21 Nov Bashar Fawadleh, sacerdote palestino : “Nuestro conflicto no es religioso, es un problema de ocupación” Es párroco de Cristo Redentor en Taybeh, Cisjordania
Taybeh, la última localidad enteramente cristiana de Cisjordania, vive hoy bajo una presión creciente. Son continuos los ataques de colonos, incendios provocados, restricciones de movimiento y una amenaza constante sobre la permanencia histórica de los cristianos en Tierra Santa. En medio de este escenario, el padre Bashar Fawadleh, párroco de Cristo Redentor enTaybeh, se ha convertido en una de las voces más firmes de la comunidad cristiana palestina al denunciar que el conflicto no nace de la religión, sino de la ocupación. De igual modo reivindica, al mismo tiempo, la fuerza espiritual que sostiene a su pueblo: ser una pequeña luz en la oscuridad.
En el Evangelio la conocemos como “Efraim” (Jn 11,54) y es que Taybeh es, hoy en día, la última localidad enteramente cristiana de Cisjordania. Situada a 30 kilómetros al norte de Jerusalén y al este de Ramallah, es conocida por ser la última aldea palestina habitada íntegramente por cristianos y por ser duramente atacada por los colonos judíos. Esta comunidad de larga tradición cristiana vive hoy bajo constantes amenazas, violencia y miedo. El pasado mes de julio, un incendio iniciado por colonos junto al cementerio y la iglesia greco-ortodoxa de San Jorge (un templo que data del siglo V) puso de manifiesto la vulnerabilidad de este pequeño enclave.
En este contexto, el padre Bashar Fawadleh, nacido en Jerusalén y hoy párroco de Taybeh, se ha convertido en una de las voces cristianas palestinas que denuncian públicamente esta realidad y que, al mismo tiempo, tratan de sostener la esperanza de su gente. Con él hablamos sobre su vocación, la vida cristiana bajo ocupación, los desafíos actuales y el papel de la Iglesia en medio del sufrimiento.
– Nacido en Jerusalén y ordenado sacerdote en Ramallah. ¿Cómo recuerda el camino que le llevó al sacerdocio?
– Nací en Jerusalén en 1987, en plena Primera Intifada. Mi vocación nació en el año 2000, durante la Segunda Intifada, y fui ordenado sacerdote en 2014, la misma noche en que Ramallah sufrió un ataque durante la ocupación israelí. Todo este camino estuvo marcado por sufrimientos y dificultades, pero siempre he podido ver a Dios, la esperanza y la luz al final del túnel. Esa pequeña vela sigue encendida en mi vida, y creo que un día seré libre. Libre no en un sentido político o económico, sino libre porque creo en Dios. Esa esperanza y ese amor debo ponerlos en acción: hacia la gente, hacia mi misión y mi vocación. Y debo poner esperanza en el corazón de los demás, y primero en el mío, porque creo en el “tercer día”, en la nueva vida y en la Resurrección. Esperamos todavía ese “tercer día” para ser libres y tener una vida independiente para los palestinos y para todas las personas que sufren.
– ¿Qué significa ser un sacerdote palestino en la tierra donde nació el cristianismo?
– Es un gran honor. No un privilegio, sino un honor para mí y para todos los sacerdotes nacidos y ordenados allí. Siento que sigo los pasos de Jesús. Soy párroco de Taybeh, llamada en la Biblia “Efraim”. En Juan 11,54 se dice que Jesús dejó Jerusalén tras la resurrección de Lázaro y se retiró a esa ciudad cercana al desierto. Ese lugar es Taybeh.
Estoy allí porque sigo los pasos de Cristo: en Nazaret, en Belén, en Jerusalén, en Tiberíades… Creo que mi misión está allí, en Tierra Santa, no en otro lugar. Estoy para servir, para dar ejemplo y para ayudar a mi gente a permanecer y mantener viva la esperanza.
– Precisamente Taybeh es la última localidad completamente cristiana de Cisjordania. ¿Qué significa ser su párroco?
– Taybeh es 100% cristiana. Su territorio es muy amplio, más de 6.000 acres de olivares, como en España, como aquí en su tierra, en Valencia. Somos conocidos por nuestros olivos. Lamentablemente, también estamos sufriendo porque los olivares (una de nuestra fuente de riqueza) han sido atacados y quemados por colonos extremistas. Ser una comunidad cristiana íntegra significa que somos testigos directos de lo que predicó Jesús. Nuestros antepasados escucharon la enseñanza de Cristo mismo. No conocemos el cristianismo a través de los discípulos, sino de Jesús. Es una tradición sagrada para nosotros. Vivimos nuestra fe en medio del sufrimiento, pero esa es la teología esencial de la Iglesia: la Iglesia debe estar presente en la guerra y en la paz, en la oscuridad y en la luz. Somos una pequeña vela en la oscuridad, una luz en una situación muy dura, y mostramos que seguimos siendo cristianos desde los orígenes, desde hace 2.000 años.
