Juan Reig Martínez: “La Sagrada Familia es una liturgia hecha piedra” Arquitecto y autor de ‘Antonio Gaudí y la belleza. La Sagrada Familia, un proyecto vivo’ 

Juan Reig Martínez: “La Sagrada Familia es una liturgia hecha piedra” Arquitecto y autor de ‘Antonio Gaudí y la belleza. La Sagrada Familia, un proyecto vivo’ 

En el marco del Año Gaudí, la figura del arquitecto catalán trasciende el ámbito arquitectónico para revelarse como un profoundo pensador de la fe y la liturgia. La Sagrada Familia de Barcelona no es solo un hito del modernismo, sino, como sostiene el arquitecto valenciano Juan Ángel Reig, una “Biblia de piedra” y un espacio concebido para la participación activa de los fieles, anticipando reformas eclesiales fundamentales. “Es la culminación de la via Pulchritudinis, donde la belleza se erige en camino directo hacia Dios”. Reig, con una trayectoria profundamente arraigada en la fe y el estudio del patrimonio, nos desvela cómo la evolución espiritual de Gaudí —influenciada por figuras como el obispo Grau y su adhesión al fervor litúrgico— transformó radicalmente su manera de construir, subordinando el genio artístico al servicio del culto y la evangelización.

-En una sociedad cada vez más secularizada, ¿qué tiene que decir Antoni Gaudí hoy, tanto a creyentes como a no creyentes, a través de su arquitectura?

– Yo creo que Gaudí es una persona que experimenta una evolución en su vida trabajando en el proyecto de la Sagrada Familia, que es el que le lleva más tiempo, desde 1883 hasta su muerte en 1926. La obra de la Sagrada Familia es una obra en la que Gaudí se da cuenta de que la marca la Providencia, porque su entrada en el proyecto es circunstancial: él no inició las obras, entró como una segunda opción tras la renuncia de Francisco de Paula del Villar.
Pero más allá de lo biográfico, Gaudí dice hoy que la arquitectura no es una mera envoltura estética, sino la búsqueda de la verdad. En sus escritos de juventud, como el Manuscrito de Reus, ya definía que la belleza es el resplandor de la verdad y que, para que un objeto sea bello, debe cumplir con el fin al que está destinado. En el caso del templo, ese fin es la liturgia comunitaria. Gaudí nos enseña que el edificio no es un espacio aislado de lo profano, sino un lugar de diálogo con el medio físico y humano, un “axis” urbano que invita a la trascendencia.

– La continuidad de las obras de la Sagrada Familia fue muy discutida tras la muerte de Gaudí. ¿Cómo se entiende hoy esa polémica?
– En los años 80 hubo un manifiesto de muchos intelectuales que criticaban la prosecución de las obras. Sin embargo, la voluntad de Gaudí fue que se continuaran, porque pensaba que la trascendencia del proyecto desbordaba su propia actuación. Él decía: “En la Sagrada Familia todo es providencial”.
Hoy entendemos que Gaudí desarrolló un método de trabajo basado en la geometría reglada (hiperboloides, paraboloides) precisamente para que fuera transmisible. No dejó un proyecto cerrado y caprichoso, sino un sistema estructural y modular lógico —una síntesis de estructura, luz y simbolismo— que permitía a sus sucesores continuar la obra sin traicionar el espíritu original. Él sabía que las catedrales se construyen a lo largo de siglos y asumió ese tiempo dilatado como una oportunidad para madurar el proyecto arquitectónico.

– ¿La espiritualidad de Gaudí fue siempre el motor de su arquitectura?
– Gaudí tuvo una educación religiosa, pero hubo una evolución. A través de una serie de amistades fue profundizando primero en el conocimiento de la liturgia y después en la vivencia de la fe. Fue clave su relación con el obispo Juan Bautista Grau en Astorga, quien le introdujo en la lectura del L’Année Liturgique de Dom Guéranger , y con el obispo Pere Joan Campins en Mallorca, con quien compartió el anhelo de la renovación litúrgica.
Gaudí no era un teólogo teórico, sino práctico. Asistió al Congreso Litúrgico de Montserrat en 1915 y tomó clases de canto gregoriano. Esta vivencia espiritual transformó su arquitectura: pasó de buscar el estilo gótico a buscar la “verdad” de la liturgia, diseñando el espacio para la participación activa de los fieles mucho antes de que el Concilio Vaticano II lo formulara oficialmente.

– ¿Cómo se manifiesta ese cambio vital en su manera de trabajar y de relacionarse?
– Se manifiesta en una concepción de la arquitectura como servicio. Sus colaboradores relatan cómo se interesaba por las familias de los obreros y cómo construyó el edificio de las escuelas junto a la Sagrada Familia, no como un añadido, sino como parte integral de la función social del templo.
A nivel profesional, su cambio vital le lleva a concebir el templo no como un monumento al estilo de las iglesias votivas del siglo XIX (como el Sacré Cœur de París, que él criticaba por ser una copia estilística ), sino como una “catedral de los pobres”, financiada por limosnas, donde cada piedra tiene una función pastoral y catequética. Su humildad le llevó, a partir de 1914, a dedicarse en exclusiva a este proyecto, rechazando otros encargos para concentrarse en resolver la estructura y el simbolismo del templo.

