recomendaciones que hacemos siempre los padres. Pensé que, por primera vez, había actuado según mi propio criterio y no por influencia de ella y por eso, cuando ocurrió todo, no hablé con nadie de mi conversación con ella horas antes; lo guardé y no volví a pensar, aunque a veces sí me sentía culpable de su muerte.

Cuando escuché a la persona que tenía delante, la doliente, sentí fuerzas para hablar de esto con mis hermanos y con mi marido, incluso con mis hijos. Creo haber encontrado esa paz que creía tener totalmente olvidada, así como perdonar y pedir perdón. He entendido más a mí madre.

Ser escucha me ha servido para comprender la parte más positiva de la propia escucha: poder contar con alguien que te acoge incondicionalmente, sin juzgarte, ayudándote a liberarte de ese peso que vas arrastrando y del que no sabes cómo salir. La escucha te ayuda a entender que siempre existe esa persona que conecta contigo con empatía, que te ayuda a verbalizar algo que no sabías cómo hacer y que cuando lo haces te sientes verdaderamente más libre.



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