– ¿Cuáles son los principales desafíos que afronta hoy su comunidad?
– El mayor desafío es la emigración. Muchas familias se han marchado. Desde octubre de 2023, más de 12 familias han dejado Taybeh. Somos una comunidad pequeña, de unos 1.200 habitantes, así que esto representa alrededor del 5% de la población. La gente se va porque no hay seguridad, no hay trabajo y temen por el futuro de sus hijos.
La Iglesia está haciendo un gran esfuerzo para sostener a la población creando empleos temporales y permanentes: en la escuela, la parroquia, el centro médico, la residencia de ancianos, las casas de huéspedes, academias de música, fútbol y danza tradicional, así como en la almazara. También estamos reabriendo el taller de cerámica, desde el cual enviamos la “Lámpara de la Paz” a todo el mundo. Queremos crear empleo, también para mujeres, y animar a la gente a quedarse. Además, estamos construyendo viviendas a precios inferiores al mercado para permitir que las familias permanezcan.Pedimos a la gente que venga y vea, que conozca la realidad de Taybeh y nos apoye.
– El pasado mes de julio sufrieron un ataque especialmente grave. Grupos de colonos judíos radicales atacaron tanto a sus pobladores como a sus edificios. Incluso intentaron incendiar la histórica iglesia de San Jorge, que data del siglo V, y el cementerio. ¿Cómo se mantiene la fe cuando se es atacado sin haber hecho daño a nadie?
– Tras los ataques, no respondemos con reacciones impulsivas: debemos ser acción. Jesús nos pidió ser una acción de amor, incluso hacia los enemigos. Y es muy difícil amar al enemigo en estas circunstancias. Conocemos a quienes nos atacan; son seres humanos como nosotros. Pero estos ataques nos hieren profundamente. Algunas familias se han marchado incluso dentro de Palestina; dos de ellas, tras ver sus coches incendiados por colonos.
Los ataques no son nuevos: comenzaron hace dos años y se han acelerado. Los colonos ocupan tierras, ponen postes de pastoreo, destruyen la vida agrícola. Los olivos, que deberían ser verdes, hoy están amarillos. Quemaron tierras, coches, y escribieron grafitis racistas como “seréis expulsados pronto” o “esto es venganza”.
Buscamos presionar por vías diplomáticas, a través del Vaticano, de las Iglesias y de las misiones diplomáticas que el 14 de julio vinieron a Taybeh para mostrar solidaridad. Sólo queremos vivir en paz, con seguridad y con libertad para gestionar nuestra vida.
– Antes estas situaciones, quizá lo más difícil sea luchar contra el miedo y el agotamiento de la gente. ¿Cómo se sostiene la fe en esos momentos?
– Sí, hay mucho miedo. Por eso debemos mantener viva la fe en los corazones y mostrar que la Iglesia es la columna vertebral de la comunidad. La Iglesia está actuando no sólo por los cristianos, sino también por los musulmanes en Gaza, en Jerusalén, en Belén y en toda Cisjordania.
Ayudamos con matrículas escolares, becas universitarias, gastos médicos… El año pasado cubrimos 25.000 euros en matrículas escolares para estudiantes cristianos. Este año hemos conseguido que los libros sean gratuitos gracias a un feligrés que vive en Guatemala. Queremos que la gente sienta que no está sola. La Iglesia trabaja para que permanezcan y para que la esperanza no muera.
– ¿Cree que la voz de su comunidad es escuchada en la Iglesia universal?
– Sí. En el seminario aprendí que la Iglesia universal mira a la Iglesia local. Somos hermanos y hermanas en Cristo. Nuestra voz está siendo escuchada: el Vaticano habla de nuestro sufrimiento y se esfuerza por ejercer presión a nivel diplomático. Agradecemos al Patriarca Latino en Jerusalén, el cardenal Pierbattista Pizzaballa, O.F.M, que trabaja incansablemente para apoyarnos. La Iglesia en todo el mundo quiere ayudar a la Iglesia en Tierra Santa. Es importante crear vínculos, parroquias hermanas, diócesis hermanas. Y, por supuesto, también invitamos a todos a venir y visitarnos.