– Desde el punto de vista arquitectónico y simbólico, ¿qué representa la Sagrada Familia?
– Es una síntesis total. El exterior es una catequesis pétrea: la fachada del Nacimiento explica la alegría de la vida y la Encarnación; la de la Pasión, el dolor y el sacrificio con una desnudez austera; y la de la Gloria, el destino final del hombre.
Pero lo fundamental es el interior. Gaudí concibe el interior como la “Jerusalén Celestial”. A diferencia de las catedrales góticas oscuras, él inunda la nave de luz para crear un espacio desmaterializado. El interior es una exaltación de la Eucaristía. Diseñó la planta para que la asamblea rodeara el altar, eliminando los coros centrales que bloqueaban la vista en las catedrales españolas, y situando a los cantores en tribunas elevadas para envolver a la comunidad con el canto, uniendo así arquitectura y liturgia en un solo acto celebrativo.

– ¿Podría decirse que la Sagrada Familia es una oración tallada en piedra?
– Sí, y más concretamente, es una liturgia hecha piedra. Gaudí decía que “la originalidad consiste en volver al origen”. Él estudió los orígenes de la basílica cristiana y los ritos para que la piedra sirviera a la oración.
Por ejemplo, cada columna, cada bóveda, no es solo un elemento de soporte, sino un símbolo. Diseñó el cimborrio sobre el ábside para representar a la Virgen y el central para Jesucristo, creando un eje vertical de conexión entre el cielo y la tierra. La arquitectura deja de ser un contenedor pasivo para convertirse en parte activa de la oración comunitaria.

– ¿Qué elementos destacaría a quien visita la Sagrada Familia por primera vez?
– Destacaría tres elementos que estructuran el espacio. La primera sería la luz, no como iluminación, sino como materia constructiva. Gaudí supera el gótico eliminando contrafuertes y muros para que la luz coloreada de las vidrieras cree un ambiente de trascendencia.
También cabe destacar el sistema estructural ya que las columnas arboriformes y las bóvedas de hiperboloides. No es solo estética naturalista; es la búsqueda de la estabilidad perfecta para sostener el edificio y, a la vez, filtrar la luz cenital.
Y por último el Claustro. A diferencia de los claustros monásticos cuadrados y apartados, Gaudí diseña un claustro perimetral que rodea todo el templo. Su función es aislar del ruido de la ciudad para favorecer la oración y servir de recorrido procesional, actuando como un gran nártex o espacio de acogida para la ciudad.

– ¿Se ha respetado la espiritualidad original de Gaudí en la continuación de las obras?
– Absolutamente. Aunque se perdieron planos en 1936, se conservaron las maquetas de yeso que contenían el ADN geométrico del proyecto. Los arquitectos continuadores, como Sugrañes, Quintana, Puig Boada y los Bonet, han sido fieles no solo a la forma, sino a la “intención litúrgica” de Gaudí.
Un ejemplo claro es el altar. Gaudí, anticipándose décadas a la reforma litúrgica, ya lo concibió exento, visible y central, con un baldaquino y un crucifijo colgante muy expresivo, tal y como lo vemos hoy y como él lo ensayó previamente en la restauración de la Catedral de Mallorca. La continuación de las obras ha permitido materializar esa visión de un espacio que abraza a la comunidad.

El papa Francisco declaró a Antoni Gaudí como Venerable en abril de 2025, reconociendo sus “virtudes heroicas” y abriendo el camino para su beatificación, el primer paso hacia la santidad, destacando su vida piadosa, humildad y dedicación total a la construcción de la Sagrada Familia como una misión divina, apodado el “arquitecto de Dios”.
– En Gaudí destaca su capacidad de sacrificio y su concepción del trabajo como ofrenda. Gaudí une su sufrimiento personal (enfermedades, incomprensión) a la construcción del templo expiatorio. Destaca su humildad para observar la naturaleza —el “gran libro siempre abierto” de Dios — y trasladar sus leyes de equilibrio a la arquitectura. Y sobre todo, su obediencia a la liturgia: no quiso imponer su ego artístico, sino que puso su genio al servicio de la celebración comunitaria de la fe.

– La misión evangelizadora de la Sagrada Familia ¿termina cuando se complete el templo o empieza entonces de verdad?
– La misión empezó con la primera piedra, pero la finalización arquitectónica abrirá una nueva dimensión. Gaudí concibió el templo con una dimensión urbana potente: sus torres son hitos que anuncian el mensaje cristiano a la ciudad profana. Además, el templo está diseñado acústicamente para que la música y la palabra resuenen con claridad, y visualmente para que la iconografía sea una Biblia abierta. Cuando se complete, funcionará como una máquina perfecta para la evangelización a través de la belleza, cumpliendo el deseo de sus promotores originales de recristianizar la sociedad mediante la cultura y el arte.

– ¿Qué papel juega la belleza en ese mensaje?
– Para Gaudí, la belleza no era un lujo, sino una necesidad para llegar a la Verdad. Él decía que “la belleza es el resplandor de la verdad” y que sin ella no hay arte. La Iglesia ha señalado la via pulchritudinis como camino de evangelización, y la Sagrada Familia es su máximo exponente. Al contemplar la armonía de las naves, la luz que transfigura la piedra y la simbología de las fachadas, el visitante —creyente o no— recibe un impacto que trasciende lo racional y le conecta con el misterio. Es, en definitiva, la arquitectura puesta al servicio de la elevación del espíritu humano.

Según cuentan, Gaudí también dejó su imprenta en nuestra ciudad, más concretamente en uno de los locales comerciales del Pasaje Ripalda. El comercio perteneció a la familia Oltra, que en 1905 abrió allí una tienda de camisas. Allí Álvaro Oltra encargó el diseño de los escaparates a Gaudí, por mediación del pintor y escultor valenciano Manuel Benedito, amigo del artista. Gaudí diseñó tres cúpulas de escaparate de cristal de Bohemia biselado y tres cristaleras inspiradas en la forma de la cola de un pavo real.z



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