02 Dic Jaime Sancho: «La comunidad cristiana primitiva la identificaba y veneraba un objeto específico» III Congreso Internacional sobre el Santo Cáliz
El canónigo de la Catedral de Valencia Jaime Sancho ha expuesto en su conferencia ‘Copa hebrea y primeros documentos’ las claves arqueológicas, históricas y rituales que, a su juicio, refuerzan la verosimilitud del Santo Cáliz conservado en la Seo. «La liturgia primitiva no recordaba un vaso cualquiera, sino uno concreto, “glorioso” (praeclarum), lo que sugiere que la comunidad cristiana primitiva identificaba y veneraba un objeto específico»
Jaime Sancho ha destacado que «la combinación de arqueología, tradición y contexto ritual legitima al cáliz de Valencia frente a otros, en referencia a las piezas que a lo largo de la historia se han presentado como posibles cálices de la Última Cena».
Sancho ha centrado su intervención en el significado de la copa de bendición judía, su contexto en tiempos de Jesús, y la manera en que los estudios recientes apoyan la autenticidad de la reliquia. “El que ve el Santo Cáliz tal como está expuesto dice: ‘esto no puede ser el cáliz de la cena de Cristo’, pero ya sabemos que la reliquia es únicamente la copa superior”, ha recordado Sancho. Según ha explicado, la piedra —una ágata cornalina tallada a mano y no torneada— presenta características únicas confirmadas por un escáner realizado por la Universidad de Zaragoza con tecnología canadiense. “Es una copa no torneada como las romanas o las griegas; está tallada, un trabajo mucho más delicado y costoso, anterior a Jesucristo”, ha señalado.
El canónigo ha repasado además los primeros testimonios materiales: monedas judías anteriores a Cristo que representan la copa de bendición, muy similar en forma a la del Santo Cáliz. En ellas, la copa aparece con tallo, elemento clave para entender su uso ritual. “Jesús la cogió así, por el tallo, con muchísimo cuidado, sin tocar la copa de piedra, por la pureza ritual”, ha indicado.
Sancho ha contextualizado la pieza dentro de las estrictas leyes judías de pureza, fundamentales para comprender por qué el vaso de la Última Cena debía ser de piedra y no “un vaso cualquiera”. “Jesús no pudo gastar un vaso cualquiera. Tenía que ser un vaso ritual, perfectamente puro, que ni siquiera se podía tocar con los dedos”, ha afirmado.
El experto ha desmontado también el argumento según el cual en época de Jesús ya predominaban las copas de vidrio y subrayó que las familias judías conservaban como reliquia ancestral su copa de bendición: “Es completamente verosímil que la Última Cena se celebrara con una pieza de cuatro o cinco generaciones, una antigüedad valiosísima de la familia”.
Por último, Sancho ha recordado la tradición que vincula la copa a san Lorenzo, diácono y administrador de la Iglesia de Roma en el siglo III. Según esta tradición, Lorenzo habría custodiado y entregado el vaso de Cristo durante las persecuciones del emperador Valeriano. La iconografía de la catedral de Jaca, señaló, ya representa esta entrega mostrando “no un cáliz litúrgico habitual, sino el cuenco semiesférico que el artista había visto”.
De igual manera, el canónigo de la Catedral ha puesto especial énfasis en los documentos escritos más antiguos del cristianismo, concretamente en la Primera Carta a los Corintios, escrita por San Pablo, en la que el apóstol utiliza una terminología muy específica, así como en el Canon Romano, cuyo núcleo se remonta al siglo II. Este texto litúrgico contiene una variante significativa al describir el momento de la institución de la Eucaristía. El texto reza: “Tomó este cáliz glorioso en sus santas y venerables manos”. Según Sancho, el uso del demostrativo y el adjetivo es revelador: “Tanto por los datos arqueológicos como por el testimonio de la tradición… es completamente verosímil que este hermoso vaso estuviera en las manos del Señor”.