– Durante algunos años, usted formó parte de la Comisión de Justicia y Paz de Tierra Santa. ¿Qué labor desempeñó allí?
– Fui miembro de la Comisión, bajo la Conferencia Episcopal Católica en Tierra Santa. Fue una experiencia nueva y muy enriquecedora. Allí analizábamos la situación y buscábamos caminos para mejorar la vida de jóvenes, ancianos, niños y familias. Publicamos varias declaraciones sobre la realidad local. Aprendí mucho.
– Ante los continuos asedios, cuando los cristianos locales se ven obligados a abandonar su tierra natal para buscar seguridad y trabajo fuera. Cuando quisieran permanecer en sus hogares y defender su identidad como pueblo y su fe, pero el acoso y los ataques, impunes y constantes de los colonos y las restricciones a la libertad de movimiento se lo impiden… ¿pensar en una posible convivencia pacífica entre musulmanes, cristianos y judíos es una quimera?
– Nada es imposible. Debemos tomar la iniciativa, acercarnos al otro, aceptarlo y respetarlo: cristianos, musulmanes, drusos, samaritanos… Y también respetar a los judíos. Nuestro conflicto no es religioso, es un problema de ocupación: una nación ocupando la tierra de otra. No es cristianos contra musulmanes, ni musulmanes contra judíos. Creemos en un solo Dios. Y si lo creemos de verdad, debemos respetarnos y no matar. En el pasado ya hubo experiencias positivas de convivencia, como en la ciudad de Haifa.
– ¿En Occidente hemos desviado el foco hacia un problema de religiones, de creencias y nos hemos olvidados de la raíz del conflicto?
– Sí. Debido a persecuciones y tensiones, se generan ideas equivocadas. Pero debemos centrarnos en lo bueno de cada religión y recordar que nuestra fe nos une en la creencia en un Dios que da vida.
—¿La esperanza es la luz que debe guíar a los hombres en este conflicto?
– La esperanza cristiana está unida al “tercer día”: al sepulcro vacío, a la nueva vida, a la resurrección. No es un deseo vacío, sino una certeza: aun en medio de circunstancias terribles, creemos que todo puede nacer de nuevo.
Creemos en la bondad de las personas, de la situación y de lo que vendrá. Jesús dejó el sepulcro vacío y nos dio vida nueva; nosotros debemos transmitir esa vida a los demás.
Ataques sistémicos para intimidar a la población
Los ataques que sufre Taybeh no son hechos aislados ni fruto de la improvisación. Según explica el Padre Bashar, responden a una dinámica sistemática cuyo objetivo es intimidar a la población cristiana palestina y presionarla para que abandone su tierra. Los colonos buscan transmitir un mensaje claro: “aquí no hay sitio para ustedes”. Para ello, ejercen un control creciente sobre el territorio y dirigen sus agresiones hacia lo que sostiene la vida cotidiana y la identidad de la comunidad: viviendas, vehículos, olivares, cementerios e incluso iglesias históricas.
Estas agresiones se insertan en un escenario mucho más amplio marcado por la ocupación que afecta a toda Cisjordania y Gaza. En la vida diaria, los palestinos conviven con confiscaciones de tierras, demoliciones de casas, controles militares, restricciones de movimiento y un deterioro constante de las condiciones económicas y sociales. En Gaza, la situación es todavía más extrema: bloqueo prolongado, hambruna, operaciones militares, bombardeos de parroquias y la destrucción de todas las instituciones educativas y asistenciales cristianas, lo que pone en riesgo la continuidad misma de su presencia en la Franja.
El Padre Bashar subraya que los colonos implicados en estos ataques no actúan de manera espontánea ni aislada. Forman parte de redes organizadas que operan con la complicidad —o, al menos, la tolerancia— de las autoridades. Sus acciones incluyen incendios provocados, vandalismo, robo de maquinaria y ganado, mensajes amenazantes y, en algunos casos, incluso asesinatos. Entre estos grupos destaca ‘Jóvenes de las Colinas’, integrado por colonos jóvenes que utilizan las colinas próximas a los asentamientos como bases desde donde lanzar ataques con total impunidad.
Frente a esta realidad, la comunidad cristiana de Taybeh intenta mantener firme su arraigo. La respuesta, afirma el sacerdote, es la resiliencia: permanecer en la tierra, sostener la vida cotidiana y defender su presencia como un derecho humano y nacional, pero también como una misión espiritual irrenunciable.